Otro 24 de mayo, el de 1941, hace hoy 82 años, viene al mundo en Duluth (Minnesota) un niño que cuando crezca habrá de ser el abanderado de todo un tiempo. Con sus versos, que irán de la conciencia social a la imaginería surrealista, de la reivindicación a la mística, parará guerras, sacará boxeadores de la cárcel, apoyará todas las causas perdidas y enamorará a cientos de chicas. En ellos hablará de mujeres que lloran como niñas, de la lucha de las minorías étnicas, del constante deseo de juventud, de cómo al comienzo de los tiempos el hombre dio nombre a todos los animales e incluso de aquello que nos aguarda cuando lo inevitable nos llega.
La música con la que el Dylan por antonomasia acompañará esas letras de tanta enjundia, será uno de los pilares sobre los que pivotará la banda sonora de toda una época. Felizmente influenciada por todo el cancionero estadounidense, a su vez será influencia de las músicas más dispares del mundo entero. De Françoise Hardy a Marianne Faithfull, de The Rolling Stones —cuando aún eran sus majestades satánicas—, hasta los coros de las iglesias posconciliares, de Johnny Cash hasta Nick Cave… En fin, a Dylan le cantarán tanto los grandes vocalistas del siglo XX como los aficionados más entregados de aquel tiempo, en que con las seis cuerdas de la guitarra se podrán decir tantas cosas… Una vez que crezca y se dé a conocer como el cantautor más grande de todos los tiempos, todos interpretarán versiones de sus éxitos. Pero para la llegada de la gloria aún faltaba un tiempo ese día como hoy de 1941.
El Duluth natal —según habrá de constar en las diferentes biografías y artículos biográficos, que inspirará sin haber cumplido aún los 30 años— apenas ha de calar en su memoria. Sus primeros recuerdos estarán localizados en Hibbing, una ciudad próxima a Duluth en la que asistirá al colegio. Su primer impulso, como el de tantos rebeldes —Rimbaud, por poner un ejemplo—, será el de marcharse bien lejos. “Aprendí muchas cosas —recordará en octubre de 1963, en Stolen Moments, un texto escrito a modo de presentación para los asistentes a su primer concierto en el Carnegie Hall de Nueva York—: a bajar de los trenes a patadas, a hacer autoestop en las autopistas 61-51-75-169-37-66 y 22. Cantaba para comer y cortaba la hierba por un cuarto de dólar. Estuve en la cárcel por sospechoso de robo a mano armada: me atizaron durante cuatro horas, nunca les había hecho nada. Tenía tiempo para tocar la guitarra, para cantar y para escribir. Nunca fui pobre, siempre tuve mi guitarra y mi armónica”.
Tan mitómano como nos da a entender su apellido artístico, el Dylan venidero también tendrá tiempo para visitar al Woody Guthrie —que junto con Hank Williams será uno de sus cantantes favoritos— que languidecerá postrado para los restos en la cama de un hospital. Un mes después, el Dylan llamado a ser el abanderado de la sedición juvenil de la segunda mitad del siglo XX, se pondrá en marcha amenizando con sus primeras piezas las veladas de los bares del Greenwich Village neoyorquino. Su primer long play, aún sin más título que su propio nombre, llegará al público en el 62. A partir de entonces, se hablará de él como intérprete y compositor de un nuevo folk muy comprometido.
Ya en 1965, se presentará en el festival de Newport, una de las citas de referencia de la escena folk, con una guitarra eléctrica. “Fue una locura, no sabía lo que iba a suceder y me abuchearon”, recordará con el tiempo.
Pese al escándalo de los puristas del folklore, para entonces, el rock habrá entrado irreversible en el repertorio y en la vida de ese niño que un día como hoy nació en Duluth (Minnesota). Bringing It All Back Home, su álbum de aquel año, será su confirmación en la entonces música joven. En lo sucesivo, todos los jalones en la carrera de Dylan, serán hitos en la historia del rock. Blonde on Blonde, la grabación del 66, será el primer doble álbum del rock.
Y en 1969, tras haber superado felizmente la convalecencia de un accidente de moto que estará a punto de costarle la vida, el rock entero rendirá un tributo a Dylan celebrando Woodstock, el más legendario de sus macrofestivales, en las inmediaciones de su residencia. Sin embargo, será unos días después y en el Reino Unido, el festival de la isla de Wight y al frente de The Band, su banda de entonces, cuando decida volver a presentarse en público después de muchos años.
En la nueva sazón, aquel niño, que hoy cumple 82 años, ya será historia: la historia viva del siglo XX, una historia que aún conmueve a cuantos la vivieron. Como el recuerdo de aquellas chicas que amaban como mujeres, lloraban como niñas y te cantaban al oído Just Like a Woman. ¡Larga vida al rock! Así se escribe la historia.
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