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Nicola Lagioia: "La literatura es un antídoto contra el discurso público" - Zenda
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Nicola Lagioia: «La literatura es un antídoto contra el discurso público»

Fotos: Marta Calvo. En marzo de 2016, Marco Prato y Manuel Foffo se reunieron en lo que parecía un fin de semana desatado de sexo y cocaína. Prato, hijo de un gestor cultural y profesor universitario, y Foffo, de una conocida familia de empresarios, consumaron el crimen más despiadado: el asesinato de Luca Varani, un...

Fotos: Marta Calvo.

En marzo de 2016, hace ahora cinco años, un crimen conmocionó Italia: dos jóvenes, en apariencia sin motivo, asesinaron salvajemente a Luca Varani. Este homicidio, que saltó en pocas horas a los titulares de todos los medios nacionales, salpicó el espejo en el que se miraba la sociedad media. Este crimen, salvaje y de una violencia extrema, había sido cometido por dos jóvenes de buenas familias. El mal, durante aquellos pocos días del final del invierno, no entendió de clases sociales ni de entornos disfuncionales.

En marzo de 2016, Marco Prato y Manuel Foffo se reunieron en lo que parecía un fin de semana desatado de sexo y cocaína. Prato, hijo de un gestor cultural y profesor universitario, y Foffo, de una conocida familia de empresarios, consumaron el crimen más despiadado: el asesinato de Luca Varani, un chico de 23 años con el que habían coincidido en alguna ocasión. Prato y Foffo, que se conocían desde enero, no imaginaron entonces que apenas dos meses después de su primer encuentro estarían asesinando a sangre fría a Luca.

"Meses de investigación y escritura vieron la luz en La ciudad de los vivos, una novela que es una disección de la sociedad romana de la época, del papel de los medios de comunicación, de la labor de la justicia"

En marzo de 2016, la sociedad italiana abrió los ojos a un crimen de los que no se olvidan. Un crimen que le arrebata el sentido a todo. Un crimen del que aún hoy se buscan las respuestas. Nicola Lagioia se interesó por este delito desde el primer momento. Había algo en él que fascinaba y aterraba por igual. ¿Cómo podían dos jóvenes que lo tenían todo haber asesinado tan salvajemente a otro? ¿Qué ocurrió ese fin de semana romano en aquel apartamento para que —en una escalada de peligrosas fantasías— decidieran que debían matar?

En marzo de 2016 Lagioia se encontró, sin darse cuenta, ante la historia que le cambiaría la vida. Recibió un encargo de Il Venerdì de La Repubblica: preparar un reportaje en profundidad sobre este crimen atroz, sumergirse en la investigación y los primeros testimonios, fondear datos, entrevistas, circunstancias, ponerse frente a una tragedia que rompió para siempre la vida de tres familias y heló el corazón de millones de italianos. Meses de investigación y escritura vieron la luz en La ciudad de los vivos, una novela que es una disección de la sociedad romana de la época, del papel de los medios de comunicación, de la labor de la justicia. Una novela que camina sobre los márgenes de la ficción para ofrecer al lector una crónica negra que bebe directamente de la sangre fría de Capote.

"Lagioia propone con su poderoso texto un viaje al envés del ser humano, a la parte más primitiva y escondida del hombre, a la culpa y la ausencia de remordimientos que parecen sostenernos"

La ciudad de los vivos se publicó en Italia en 2020. Del mismo modo que ya hiciera Edoardo Albinati con la masacre del Circeo, la pluma de Lagioia ha conseguido que leamos una historia nacional (el crimen del Collatino) como una tragedia universal. Inmersos en sus páginas nos encontramos con una ficción cargada con una potente impronta de realidad. Tras todo lo investigado, tras tantos meses persiguiendo testimonios, ¿podrá Lagioia soltar amarras de este crimen una vez que la novela ha visto la luz?

