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Milan Kundera y la insoportable liviandad - Zenda
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Milan Kundera y la insoportable liviandad

A Milan Kundera no le hace falta escribir sesudas y prolijas disquisiciones para abordar las cuestiones centrales que demarcan la compleja realidad centroeuropea y, por extensión y metonimia, también de la propia identidad europea, analizada y cuestionada siempre desde un sustrato simbólico. Comenta el autor de La insoportable levedad del ser que es «a través...

Nada es casual, y seguramente tampoco la edición de este libro de Milan Kundera por Tusquets al adquirir los textos que reúne —un discurso y un artículo que no me atrevo a llamar largo— una renovada actualidad ante la invasión rusa del Dombás ucraniano. Leídos al albur de los últimos acontecimientos bélicos desatados en suelo europeo, los dos textos adquieren tintes premonitorios y también de seria advertencia. Pero, en realidad, basta con recorrer alguna de sus páginas para darse cuenta de que su interés rebasa los marcos coyunturales, por muy trágicos que resulten y por mucho que reclamen nuestra atención, para centrarse en las sustantivas causas que los desencadenan.

A Milan Kundera no le hace falta escribir sesudas y prolijas disquisiciones para abordar las cuestiones centrales que demarcan la compleja realidad centroeuropea y, por extensión y metonimia, también de la propia identidad europea, analizada y cuestionada siempre desde un sustrato simbólico. Comenta el autor de La insoportable levedad del ser que es «a través de la traducción literaria como los checos fundaron su literatura europea en lengua checa y esa literatura formó a los lectores europeos que leían checo». Máxima que bien podrían suscribir la mayoría de los escritores y lectores de nuestro acervo cultural. Considerando ese método develador, si no el único, tal vez el más efectivo para defender no solo la lengua propia, con el caudal común de nuestro patrimonio literario, sino también la singular visión de cada realidad nacional ante la alienadora y alienante globalización. La mejor manera de que Europa siga siendo Europa, defendida por sus ideales y valores a través de su «peso cultural»

"Kundera ve peligrar Europa por la proliferación en sus naciones de los nuevos vándalos"

Milan Kundera se muestra en estos miniensayos, «La literatura y las pequeñas naciones» (Discurso en el Congreso de Escritores Checoslovacos, 1967) y «Un Occidente secuestrado o la tragedia de Europa Central» (1983), como uno de los últimos intelectuales a la antigua usanza o, si se prefiere, como un superviviente de una pretérita época donde la cultura tenía todavía algún significado y los intelectuales alguna autoridad moral.

Kundera ve peligrar Europa por la proliferación en sus naciones de los nuevos vándalos, aunque desde una perspectiva muy diferente a como los evocó Kavafis en su memorable poema «Esperando a los bárbaros». El escritor checo, como buen pianista de jazz, después de dar una definición del vándalo moderno y de su insoportable y peligrosa liviandad, nos ofrece alguna de sus variaciones. Cuyas estridencias —recuérdense los atentados contra las obras de arte por ciertos grupos del activismo climático— evocan anticipadamente algunas de las noticias de nuestros informativos más recientes: «Así, un adolescente decapita una estatua de un parque porque esa estatua supera en exceso su propia esencia humana, y, puesto que cada acto de reafirmación da satisfacción al hombre, lo hace regocijándose».

"Si el primero de estos dos miniensayos tiene interés, el segundo, «Un Occidente secuestrado o la tragedia de Europa Central», resulta todavía más sustantivo"

En la primera parte de este libro, donde se recoge el discurso «La literatura y las pequeñas naciones», el autor de La broma pone su foco en los escritores checos, que según Palacký «permitieron a nuestra nación evitar su muerte»; es decir, en los supremos valores que la literatura defiende y sustenta para la supervivencia de los pueblos, por lo que el alegato con el que finaliza su intervención en el Congreso de Escritores Checoslovacos extiende sus márgenes a las insondables demarcaciones culturales de nuestra urdimbre patrimonial: «quienquiera que por santurronería, por vandalismo, por incultura, ponga trabas a la actual proyección cultural estará poniendo trabas a la misma existencia de este pueblo». Aunque fácilmente, por extensión, podríamos sustituir pueblo por Europa.

Si el primero de estos dos miniensayos tiene interés, el segundo, «Un Occidente secuestrado o la tragedia de Europa Central», resulta todavía más sustantivo. Dividido en doce breves capítulos o epígrafes, quizá para fijar las ideas que en cada uno se desarrollan o esbozan.

El artículo comienza, tratándose de Milan Kundera, con un potente ritmo narrativo que recuerda el arranque de alguna de sus mejores novelas:

«En 1956, en el mes de septiembre, el director de la prensa de Hungría, unos minutos antes de que su despacho fuese aplastado por la artillería, envió por télex al mundo entero un mensaje desesperado sobre la ofensiva rusa, desencadenada por la mañana contra Budapest. El comunicado acababa con estas palabras: “Moriremos por Hungría y por Europa”».

