Fue el encuentro literario del año. Mario Vargas Llosa, Arturo Pérez-Reverte y Javier Marías almorzaron con su editora, Pilar Reyes, de Alfaguara, para celebrar el inicio de la Feria del Libro. Aquel distendido ágape se convirtió hace unos días en un reportaje de portada de XLSemanal. Editado entonces por ineludibles cuestiones de espacio, Zenda publica ahora el contenido completo de aquella conversación de casi dos horas.
Si, en lugar de leerla, pudiera usted escuchar esta charla entre estos tres escritores, en su mente quedaría fijada para siempre la risa de Mario Vargas Llosa. El Nobel de Literatura celebra a carcajadas contagiosas, vitales, clave quizá de su lucidez a los 81 años, los comentarios maliciosamente cariñosos que Arturo Pérez–Reverte le lanza a su amigo y colega Javier Marías y la elegancia con la que este los recibe. Palabras como complicidad y respeto, totalmente mutuo, sobrevuelan al aperitivo por el comedor privado de El 38 de Larumbe, el restaurante madrileño donde estos tres académicos de la RAE —sillas L, T y R— se disponen a almorzar. Dos palabras omnipresentes que van dejando espacio, de forma progresiva, a otras como pasión, trabajo, lecturas, memoria, infancia, educación, machismo, elitismo, pesimismo y otros ‘–ismos’; o a nombres como Flaubert, Stendhal, Hitchcock, John Ford e incluso Pokémon, por adelantar algunos. Surgida a modo de celebración previa de la Feria del Libro, esta cita es, de algún modo, un homenaje a quienes aman la lengua, la literatura y, al igual que Vargas Llosa, Marías y Pérez-Reverte, entienden el placer de leer como «una experiencia privilegiada» sin la cual nuestra sensibilidad y nuestra fantasía quedarían gravemente dañadas. De la mano de la colombiana Pilar Reyes, editora de los tres y, a la sazón, una de las personas que mejor conoce la intimidad literaria de estos autores de novelas, relatos, ensayos, artículos, obras de teatro y otros artefactos literarios, la conversación arranca inquiriendo sobre sus respectivos hábitos de escritura. Toma la palabra Mario Vargas Llosa.
Mario Vargas Llosa. Bueno, yo escribo a mano, siempre. Incluso los artículos, fíjate. A no ser que tenga mucha prisa. Entonces, voy a la computadora, pero el ritmo ese de la mano es el que más me conviene. Escribo en la mañana y en la tarde paso a la computadora, y esa primera distancia es muy importante, ya te da una perspectiva; pero todo a mano, toda la novela a mano, y cuando imprimo la primera versión, está todita anotada y con muchas correcciones.
Javier Marías. ¿Tú, a veces, escribes varias páginas de una tacada? Lo digo porque yo voy de una en una…
Vargas Llosa. Sí, claro.
Marías. ¿Y no te cansa cuando has hecho cuatro o cinco páginas?
Vargas Llosa. Bueno, hay días en que sólo escribo una página, pero hay otros en que uno trabaja muchísimo, diez páginas quizá, aunque quedes muy extenuado, y otros en que la cosa sale a regañadientes. No importa, yo me siento y, aunque tenga como náuseas, ahí estoy.
Arturo Pérez-Reverte. Sí, esos días en que no apetece nada, pero claro, conviene sentarse siempre. ¡Somos profesionales! Yo, de hecho, me lo tomo como ir a la oficina. Me levanto y, tenga o no ganas, me siento al ordenador.
Marías. Yo siempre escribo a máquina y, además, página a página. Trabajo cada una hasta la extenuación, hasta darla por buena no paso a la siguiente, aunque eso me obligue a teclear cada una cuatro o cinco veces. Pero me funciona, porque tengo las correcciones delante, no es como con el ordenador que desaparecen. Por otra parte, cada vez que la tecleo le doy el visto bueno. No es lo mismo releerla que volverla a teclear… Me voy acostumbrando a ella, la voy asimilando y, además, no releo nada hasta que he finalizado la novela.
Vargas Llosa. ¡Escribes a máquina! Y tendrás una buena reserva de cintas, porque…
Marías. Bueno, hay una papelería cerca de casa que me las trae. Siete cada vez.
Pilar Reyes. ¿Y cómo son sus rutinas?
Pérez-Reverte. Yo me levanto y estoy hasta las dos, dos y media. Por la tarde reviso y lo dejo listo para el día siguiente. A veces sale medio folio, uno, dos…
Vargas Llosa. ¿Y de corrido? ¿Haces algún corte?
Pérez-Reverte. No, no. Igual me levanto un momento a tomar un café, pero nada más. Escribo cinco o seis horas cada día…
Marías. ¿Tú? ¡Qué va, qué va! ¡Pero si viajas casi todos los días de tu vida!
Pérez-Reverte. ¿Qué quieres decir, que las novelas me las hace un negro? [Se ríen a carcajadas].
Marías. No, te las hacen los perros [se ríen].
Pérez-Reverte. No, no, no. Ojalá tuviera… Lo que pasa es que me disciplino mucho, no como tú. Es que Javier se acuesta tardísimo. Le llamas a las doce y no existe, no es persona, está todavía en estado comatoso. ¡Es un vegetal!
Marías. Pero bueno, ¿qué mérito hay en madrugar?
Pérez-Reverte. El día cunde mucho más.
Marías. Yo duermo lo mismo –de cuatro a once o un poco más– y trabajo por las tardes.
Vargas Llosa. ¡Desayunas entonces hacia la una de la tarde!
Marías. Es que me he ido a dormir a las cuatro.
Vargas Llosa. ¡Te acuestas a las cuatro! ¿Y qué haces? ¿Trabajas de noche, lees?
Marías. ¿Trabajar por la noche? No, no. Veo películas, leo; el periódico, por ejemplo. Por la mañana lo ojeo, pero todo parece menos grave cuando el día ha terminado.
Vargas Llosa. Cuando las noticias ya son historia…
Marías. Ya ha pasado el día y, bueno, todo esto que por la mañana me parecía tan grave al final no lo ha sido tanto [se ríen].