Un recorrido testimonial de marzo de 2016 a marzo de 2021, Lagioia propone con su poderoso texto un viaje al envés del ser humano, a la parte más primitiva y escondida del hombre, a la culpa y la ausencia de remordimientos que parecen sostenernos. Este viaje, La ciudad de los vivos, profundiza, sin añadir morbo, con una honesta lealtad a los hechos, en la raíz de este asesinato. La ciudad de los vivos es un viaje inevitable a la tortura y a la muerte.

***

—¿Qué le ha fascinado de esta historia?

—Recuerdo bastante bien el día en el que se comenzó a difundir la noticia de este homicidio. Han pasado ya varios años. Fue el 6 de marzo de 2016 el momento en que comenzó a difundirse este homicidio acontecido el 4 de marzo. Aunque la noticia, en esos primeros momentos, era bastante confusa —siempre que ocurre una tragedia como esta se necesita un tiempo para poder reconstruirla bien—, un par de cosas estaban ya bastante claras: ante todo la violencia del crimen, que era una violencia exagerada. Se asemejaba a la de un asesinato ritual, por la forma en que este crimen se había consumado. Además, Roma no es una ciudad violenta, por tanto este homicidio fue algo muy impresionante. El otro factor es la falta absoluta de un móvil, de un motivo. No había ninguna razón por la que Marco Prato y Manuel Foffo pudieran cometer un crimen semejante.

"Ellos eran gente normal, los vecinos de la puerta de al lado. Era sorprendente, insospechable, que pudieran cometer un crimen tan atroz"

Un tercer factor es la normalidad absoluta en torno al crimen. No es un asesinato que se haya perpetrado en un ambiente criminal, en el entorno del crimen organizado. Un criminal tiene la opción de verse en una situación violenta, de verse en una celda en la cárcel incluso. Sin embargo, si a Prato y a Foffo les hubieran dicho, una semana antes, que en unos días se encontrarían en una situación como esta no lo habrían creído, habrían pensado que les estaban contando una película de ciencia ficción. Ellos eran considerados, se consideraban a sí mismos, personas normales. Ahora la pregunta sería: ¿qué es la normalidad? Esta era una pregunta urgente, convincente, en aquel momento. Ellos eran gente normal, los vecinos de la puerta de al lado. Era sorprendente, insospechable, que pudieran cometer un crimen tan atroz. Este homicidio se cometió además en un lugar muy cercano a mi residencia. El crimen ocurrió en el barrio del Collatino y yo vivo en el Esquilino, a un cuarto de hora en moto. Otro factor inquietante, interesante, sobre el que profundizar es el hecho de que dos asesinos, sabiendo que han cometido un crimen, se entregan y lo confiesan inmediatamente a la policía. ¡Justo lo contrario que un giallo! Incluso confesando haber cometido este homicidio es como si no fueran capaces de asimilarlo. Foffo, por ejemplo, dice a la Fiscalía, parte acusadora: “Sí, he sido yo, metedme en la cárcel, pero, por favor, explicadme por qué he hecho algo así, porque no soy consciente”. Es como si ellos, Foffo y Prato, fueran impulsados por una fuerza superior que no supieron controlar. Aun sabiendo que han cometido un homicidio no son capaces de asumir plenamente la responsabilidad. Esto me parece increíble. Vivimos en un mundo en el que por cosas menos graves nos cuesta muchísimo asumir la responsabilidad o la culpa de los errores o de los delitos que cometemos. Esta, que es una tendencia muy contemporánea, asume una dimensión trágica en este crimen. Estos son los principales motivos que me han empujado a perseguir esta historia durante tanto tiempo.

—En un cierto momento, la sociedad se convierte en parte acusadora, pero ¿es esta sociedad culpable de tantos homicidios como este?

—¿En qué sentido la sociedad es culpable de este tipo de homicidio?

—En el sentido de que conduce a la gente a comportarse de manera violenta.

