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Mujer lenta - Zenda
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Mujer lenta

Hará un par de años empecé a escribir un libro de poemas. Para mí, un libro de poemas es un proyecto como una novela o un libro de cuentos, no una acumulación de textos que he ido escribiendo de manera dispersa y que un día reúno en un volumen, sino un conjunto que nace con...

Hará un par de años empecé a escribir un libro de poemas. Para mí, un libro de poemas es un proyecto como una novela o un libro de cuentos, no una acumulación de textos que he ido escribiendo de manera dispersa y que un día reúno en un volumen, sino un conjunto que nace con una idea alrededor de la cual empiezo a escribir. En este caso partía del propósito de escribir poemas encarnando a otra persona, es decir, creando un personaje que sería el autor de los poemas; enseguida decidí que ese personaje sería una mujer.

Cuando ya había avanzado bastante Mujer lenta (que entonces llevaba un título más escandaloso: Follar es una manera de meditar) hablé de él a unos amigos durante una cena y uno de ellos me dijo que no entendía ese afán mío por esconderme, y le parecía un artificio innecesario que no fuese autor quien expresase sus emociones sino un personaje inventado.

De haberle contado que había escrito una novela en la que un personaje narra su vida es poco probable que me hubiese hecho la misma observación.

"El individuo está cada vez más expuesto y desnudo, su intimidad se vuelve banal al repetirse una y otra vez en su exhibición"

En aquel momento defendí la posibilidad de emplear la poesía de forma similar a la ficción: para crear un espacio común con los lectores que no refleja mi propia vida ni la suya, y que sin embargo conecta unos acontecimientos que quizá nunca se dieron con acontecimientos vividos por muchos de nosotros. No, Flaubert no necesitaba ser Emma para imaginar las emociones de esa mujer y con ello espolear las nuestras. Yo no necesito ser la mujer que cuenta su vida en los poemas para acercarme a su posibilidad, para generar en mí mismo y en los lectores esas emociones. Lo importante es que los poemas tengan el sabor de la verdad, porque lo que evocan es cierto; el verso transmite esa posible verdad, y da igual en boca de quién esté.

Hoy añadiría que no me escondo en la voz de esa mujer lenta que cuenta su vida (el tiempo que vivió en el extranjero, sus relaciones amorosas y sexuales, el regreso a su país), lo que hago es no mostrarme, que es muy diferente. Justo en estos años en los que el público (y los lectores) está cada vez más ávido de confesiones y detalles de la vida íntima de los otros —y cada vez más dispuesto a presentar los de las suyas a la menor oportunidad—, hacer ficción con la poesía me parece un acto de resistencia.

El individuo está cada vez más expuesto y desnudo, su intimidad se vuelve banal al repetirse una y otra vez en su exhibición, completos desconocidos se te ofrecen como espectáculo, la forma de comunicación favorita es enseñar en las redes sociales el interior de tu casa, tus comidas, fotos de tu familia, de familiares enfermos, los sentimientos sin filtro —anunciar la muerte de alguien cercano o el enamoramiento o el orgullo por ese hijo que se graduó— a quien no tiene relación alguna contigo; en ese contexto, crear una poesía que no muestre al poeta se convierte en una afirmación tajante de que la literatura no precisa la revelación ni la confesión para ser significativa. Y también es una manera de defender una jerarquía entre obra y autor en la que la primera está por encima del segundo. El autor no ha muerto, como pretendía Barthes; presente en entrevistas, fotografías, blogs, redes sociales, declaraciones, el autor está con frecuencia más vivo que sus obras, sepultadas por un exceso de información, por la rotación inmisericorde en las librerías, y condenadas a ser accesorios, casi un decorado, eso que deja de ser importante cuando el autor entra en escena.

"Escribir poesía a través de un personaje ficticio es un intento de llegar más allá de mi propia experiencia"

Todo esto no quita para que pueda decir, a pesar de todo, que Mujer lenta es en parte un libro autobiográfico, lo mismo que hay autobiografía en mis novelas. Sólo que el lector no necesita saber qué me ha ocurrido a mí y qué no; al lector debería darle igual que una obra esté basada o no en hechos reales, no importarle lo que hay en el libro que refleja la vida del autor, sino lo que hay en él que dialoga con la vida del propio lector.

Es cierto que aunque hoy hablamos de la exposición de la intimidad en redes, dicha exposición se da desde siglos atrás en la poesía: el poeta a menudo nos cuenta sus desgracias, sus desengaños amorosos, sus miedos, su soledad, también su entusiasmo y su felicidad, nos hace partícipes de su vida. Y esto no es malo ni bueno; el poeta, a través de su experiencia y de su capacidad para expresarla y para estetizarla, genera un eco en los lectores, que pueden acercarse a la propia por intermedio del poema.

Pues bien, escribir poesía a través de un personaje ficticio es un intento de llegar más allá de mi propia experiencia, como cuando me proyecto en un personaje de novela: me meto en su mundo y descubro el que me rodea; miro con sus ojos y veo cosas que quizá no habría podido ver con los míos, de la misma forma que el personaje de ficción no es una máscara, sino una prótesis que te permite ir más lejos: el personaje saca lo que llevas dentro pero, al hacerte pensar en el otro, también te permite crear a partir de los demás; no te limitas a ti mismo. Como un ventrílocuo que al dar vida a su marioneta se olvida de quién es y convierte en verdad a un muñeco de trapo.

"Mujer lenta nace del intento de ver más, de llegar más lejos, de expresar más"

Mujer lenta nace del intento de ver más, de llegar más lejos, de expresar más. Por eso, desde el inicio, decidí imaginar un personaje distinto de mí, esa profesora en el extranjero, viajera, poeta, lesbiana, algo desengañada pero que lucha para mantener su fuerza, para no dejar que la melancolía y las cicatrices que ha ido acumulando se vuelvan un lastre que la impida seguir creciendo, seguir maravillándose. Al final me sucedió como me sucede con los personajes que creo en los cuentos y las novelas, incluso por los más feroces, que acabo sintiendo por ellos cierta ternura, descubro su fragilidad, sus temores. Y es desde esa fragilidad recién descubierta (a veces combinada con la rabia) desde donde he intentado imaginar qué poemas escribiría mi mujer lenta.

Acabar un libro

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Autor: José Ovejero. Título: Mujer lenta. Editorial: Pre-Textos. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro

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José Ovejero

Buena parte de mi vida adulta la he pasado en el extranjero. Ahora vivo en Madrid. Mi primera publicación fue un libro de poemas narrativos sobre Henry Morton Stanley. Luego vienen un ensayo sobre Bruselas, un libro de cuentos y una novela. Esas cuatro publicaciones marcan lo que va a ser un rasgo de mi trabajo: la exploración de los distintos géneros. Mis libros han recibido diversos premios, y quizá los mejores años en este sentido hayan sido el 2012 y el 2013. Mi ensayo La ética de la crueldad obtuvo en esos años el Premio Anagrama, el Premio Bento Spinoza y el premio Estado Crítico. Y mi novela La invención del amor recibió en 2013 el Premio Alfaguara. Mi última novela, por ahora, es La seducción. joseovejero.com

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