Vargas Llosa. Yo tengo que leer el periódico en la mañana, antes de ponerme a trabajar.
Pérez-Reverte. Yo no quiero enterarme de nada. Si me entero de algo ya me ha estropeado el estado de gracia. Ni miro la tele ni nada hasta la tarde.
Vargas Llosa. Es que yo, si no sé cómo anda el mundo no estoy tranquilo. Leo periódicos. Y en papel, claro. No puedo leer en pantalla. Me tomo una hora con eso. Ya después me ducho…
Marías. Es que tú estás al tanto de todo y, lamentablemente, necesitamos estarlo puesto que hacemos artículos.
Pilar Reyes. ¿Y tú, Mario, a qué hora te levantas?
Vargas Llosa. Yo me levanto muy temprano, generalmente. Duermo muy poco. Cinco horas, cinco horas y media lo más. Siempre, incluso de chico, ¿sabes? Me acuerdo que todos mis amigos decían. «¡Qué maravilla que llega el sábado para dormir hasta las doce!». Yo nunca disfruté de eso. A las cinco o seis ya me levantaba. Y entonces me levanto y me voy al gimnasio. Una hora. Todos los días.
Pérez-Reverte. Así está como está el tío [se ríen]. Por cierto, Mario, una cosa que siempre he tenido curiosidad por preguntarte. De Javier ya lo sé, pero tú, cuando estás con una novela, ¿lees?, ¿te vitaminas con libros, con autores que te crean estado de ánimo?
Vargas Llosa. Hago mucha investigación…
Pérez-Reverte. No, no. Me refiero al tono, no a la documentación, que eso hacemos todos, claro.
Vargas Llosa. El tono no. El tono va saliendo de la historia. Me lo dan los personajes, las situaciones. Ahí voy buscando. Claro, yo rehago mucho, corrijo mucho. Las primeras versiones son, generalmente, muy caóticas, desordenadas, repito episodios…
Pérez-Reverte. Pero, ¿hay autores que te crean estado de ánimo?
Vargas Llosa. El estado de ánimo me lo va dando el avance, porque al principio…
Marías. ¿Te refieres a lo que dijo Faulkner en aquella entrevista a la Paris Review, que lo primero que hacía era leer unas páginas de la Biblia para ponerse a tono?
Pérez-Reverte. Sí. Podría valer. A mí me pasa con Conrad. Cuando estoy que necesito, no inspiración: vitaminas, energía, ganas de trabajar, por la tarde leo una o dos horas de Conrad y me dan ganas de seguir siendo escritor.
Vargas Llosa. Dirás que es algo un poco perverso, pero ¿tú sabes qué me levanta el ánimo? Cuando estoy desmoralizado leo el episodio del suicidio de Madame Bovary, cuando se toma el arsénico en el cafarnaum y hay esa descripción absolutamente genial donde ves cómo se va descomponiendo la cara, ¡hasta que le salta la lengua! Cuando me sentía incapaz totalmente de terminar la frase, de repente leía eso y me levantaba el ánimo la perfección de esa escena atroz, la belleza de la descripción tan precisa…
Marías. A mí Shakespeare me resulta realmente fértil. No tanto por el estilo sino porque uno abre algo de él un poco al azar y a menudo te encuentras con una frase enigmática. ¿Qué quiere decir exactamente? Shakespeare tiene esta cosa fantástica que tú lo vas leyendo y lo entiendes, pero, a veces, no lo comprendes. No por la dificultad del inglés, sino porque son tan enigmáticas algunas cosas que ves que deben de tener un recorrido…
Vargas Llosa. Y de pronto descubres que había cosas que se te pasaron. En todas las obras maestras siempre encuentras más cosas de las que viste en la primera lectura.
Pérez-Reverte. Es que hay autores que te dejan puertas entornadas que tú tienes que abrir. Por eso releer es tan importante, porque cada vez que lees un libro tu corazón y tu cabeza han cambiado y el libro es nuevo.
Marías. Hay muchos libros que yo no me atrevo a releer, porque hay ciertos peligros…
Pilar Reyes. Tú decías, Javier, que no podrías volver a leer a Faulkner.
Marías. Sí, le tengo un poco de miedo…
Vargas Llosa. Yo, por ejemplo, nunca he podido releer la trilogía de Los tres mosqueteros. No me he atrevido, fíjate, porque fue una lectura tan absolutamente fundamental que tengo miedo de que no sea ya lo que fue para mí. ¡Me cambió la vida! ¡Viví la historia de los mosqueteros!
Marías. Pues es tan buena que, incluso literariamente, es mejor de lo que probablemente crees que es.
Vargas Llosa. Te creo, pero me da terror. Son un recuerdo muy intenso. Y los otros dos libros: Veinte años después, El vizconde de Bragelonne…, con la muerte de Porthos, ¡la muerte de D’Artagnan! ¡Qué cosa tan horrible!
Pérez-Reverte. Para un joven lector es EL libro.
Marías. Yo estuve releyendo trozos de Los tres mosqueteros cuando escribía Los enamoramientos.
Vargas Llosa. ¿Que no la habías leído desde niño?
Marías. Casi. Es que había una frase que mi padre solía citar y la anduve buscando. Cuando Athos le cuenta a D’Artagnan que mató a su mujer, que la ahorcó del árbol… Entonces, releyendo esa parte me encontré con una frase que incluí en la novela como cita y que, incluso, ha servido para algún título en el extranjero, donde no era fácil traducir Los enamoramientos… D’Artagnan dice: «Ciel! Athos! Un meurtre!». Y la respuesta de Athos es extraordinaria. Dice: «Oui, un meurtre, pas davantage». No más.
Vargas Llosa. «No más, solamente eso, un asesinato».
Marías. No más, sí. Como si pudiera haber algo más. Te encuentras con sorpresas de este tipo.
Pérez-Reverte. Lo he leído varias veces. Todo el ciclo quiero decir. La última hará unos cinco años. Aún me emociono y se me moja el lagrimal con la muerte de Porthos en la gruta de Locmaria…
Vargas Llosa. ¡La gruta!
