Se nos ha vendido la especialización como el máximo exponente de la perfección. Hablo de personas que son expertas en una pequeña parcela en la que destacan con soltura. En nuestros tiempos, saber hacer una cosa y hacerla muy bien es sinónimo de excelencia. No siempre fue así. Victor Hugo, por ejemplo, fue pintor, político, dramaturgo, poeta y novelista, brillando en todas esas facetas. No es lo habitual. Por ello, sorprende que un gran actor como Mario de la Rosa abra frentes en apariencia tan dispersos como la poesía, el teatro o la novela, pero aún impacta más el gran nivel que demuestra.
Mario de la Rosa nos enfrenta al abismo interior, ese espejo en el que no queremos mirarnos, para despojar a sus personajes de armaduras y máscaras y mostrarlos vulnerables, sensuales, agresivos, humanos. Es llamativa la destreza con la que hila las tramas, los recursos narrativos que utiliza, la diferencia entre la ternura de la historia de amor y la violencia de las escenas de acción. El autor nos traza el mapa íntimo de unos personajes inolvidables, pero los viste con una trama de espionaje, grandes fortunas y venganza. Un cóctel imposible que funciona como un tiro, nunca mejor dicho.
De la Rosa no es nuevo en la ficción criminal. Ya sorprendió en su debut con Perros con placa, una historia de policías al límite que ya reseñamos en Zenda. Que arda esta casa con nosotros dentro juega en otra liga. Se nota la evolución como narrador, la pericia con las tramas y un uso de la acción que ya brillaba en su anterior obra. Capítulos cortos, mucha psicología, un mundo propio para una novela que supone un soplo de aire muy fresco en el variado cajón del thriller patrio. Olvídense del actor, incluso del poeta: estamos ante un narrador solvente y seguro que apuesta por un libro diferente y arriesgado.
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—¿El amor quema? ¿El sexo mata?
—El amor mata y por amor se muere, incluso en vida. El sexo abriga y también quema.
—Los personajes de Bianca y Álex están trazados de forma magistral. Pese a las toneladas de acción del libro, su viaje es interior.
—Me importa lo que les pasa a las personas. No quiero personajes supeditados a contar una historia mayor. La historia es lo que les pasa a ellos y empieza por cómo están configurados para tomar sus decisiones, cómo se sienten mientras las toman y cómo les cambia el haberlas tomado. Por otro lado está la vida, con sus luces y sombras.
—Y sin embargo funcionan mucho mejor juntos.
—Es una cuestión de sincronía. Se encuentran en un momento de deseo y necesidad en el que se complementan. La sinergia que se produce les eleva a otro escenario.
—La figura del triángulo es una constante en las páginas de la obra.
—Hay tres personajes protagonistas por encima del resto. Una historia que fluctúa a tres bandas. Tres ciudades principales donde se desarrolla la historia. Tres bloques para narrarla… El tres es importante en esta novela, y el triángulo lo representa.
—La casualidad forma parte de la vida. Una persona atropella a otra a la que jamás ha visto solo porque sus caminos se cruzaron en un mal momento. Las personas se conocen por casualidad, incluso está la teoría de los grados de separación. No es algo que se suela ver en la ficción, pero forma parte importante de tu historia.
—Creo en la causalidad por encima de las casualidades. El azar es una cuestión de probabilidades y estas, en muchas ocasiones, es más tangible de lo que solemos imaginar; sobre todo en cuestiones personales. Esa configuración de la que hablaba antes nos pone en un camino donde nuestras decisiones nos acercan a unos y nos alejan de otros. Luego hay quien lo llama destino.
—Las escenas de acción y las de sexo están perfectamente coreografiadas.
—La lucha es un baile, así como lo es el sexo. Su destreza empieza por el autoconocimiento y se manifiesta dependiendo de quién tenemos enfrente. Esto sucede tanto con la pareja como con el rival.
—Respecto a la parte de thriller, has creado un mundo complejo, interconectado y sofisticado. Estamos ante una historia de acción, de espionaje, de altas esferas. La verosimilitud es total.
—Pienso que las cosas complejas están formadas por muchas capas de cosas sencillas superpuestas. Detrás de todo, cuando eliminamos esas capas, siempre encuentro dos motores: el amor y el miedo. Las altas esferas, así como las bajas, se rigen por esa maquinaria. Lo que les diferencia son los medios que tienen a su alcance.
—Hay más de un giro que pilla por sorpresa. El uso de las elipsis es constante, descolocando al lector.
—Hay acciones que llaman mucho la atención y solo se entienden si vemos que hay detrás de ellas. A veces muestro las acciones en un primer lugar, después se manifiesta el motor que las mueve. Si el lector se descoloca es porque su ideal confronta con los hechos, pienso que es algo bueno y enriquecedor.
—Esta pregunta te la harán siempre pero, ¿para cuándo la película?
—Ojalá esta pregunta encuentre su respuesta. La obra es totalmente adaptable al medio audiovisual. Conviviendo con ese medio, me haría una ilusión tremenda verla en la pantalla.
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