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Mary Shelley: la impulsora de un nuevo género literario - Zenda
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Mary Shelley: la impulsora de un nuevo género literario

Londres, invierno de 1797. Mary Shelley nació en una noche fría y tormentosa. No podía imaginarse Mary Wollstonecraft que su recién nacida se convertiría en la progenitora de la criatura más terrorífica de todos los tiempos.

Al empezar a releer el Frankenstein de Mary Shelley, me vino a la memoria su coetánea, Jane Austen, escritora de novela romántica e hija de un pastor protestante y adinerado que creció en una sociedad rural de clase alta. ¡Me sorprende que en un mismo momento histórico aparecieran dos autoras, y subrayo el femenino, tan heterogéneas y relevantes! Porque se criaron en ambientes muy distintos. Nada tiene que ver la rigidez de la educación de Austen con la forma liberada de la familia de Mary Shelley. Jane Austen escribió sobre una vida soñada y desmenuzaba de forma crítica y sutil a la alta sociedad de su entorno. Nuestra protagonista, por el contrario, purgó sus demonios mediante la literatura, convirtiéndose en la primera escritora de ciencia ficción. Por cierto, el término “ciencia ficción” nació en 1926 de la mano del escritor Hugo Gernsback, quien lo utilizó en la portada de la que sería una de las más famosas revistas del género: Amazing Stories.

En cualquier caso, ambas eran letraheridas.

"Cuánto sufrió su madre por morir y dejarla es algo que nunca se sabrá, aunque lo podemos imaginar, pero sí conocemos cuánta de esa pena quedaría reflejada en su hija a la vista de los acontecimientos posteriores"

Londres, invierno de 1797. Mary Shelley nació en una noche fría y tormentosa en uno de los dos adosados de sus padres ubicados en la zona conocida como El Polígono, donde su madre, la afamada novelista y poetisa precursora del feminismo Mary Wollstonecraft, contemplaba a su pequeña, sorprendida por cómo un ser tan perfecto surgiera entre vísceras, sangre y sufrimiento. No podía imaginarse Mary Wollstonecraft que su recién nacida se convertiría en la progenitora de la criatura más terrorífica de todos los tiempos. En esos instantes de felicidad, nada presagiaba los trágicos momentos que viviría una de las familias más influyentes de la ciudad.

Su padre, William Godwin, fue un gran político y escritor de la época, transgresor en sus creencias sobre el anarquismo, y cuya fijación principal era promover el cambio social, además de ser controvertido en sus ideas sobre el matrimonio, que describe como “un monopolio represor”, en una época —no lo olvidemos— donde se valoraba el puritanismo. Los vicios, de cualquier tipo, se aceptaban en silencio.

Esta mentalidad abierta le hizo tolerar, a pesar de las críticas de la cerrada sociedad británica de la época, a la hija de tres años, Fanny Imlay, que tuvo Mary Wollstonecraft, el gran amor de su vida, de una relación extramarital anterior.

"El tándem Godwin-Wollstonecraft fue la primera gran pareja liberal, admirados y censurados por su libertinaje, donde ambas figuras eran visibles por separado"

Pero volvamos a Mary Shelley y a la fugaz relación que tuvo con su madre, pues esta viviría solo dos semanas desde su nacimiento. En su doloroso insomnio contaba a su pequeña todos los sueños que tenía para ella, que se convertiría en una mujer emblemática para las sucesivas generaciones, heredando así todo el conocimiento, que ella como madre había podido compilar en sus múltiples escritos. ¿Sabría entonces Mary Wollstonecraft que le quedaba poco de vida? Con toda seguridad, la fiebre que cada día la atormentaba, y que hacía que su cabeza estuviera a punto de estallar, la tuviera bien informada del inevitable desenlace. Cuánto sufrió su madre por morir y dejarla es algo que nunca se sabrá, aunque lo podemos imaginar, pero sí conocemos cuánta de esa pena quedaría reflejada en su hija, a la vista de los acontecimientos posteriores.

William Godwin, destrozado ante la muerte de su amada, se sumió en una profunda tristeza y atesoró en su biblioteca todo lo escrito y publicado por su esposa, dedicándose a sus escritos y a afianzarse en el marco político.

Pero hagamos un pequeño inciso para contextualizar el tándem Godwin-Wollstonecraft, la primera gran pareja liberal, admirados y censurados por su libertinaje, donde ambas figuras eran visibles por separado. No hay que olvidar que en la sociedad británica una mujer perdía su identidad al casarse, siendo representada por su marido.