Pérez-Reverte. Y dice Porthos: «Es demasiado peso».
Vargas Llosa. ¡Es una maravilla! Pero, sobre todo, lo que dice el narrador. ¿Te acuerdas?: «Es la primera vez que pensó en lo que ocurriría si él no corría. Y eso lo dejó paralizado». ¡Es maravilloso!
Pérez-Reverte. Sí, sí, sí, sí… «Es demasiado peso».
Marías. ¿De verdad no la has releído desde jovencito?
Vargas Llosa. No, no, desde niño. En Bolivia estaba.
Marías. Pues yo creo que podrías, eh.
Pilar Reyes. ¿Y te acuerdas de cosas tan precisas?
Vargas Llosa. De la muerte de Porthos, después de colocar los explosivos, tiene tiempo de salir, pero ahí dice el narrador esa frase terrible: «Nunca había pensado antes en lo que ocurriría si él no podía actuar como estaba previsto». ¡Y eso lo paraliza! Se queda quieto, inmóvil. Y bueno, pues muere, se le viene abajo toda la caverna, ¿no? Y la muerte de D’Artagnan, que es horrible, en el sitio de La Rochelle, que le traen un bastón de mariscal…
Pérez-Reverte. De marfil.
Vargas Llosa. El Rey le envía y…
Pérez-Reverte. La bala le rompe el bastón…
Vargas Llosa. ¡Aaah! La bala le rompe, sí. De eso no me acordaba.
Pérez-Reverte. Es que fíjate que la misma bala que lo mata le rompe el bastón.
Vargas Llosa. Pero la serie es absolutamente inolvidable. A mí me marcó la vida. ¡La infancia! Soñé y soñé con la historia de los mosqueteros.
Marías. De niño debiste leerla más de una vez, entonces.
Vargas Llosa. Yo no recuerdo, no sé si la releí, pero…
Pilar Reyes. Una cosa que yo les quería preguntar. Recuerdo el artículo por tu 80 cumpleaños donde decías que, de tu infancia, te acordabas más de personajes de ficción que de personas reales…
Vargas Llosa. Sí, claro. Mira, yo estuve los cuatro primeros años de primaria en Bolivia y los personajes, por ejemplo, de D’Artagnan, Porthos, Aramis y Athos están mucho más vivos en la memoria que mis compañeros de colegio.
Pérez-Reverte. Es que eran los mejores amigos. ¿Y no te pasaba que luego buscabas amigos que se parecieran?
Vargas Llosa. Sí, sí.
Marías. Pero es completamente natural y lógico, porque a no ser que sea alguien muy cercano, uno no asiste a la vida de alguien como en las novelas. A diario ves a los compañeros en el colegio, te peleas, juegas, pero en las novelas estás dentro de esos personajes. Que te dejen un recuerdo más vívido es natural.
Vargas Llosa. No, bueno, yo sí que recuerdo a los compañeros del colegio, pero ninguno tiene la vitalidad de los personajes literarios.
Pilar Reyes. Esa es la riqueza del niño lector, que vive dos vidas: la de su día a día, en el colegio y con su familia, y la de los libros, que es tener otra memoria.
Pérez-Reverte. Sí, multiplicas la vida por todos los libros que lees. Por eso la infancia de un niño lector es tan rica, porque vive mil vidas, hace mil viajes y llega a la adolescencia con mil mundos conocidos y visitados y con mil amigos con los cuales ha vivido, ha luchado y ha viajado. O sea, un niño lector tiene una riqueza que…
Vargas Llosa. Sí, porque además lees con inocencia, crees, quieres creer todo eso…
Marías. Y también conlleva un aprendizaje de las personas, de la naturaleza humana, del que nunca gozas en la vida real. Yo siempre he comentado que uno de los grandísimos éxitos de la televisión es la capacidad de mirar sin ser mirado. Si yo estoy aquí contigo, Mario, no me pondría a observarte a mis anchas porque sería embarazoso. Mientras que en la televisión estamos impunemente observando las reacciones e incluso juzgando y pensando. «Este tipo es un mal bicho, este otro es sincero, no dice una palabra de verdad, etc.» De la misma manera, tú asistes a unas vidas en la literatura o en el cine.
Pérez-Reverte. Es lo que estamos diciendo. Por eso el niño llega a la adolescencia con una riqueza de mundo y de vida…
Marías. No sólo de mundo, sino de aprendizaje…
Pérez-Reverte. Pues eso, de mundo, de todo.
Pilar Reyes. Y una pérdida de la ingenuidad también…
Marías. Bueno, que es necesaria. Y, además, una pérdida de la ingenuidad, pero a salvo, ya que no vive, en realidad, las situaciones de peligro de las novelas.
Vargas Llosa. Y hoy, por ejemplo, ¿qué pasa con los niños que no leen, que ven más imágenes que otra cosa? La relación con la imagen jamás puede ser tan rica para un niño como la que establece con un personaje de ficción, esa historia que al niño lo deslumbra, lo hechiza, que envuelve sus sueños…
Marías. Bueno, no sé, ¿tú crees que no puede ser?
Vargas Llosa. ¡Pero sí ven dibujos animados!
Marías. Dibujos animados, sí, pero en cuanto empiezan a ver películas de aventuras…
Vargas Llosa. ¿Tú crees que los marca tanto como…?
Marías. Parecidamente, ¿no?
Vargas Llosa. Yo creo que no. Que tiene que ser de una forma más efímera.
Marías. No sé en tu caso, pero Arturo y yo somos de una generación en la que las películas también fueron parte de nuestra infancia.
Pérez-Reverte. El cine fue fundamental, sin duda. De todos modos, los niños ahora se mueven por unos mundos virtuales, de videojuegos y cosas de esas, mundos absolutamente extraños para nosotros, con una naturalidad asombrosa. Parece que nacen genéticamente preparados para eso…
Vargas Llosa. Pero, ¿cuál es el efecto que eso tiene en la formación?
