«Hay mucho papanatismo tecnológico», asegura la escritora Marta Sanz que acaba de publicar una novela distópica en la que cuenta «un futuro que ya está aquí» y en la que plantea la necesidad de rebelarse contra «el Dios del algoritmo».
«Fue la construcción de una especie de comedia musical donde los personajes se mueven a golpe de melodía de TikTok» pero donde se habla de los problemas acuciantes del presente como son la juventud sin expectativas, la vejez sumida en la precariedad o una infancia muy entristecida.
Marta Sanz (Madrid, 1964), que ha sido galardonada por anteriores novelas con premios como el Herralde, el Tigre Juan o Cálamo, plantea la necesidad, la dependencia y la desconfianza que al mismo tiempo generan las redes sociales en un libro que escribió desde la sensación de «estar viviendo una pesadilla que no ha acabado».
«Intento contar un futuro que ya está aquí y no es el que esperábamos», todo ello con un humor que «viene de serie» ya que es su forma de «poder meter el dedo en la llaga», y también una manera «de entender la vida y el lenguaje», explica.
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En la pandemia escribió un diario íntimo llamado «Parte de mí» en el que mostraba «el lado amable» de una realidad que no lo era, haciendo una parodia de Instagram, recuerda la escritora, que reconoce que se familiarizó con las redes sociales en esa época debido a la necesaria «pulsión comunicativa».
Pero considera que los vínculos débiles que crean las redes sociales «más que comunicarnos con los demás nos encapsulan»: «no estoy en contra del progreso pero hay determinados usos que nos alejan de nuestra condición humana».
En Land in Blue (Rapsodia), una mujer madura vive con Flor Azul, un dron a través del que mantiene conversaciones con su amiga Bibi, que en realidad es la voz de una actriz. La mujer, solitaria y desmemoriada, vive separada de sus hijas, Selva y Tina, protegidas y vigiladas cada una por otro dron: el desencantado Obsolescencia y el adolescente Cucú. La mujer habita un mundo regido por lo virtual, las empresas de paquetería y los programas del corazón.
Así, los drones de su novela «van buscando un lenguaje que les permita tener emociones y que les aproxime a lo humano, hacen un esfuerzo por entender y ayudar e incluso llegan a ser más humanos que las personas, que aparecen en el libro como seres desmemoriados» por el imperio de la tecnología.
Marta Sanz cree que la inteligencia artificial y sus productos son «acomodaticios», comerciales y despojan a la literatura de su «resonancia transformadora».
Sobre la revisión de obras literarias como las del británico Roald Dahl, defiende que «no se pueden leer solamente libros ejemplares» ya que hay que aprender a ejercitar la conciencia crítica. Por eso cree que cuando la gente se escandaliza porque aparece en un libro que un niño es gordo lo que ocurre es que «no sabe leer un texto literario y quiere que sea una cartilla».
«Se quiere vender a partir de construir textos que no generen ningún problema» con estilos «asequibles, traducibles, complacientes y agradables y que nos ayuden a pasar el rato», recalca la escritora que sostiene que la palabra «entretenimiento» están colonizando la literatura y la cultura.
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