Las hermanas Fanny y Mary crecieron distanciadas de su figura paterna y atendidas por un tutor y una institutriz que harían de ellas mujeres cultas y llenas de conocimientos, aunque repletas de carencias afectivas.

"El ambiente insostenible en la casa familiar por las continuas peleas, la pasividad de su padre y su aparente desidia ante las rencillas, llevaron a Mary a distanciarse de él"

Mary visitaba con frecuencia la tumba de su madre. Fue allí, en el cementerio donde reposaban los restos de su progenitora, el lugar en el que aprendió a leer. Poco a poco fue adentrándose en textos más complejos. Se dedicaba a la lectura de todo libro que caía en sus manos, entre ellos algunos de su madre, que sustraía de la biblioteca paterna. Según parece, fue una niña soñadora y triste que se desarrolló como mujer y escritora a la sombra de su madre, quien según sus propias palabras “quería ser la primera de un nuevo género”.

A los pocos años de su muerte, William Godwin se casaría con Mary Jane Clairmont. Ella y su hija Claire se asentaron en el hogar familiar. Nuestra protagonista detestaba a la nueva esposa de su padre, y la culpó de haberle apartado de él. Mary Jane Clairmont, ejerciendo de madrastra, maltrataba a las dos Godwin con idea de reforzar la posición que sabía en desventaja de su hija. El ambiente insostenible en la casa familiar por las continuas peleas, la pasividad de su padre y su aparente desidia ante las rencillas, llevaron a Mary a distanciarse de él.

Su interés se centraría entonces (1814) en un joven del grupo de estudiosos que rodeaba a su progenitor, y que consideraba un padre intelectual a William Godwin. El joven de 21 años, rico, inteligente y apuesto Percy Bysshe Shelley, quien incluso llegó a pagar parte de las deudas de William, robaría el corazón de Mary, de 16 años, que entraba —sin saberlo— en un triángulo amoroso al estar ya casado y a punto de ser padre. Por esa época comenzaron sus encuentros a escondidas en el cementerio. Al poco tiempo, Mary quedó también embarazada.

"Mary sufriría ese año un duro golpe por la muerte de su hija, nacida prematura, que la sumiría en una profunda depresión"

Se fugaron como solución. Percy intentó que su esposa, Harriet, se uniera a ellos, pero esta se negó a participar en la huida. Finalmente, iniciaron el viaje a Francia llevando con ellos a la hermanastra adolescente de Mary, Claire, y los tres viajaron por Europa hasta llegar a la ciudad suiza de Lucerna. Pero poco más de dos meses después, regresaron a Londres debido a sus importantes problemas económicos. A su vuelta se encontraron con un fuerte rechazo, incluso por parte de William Godwin, pese a sus postulados libérrimos. Pocos meses después, se suicidaría Harriet.

La pareja se sobrepuso a las críticas y vivieron su amor libre durante un año subsistiendo gracias a las rentas familiares de Percy Bysshe Shelley. Pero Mary sufriría ese año un duro golpe por la muerte de su hija, nacida prematura, que la sumiría en una profunda depresión.

Nuestra protagonista y su amado fueron invitados por el poeta Lord Byron, que había iniciado una aventura con Claire, a la elegante Villa Diodati en mayo de 1816. Percy pensó que la salud de Mary, que había mejorado con el nacimiento de su hijo William en enero de ese mismo año, culminaría con una recuperación total gracias al clima soleado. Sin embargo, ese estío se consideraría “el año sin verano”, en el que fuertes temporales asolaron la región durante toda la temporada, así que pasaban las jornadas sin salir de la mansión, junto al fuego. El grupo se entretenía leyendo historias de fantasmas, muy del gusto de la época.

"Se pondría a escribir la obra que la llevaría a la fama a través de los siglos. Y en donde abordó desde el sentimiento de pérdida de su hija y su madre, hasta contar, de forma sutil, el amor libre"

En una de las peores noches de tormenta fue en la que a Byron se le ocurriría que cada uno escribiera una historia de terror. Mary, a quien al principio no se le ocurría nada interesante, comenzó a sufrir una creciente ansiedad tras escuchar una conversación de Byron y Percy hablando de cómo devolver la vida a los muertos, y si esto podría hacerse de forma artificial. Al poco, cuando se fue a dormir, tuvo una visión que definió como “un siniestro terror”: “Vi al pálido estudiante de las artes prohibidas arrodillado junto a la cosa que había creado. Vi el espantoso fantasma de un hombre tendido, y luego, por obra de algún potente mecanismo, mostró signos de vida y se agitó con un movimiento inquieto y antinatural. Espantoso como era; porque sumamente espantoso sería cualquier esfuerzo humano para burlarse del mecanismo estupendo del Creador del mundo”.