Pérez-Reverte. Es una incógnita, claro. De todos modos, para nosotros puede resultar un mundo distante, pero no por eso peor. A lo mejor su preparación –esa rapidez de reflejos, ese captar indicios y descubrir pistas que se nos escapan– es más práctica para enfrentarse a los desafíos del mundo. Quiero decir, a lo mejor, a la larga, la literatura no es tan importante.
Vargas Llosa. Yo me niego a creer eso. No estoy seguro de que esa preparación sea mejor para la formación de la personalidad que el mundo en el que la literatura era un ingrediente fundamental. He sido un hombre muy privilegiado de poder leer lo que he leído desde niño, de haber descubierto la lectura como algo complementario a la experiencia en la vida, y pienso que si no lees novelas, de alguna manera por lo menos, tu sensibilidad y tu fantasía son menos ricas.
Pérez-Reverte. Estamos de acuerdo. Ahora, hay una cosa: el mundo que viene es muy distinto al nuestro y habrá que estar adiestrado para sobrevivir en él.
Marías. Yo no tengo ni idea de cómo son estos videojuegos y tal, pero la mayor parte de las películas actuales están influidas directamente por videojuegos o, incluso, proceden de videojuegos, y veo que se ha perdido estructura, tempo, pausa, expectativa; elementos que normalmente estaban en las novelas y en el cine. Aunque unas fueran más trepidantes y otras más pausadas, eso siempre estaba. No sé si la gente de ahora se aburre en cuanto hay un tiempo muerto mínimo, pero todo es solapado, con un montaje rapidísimo, no hay ni un solo plano de más de dos segundos. Eso sí que me parece una pérdida, porque la verdadera vida tiene condensación, pausa, espera, amenaza…
Pérez-Reverte. Sin duda. Pero estando de acuerdo contigo diré que, aunque yo no sé encontrarle la épica a Pokémon o a Mario Bros., a lo mejor un chico de doce años sí. Es diferente a la nuestra y, a veces, ocurre que son herederos, en una versión muy retorcida, de los grandes mitos y temas literarios de toda la vida. No sé, los grandes mitos ya no llegan por la literatura a los jóvenes, llegan por los videojuegos.
Vargas Llosa. Pero esquematizados de una manera…
Pérez-Reverte. Sí, pero también para un mundo que es de otra manera. Quiero decir con esto que nada se pierde. En realidad, se trata de una transformación de los grandes temas que han movido la literatura adaptados a un mundo que no es el mismo. Los grandes mitos llegan por nuevas vías; el vehículo, el cauce, es otro, y el resultado es otro. No es que los mitos desaparezcan, es que se están adaptando a un mundo diferente. Ojo, no es que juzgue si es bueno o malo, sólo me pregunto qué va a salir de ahí. Mi curiosidad es cómo será el joven culto del año 2050. No estaremos para verlo, pero será muy interesante, porque seguirá habiendo jóvenes cultos, aunque no serán Mario, Javier ni tú ni yo ni serán como el joven culto de 1950, desde luego.
Pilar Reyes. ¿En breve la novela será un género para unos pocos?
Vargas Llosa. La literatura no va a desaparecer, pero será cada vez más marginal. La poesía, la novela, los ensayos… Será un margen muy grande, numeroso, pero ya no representará, de ninguna manera, la orientación central de la cultura, de la vida creativa.
Pérez-Reverte. Mario, ¡es que somos los últimos pistoleros! [Se ríen a carcajadas].
Vargas Llosa. Estamos cerrando un ciclo…
Marías. Pero, Mario, la literatura siempre fue algo minoritario.
Pérez-Reverte. Pero ahora mucho más, Javier.
Vargas Llosa. Los que leían, digamos, representaban una minoría, pero indirectamente eso influía, impregnaba al resto de la sociedad.
Marías. El eco de las lecturas de los que leían llegaba al conjunto de la sociedad. Eso es cierto.
Vargas Llosa. Sin ninguna duda. Y de una manera muy importante, porque marcaba sus vidas… Oye, a propósito, yo creo que enlaza con lo que estamos conversando. Anoche estuve con Fernando Savater y contó una cosa que me dejó muy intrigado. Dijo que había dado una vuelta por la universidad en San Sebastián, donde vive, y que se había quedado impresionado con la cantidad de carteles que había contra el amor romántico…
Pérez-Reverte. Porque es machista…
Vargas Llosa. ¡Sí! El amor romántico presentado como ingrediente fundamental de la explotación, la discriminación y la violencia de género; la fuente de todo lo que anda mal en la sociedad. Bueno, me quedé absolutamente perdido. «Es una cosa muy general –me dijo–, con muchas pancartas, descripciones…». ¿Qué te parece?
Pérez-Reverte. Que hay que saber irse, Mario [se ríen a carcajadas].
Vargas Llosa. Sí, sí, hay que salir a tiempo… Pero bueno, es que, si no hay amor romántico, simplemente, ¡ya no hay amor! ¿Qué va a hacer el amor? ¿Tú me quieres decir? Si el amor no es romántico, ¿qué cosa es? [se ríe].
Marías. Este tipo de locuras son cada vez más frecuentes. Ortega decía: «El español se caracteriza por tomar al rábano por las hojas» [se ríen a carcajadas].
Vargas Llosa. Pero es que el mundo entero está tomando el rábano por las hojas. Es francamente inquietante.
Pérez-Reverte. Mirad, os cuento una anécdota personal que refleja muy bien la cosa. Cuando salió Falcó, mi novela, que ya sabéis que el protagonista es un espía torturador, asesino, sin escrúpulos…
Vargas Llosa. Pero tiene… Es simpático. ¡Voy a defender a Falcó!
Pérez-Reverte. Pero es un personaje peligroso…
Vargas Llosa. Y lamento mucho que no rescatara a José Antonio. Yo quería que rescatara a José Antonio [se ríen a carcajadas].
