La obra del historiador Dan Jones (1981), Poder y Tronos. Una nueva historia de la Edad Media, nos da una imagen conjunta de más de mil años de historia que ayuda a comprender que ese periodo fue algo más que un milenio oscuro de sangre y hierro. Empieza definiendo la Edad Media como:
“Los años comprendidos entre la caída del imperio Romano de Occidente, en el siglo V d.C. y la Reforma Protestante” (d. C. 1527) (…) la Edad Media fue la época en la que el mundo clásico ya se había desvanecido, pero el mundo moderno todavía no se había puesto en marcha; eran los tiempos en que la gente construía castillos y los hombres luchaban a caballo enfundados en armaduras; cuando la Tierra era plana y todo quedaba muy lejos”.
Dan Jones escribe un ensayo entretenido, a la par que riguroso, visto desde una perspectiva cuyo conjunto da una idea mucho más real, desmitificada y verídica de esos mil años. Está narrada en un lenguaje ameno y culto, consiguiendo que el lector vea el conjunto de la Edad Media desde un prisma distinto que en ocasiones puede provocar su asombro.
La obra se divide en cuatro partes. A la primera, que abarca el periodo comprendido entre los años 410-750 d.C., la denomina Imperio: años en los que describe las épocas de los romanos, bárbaros, bizantinos y árabes. A una segunda parte que engloba el periodo comprendido entre los años 750-1215 d.C., la llama Dominio; en esos años detalla las épocas de los francos, de los monjes, de los caballeros y de los cruzados. A una tercera parte que comprende el periodo entre 1215-1347 d.C., la denomina Renacimiento: explicando los periodos de tiempo en donde los mongoles, mercaderes, académicos y constructores fueron los protagonistas. Por último, a la cuarta parte, que abarca el periodo comprendido entre los años 1348-1527 C., la denomina Revolución: analiza los grupos que destacaron en la época, a saber, supervivientes, renovadores, navegantes y protestantes.
PARTE I. IMPERIO (410-750 d.C.)
En pleno desarrollo y conquistas del imperio Romano, los ejércitos de Roma se vieron beneficiados por un periodo de buen clima entre los años 200 a.C y 150 d.C. Fueron cuatro siglos de bonanza que ayudaron a que hubiese buenas cosechas y que permitieron que los ejércitos se moviesen con comodidad. Roma dominaba toda la cuenca mediterránea, tanto por tierra como por mar. Tenían el ejército más poderoso y mejor organizado, que se permitía arrasar a sus enemigos e imponer su voluntad llamando a su dominio “Pax romana”, cuando lo que practicaban era el robo, la matanza y la esclavización. Roma fue única en la forma en que desarrolló y amplió el concepto de ciudadanía para contribuir a su propio dominio imperial, dominio al que le ayudó poseer una potente marca cultural, militar y social, siendo el idioma y las leyes las huellas que dejaron indelebles y que llegaron hasta hoy en día. Con la caída de Roma, esta no fue olvidada; fue la base histórica sobre la que se construyó la Edad Media.
Sucedieron a los romanos los bárbaros, que era la manera que se denominaba a los pueblos extranjeros que se encontraban al otro lado del limes fronterizo que fijaron los romanos con sus siglos de conquistas. Pueblos generalmente nómadas, analfabetos y sin cultura de crónicas. En la Alta Edad Media se produjo una prolongada sequía seguida de un recrudecimiento de las condiciones meteorológicas con un periodo glacial que provocó un efecto dominó y produjo masivas migraciones desde las tierras de Asia central impulsando que los bárbaros ocupasen las tierras fértiles y los dominios de un imperio romano sin fuerza para mantener sus fronteras. Con el saqueo de Roma por parte de Alarico en el año 410 d.C., se puede considerar que el Imperio romano de Occidente empezó a desaparecer.