"En mi opinión existe una responsabilidad individual de la que están, ambos, tratando de escapar. Ambos culpabilizan a cualquiera antes que a sí mismos"

—Seguramente el contexto social tendrá su peso. Pero a decir verdad tampoco vivimos en un contexto social terrible que determine de manera mecanicista la comisión de un homicidio. El contexto social se puede evocar, pero debemos estar atentos al hacerlo. No querría que en la responsabilidad social se disolviesen las responsabilidades individuales. Detrás de este crimen hay una responsabilidad individual. Pongo un ejemplo: Marco Prato y Manuel Foffo antes de cometer el crimen habían consumido bastante cocaína. Uno podría preguntarse si la droga ha sido responsable del homicidio. Por un lado, si no hubieran consumido tanta cocaína probablemente no se habrían comportado de manera tan agresiva. Por otro, si el consumo de cocaína fuera suficiente para convertirse en asesino, en Roma, Madrid, Barcelona, Londres, París… habría 50.000 homicidios al día. Respecto a las relaciones familiares, tanto Marco Prato como Manuel Foffo tenían algún problema familiar, en el sentido de que Manuel Foffo tenía una relación complicada con su padre: le consideraban la oveja negra de la familia. Mejor dicho, él se consideraba a sí mismo la oveja negra de la familia, se sentía un marginado. Por su parte, Marco Prato sufría el silencio con su madre, tenía —o eso decía— una relación difícil con ella. Seguramente en este caso las relaciones familiares complejas habrán tenido un peso, habrán influido en su carácter, en la manera en que perciben el mundo. Pero todos nosotros tenemos problemas familiares, todos nosotros hemos tenido desencuentros con nuestros padres, hemos luchado contra los nuestros por emanciparnos. Así que esto puede ser un factor más, pero no explica por sí solo el crimen. Por tanto, son varios los elementos, los factores que lo pueden explicar. En mi opinión existe una responsabilidad individual de la que están, ambos, tratando de escapar. Ambos culpabilizan a cualquiera antes que a sí mismos. Dicen: “Sí, fui yo, pero es el otro el que me manipuló”, o “estaba inmerso en un periodo de sufrimiento”, etcétera. Creo que el contexto social solo puede ser determinante en casos realmente excepcionales. La Roma del 2016, como todas las ciudades europeas, era una ciudad normal, pacífica, con los problemas propios de las grandes metrópolis, pero no tenía un ambiente tan terrible como para provocar que una persona cometiese un homicidio, sobre todo un homicidio gratuito, carente de un móvil. Como digo, debemos señalar la responsabilidad individual.

"Más que en la sociedad, es en esta incapacidad de mirar al otro donde veo el problema, el motivo que no les permitió parar una vez que agredieron a Varani"

Hay una cosa que me parece que Prato y Foffo tienen en común —aunque luego son muy diferentes: Manuel Foffo es introvertido, deprimido, frustrado, mientras que Prato es una persona brillante, habladora, histriónica—: tienen una gran dificultad para rechazarse a sí mismos. Son dos narcisistas, aunque de maneras distintas. Continuamente se están mirando al espejo, continuamente están hablando de sus problemas, de sus errores, de sus frustraciones, de su incapacidad para alcanzar el éxito… hablan tantísimo de sí mismos que eso conlleva una gran dificultad para poner el foco en el otro. Para ellos el resto no existimos. Para ellos el resto sólo existimos con relación a ellos mismos. Esto es lo que piensa un narcisista. Más que en la sociedad, es en esta incapacidad de mirar al otro donde veo el problema, el motivo que no les permitió parar una vez que agredieron a Varani. Si tú no eres capaz de reconocer al otro, el otro se convierte en un objeto entre tus manos. Luca Varani se convirtió en un objeto en sus manos. Esta no es una explicación completa, pero creo que es el hilo del que tirar.

—Después de haber leído tantas cosas sobre este homicidio, ¿por qué cree que estos chicos mataron a Varani?