De inmediato, se pondría a escribir la obra que la llevaría a la fama a través de los siglos. Y en donde abordó desde el sentimiento de pérdida de su hija y su madre, hasta contar, de forma sutil, el amor libre, enmascarado por un áurea de amistad fraternal como la que existe entre su protagonista, Victor Frankenstein, y Henry Clearvall, e incluso con el narrador. Reflexionaba además sobre la frustración y sufrimiento del ser abandonado, repudiado por quien más ama, transformándose así en una persona horrenda y desconocida que abraza el mal para compensar su sufrimiento y la necesidad de amar y ser amado.

"En ese otoño de 1816, Mary y Percy se casaron para contentar a sus familias. Se mudaron a Italia en 1818 debido a la presión de la sociedad, que acabó doblegando sus ideales"

Qué pasó en la Villa Diodati el “año sin verano” es algo que solo podemos elucubrar, pero lo cierto es que en ese idílico lugar se gestó el monstruo por excelencia que ha aterrorizado durante siglos a generaciones enteras. Su autora, Mary Shelley, demostró ser una adelantada a su tiempo como primera escritora femenina de ciencia ficción, no solo con su Frankenstein, sino también con otra de sus obras más conocidas, El último hombre, una novela futurista de la que hablaremos un poco más adelante.

En ese otoño de 1816, Mary y Percy se casaron para contentar a sus familias. Se mudaron a Italia en 1818 debido a la presión de la sociedad, que acabó doblegando sus ideales. El matrimonio fue una vivencia agridulce, pero les permitió la reconciliación con Willian Godwin.

Mary tuvo siempre la sensación de ser perseguida por la muerte. El suicidio de su hermana mayor en 1816, no del todo inesperado porque Fanny fue siempre una niña melancólica y enfermiza —nada que ver con el carácter tempestuoso de Mary—, confirmó para ella su tenebrosa y constante compañía.

"Un tiempo después, en 1822, Mary sufrió un aborto que casi acabó con su vida. Ese mismo año, su marido apareció ahogado tras desaparecer junto con un amigo en una excursión en un velero"

A estos acontecimientos los siguieron una serie de desafortunadas desdichas que marcarían el discurrir de la vida de Mary Shelley para siempre. En 1818, mientras viajaban por Italia, su hijo William enfermó y murió. Nos encontramos entonces con una Mary Shelley desconocida, incapaz de escribir una palabra, situación que se agravaría cuando perdiera la vida su hija Clara un año después.

La pareja vivió unas circunstancias muy duras. Mary se encontraba abatida, vacía de creatividad y de ilusión por la muerte de sus hijos, la situación aderezada por la mala salud de Percy y el acoso de los acreedores. Sin embargo, Percy Bysshe Shelley abordaría la concepción de sus mejores poemas en estas difíciles circunstancias.

Un tiempo después, en 1822, Mary sufrió un aborto que casi acabó con su vida. Ese mismo año, su marido apareció ahogado tras desaparecer junto con un amigo en una excursión en un velero.

"Nuestra protagonista se dedicó también a traducir y editar obras de otros autores, entre ellos Lord Byron y Percy Bysshe Shelley"

Todos estos desgraciados acontecimientos la sumieron en una profunda depresión de la que no se recuperó jamás. Decidió abandonar Italia, aproximadamente cuatro años después del comienzo de su viaje, donde había perdido a dos de sus hijos y a su marido, y se volvió a Inglaterra con Percy Florence Shelley, su hijo pequeño, quien llegaría a la vejez.

A partir de ese momento de su vida, se dedicó a la educación de su hijo y a la escritura de forma exclusiva, medio con el que se ganó la vida de forma precaria, pues subsistía a duras penas al ayudar también a su padre con sus deudas.

Durante esos años tuvo una prolija producción literaria, entre otras sus novelas históricas Valperga (1823) y Perkin Warbeck (1830), la novela apocalíptica El último hombre (1826), y sus dos últimas obras, Lodore (1835) y Falkner (1837). Nuestra protagonista se dedicó también a traducir y editar obras de otros autores, entre ellos Lord Byron y Percy Bysshe Shelley.

Sus artículos biográficos incluidos en la obra de Dionysius Lardner Cabinet Cyclopaedia, apoyan el hecho de que Mary Shelley fue una política radical a lo largo de su vida. En sus obras argumenta a menudo que la cooperación y la compasión, particularmente las practicadas por las mujeres en sus familias, son las formas de reformar la sociedad civil.