Paralelamente a las invasiones de los bárbaros del norte, los bizantinos se concentraron alrededor de los territorios de Oriente, logrando renacer en el siglo VI como imperio Romano de Oriente, siendo Constantinopla su capital. Este Estado heredó todas las particularidades de Roma, salvo que adoptaron el griego como lengua oficial. Este renacer fue obra de una serie de emperadores que supieron gobernar. De entre todos ellos destaca Justiniano que reorganizó el imperio y recopiló las leyes romanas; además, se ocupó de la modernización de la religión cristiana, persiguiendo la herejía, la heterodoxia, la incredulidad y las “desviaciones sexuales». En el siglo VI, continuaron los desastres naturales en forma de una penumbra mortífera, que duró dieciocho meses, posiblemente provocada por una erupción volcánica que mantuvo la atmósfera cargada de gases y polvo impidiendo el paso de la luz solar.
En el siglo VII aparece en la zona de la península arábiga Mahoma, que poco a poco consigue convencer a sus familiares, vecinos y allegados que es un nuevo profeta cuya misión es propagar la palabra de Alá a todos los confines. No solo logró convencer a quien lo escuchaba, también consiguió unir a todas las tribus árabes de la península. Su sucesor terrenal, Jálid, se convirtió en líder de los creyentes y extendió, por medio de la guerra santa, la palabra del Profeta. Tomó Damasco y fundó un califato, que era algo más que una federación política, siendo explícitamente un imperio religioso. En poco más de un siglo su imperio se amplió desde la península Ibérica y la orilla sur del Mediterráneo hasta las tierras del sur de Asia. Este califato se basó en el árabe como lengua sobre la que crear la cultura del Islam que se fundamentó en una religión monoteísta que abarcaba todos los aspectos de la vida de los fieles, llegando a unir lo político, civil, militar y espiritual.
PARTE II. DOMINIO (750-1215 d.C.)
Una vez asentadas las migraciones de los bárbaros, empezó la época en que los pueblos del norte se repartieron las tierras del imperio Romano. Los francos, que habitaban y gobernaban las antiguas provincias romanas de La Galia, se constituyeron en reino, siendo la primera dinastía los merovingios, y su primer rey Childerico. Los merovingios extendieron sus dominios hasta Bélgica, Germania y Suiza. Gracias a la habilidad de Carlos Martel, mayordomo de la corte franca, consiguieron frenar la expansión musulmana, derrotando en el año 732 al ejército del califa de Córdoba, Abderramán, en la batalla de Poitiers. Al subir al trono el hijo de Carlos Martel, Pipino el Breve, se produce el cambio de la dinastía merovingia a la dinastía carolingia. Este hecho tuvo una gran repercusión, ya que el hijo de Pipino, llamado Carlomagno, fue el forjador de los cimientos y padre de la Europa que como destino político y religioso llega hasta hoy en día. Su capital, Aquisgrán, se convirtió en un importante centro cultural y administrativo. Carlomagno consiguió que el Papa reconociese a los francos como defensores seculares del papado y lo coronase como emperador.
Durante los siglo IX y X tuvieron mucha importancia las incursiones de los hombres del norte llamados vikingos. Los ataques de los normandos mantuvieron durante décadas a las poblaciones de la ribera este del océano Atlántico temerosas de sus sorpresivos asaltos. Los vikingos se dedicaban a la piratería robando, matando y esclavizando a los habitantes de las localidades que atacaban. Su sello era arrasar todo a ¡sangre y fuego!