—Ante todo, la literatura no da respuestas definitivas, como las pueden dar los ensayos. La literatura debe quitar las vendas correctas, no debe dar respuestas que pueden ser equivocadas. Sobre el narcisismo del que te hablaba, me parece un narcisismo tóxico. Son dos personas que han recibido poca formación. La violencia está en todos nosotros, esa violencia originaria, primitiva, el instinto de supervivencia… están dentro del ser humano. Esto no podemos negarlo, pero debemos aprender a conocerla, debemos aprender a manejarla, frenarla…esto Foffo y Prato no lo hicieron. Sólo abrazaron una única fe, la religión del “Yo”. Si tú sigues la religión del “Yo”, en un determinado momento corres el riesgo de estar fuera de control; no tienes, no conoces ninguna disciplina sobre ti mismo. Los tres o cuatro días en que ellos estuvieron en casa de Manuel Foffo y comenzaron a consumir drogas, efectuaron todas aquellas llamadas telefónicas, trajeron tanta gente a casa… Sabían que estaban rotos, que estaban entrando en terreno peligroso, ¡y nunca pararon! Sabemos que el hombre es una criatura limitada, transitoria, ¡no somos inmortales! El concepto de límites es algo que tenemos que recuperar. Foffo y Prato vivían en una total ausencia de límites. Les podía haber pasado cualquier cosa: una sobredosis, un accidente de tráfico… La ausencia de límites provoca un colapso físico o supone la total destrucción de los frenos inhibitorios y, por tanto, el lado salvaje, violento, coge fuerza. Foffo y Prato no habían sido instruidos en el concepto de límites. Este es, para mí, un elemento importante.

"Ellos tuvieron la necesidad de conocerse para dar alas a una amistad peligrosa. Además, ellos nunca pudieron invertir o frenar esta espiral. Creo que esta es la dinámica a partir de la que se cometió el crimen"

Otro motivo es que ellos se conocieron en enero. Cuando ocurrió el asesinato había pasado muy poco tiempo, tres meses desde la primera vez que se vieron. Pero la suya fue una relación tóxica, una amistad tóxica pero no desde el punto de vista del consumo de drogas, sino desde el punto de vista de la propia relación, de esta relación en la que dos personas intiman y sacan a relucir lo peor del otro, no lo mejor. A todos nos ha pasado que hemos tenido una relación sentimental o de amistad en el que enseñábamos nuestra peor cara. Esto es lo que hacían ellos. En términos psiquiátricos se denomina contagio psíquico: se contagian el uno al otro, sacan lo peor el uno del otro, como cuando empezaron a fantasear: “imaginemos una violación, imaginemos…”. No están sacando del otro buenas intenciones o fantasías pacíficas, alegres, no. Ellos sacan las fantasías inquietantes, mortales. Dan vida a una amistad en la que solo existe el lado oscuro, el lado violento. ¿Esto qué quiere decir? Que si no se hubieran encontrado no se habrían convertido en asesinos. Porque ellos no fueron unos criminales típicos que habrían cometido un asesinato en cualquier situación. Ellos tuvieron la necesidad de conocerse para dar alas a una amistad peligrosa. Además, ellos nunca pudieron invertir o frenar esta espiral. Creo que esta es la dinámica a partir de la que se cometió el crimen. Sobre algo que me has dicho antes acerca de que esta es una historia universal, es interesante para nosotros —como testigos coetáneos de unos hechos que esperamos no volver a presenciar— cuestionarnos sobre nuestras vidas en el momento en que somos testigos de este tipo de actos criminales. Cuando nosotros creamos una relación con alguien, ¿qué tipo de relación estamos creando? ¿Somos capaces de crear una relación a través de la cual sacamos lo mejor del otro y de nosotros mismos o, por el contrario, prendemos la mecha de una espiral destructiva? Esta pregunta es muy interesante porque entronca directamente con nuestra vida cotidiana. ¿En nuestras relaciones del día a día, privilegiamos nuestro lado más pacífico o somos personas que gozan, se dejan llevar por el conflicto o la agresividad? ¿Qué hacemos cada día cuando nos encontramos con los demás? Principalmente este caso me parece muy interesante porque, a un nivel muy trágico, se muestran las mismas dinámicas que se suscitan en asuntos mucho menos trágicos, en temas más cotidianos.

