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Nación (Día 6): La caída de la Monarquía Católica - Zenda
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Nación (Día 6): La caída de la Monarquía Católica

Continúa la crónica que narra el nacimiento de España en 1837 como una pequeña nación, constituida por los viejos reinos de la Península Ibérica —menos Portugal—  y las islas adyacentes de Baleares y Canarias. Nace superando su adscripción a un espacio geográfico, en medio de un profundo conflicto ideológico y con graves problemas heredados de...

Continúa la crónica que narra el nacimiento de España en 1837 como una pequeña nación, constituida por los viejos reinos de la Península Ibérica —menos Portugal—  y las islas adyacentes de Baleares y Canarias. Nace superando su adscripción a un espacio geográfico, en medio de un profundo conflicto ideológico y con graves problemas heredados de una gestión imperial que había sido devastadora para sus recursos y estructura social, pero con una serie de territorios dependientes en Ultramar (Cuba, Filipinas, Puerto Rico…), que, por primera vez, son considerados colonias. Las siguientes escenas reflejan el principio del colapso de la Monarquía Católica, ese enorme poder supranacional asombrosamente estable durante casi trescientos años del que España formaba parte, cuya crisis y hundimiento se inició en 1808 con la invasión napoleónica.

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1808 (9 de Mayo)

La tertulia de Jovellanos

El humo azulado de los habanos se arremolina en el techo de la vieja casa familiar donde Gaspar Melchor de Jovellanos recibe a sus amigos. Los años de cárcel debidos al rencor de Godoy y a la desidia de Carlos IV han hecho estragos en su salud, pero no en su ánimo ni en su cabeza, que sigue tan clara como siempre.

La tertulia se mueve a ritmo de oleaje a medida que llegan novedades de la frontera y de la omnipresencia de los soldados franceses, que campan por la Península como ovejas en barbecho.

—¡Napoleón ha coronado a su hermano José! —dice un recién llegado, sosteniendo en un puño un ejemplar arrugado de la Gaceta de Madrid.

—¡Qué tontería! Eso es imposible —comenta Jovellanos, con una sonrisa en los labios.

—¿Imposible? Fernando y Carlos abdicaron en el emperador, y él ha entregado la Corona a su hermano.

—Imposible, porque falta el consentimiento del pueblo. Un rey no es quién para ceder la Corona, necesita la autorización de sus súbditos reunidos en Cortes.

—Entonces, ¿tampoco son legales las abdicaciones?

—No, según la tradición escolástica española —afirma Jovellanos, quien ha dedicado mucho tiempo al estudio de la teología en sus años de presidio— . Mariana, Vitoria y Suarez sostienen que Dios es el origen último del poder, que lo transmite a la comunidad y esta es la que se lo entrega voluntariamente al rey. Es decir, al rey la Corona se la han dado sus súbditos, y solo ellos pueden quitársela.

—Y eso, ¿en qué lugar nos deja?

Ilustración: Emilia

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1808 (14 de mayo)

«¡Guerra!, gritó ante el altar el sacerdote con ira»

Los martillazos que se oyen en la calle desde la madrugada no han dejado descansar a don Gregorio de la Cuesta, capitán general de Valladolid. La agitación de la tarde anterior y la falta de sueño lo tienen exhausto. No había digerido aún la noticia del secuestro de la familia real, la matanza ocurrida en Madrid, la abdicación de los reyes legítimos y la coronación de un Bonaparte, cuando llegó el eco de la revolución. Por primera vez en la historia un ejército extranjero había ocupado la capital de la Monarquía Católica, y en todas las ciudades y territorios, decían, el pueblo se reunía en Juntas para organizar la resistencia.

Asturias, con el marqués de Santa Cruz al frente, había declarado la guerra a Napoleón, armado a la población y enviado embajadores a Inglaterra. Casi el mismo día se declaraban a su lado Santander, Logroño, Segovia, León, Badajoz, Baleares, Canarias, Galicia, Murcia… Otro tanto había hecho Sevilla, constituyendo la Junta Suprema de España e Indias. Subordinadas a ella nacieron las Juntas de Jaén y Córdoba. Granada envió comisionados a Gibraltar para armarse por su cuenta, nombró gobierno y levantó su propio ejército. La revuelta era general, y sin embargo todo parecía transcurrir pacíficamente. Tan solo había corrido la sangre en Valencia por culpa del torcido canónigo Baltasar Calvo. En Cádiz, el gentío se limitó a disparar contra la fachada de la vivienda del marqués del Socorro y de la Solana, Capitán General de la plaza, por mostrarse tibio en sus opiniones, la misma tibieza y las mismas dudas que atormentan a don Gregorio.

Cesan los golpes de martillo. Don Gregorio se asoma al balcón y ve ante su casa el enorme patíbulo que durante la noche ha erigido el pueblo para curar su indecisión. No hay marcha atrás. «Cuando en hispanas tierras pasos extraños se oyeron, hasta las tumbas se abrieron gritando venganza y guerra».

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Próxima publicación: 1808 (27 de mayo) La hidra de Lerna y 1808 (28 de mayo) ¿Qué son las juntas?

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Autor: Alfonso Mateo-Sagasta. TítuloNación: La caída de la Monarquía Católica. Crónica de 1808-1837. Ilustraciones: Emilia. Editorial: Reino de Cordelia. Venta: a partir del 4 de abril de 2022.

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Alfonso Mateo-Sagasta

(Madrid, 1960), historiador y escritor, ha publicado hasta el momento numerosos relatos y artículos, tres ensayos y ocho novelas, entre las que destaca la trilogía protagonizada por Isidoro Montemayor: Ladrones de tinta (2004), El gabinete de las maravillas (2006) y El reino de los hombres sin amor (2014). Las otras son: El olor de las especias (2002), Las caras del tigre (2009), Caminarás con el sol, El poeta cautivo (2011) y Mala hoja (2017). En cuanto a los ensayos, sus títulos son: Apuntes sobre el mundo de don Quijote (2016); La oposición. Un relato sobre la invención de la historia (2016) y Tratando de tiburones con Karlos Simón (2019). Próximamente verá la luz Nación. La caída de la Monarquía Católica. Crónica de 1808-1837 (2022).

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Ricarrob
Ricarrob
2 años hace

Parece que Madrid, pobre, pueblerino y sucio como lo definías, tiene espíritu, garra y valor. Ya era entonces acogedor, hospitalario y crisol de gentes. En contraste, la familia esperpento, cobardes y canallas, rindiéndose ante Napi. Dan verguenza ajena.

ALFONSO
ALFONSO
2 años hace
Responder a  Ricarrob

Una cosa no quita la otra, aunque lo de «acogedor, hospitalario y crisol de gentes» suena a demasiado moderno. En cualquier caso, no lo sintieron así los franceses. Pero la historia continúa…

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