No pudo Miguel Hernández llegar a conocer América personalmente antes de la guerra civil, cuando tuvo el propósito de viajar a la República Argentina, ni tampoco pudo, al término oficial declarado de la contienda armada, obtener refugio político en la embajada de Chile como medio transitorio para exiliarse en Sudamérica. Por entonces, una muy significativa parte de su creación poética ya se había ido difundiendo en algunos países hispanoamericano desde 1937, publicándose en La Habana, en 1939, en edición de Manuel Altolaguirre, Sino sangriento y otros poemas. A este libro siguió el mismo año de la muerte del poeta, 1942, la publicación en Buenos Aires, con prólogo de Rafael Alberti, de El rayo que no cesa y otros poemas.
Estamos aludiendo a la antología de su obra poética que, acabada de imprimir y publicarse en diciembre de 2022 en Tegucigalpa, se ha distribuido en 2023 bajo el sello de la Universidad Nacional de Honduras. De la selección de los poemas y del prólogo se ha ocupado Aitor L. Larrabide, director de la Fundación Cultural Miguel Hernández, e indiscutiblemente uno de los filólogos hernandianos más constantes hoy por hoy en el estudio de cuanto concierne al poeta, pero con la singularidad por su parte de haber puesto énfasis en la difusión del conocimiento de su obra en tierras americanas, empeño en el que también se han involucrado con él diversos investigadores, y del que son prueba, entre otros libros, algunos de referencia como los titulados Actas de las I Jornadas hernandianas en Cuba (2008), Miguel Hernández desde América (2011) y Presencia de Miguel Hernández en Argentina (2013).
El planteamiento llevado a cabo por el editor en la confección de la antología resulta bien acorde con la finalidad de comenzar a difundir por vez primera la obra de Miguel Hernández en Honduras. En consecuencia se ha descartado de antemano dirigirse a estudiosos y mucho menos a eruditos para poner el foco recepcional preferente en un público amplio que desconociese por completo la obra del poeta, o que la conocíese de manera muy parca. Ese objetivo ha conllevado la escritura de una introducción sucinta pero más que suficiente, y asimismo prescindir de anotaciones de cualquier clase a los cien poemas de que consta la selección.
Hay en el prólogo de Larrabide un par de puntos que bien podrían propiciar que, junto a la imprescindible lectura de los poemas, la obra hernandiana cundiese en los nuevos lectores mesoamericanos a los que la antología se dirige con preferencia. En uno de esos puntos se pondera la empatía entre el poeta y su público basándola en tres factores, a saber: su exaltación de los oficios de la tierra, su esperanza en los jóvenes, a los que se sentía tan cercano en edad e ideales, y su apelación, más que izquierdista al uso, de veras revolucionaria. En otro punto se enfatiza la autenticidad de su mensaje, ejemplificándolo en cuán nítido era recibido por los soldados en el frente durante la guerra fratricida española, una autenticidad que me cumple apostillar que se ha sobrepuesto a cuantas teorizaciones metaliterarias la han difuminado un tanto en aras de tecnicismos filológicos.
La preferencia del antólogo por el Cancionero y romancero de ausencias, una decantación valorativa en la que el consenso mayoritario parece garantizado, la atestigua en la antología el hecho de que, de los cien poemas que comprende, sesenta han de asociarse al corpus al que se puso ese título con carácter póstumo. Por tanto, suman cuarenta los textos de las cuatro agrupaciones de poemas “sueltos” (1929-1932), (1933-1934), (1935-1936) y (1937), así como de los cuatro libros que el poeta reunió para publicarlos, esto es Perito en lunas (1933), El rayo que no cesa (1936), Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha, obra que quedó impresa en 1939, pero no llegó a poder distribuirse.
Un elemento complementario puede ser útil para difundir esta antología no solo entre sus destinatarios primordiales, sino entre cuantos accedan a ella en España, e igualmente en los países de habla hispana, y se muestren predispuestos hacia el uso de las nuevas tecnologías. Aludo a la peculiaridad de haberse incluido, al término de siete de los poemas seleccionados, un código de Spotify. Esta opción consiste en escanear con el móvil el aludido código de la exitosa plataforma para proceder a la audición del texto correspondiente.
Los aludidos siete poemas que pueden escucharse mediante Spotify suponen una muy pequeña antología dentro de la selección antológica dentro de la cual figuran. Los textos elegidos fueron la impresionante “Elegía” inspirada en la muerte de Ramón Sijé que el poeta decidió incorporar a El rayo que no cesa; las desoladoras composiciones “Las cárceles” y “Canción última” pertenecientes las dos a El hombre acecha; los patéticos versos de “Después del amor” y de las conocidas como “Nanas de la cebolla”, del Cancionero y romancero de ausencias, así como el luminoso poema de este mismo corpus “Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío», el cual finaliza diciendo
Yo no quiero más luz que tu sombra dorada
donde brotan anillos de una hierba sombría.
En mi sangre, fielmente por tu cuerpo abrasada,
para siempre es de noche: para siempre es de día.
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Autor: Miguel Hernández. Título: Miguel Hernández. Antología poética. Editorial: Universidad Nacional Autónoma de Honduras.
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