© Marta Calvo

—Creo que esta novela es también una metáfora de la decadencia de la ciudad, del mundo. Cada día vemos que las ciudades se convierten poco a poco en lugares peligrosos en los que el concepto de la bondad o la humildad se han perdido. ¿Qué piensa al respecto?

—Respecto a nuestra vida en la ciudad, por ejemplo, piensa en Roma. Roma no es una ciudad violenta. Si divides el número de habitantes de Roma entre el número de homicidios registrados por año descubrirás que no es realmente una ciudad violenta. Las ciudades europeas, en comparación con las norteamericanas o sudamericanas, no son violentas. Pero esto no quiere decir que no sean lugares en los que todo sea sencillo. En los últimos años no es tanto la violencia física la que se ha incrementado en nuestras ciudades, sino la soledad causada por el individualismo. A menudo una es consecuencia de la otra. Ambas consiguen que la sociedad se disgregue de manera violenta. Aquí es donde está el peligro.

"Durante los años 90 estuvimos ilusionados con que muchos de nuestros problemas se resolverían. Parecía que estábamos muy cerca de la paz, la bondad... y en realidad no era así"

Si piensas en una sociedad como la ucraniana en estos momentos, te das cuenta de que esta explosión de violencia terrible es algo que siempre habíamos dejado de lado. Estamos conmocionados por todo lo que está sucediendo porque nosotros, los europeos, no estábamos habituados al hecho de que ocurran estas explosiones de violencia en nuestras ciudades. Hemos vivido años de individualismo y soledad. Después hemos vivido años de angustia por la pandemia y ahora días, semanas, de pánico por la guerra. Por un lado, el mundo está cambiando, ¡algo así jamás lo habríamos imaginado! Pero incluso en este cambio hay constantes: la constante de la guerra en Ucrania, el hecho de que volvamos a vivir una guerra como las que vivimos en el siglo XX. Al respecto de todo esto, tengo miedo de que el hombre aún sea una criatura primitiva, irracional, demasiado violenta en este mundo que nos hemos construido. Creo que aún hemos evolucionado poco. El esfuerzo que debemos hacer, el esfuerzo que cada generación está llamada a hacer es el de la emancipación de la violencia extrema, ya sea la violencia bélica o la de un homicidio como este, incluso la propia violencia del individualismo, porque la violencia del individualismo conlleva una disgregación de la comunidad. Ya los últimos años del siglo XX fueron bastante complicados e inesperados. Nací en 1973, tenía 16 años cuando cayó el Muro de Berlín. Durante los años 90 estuvimos ilusionados con que muchos de nuestros problemas se resolverían. Parecía que estábamos muy cerca de la paz, la bondad… y en realidad no era así. Ya en el año 92 con la Guerra de Yugoslavia vivimos un ejemplo de que los problemas de la humanidad no se habían resuelto. En estos últimos años, sobre todo en estas últimas semanas, por una parte, hay motivos para sentir miedo, para preocuparse, por otra parte, tenemos la ocasión de elaborar un nuevo pensamiento que se emancipe de esta violencia, una reflexión que evidentemente está dentro de nosotros.

—El homicidio del que se ocupa en la novela es un delito que permanece en la memoria colectiva italiana cinco años después del momento en que fue cometido. ¿Por qué cree que la sociedad no lo ha olvidado?