Pérez-Reverte. No llegó a tiempo, no llegó a tiempo, pero bueno. Te cuento. El caso es que una periodista me dijo: «Oiga, pero es que este personaje no respeta el no de una mujer». Y yo: «Pero, ¿de qué me estás hablando?». Fíjate: lo que le llama la atención de un torturador y un asesino es que no respete el no de una mujer. Y ella: «No, es que, moralmente…». ¿Pero qué me está contando? Es un canalla, es un malvado…
Vargas Llosa. Pero resulta simpático. El personaje está presentado como un canalla y, sin embargo, es simpático. Son esas cosas que pasan con los libros. El personaje, al final, está como justificado porque tiene gestos que son generosos y altruistas, ha sufrido mucho…
Pérez-Reverte. Pero tú fíjate el detalle. Lo que le llama la atención de un tipo que tortura y asesina es que no respete el no de una mujer. Y lo grave es eso. Es un síntoma muy significativo de lo que viene.
Marías. Además, eso también enlaza con una de las cosas más preocupantes que están pasando, desde mi punto de vista, con la literatura, y con todo. Tengo la sensación de que ha habido una especie de retroceso, de regresión, al primitivismo y que una cosa que, desde que yo estoy en el mundo y tú, que tenemos 65 años y Mario unos pocos más…
Pérez-Reverte. Tú más que yo.
Marías. Tres meses más [Mario y Pilar se ríen a carcajadas]. En fin, que desde que estamos en el mundo, digo, la gente diferenció perfectamente entre ficción y realidad y esto empieza a no pasar.
Pérez-Reverte. Lo cargan todo a tu cuenta personal.
Marías. «Es que este personaje hace esto y hace lo otro y lo que dice…».
Pérez-Reverte. «Es que es un racista…».
Marías. Perdone, es un personaje de ficción y en las ficciones hay personajes ejemplares, otros odiosos, otros que están equivocados…
Pérez-Reverte. Te hacen responsable de lo que piensa cada uno.
Marías. Y no digamos ya si es un narrador en primera persona, como suele ser en mis novelas. «Es que usted dice…». No, perdone, yo no digo nada, lo dice el narrador que es tan personaje como los demás. Se quedan así un momento parados, como diciendo: «Ya, pero lo ha escrito usted».
Vargas Llosa. Mario Benedetti contaba una anécdota muy divertida. Se encontró con un muchacho que le habló de su última novela y le dijo: «Pero, en el momento que tú vas a matar a tu padre…». Y Benedetti: «¡No, oye, que yo no he matado a mi padre!». «Bueeeno –le replicó el joven–, pero se entiende que eso es lo que quieres…» [les da la risa floja].
Pilar Reyes. ¿Y les ha pasado de gente que se acerque y les cuente historias de vida para que ustedes las escriban?
Marías. Sí, sí.
Pérez-Reverte. Eso continuamente. Vivir es una novela…
Pilar Reyes. Yo he recibido cartas para ti, Javier, cuando teníamos el e-mail abierto, de gente que contaba unas historias insólitas y que era absolutamente indispensable que tú escribieras esa novela…
Marías. A ese señor le digo: «Bueno, ¡pero escríbala usted!» [se ríe].
Pérez-Reverte. Escribí un artículo sobre eso, ¿te acuerdas, Javier? De una vez que me vino uno que me dijo: «Ah, don Arturo tal y tal. Pues es que yo quiero escribir una novela». «¿Sobre qué?», le pregunté. «Ah, no sé, quiero escribir una novela» [empiezan a reírse]. Y le dije: «¿Y por qué no compone usted una canción?». «No, no, una canción es muy difícil» [se ríen más]. En fin…
Marías. ¡Con lo difícil que es escribir una novela!
Pilar Reyes. Quería preguntarles. ¿Han aprendido algo para el arte de narrar de alguna secuencia cinematográfica?
Vargas Llosa. Yo tengo en la memoria algunas imágenes; por ejemplo, el comienzo de Senso, con Alida Valli, con esa cabellera maravillosa. ¿Te acuerdas? Es una imagen que a mí se me ha quedado. Una imagen erótica, ¿no? Grabada de una manera muy impresionante en la memoria, pero vivísima, la vuelvo a ver…
Marías. Para el arte de narrar no te sé decir, pero creo que del que más he aprendido es de Hitchcock. Que no es sólo el suspense..
Vargas Llosa. Una cierta expectativa, que es algo tan importante en una novela.
Marías. El suspense era un poco su pretexto para que la gente lo siguiera en cosas de bastante más profundidad. Pero creo que él tiene una técnica estrictamente narrativa absolutamente extraordinaria. Cómo crea las situaciones…
Vargas Llosa. Yo sí creo que aprendí una cosa del cine y es la velocidad. En las novelas modernas se narra con una velocidad que en una clásica es inconcebible. En el cine la historia avanza a una gran velocidad porque todo es evidente gracias a la imagen, ¿no? En la novela antes había descripciones muy largas. La novela moderna ha cambiado totalmente por la influencia del cine.
Pérez-Reverte. Sí, el cine nos ahorra mucho trabajo, porque apelas a esa memoria audiovisual del lector y no tienes que describir tanto. En mi caso, John Ford es fundamental en mi vida como escritor. Con él aprendí que un secundario sólido te garantiza un buen hilo narrativo. Me di cuenta de que el secundario es quien realmente sostiene una historia y que un secundario sólido te garantiza un buen hilo narrativo. Esos sargentos de Ford fueron decisivos para mí.
Vargas Llosa. El héroe es un personaje central de la ficción y el héroe en las películas de Ford fue siempre fundamental. El héroe, el justiciero, el hombre que endereza lo que anda mal, es un personaje clásico en la novela y en el cine, un protagonista central, sobre todo en las películas que vimos de jóvenes.
Marías. Hay una escena de Hitchcock que es bastante trivial en sí misma, que tengo grabada como una obra maestra de cómo se narra una pequeña situación, que es, en una película un poco despreciada, pero que es muy buena, Marnie la ladrona, hay un momento en que la protagonista se ha introducido en el sitio donde trabaja, abre la caja fuerte y saca dinero. Es una hora en que no hay nadie, entra con las llaves, pero se ve a una señora de la limpieza que aparece por un pasillo sin hacer ruido, porque va sobre una de esas zapatillas muy suaves y tal y va limpiando. En planos alternos, vemos cómo se va acercando hacia donde está ella, que no la ve. Y se acerca y se acerca… El espectador, por supuesto está con la ladrona. La van a pillar. Y, de pronto, a Tippi Hedren se le cae el bolso, hace ruido y, entonces, resulta que la mujer es sorda [se ríen]. Y sigue, y sigue, y ella se quita los zapatos, por si acaso…
Pérez-Reverte. ¡Era un maldito genio!