A medida que va avanzando la Edad Media en Europa, la religión cristiana va ganando en importancia y en poder. En el siglo VII empiezan a aparecer las primeras congregaciones de monjes que, por voluntad propia, viven en comunidades apartadas. Los monjes se instalan en monasterios para vivir de sus bosques y tierras; a cambio, deben dedicar su vida a la oración y devoción bajo el lema “ora et labora”. Otra de sus obligaciones era ofrecer su hospitalidad a los viajeros. Los monasterios se convierten en guardianes y custodios de la cultura cristiana, crean los primeros talleres de copiado e ilustración de libros, que permitirán conservar las obras representativas de la cristiandad. Con el paso del tiempo, las costumbres y la vida de los monjes se relaja: ante esta situación, Benito de Nursia decide redactar un conjunto de reglas para regular la forma de vida de los monasterios. La primera congregación que adopta la regla de San Benito fue la de los benedictinos, y detrás de ellos llegaron los dominicos, jerónimos, cistercienses, agustinos, etc. Alrededor de las órdenes se produjo una explosión monástica que alteró las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Los monasterios aportaron, además de la observancia del Cristianismo, la alfabetización, la arquitectura, las bellas artes, la música y el mester de clerecía. Muchas abadías terminaron acumulando poder y grandes riquezas gracias a los beneficios obtenidos por su trabajo en el campo y las donaciones, en forma de limosnas, que recibían. Como ejemplo se puede poner al Camino de Santiago, camino de peregrinación Jacobeo, tachonado de centenares de abadías que permitían al peregrino descansar. Otras poderosas órdenes fueron el Cluny y el Cister.
En un mundo tumultuoso y lleno de peligros, nace la necesidad de protegerse. Todo aquel soldado que se podía permitir tener un caballo de guerra, el armamento necesario para combatir a caballo y elementos de protección como una cota de malla o una armadura, se podía considerar un caballero. Con el tiempo la caballería incorporó los estribos y la silla con borrén trasero, elementos que ayudaron a profesionalizar la manera de luchar. Fueron estructuras guerreras fundamentales para la modernización de la lucha y la forma de hacer las guerras en Occidente. Los caballeros dieron paso a un nuevo orden social omnipresente y piramidal en la que los señores concedían tierras a sus vasallos a cambio de promesas formales de servicio militar, este nuevo orden social se llamó feudalismo. El legado de la caballería fue una filosofía y un estilo de vida que adoptaron las personas más poderosas de Occidente, que les permitió dar forma al mundo que los rodeaba.
En 1095 se celebró el Concilio de Clermont, en el que el Papa Urbano II hizo un llamamiento a los cristianos para liberar Jerusalén del yugo del Islam. En la bula papal se establecía que todos aquellos que murieran en la campaña de liberación serían recompensados con la remisión de sus pecados. Los cruzados adoptaron como señas de identidad el grito de ¡Deus vult! (¡Dios lo quiere!) y la capa blanca con una cruz cosida en el hombro. Hubo ocho cruzadas y solo la primera consiguió, en el año 1099, el objetivo de liberar Jerusalén, estableciendo durante ochenta y ocho años un reino Cristiano en la Ciudad Santa. En 1187, el caudillo musulmán, Saladino, recuperó Jerusalén para el Islam. Las cruzadas ayudaron a la transformación del mundo occidental y a que la Iglesia de Roma tuviese un poder político además de un poder espiritual. El Papa ordenaba y disponía contra quién, cuándo y dónde debían luchar los reyes cristianos. Hubo cruzadas que no se dirigieron a Tierra Santa y lucharon en propio territorio europeo.
PARTE III. RENACIMIENTO (1215-1347 d.C.)
En el siglo XIII nació un nuevo imperio que convulsionó todas las tierras de Asia y parte de Europa. Bajo el mando del guerrero mongol Gengis Kan, las tribus nómadas del norte de China y Mongolia se unieron organizando la máquina guerrera más devastadora de la historia, que por propios méritos llegó a constituirse en la única superpotencia mundial del siglo XIII. Sus dominios iban desde las costas del mar de China hasta pasado Moscú y Kiev, desde Siberia hasta el océano Índico. Su capacidad de movimiento, unida a su ansia destructora, convirtió a los mongoles en un azote mortal en todos los territorios por los que pasaron.