"Kundera no niega la fascinación que Rusia ocasionó a los europeos en el siglo XIX a través de la literatura y de la música"

Pero ¿qué es Europa para un húngaro, para un checo o para un polaco? Kundera no tiene dudas, para los centroeuropeos es sinónimo de «Occidente». Europa siempre estuvo dividida en dos mitades, representadas por el alfabeto cirílico y por el alfabeto latino, una bajo la influencia de Bizancio y de la Iglesia ortodoxa y la otra de Roma. Debido a las delimitaciones y alineamientos estratégicos, tras la segunda guerra mundial, quedó configurada en torno a tres demarcaciones: la Europa occidental, la Europa oriental y la Europa central, perteneciente culturalmente al Oeste, pero desplazada políticamente al Este. Todo un polvorín donde se concentra «el drama de Europa». Esta permanente amenaza de identidades enraizadas en sustratos culturales o cosmovisiones diferentes hace que se exacerbe la creatividad y que «la cultura se convierta en el valor vivo alrededor del cual se agrupa todo el pueblo». Por eso, en todas las revueltas desencadenadas en Centroeuropa, el componente cultural y la influencia y participación de los creadores e intelectuales se muestra más decisiva que en cualquier otra revuelta popular.

Kundera no niega la fascinación que Rusia ocasionó a los europeos en el siglo XIX a través de la literatura y de la música, incluso no olvida que Rainer María Rilke proclamó a Rusia como su patria espiritual, pero ello no le impide ser categórico con los ancestrales reparos que los rusos históricamente han tenido con Europa, exacerbados por el comunismo. El escritor checo se apoya en Brandys, cuando comenta que «[e]l destino ruso no forma parte de nuestra conciencia [] Pesa sobre nosotros, pero no es nuestra herencia», y en Karel Havlíček para cuestionar la interesada mixtificación «del mundo eslavo»: «A los rusos les gusta llamar eslavo a todo lo que es ruso para luego poder llamar ruso a todo lo que es eslavo».

"A Milan Kundera puede que nunca lo llamen los cortesanos suecos para otorgarle el Nobel, pero siempre puede exhibir con orgullo su título de duque de Amarcord dado por el Rey Xavier I (Javier Marías)"

Otro aspecto reseñable de este miniensayo es el homenaje que el autor de La insoportable levedad del ser hace a los judíos. Después de enumerar una larga nómina de sobresalientes pensadores, músicos, y escritores judíos centroeuropeos, como Sigmund Freud, Edmund Husserl, Gustav Mahler, Joseph Roth, Julius Zeyer, Franz Kafka, Tibor Déry y Danilo Kiš, señala sin ambages que «los judíos han sido en el siglo XX el principal elemento cosmopolita e integrador de Europa central, su argamasa intelectual, condensación de su espíritu [y] creación de su unidad espiritual».

Un miniensayo fácil de leer, aunque denso en su abismal lucidez. El horizonte europeo, amenazado por la liviandad, ya no encuentra en la cultura «el ámbito en el que se materializaban los valores supremos». Una intensa meditación, como obsesivamente vienen desarrollando en sus creaciones los más destacados escritores centroeuropeos, sobre «el posible fin de la humanidad europea».

A Milan Kundera puede que nunca lo llamen los cortesanos suecos para otorgarle el Nobel, pero siempre puede exhibir con orgullo su título de duque de Amarcord dado por el Rey Xavier I (Javier Marías), y, sobre todo, el premio más valioso, el que permanentemente le otorgamos sus lectores.

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Autor: Milan Kundera. Título: Un Occidente secuestrado. Traducción: Mayka Lahoz. Editorial: Tusquets. Venta: Todostuslibros.                                                     

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Ricardo Labra

Ricardo Labra, poeta, ensayista y crítico literario. Doctor en Investigaciones Humanísticas y master en Historia y Análisis Sociocultural por la Universidad de Oviedo; licenciado en Filología Hispánica y en Antropología Social y Cultural por la UNED. Es autor de los estudios y ensayos literarios: Ángel González en la poesía española contemporánea y El caso Alas Clarín. La memoria y el canon literario; y de diversas antologías poéticas, entre las que se encuentran: Muestra, corregida y aumentada, de la poesía en Asturias, «Las horas contadas», del libro Últimos veinte años de poesía española, y La calle de los doradores; así como de los libros de relatos La llave y de aforismos Vientana y El poeta calvo. Ha publicado los siguientes libros de poesía: La danza rota, Último territorio, Código secreto, Aguatos, Tus piernas, Los ojos iluminados, El reino miserable, Hernán Cortés, nº 10 y La crisálida azul.

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Agustín Villalba
Agustín Villalba
6 meses hace

«Algunos poemas […] fueron publicados sin permiso del autor en la revista Vogue (1876).

La revista La Vogue publicó entre mayo y junio de 1886 el libro entero. O más bien todos los poemas que se conocían entonces y que fueron publicados en libro (ordenados por Félix Fénéon y con un prólogo de Verlaine) en el otoño de ese mismo año, con el nombre de editor Publications de La Vogue. La edición definitiva (que no se sabe si está completa) de «Les Illuminations» fue publicada en 1895

don dumas
don dumas
6 meses hace

Amén

don dumas
don dumas
6 meses hace

El niño poeta no quiso ser poeta. Odiaba los márgenes de la poesía y la mediocridad, y la hipocresía. No vendió un libro en su corta vida. Lo que demuestra que era verdadero y puro poeta. Amén

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