Marías. Todo ese rato en que tú no sabes que es sorda y la ves venir… Es un ejemplo nimio, pero…
Pérez-Reverte. Hay una escena de las películas de John Ford que todavía ahora me conmueve. Cuando sale la caballería en Fort Apache y están las esposas viendo irse a los héroes. En mis tiempos de reportero yo vi salir a los hombres a luchar y a las mujeres mirándolos, como en aquellas películas de Ford que vi de niño; se mezcló mi vida real como reportero con las películas de mi infancia, como si fueran las mismas mujeres y los mismos hombres. «No puedo verle. Solo veo las banderas». ¿Te acuerdas?
Marías. Amor romántico, Mario [se ríen]. Y, además, ¿qué hacen las mujeres viendo cómo se van los hombres?
Pérez-Reverte. Eso, en vez de ser ellas las que disparan y luchan…
Vargas Llosa. ¡Claro, eso es machismo puro! [se ríen].
Pérez-Reverte. Y otra escena, por no salir de John Ford, que me conmueve mucho es cuando en Corazones indomables, creo que era, sí, la de Henry Fonda y Claudette Colbert…
Marías. Sí, una gran olvidada.
Pérez-Reverte. Cuando después de una batalla está ella en la puerta de casa viendo pasar a los supervivientes buscando al marido, que van pasando todos y va mirándolos a ver si uno de ellos es su marido, y no aparece… Es muy conmovedora. Hay escenas de John Ford que todavía me ponen la piel… Como cuando John Wayne le quita el pañuelo del cuello a Constance… ¿Cómo se llamaba?
Marías. Towers.
Pérez-Reverte. Constance Towers [se refieren a Misión de audaces].
Vargas Llosa. ¡Y cuando Henry Fonda quema el cadáver de su amigo, hombre! ¿Te acuerdas? Anthony Quinn, que ha muerto y para que esa gente no vaya a enterrarlo, él lo quema. Una escena absolutamente, bueno, griega, ¿no? [Se refiere a El hombre de las pistolas de oro, de Edward Dmytryk].
Marías. Creo que ya te lo he comentado alguna vez [a Arturo]. Hay otra escena, también mínima, pero que me conmueve mucho en John Ford y que narrativamente tiene su aquel, cuando en Pasión de los fuertes, que es My darling Clementine, los hermanos Earp…
Pérez-Reverte. Walter Brennan es el que hace de, de…
Marías. Sí, de Ike Clanton, el padre. Entonces, los hermanos Earp, que son Henry Fonda y otros tres, hay un momento en que se van al pueblo, dejan al menor con el ganado y cuando vuelven ha sido asesinado. Está cayendo una lluvia tremebunda y, entonces, uno de los hermanos, Ward Bond, que salía en casi todas las de John Ford, se agacha y viendo que ya está muerto le pone la mano sobre la cara de manera instintiva, a modo de paraguas, contra esa lluvia que le lleva cayendo vete tú a saber cuánto. Esa reacción de protegerle la cara de la lluvia…
Vargas Llosa. Ah, ¡qué bonito!
Pérez-Reverte. Ese era Ford, ese era Ford.
Marías. Son detalles mínimos, pero te enseñan cosas; te enseñan que, a veces, los detalles en las novelas son sumamente importantes. A veces, es una sola línea la que provoca la emoción.
Pilar Reyes. Es emocionante y, al mismo tiempo, te describe el carácter de alguien.
Pérez-Reverte. Pues yo de Ford es del que más aprendí. Como escritor, el que más huella me ha dejado. Muchos de ellos, por supuesto, pero Ford ha sido fundamental en mi vida como escritor.
Marías. No, eso por supuesto. Bueno, de algunos se aprenden más técnicas, por así decirlo…
Vargas Llosa. Hombre, pero de las novelas también recuerdo episodios imborrables. En Esplendor y miseria de las cortesanas [Honoré de Balzac] hay una escena absolutamente maravillosa con el protagonista sentado en una diligencia frente a una señora que parece guapa y, de pronto, percibe que cada vez que hay un bache en el camino se toca la rodilla. ¡El viaje entero él lo pasa concentrado en la rodilla!
Pérez-Reverte. ¡Qué maravilla!
Vargas Llosa. Es una maravilla. Es una cosa de una delicadeza, de una inteligencia. Está tan maravillosamente contada la escena…
Pérez-Reverte. Otra escena literaria fundamental es, al final de Historia de dos ciudades, cuando Sydney Carton va en la carreta con la chica que tiene miedo y le da la mano y la conforta mientras se ve al fondo la guillotina. Que en la película lo hacía Ronald Colman [en la de 1935, dirigida por Jack Conway], y muy bien, por cierto. Cuando la leí, con 15 años, se me quedó grabada esa escena. Ante la muerte, ante la guillotina, ¡ante el horror de la cuchilla que va a bajar!, ese hombre que todavía conforta a la niña que tiene miedo para ayudarla a cruzar con dignidad el valle de las sombras es una escena preciosa.
Vargas Llosa. Oye, y la escena maravillosa con ese, ¿cómo se llama el personaje de Rojo y negro?
Pérez-Reverte. Julian Sorel.
Vargas Llosa. ¡Julian Sorel! Cuando va a tocarle la mano a Mathilde de La Mole, que dice: «Cuando suene la tercera campanada se la toco» [asienten y se ríen]. Entonces hay unos segundos de eternidad hasta que le toca la mano…
Pérez-Reverte. Bueno, y Mathilde de La Mole, con la cabeza de su amado en el regazo, al final; esa escena de dignidad, feminista de verdad. ¡Eso es feminismo de verdad! Esa mujer orgullosa con la cabeza de su amado en el regazo, después de que lo han guillotinado…
Vargas Llosa. Stendhal te hace creer que es verdad.
