El otro día escuché a Michael Jackson cantando «Eye of the Tiger» y a Freddy Mercury cantando «Thriller», y luego otra vez a Freddie Mercury cantando «La camisa negra». Michael Jackson nunca versionó la canción de Survivor, ni Freddie Mercury el hit de Michael Jackson. Freddie Mercury, de hecho, no hablaba español. Muertos, sin embargo, no paran de hacer versiones, de hablar otros idiomas cantarines y de amenazar el sentido mismo de la industria musical. Es la Inteligencia Artificial (IA) la que ha conseguido mucho más que Dios resucitando a Cristo: resucitar a Michael Jackson y a Freddie Mercury. Resucitar a todos.
Convivir con un genio era bonito porque al final se muere. Convivir eternamente con los grandes artistas y creadores de todos los tiempos sólo puede atisbarse como un suplicio. Nunca nos libraremos de Michael Jackson. Nunca nos libraremos de Christopher Nolan. Hazme una peli de Nolan con Humphrey Bogart y Pamela Anderson de protagonistas, dirá uno en 2060, a la hora de comer. Y a la hora de cenar se la pondrá a sus amigos y será tan buena como cualquier película de Nolan, o mejor, porque está Pamela Anderson.
El binomio apocalípticos / integrados de Umberto Eco, siempre mal traído y sin leer el libro, vuelve a estar de actualidad (mal traído, y habiéndome leído el libro, que no dice esto) para las posibilidades que la IA ofrece a los trabajos creativos. Una parte de la población (en rigor, una minoría de esa minoría de la población, a la que le da por pensar las cosas) considerará, apocalípticamente, que esto es el fin de la cultura, del descanso y, sobre todo, del amor. Otra minoría minoritaria (ya andan haciendo ruido) celebrará la IA como celebra todo lo nuevo, ya sea la clonación, los tiros en la nunca o la gestación subrogada. Su entusiasmo es siempre derrotista: dado que no podemos hacer nada por parar esto nuevo que alguien ha creado, apoyémoslo, digamos, de hecho, que es maravilloso.
Así, integralmente, será maravilloso poder escuchar a Michael Jackson cantar entero el disco La leyenda del tiempo, de Camarón. Y a Camarón cantar entero el disco Parklife, de Blur. Etcétera.
Si ya la posmodernidad proponía el plagio, la apropiación y el homenaje como últimos residuos disponibles para la creatividad humana, la IA viene a barrer por completo la creatividad humana haciéndonos ver que una máquina puede hacerlo igual y hasta mejor que los mejores hombres y mujeres que hicieron nunca algo. Tendrás que competir eternamente con Nina Simone, con el nuevo disco de Nina Simone. Tendrás que competir eternamente con Shakespeare, a nada que se les ocurra cómo escribir dramas shakespeareanos. Lo nuevo será lo nuevo que haga un muerto, recombinado en su genio por un algoritmo o lo que sea. Me importa esto poquísimo, también debo deciros. Poquísimo.
Al principio pensábamos que los robots venían a quitarle el trabajo a gente que tantas ganas de trabajar no tenía. Camareros, basureros, limpiadoras. Ahora resulta que el trabajo bonito (los robots no son tan gilipollas) es el que quieren quedarse los robots. Hacer poesías, películas y cancioncitas. Triunfar. Tener muchas grupis. Ganar el Nobel de Literatura por escribir la octava parte del Quijote, con muchos jedis y dos molinos.
También en su momento proponerse artista suponía una insolencia revolucionariamente juvenil, la piedra de toque de la sangre flamante. Ahora la idea misma (ahora: dentro de veinte años, para los que ahora tengan dos), la idea misma, decimos, de tener que pasar años aprendiendo a escribir/componer/filmar/fotografiar/diseñar se les hará muy cuesta arriba a todos esos jóvenes inquietos que verán cómo jóvenes sin la menor inquietud pueden diseñar en medio minuto vestidos, carteles de películas y portadas de discos, dándole a tres botones. ¿Qué habrá que aprender en el futuro para ser artista, si todo viene aprendido en la IA del móvil?
Es como triste, todo esto. Privar a la juventud futura de la heroicidad más importante: hacer el ridículo. Hacerlo mal primero. La gente no sabrá escribir y, por ello, no cometerá ni una sola falta de ortografía. Todo serán debuts perfectos. El puto Michael Jackson. No sé qué tiene la IA con Michael Jackson, sinceramente.
La única alternativa que veo al multiverso artístico es la artesanía, el vinilo. Si hay gente tan snob y bobísima (yo) como para comprarse discos de vinilo (25 euros) y escuchar obligadamente todas las canciones de un álbum hasta el minuto 25, cuando debe darse la vuelta al disco (penoso), en lugar de ponerse esas mismas canciones en YouTube o Spotify, y saltárselas si no le gustan, y mezclarlas y dejarlas sonar por la casa sin prestarles atención, también habrá quien sólo lea novelas y sólo vea películas (etcétera) creadas por seres humanos defectuosos y sin ayuda artificial. Se podrá crear un sello para estos productos que diga: “Mal hecho por un humano. Garantizado”.
Con todo, hay que reconocer que hoy cualquier cosa (película, canción, novela) es plagio de otras muchas cosas, y que la IA sólo ha venido a plagiar mejor, a hacer las trampas accesibles a cualquiera que desee hacerlas.
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