—Por lo que hablábamos al inicio: por un lado, fue un delito violentísimo, por otro fue cometido por dos personas totalmente normales que podrían haber sido nuestros hermanos, nuestros hijos… y porque no había ningún móvil. Obviamente ningún homicidio está justificado. Pero en algunos delitos puedes llegar a comprender qué ha impulsado a actuar al criminal: sed de dinero, sed de poder, venganza… son elementos que, aunque no justifican un crimen, al menos pueden explicarlo. Aquí, sin embargo, no hay explicación. Cada vez que ocurre algo terrible sin motivo, sin explicación, causa una honda impresión en la gente, porque te obliga a mirar la insensatez que muchas veces ha enraizado en el alma humana. Creo que es por esto por lo que la sociedad italiana no lo ha olvidado.

—Los dos protagonistas cometieron un crimen muy cruel, pero creo que ambos eran poco conscientes de conocer o hacerse cargo de las consecuencias del homicidio. No se dieron cuenta, en aquel primer momento, de todo lo que habían hecho. ¿Cree que es esta una sociedad que no conoce la crueldad que la rodea?

"Logramos vernos como víctimas, pero jamás logramos vernos como culpables de cualquier cosa. Esto ocurre porque el discurso público es un discurso binario"

—Creo que en nuestra sociedad tenemos dificultad para asumir nuestra responsabilidad y nuestra culpa. Vivimos en un mundo polarizado en el que no existen matices. Todo es blanco o negro, yo tengo razón y tú estás equivocado, víctimas y verdugos, malos y… ¡nosotros siempre estamos en el lado de los buenos! Tenemos una gran dificultad en imaginar que somos nosotros los que a veces cometemos errores o hacemos mal a los demás. Por el modo en que estamos hechos (todos somos criaturas imperfectas, falibles, contradictorias) causamos el mal a los otros. Pero no somos capaces de admitirlo. Tenemos una gran vocación de hacernos las víctimas. Logramos vernos como víctimas, pero jamás logramos vernos como culpables de cualquier cosa. Esto ocurre porque el discurso público es un discurso binario. Sólo contempla buenos y malos, sin matizaciones. Desde este punto de vista, la literatura es un antídoto, porque la literatura está construida solo con los matices. La literatura restituye complejidad a un mundo que es muy simple. Creo que la literatura es un antídoto contra el discurso público. El discurso público es un discurso muy simple y es la literatura la que aporta matices, complejidad.

—Después de haberlo leído todo sobre el crimen, después de haber escrito La ciudad de los vivos, ¿cómo hará para olvidarlo e iniciar otros proyectos?

—Esto es normal. Un escritor, ya sea que narre hechos reales o se imagine una historia, está continuamente inmerso en la historia que está narrando. Cuando terminé de escribir La ciudad de los vivos, salí de la historia. Si no lo hubiera hecho, habría sido difícil poder sumergirme en otros proyectos. Es necesario cargar sobre nuestras espaldas las cosas que amamos. Después de haber escrito y terminado el libro, lo miro como si fuera uno de sus lectores. Es como si hubiera estado cuatro años en el fondo de un lago helado y oscuro y ahora estoy fuera y me puedo dedicar a otro proyecto.

—¿Nos puede contar cuáles son esos proyectos literarios?

—Creo que los proyectos literarios son como las viejas películas de las máquinas fotográficas: si las expongo a la luz, antes de haberlas desarrollado, arden. Por supuesto que estoy trabajando, estoy leyendo… Pero soy un escritor muy lento, publico un libro cada cuatro o cinco años, ¡aún queda tiempo!

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Autor: Nicola Lagioia. Traductor: Xavier González Rovira. Título: La ciudad de los vivos. Editorial: Literatura Random House. Venta: Todos tus librosAmazonFnac y Casa del Libro.

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Raquel Jiménez Jiménez

Chica prensa (gabinete de comunicación) y estudiante aficionada a la Historia. A veces hago reseñas y entrevistas. Me encanta el teatro, ¿Qué sería de nosotros sin él?

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