Pérez-Reverte. ¡Qué momento!
Vargas Llosa. Maravilloso.
Pilar Reyes. Los tres son académicos y escritores. ¿Hay discusiones en la RAE entre escritores y lingüistas?
Vargas Llosa. ¿Discusiones? Bueno, hay un contexto que muchas veces nos distancia. Es inevitable. Hay una cierta manera de entender la Academia que no puede ser la misma desde la perspectiva de un escritor, creador de historias, y la de un estudioso de la lengua, un filólogo.
Pilar Reyes. A la hora de desarrollar una definición, por ejemplo…
Pérez-Reverte. No, no, ahí solemos coincidir. Nos complementamos bien en ese aspecto, porque unes el rigor del científico con la experiencia vital del escritor.
Vargas Llosa. Que es una experiencia vital de la lengua.
Pérez-Reverte. El problema que se da más a menudo deriva de que ellos tienen una visión fría de la lengua, como ladrillos de una pared, una herramienta; les da igual lo que escriba
Vargas Llosa o el prospecto de un medicamento. Son palabras y así hay que analizarlas, mientras que nosotros tenemos el concepto de autoría más arraigado, el concepto de trasgresión; nuestro calor, nuestra osadía también a la hora de resolver problemas… Cada día nos sentamos a trabajar con las palabras. Somos actores prácticos de lo que para ellos es una ciencia fría. Cada mañana tenemos 20 problemas por resolver en forma de frases, párrafos, punto y coma… Eso, claro, no coincide siempre con el criterio rígido o frío del lingüista. Entonces, ahí sí tenemos discusiones. Yo, por ejemplo, tengo una lucha con ellos desde hace mucho tiempo. En una novela que he leído, por ejemplo, un personaje decía: «Iros todos a la mierda». Nadie dice: «Idos todos a la mierda». No puedo poner idos en una novela. ¡Es ridículo!
Vargas Llosa. [Se muere de la risa]. Desde luego, matas la credibilidad. ¡Y eso es terrible!
Pérez-Reverte. Estoy transgrediendo una norma que ellos se niegan a modificar, porque lo correcto es tal y tal. No, lo correcto es lo que yo necesito. Las tildes, por ejemplo, con ésta, aquélla… Yo las necesito. Ellos dicen que no hacen falta, pero yo necesito que el lector comprenda que…
Vargas Llosa. Que diferencie perfectamente este de éste.
Pérez-Reverte. Y tenemos ásperas discusiones.
Marías. Hay una cosa, aunque sea barrer para casa; no sé hasta qué punto ellos aprecian a los que son… la palabra me revienta un poco, pero bueno, lo que suelen llamar creadores. Tenemos algo que, a menudo, no digo siempre, pero a menudo, los filólogos, los lexicógrafos, los lingüistas no tienen, que es, no sé cómo definirlo: un sentido de la lengua.
Pérez-Reverte. El hábito, el adiestramiento
Marías. Un sentido del matiz de las palabras.
Vargas Llosa. Claro, una cosa es trabajar con la lengua viva y otra con la lengua inmovilizada por la ciencia.
Marías. Recuerdo que hace no mucho, en nuestra comisión, me di cuenta de que no aparecía la expresión «puente de plata» de «a enemigo que huye puente de plata». Pero bueno, también se dice, «oye, pues puente de plata», que ha pasado a significar algo en sí mismo. Y bueno, pues vale, «puente de plata», con eso nos entendemos todos. Habría que incluirla y habría que definirla. Entonces, se definió, no me acuerdo cómo y recuerdo que yo, y no sé si Arturo, insistimos en «con alivio». Se le facilita la escapada «con alivio» por parte de quien la facilita.
Pérez-Reverte. «Con alivio y no con generosidad». Que me quedo tranquilo, sería el significado.
Marías. Pues ese matiz me parece importante y, al final, se incluyó.
Pérez-Reverte. Pero nos costó un montón que lo aceptaran.
Marías. Son tonterías, pequeñas cosas.
Vargas Llosa. Hombre, pequeñas cosas que son fundamentales. En literatura, en arte, pequeñas cosas son determinantes para el fracaso o el éxito de una historia.
Marías. Y en un diccionario, para que las personas entiendan lo mejor posible qué significa esa expresión. Entonces, eso creo que lo tenemos más los creadores que los…
Pérez-Reverte. Y hay una cosa muy importante que ha apuntado Mario y es que nosotros tenemos, por oficio –Mario lleva escribiendo 50-60 años, Javier más de 40, yo otros tantos; y leyendo desde niños–, una variedad mayor de lecturas y de temas que el lingüista, el científico, que va a textos más bien clásicos. Lo que nos proporciona eso que se llama el oído, como el músico. Los años, la experiencia, el adiestramiento te generan un sentido del ritmo que no está en las reglas.
Vargas Llosa. Exactamente, esa creo yo que es la gran diferencia.
Pérez-Reverte. Tú detectas si algo va mal…
Vargas Llosa. No porque conozcas una ley gramatical, sino porque sientes inmediatamente que algo chirría. Y lo que chirría es lo que te determina fundamentalmente para que consideres que eso es correcto o es incorrecto. Eso es.
Pérez-Reverte. En literatura, todo aquello que funciona es válido y lo que no funciona no es válido. Venga de la ley que venga.
Vargas Llosa. ¡Absolutamente! Esa es la gran frontera con un lexicólogo, con un lingüista: que hay una intuición instantánea de la incorrección.
Marías. Hombre, luego nos puede salir bien o mal.
Pérez-Reverte. ¿No te ha pasado a ti, a veces, que, a lo mejor en una frase: «aquí tenía que ir una coma»? Vale, pero me queda mejor esta frase sin la coma. Y la quitas. Y no pasa nada, porque tu instinto te dice que esa coma no debe ir ahí, aunque teóricamente tuviera que ir. Esa osadía.
Vargas Llosa. Sí, sí. Esa es la frontera entre un científico de la lengua y un artista, un creador.
