Continúa la crónica que narra el nacimiento de España en 1837 como una pequeña nación, constituida por los viejos reinos de la Península Ibérica —menos Portugal— y las islas adyacentes de Baleares y Canarias. Nace superando su adscripción a un espacio geográfico, en medio de un profundo conflicto ideológico y con graves problemas heredados de una gestión imperial que había sido devastadora para sus recursos y estructura social, pero con una serie de territorios dependientes en Ultramar (Cuba, Filipinas, Puerto Rico…), que, por primera vez, son considerados colonias. Las siguientes escenas reflejan el principio del colapso de la Monarquía Católica, ese enorme poder supranacional asombrosamente estable durante casi trescientos años del que España formaba parte, cuya crisis y hundimiento se inició en 1808 con la invasión napoleónica.
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1808 (27 de mayo)
La hidra de Lerna
Nicolás Maquiavelo es uno de los autores favoritos de Napoleón, quien acude a su volumen de El príncipe como a un oráculo. Pero en esta ocasión la respuesta que obtiene contradice los hechos. El maestro de políticos dice que un pueblo que ha perdido a su príncipe es más lento a la hora de tomar las armas y con tanta más facilidad se le puede ganar. Sin embargo, los mensajes que recibe de España se parecen más a la historia de la hidra de Lerna. ¿Cómo es posible que después de descabezar a la Monarquía Católica haya recibido tres declaraciones de guerra en menos de un mes? Entre gentes civilizadas, cuando un Estado es decapitado, el cuerpo entero se rinde, es lo natural. O debería serlo.
Maquiavelo viajó por Italia y Alemania, pero nunca cruzó los Pirineos.
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1808 (28 de mayo)
¿Qué son las juntas?
—No sé qué decirle, sire.
—Al parecer son agrupaciones de individuos de tamaño variable, según la ciudad o el territorio en que se formen.
—¿Hay muchas?
—Eso parece. Las hay en las ciudades, en los pueblos, en las provincias…
—Son de carácter local… —reflexiona el rey en voz alta.
Los consejeros cruzan de nuevo las miradas, indecisos.
—Sí, por ahora sí, creemos que ninguna tiene jurisdicción sobre todo el reino.
—Y ¿son populares?
—Algunas originalmente las constituyen artesanos, campesinos…
—Entonces, son populares.
—Al principio, al menos en muchos casos, pero pronto se adhieren las personalidades locales, hacendados, funcionarios, médicos, aristócratas…
—¿Militares?
—También militares, sí. Y no faltan religiosos: canónigos, frailes…
—Entonces no son populares.
—Yo diría más bien que no son solo populares.
—Pero ¿para qué se forman?
—El vacío de poder, sire. Como nadie sabe quién manda, lo hacen por sí mismos.
—¿Cuáles son sus funciones?
—¡Puf! Administran sus partidos, conceden pasaportes, hacen levas contra nosotros, expenden licencias… Las hay que hasta envían embajadas. Parecen pequeños gobiernos y actúan con independencia unas de otras.
—¿Pero son revolucionarias o no?
—Lo son en tanto que no aceptan el cambio de dinastía, pero en realidad lo que buscan es la vuelta del antiguo orden, así que no sabría decirle, todo se confunde. En realidad dicen defender la religión, al rey, a la Iglesia, a la libertad…
—No me ayudáis mucho.
—Es que no se entiende, majestad. Diría que las juntas son revolucionarias aunque muy a su pesar. Pero el hecho de que la nobleza y el clero se hayan incorporado ha favorecido al menos que se controlen los desórdenes y se evite la anarquía.
—Pero a mí me odian.
—Sí, claro.
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Próxima publicación: 1808 (29 de mayo) Sueños de un libertador y 1808 (30 de mayo) Póker de virreyes.
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Autor: Alfonso Mateo-Sagasta. Título: Nación: La caída de la Monarquía Católica. Crónica de 1808-1837. Ilustraciones: Emilia. Editorial: Reino de Cordelia. Venta: a partir del 4 de abril de 2022.
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