"Su otra obra digna de ser mencionada es El último hombre, una historia apocalíptica y, como hemos descubierto recientemente, casi profética"

Ella fue una escritora conocida y fecunda durante su vida, pero solo uno de sus libros permanecería en la memoria: El moderno Prometeo o Frankenstein (más conocido así en nuestros tiempos). La novela ha conocido numerosas adaptaciones en cine, teatro e incluso cómic. Cuesta imaginar que su autora fuera una joven y dulce muchacha capaz de imaginar y desarrollar los crímenes más atroces en una mente perversa, quien trata de justificar sus actos por su situación de abandono y desamor. Su padre le diría con respecto a esta obra: “Frankenstein es el trabajo más maravilloso que se haya escrito en veinte años. Y, más afortunadamente para ti, has seguido un curso de lectura y cultivado tu mente en una manera tan admirable que te ha convertido en una gran y exitosa autora. Si tú no puedes ser independiente, ¿quién puede serlo?”.

Su otra obra digna de ser mencionada es El último hombre, una historia apocalíptica y, como hemos descubierto recientemente, casi profética, que vio la luz en Londres el 23 de enero de 1826, editada por Henry Colburn. Es una novela distópica que narra la historia de un mundo futurista arrasado por una plaga. Destaca por sus descripciones de viajes, con un coprotagonista que podría identificarse como su esposo Percy. Se desprende del discurrir de la novela cómo se sentía Mary en el mundo, vacía y abandonada debido a la ausencia de la mayoría de sus seres queridos, ya fallecidos. El último hombre fue criticada duramente en su época y permaneció casi en el anonimato hasta los años sesenta del siglo XX, cuando fue rescatada editorialmente.

La muerte de su progenitor en 1844 aligeró su carga económica, al dejarle una modesta herencia.

El 1 de febrero de 1851 la alcanzaría la muerte, que siempre la había perseguido de cerca. La causa fue un tumor cerebral. Terminaba así una vida llena de sufrimientos, pero también de fidelidad a un estilo de vida en el que creyó firmemente, y que convirtió a Mary Shelley en una de las autoras más famosas de la literatura universal, con una creación que traspasó los límites del tiempo y que sigue siendo hoy una obra de culto.

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Lydia Márquez

Lydia Márquez (Cádiz, 1978), cirujana bucal de profesión, pero con un alma literaria cultivada desde la infancia, es una ávida lectora y escritora de relatos. Trabaja, en la actualidad, en su primera novela.

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2 años hace

Siempre recurrimos a las mismas cosas, las de siempre y por siempre. El fuego y sentarnos arrededor para contar historias. Desde que somos humanos, hace dos mil centurias ya. No hay nada más gratificante, consolador y protector. Alrededor de una hoguera, de un fuego, se crea una campana de luz que proteje del acechante exterior, de la oscuridad. Sus palabras me han recordado la película «Memorias de África» y su evocadora reunión para que cada uno relate su historia.

No lleva razón Bustos en que nos merezcamos el nuevo invierno. Los que de verdad se lo merecen, no sufrirán. Porque el siempre fracasado doctor Frankenstein (no voy a decir que no estoy aludiendo a nadie, no), arrastrando su tesis cual piedra de Sísifo, nos gobierna y decide nuestro destino de un triste y pesaroso invierno.

Esperanza. Encendamos nuestros fuegos y relatemos nuestras propias historias sin escuchas aquellas con las que nos engañan. Recuperemos nuestros viejos valores y despreciemos los relativismos frankenstinianos aunque nos cueste soportar los picotazos del buenismo imperante y del posmodernismo líquido y desintegrador. No dejemos que Frankenstein se ensoñoree de nuestras vidas y de nuestro futuro. Prometeo es la esperanza. Esperanza.

Prometeo. Es necesario leerlo. Esperanza.

Ricarrob
Ricarrob
2 años hace

Y he comenzado a leer este impresionante libro. Merece la pena leerlo ya solamente por el prólogo. Arremete don Luis contra lo que se mueve en los extremos: ultraliberalismo y populismo. Y nos da unas lecciones de poesía y, por tanto, de vida. Y una de las cosas que más me agradan: la reivindicación de la Ilustración y la denostación de las tendencias y corrientes post, entre ellas relativismo, posmodernismo y posverdad.

El ser humano, la hoguera, la tribu y el peligro de las revueltas, contra la codicia neoliberal y la carencia de libertad real, advirtiéndonos con una frase magistral y tremendamente simbólica y evocadora en honor a Orwel: en la rebelión de la granja, no hay que fiarse nunca de los cerdos.

Genial escritor, genial poeta, genial libro.

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