A medida que avanzan los tiempos, la situación militar y política deja de ser tan violenta, permitiendo que a partir del siglo XIV empiece a florecer, a través de la repúblicas comerciales de Génova y Venecia, un mundo basado en el comercio de todo tipo de productos, desde los de primera necesidad hasta los artículos de mayor lujo. Este intercambio comercial llevó aparejado un desarrollo económico y financiero que no se había visto hasta el momento; nace la contabilidad, la noción de riesgo empresarial y la profesionalización de los negocios de pago. Se establecen nuevas rutas comerciales y cada vez hay más viajeros interesados en recorrer grandes distancias para llevar y traer productos desde Oriente hasta Occidente. A finales de la Edad Media, la omnipresencia de los mercaderes empezó a comprarles respetabilidad social y cultural. Había mercaderes y financieros tan poderosos como los grandes señores y los reyes.
La paz trae consigo el progreso. El comercio propició la creación de una gran cantidad de riqueza; los nobles y los comerciantes, al disponer de dinero sobrante, empezaron a ver la necesidad de que sus hijos pudieran formarse en materias humanísticas, situación que dio pie a que empezasen a proliferar estudiantes que se dedicaron a profundizar en las diversas materias que constituían la base de la formación académica de la época, como eran el trivium (gramática, lógica y retórica) y el quadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música). Esto llevó a que las escuelas que existían en las catedrales y monasterios se quedaran pequeñas, ya que la demanda de formación y cultura era muy superior a lo que podían ofrecer, lo que dio paso a la creación de universidades, en donde los más sabios y preparados académicos, se dedicaron a formar discípulos en las más variadas disciplinas. También hubo grandes señores, en los más diversos lugares, que crearon escuelas de traductores que se ocupaban de traducir al latín o a la lengua vernácula los libros escritos en otros idiomas. Así fue como se transmitió y fomentó el saber y el conocimiento. En las universidades se forjaron movimientos basados en el ansia de conocimiento, produciéndose un renacimiento del saber, las artes y las ciencias.
Al existir un flujo de dinero sobrante, parte de él se empleó en dejar para la posteridad grandes edificios religiosos y civiles. Los siglos XIII y XIV fueron la época dorada de la arquitectura monumental: castillos, lonjas, abadías, catedrales, etc., empezaron a proliferar y a emplear a miles de peones y artesanos en la construcción de todos estos edificios. Fue el nacimiento, como profesión, de los constructores. Se pasó de un estilo arquitectónico de formas sencillas, como era el románico, a un movimiento radicalmente nuevo y mucho más elaborado como el gótico, que imperó durante la Baja Edad Media. A mediados del siglo XIV, esta ansia constructora sufrió un parón, ya que una epidemia de peste negra desató una mortandad brutal, llegando en algunos países al setenta por ciento de la población.
PARTE IV. REVOLUCIÓN (1348-1527 d.C.)
El siglo XIV, como afirmé antes, fue una época de pestes. Para complicar más la vida, las temperaturas bajaron en todo el mundo, siendo muy acusadas en Occidente. El empeoramiento del clima y las pestes provocaron una mortandad enorme; esto llevó aparejada la pérdida de cosechas, y las pocas que se lograron fueron de muy mala calidad. Estos desastres trajeron una hambruna que, unida a la deficiente higiene y la miserable forma de vida, multiplicó los efectos del desastre. La situación vital fue tan caótica que llevó a los habitantes de muchas zonas a levantarse en protestas, aumentando el malestar popular por no tener medios de subsistencia.
Los siglos XIV y XV no se caracterizaron solo por la agitación política y las revueltas. Fue también una época de revolución de las artes, la literatura, la filosofía, el humanismo, la poesía, la arquitectura, las finanzas y el urbanismo, etc. Tras sobrevivir a las pandemias, el mundo se vio inundado de nuevas ideas, algunas de ellas recuperadas de la época clásica (Grecia y Roma) y otras muchas de nueva creación. El Renacimiento fue una época de belleza, genio, invención e inspiración en donde prevalecieron las ganas de vivir. En estos años destaca Leonardo da Vinci, que puede ser considerado el gran renovador y el mayor genio mundial de todos los tiempos.
