En el siglo IV dieron comienzo de manera masiva los movimientos migratorios de grandes grupos étnicos, provocados unas veces por la presión de otros grupos venidos desde lejanas tierras, otras veces por los cambios climáticos y el empobrecimiento de las tierras en la que llevaban asentados largo tiempo. Estos desplazamientos masivos provocaron un efecto dominó debido a la búsqueda, por parte de los más fuertes, de las tierras más fértiles en donde poder asentarse y vivir una vida menos miserable. Se dio el caso de que los pueblos reubicados se viesen obligados a aceptar otras costumbres y religiones ajenas, llegando a renunciar a sus seculares señas de identidad y tradiciones. Estos movimientos migratorios movilizaron a naciones completas, en un viaje sin retorno hacia el sur, hasta comprimir a miles de desplazados en una pequeña franja de terreno en la frontera con el Imperio romano. En aquellos tiempos, la situación geopolítica en la Europa central estaba marcada por el dominio impuesto por el Imperio Romano que, desde hacía siglos, había conseguido que el límite de su frontera norte se estabilizase en el accidente geográfico que formaba la cuenca del río Danubio, llamado en aquel entonces “río Istrio” y las fortificaciones construidas, a lo largo de decenas de años, en el llamado “limes fronterizo” de los ríos Rin y Danubio; fortificaciones —conocidas como “la frontera de piedra”— que, a base de tener acantonadas a miles de tropas, mantuvieron al otro lado de sus límites a los denominados Bárbaros del Norte, hasta que la presión de estos logra hacerlos pasar al otro lado del muro de piedra. “Bárbaros” es una voz de origen griego, que adoptó el latín, y que se usaba para designar aquellos pueblos que habitaban al otro lado de los límites fronterizos del norte del Imperio.
En el mismo encontramos la afirmación atribuida a Ambrosio, obispo de Milán (340-397), que define en pocas palabras, de manera certera, lo que ocurrió al otro lado de los límites del Imperio:
“Los hunos se han lanzado sobre los alanos, los alanos sobre los godos y los godos sobre los taifalos y los sármatas; los godos, expulsados de su tierra, se han lanzado sobre nuestra frontera, y no se atisba el final”.
Durante el siglo IV, debido a los motivos ya expuestos, las migraciones hacia el oeste obligaban a estos pueblos a abandonar todo lo que tenían. No solo sus enseres, sino también a sus muertos, sus esperanzas y sus sueños. A partir del momento de iniciar la migración, acuciados por sus enemigos, en su ánimo sólo había espacio para una amalgama de emociones y sentimientos como desesperación, odio, ansia de libertad y sobremanera el miedo a ser testigos, en un futuro inmediato, del final de su pueblo. Los pueblos bárbaros desplazados en este episodio histórico fueron: sármatas, alanos, alamanes, cuados, vándalos, francos, burgundios, greutungos, godos tervingios, taifalos, etc. Las necesidades y situación de los pueblos del norte eran tan perentorias que obligaron a estos pueblos a olvidar sus rencillas y aliarse, aunque fuese con sus más encarnizados enemigos, con tal de conseguir unas tierras prósperas al otro lado de la frontera de piedra. De esta manera formaron una alianza sólida, ya que todos comprendieron que era la mejor manera de enfrentarse a las temibles legiones romanas.
La acción se desarrolla en las zonas de Brigetio, Marcianópolis, AdSalices, Andrianópolis y Constantinopla pertenecientes a las regiones de Panonia y Tracia.
José Zoilo escribe una historia en la que la narración es atractiva, con detalladas descripciones de la vida de los pueblos bárbaros, siendo destacables, en primer lugar, la meticulosidad que emplea en describir, con la dificultad que lleva implícita, la forma de vida y organización de las tribus bárbaras; en segundo lugar, la claridad con que detalla los enfrentamientos bélicos ocurridos en Tracia durante ese periodo de tiempo. No podemos olvidar que las fuentes históricas son muy limitadas. Los pueblos bárbaros sólo utilizaban la tradición oral, estando disponible, como fuente más fidedigna, el relato del historiador romano, contemporáneo de los hechos narrados, Ammianus Marcellinus. José Zoilo novela la historia con un esmerado y sencillo armazón argumental en donde los protagonistas y secundarios de lujo están muy bien diseñados, dotándolos de personalidades creíbles y alejándolos de arquetipos pasados. Personajes en donde el dibujo de sus emociones atrapa al lector. Estos protagonistas, habitantes de un mundo duro, oscuro y frío, se ven envueltos en situaciones en las que el destino las vuelve sorpresivas, impredecibles e incontrolables. A veces se encuentran con que creían haber escapado de un infierno para meterse, sin darse cuenta, en otro aún peor; por ese motivo su vida estaba llena de miedo, dolor y vergüenza en donde la ira y la locura alimentaban un deseo de venganza irrefrenable.
En este nuevo libro, José Zoilo, como especialista en los movimientos migratorios del final de la Edad Antigua y el principio de la Alta Edad Media, vuelve a ser capaz de desarrollar un argumento sobre un hecho histórico poco conocido, consiguiendo finalizar la historia con una serie de hechos sorpresivos que son capaces de cautivar al lector y que hacen entender cómo y de qué manera la novela ha sido merecedora del premio Narrativas Históricas 2023.
Una vez más, por todo lo expuesto, debo reconocer que la novela me ha cautivado y considero que es una lectura muy recomendable.
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Autor: José Zoilo. Título: La frontera de piedra. Editorial: Edhasa. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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