Los siglos XIV y XV fueron los tiempos de los grandes, arriesgados y valientes navegantes. La caída de Constantinopla (1453 d.C.) no llegó a cerrar el paso de las mercancías que venían de Oriente, pero dificultó enormemente el comercio con el sudeste asiático; eso dio pie a que los dos países con mejor tecnología y astilleros se embarcasen en buscar cómo llegar a las Indias Orientales a través del mar. Fueron tiempos en donde los navegantes imprimieron unos cambios en la manera de viajar y comerciar. Los portugueses, en la segunda mitad del siglo XV, se dedicaron a investigar y descubrir las corrientes y rutas de navegación para circunnavegar África, que permitían doblar el Cabo de Buena Esperanza y navegar por el océano Índico para poder llegar a Las Indias. Mientras, el reino de España financiaba la expedición de Cristóbal Colón, que tenía por objeto llegar a las Indias navegando hacia Poniente. Colón no consiguió llegar a las Indias pero descubrió una tierra ignota, un inmenso continente al que se le dio el nombre de América y que permitió al reino de España descubrir infinidad de tierras en el continente, para con posterioridad iniciar su conquista. El reino de España también financió la expedición de Magallanes, cuyo objetivo era buscar un paso por el sur del continente americano para llegar a la Especiería, objetivo que Magallanes no pudo ver cumplido ya que murió luchando contra los indígenas de la isla de Mactán. Quien sí lo consiguió fue Juan Sebastián el Cano, elegido, a la muerte de Magallanes, capitán de la expedición. El Cano, cuando volvió a España, recibió por parte del emperador Carlos V, entre otros honores, el lema de Primus circumdediste me, “Primero que me circunnavego”. La primera vuelta al mundo es un logro que se puede situar en importancia, tecnología, dificultad y acontecimiento histórico con el primer viaje del hombre a la Luna.
Con la llegada de la imprenta, inventada por Gutenberg, se produce una auténtica revolución en el mundo de la cultura escrita, ya que los libros impresos permitieron que se abarataran los costes y el acceso a los diversos trabajos impresos llegasen a una parte importante de la población; población que, con los libros, fue más culta y se encontró mejor informada. La imprenta fue la herramienta que utilizaron los disconformes con la Iglesia para informar de los atropellos y contradicciones que realizaban las clases dirigentes del clero. En el otoño de 1517, Martin Lutero, un fraile y profesor de universidad, publica Las noventa y cinco tesis, que son una expresión de indignación ante la práctica de la venta de indulgencias.
“Las Tesis eran una serie de proposiciones eruditas relativas al estado de la Iglesia Occidental, precedidas de una invitación a todos los que no estaban de acuerdo, con ir a rebatirlas con Lutero”.
Estos postulados fomentaron en toda Europa un debate que terminó llevando a la Iglesia, después del Concilio de Trento, a una rotura entre los conservadores, seguidores de las teorías del Papa, y los protestantes reformadores, partidarios de las teorías de Lutero y otros más, como Calvino, que surgieron a través del debate que suscitaron los postulados de Lutero.
Dan Jones fija el final de la Edad Media y el comienzo de una nueva era cuando se produce, por parte de las tropas alemanas de los Tercios Españoles, el llamado Saco de Roma (1527 d.C.) en donde de manera salvaje asaltaron y saquearon la Ciudad Santa.
Estas pinceladas de cada uno de los apartados en que el autor divide la Historia de la Edad Media nos dan una idea de conjunto de un periodo apasionante en el que, a pesar de las grandes dificultades que se vivieron en ese milenio, la sociedad fue capar de avanzar y salir adelante viviendo unos nuevos siglos de progresos, conflictos y esperanzas que nos han traído hasta hoy en día. El conocimiento de ese milenio nos permite conocer la historia de cómo, quinientos años después, estamos en estos tiempos. Dan Jones ha realizado un ensayo histórico muy recomendable que analiza con trazo fino y profundo los acontecimientos ocurridos a lo largo de mil años.
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Autor: Dan Jones. Título: Poder y Tronos. Una nueva historia de la Edad Media. Traductor: Joan Eloi Roca. Editorial: Ático de los libros. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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