Marías. La cuestión del ritmo de la prosa para mí es esencial y yo percibo…
Vargas Llosa. Sí, la música, una música.
Marías. Me puedo estar equivocando, pero percibo esa música y soy capaz de rehacer una página entera a máquina, porque digo: «No, aquí necesito una sílaba más», como si fuera un poema. En esta frase de prosa, y a lo mejor de prosa meramente instrumental y descriptiva, utilitaria, necesito una esdrújula, este adjetivo…
Vargas Llosa. Sientes que falta algo o que hay algo que sobra en esa frase. Es algo muy subjetivo. Hay que meter el hacha y es tristísimo, pero…
Pérez-Reverte. Yo, cuando hago una novela, cojo un rotulador azul marino y hago una labor de poda a veces bestial, que es dolorosa.
Vargas Llosa. Pero fundamental.
Pérez-Reverte. A lo mejor una cosa que te ha costado dos días hacer, pero tiene que irse fuera. ¿Estás de acuerdo?
Vargas Llosa. Creo que hay que ser implacable. Es la enseñanza flaubertiana. Es Flaubert puro: cortar, cortar, cortar, corregir. No ser complaciente con uno mismo respecto a las palabras.
Pilar Reyes. ¿Y tienen palabras fetiche? Porque yo he detectado una palabra que Arturo usa mucho: lucidez, que Javier, no digo que la odie, pero no le gusta nada.
Marías. Ah, sí, nada. Ni lúcido ni lucidez.
Pérez-Reverte. Me gusta mucho, sí.
Vargas Llosa. ¿Y yo?
Pilar Reyes. Tú usas muchos diminutivos.
Vargas Llosa. Pero eso es peruano.
Pilar Reyes. Pero en el habla no los usas tanto.
Vargas Llosa. Es una característica nacional que viene del quechua. Parece que en quechua usar diminutivos es lo educado, una manera de mostrar educación.
Marías. En Andalucía se emplea mucho y es una manera de ser más amable: «Me traería un vasito de…». Como decirlo de manera pequeña.
Vargas Llosa. [Se ríe]. Sí, sí, «un champancito».
Pérez-Reverte. ¿Y cuales son las palabras fetiche de Javier? Él es perfecto para eso. No repite.
Marías. Yo tengo muchas. Tengo miles de preferencias. Claro, uno tiene preferencia, debilidad, por algunas y hay otras que las tiene prohibidas.
Pilar Reyes. Por ejemplo, Mario hace una cosa que me parece impresionante. En un momento pones a hablar a los personajes con una especificidad de habla muy clara, muy trabajada para ellos mismos. Y yo digo, ¿en qué momento sientes, por ejemplo, que empiezan a hablar?
Vargas Llosa. Es que un personaje se define por su manera de hablar. Quizá eso es porque en el Perú la compartimentación social era muy estricta. Entonces, lo que diferencia a las personas no es sólo su raza, su educación, sino su manera de hablar. Hay ciertas expresiones que sólo las puede decir una persona que pertenece a un cierto sector social y que otro no diría jamás para distanciarse, justamente, de quienes hablan de esa manera. Eso es algo para mí importante a la hora de construir un personaje. Tiene que tener una manera de hablar que, de alguna manera, represente el medio de donde viene, dónde se formó, cuáles son sus referencias. Esa característica es muy importante, porque está muy reflejada en el lenguaje.
Marías. Es importante según el tipo de novela que uno haga.
Vargas Llosa. Hombre, claro que depende mucho.
Marías. Yo, por ejemplo, no hago eso.
Pérez-Reverte. Porque igual tus personajes son todos de la misma clase social. Tu franja social es muy homogénea siempre.
Marías. Bastante sí, los principales sí. Además, a mucha honra.
Pérez-Reverte. Todos pijos [carcajadas].
Marías. No, no son pijos. Son un tipo de gente [siguen riéndose los demás] que siempre ha habido en España y que casi nunca la literatura se ha ocupado de ellos: la gente normal, más o menos cultivada. Si miras a la historia de la literatura española eso casi no ha existido. Poquísimo…
Pérez-Reverte. ¡Estoy de coña, Javier!
Vargas Llosa. Yo recuerdo mucho una anécdota de un escritor peruano que era bastante bueno, pero que era un chico muy humilde y escribió una novela sobre la alta clase social limeña [se ríe]. Era muy cómico porque hacía hablar a los personajes de la clase alta como él creía que hablaban, sin haberlo estudiado. Uno se acercaba en una fiesta a una chica y le decía: «Señorita, ¿por qué tal seriedad?» [carcajadas]. Era para morirse de la risa.
Marías. Parece como de Edgar Neville, ¿verdad?
Pilar Reyes. Tú, Arturo, por ejemplo, usas la palabra pocillo en el sentido de taza. Es del XIX y aquí no se usa, pero yo como colombiana lo veo. Y tú usas palabras para dar…
Pérez-Reverte. Uso mucho eso, sí. Utilizo deliberadamente muchas palabras de uso de la época, de uso antiguo, pero usándose en el presente. Y también palabras americanas como palabras normales españolas. Me gusta que la lengua española sea, al mismo tiempo, antigua y panhispánica. Y, además, sin complejos. Recupero una palabra del XVIII, una americana…
Vargas Llosa. Hombre, en eso está la riqueza de la lengua. La maravilla es que podemos hacer hablar en nuestra lengua a un extranjero, a un provinciano, a un señorito, a un niño pijo, a un campesino modestísimo… La lengua tiene todos los recursos habidos y por haber para hacer todas esas diferenciaciones. Eso es una maravilla del español.
Marías. Además, tenemos una cierta obligación, sobre todo los que todavía son muy leídos como Arturo.
Vargas Llosa. Oye, no me vengas a jugar al niño modesto, por favor [carcajadas]. No te vamos a creer.
Marías. Digo, por encima de todos.
Pérez-Reverte. [Riéndose]. Vete a hacer puñetas.
Marías. Es que se está produciendo un empobrecimiento brutal, no ya del léxico que la gente emplea, también del léxico que la gente comprende.
Vargas Llosa. Ah, sí, la tragedia moderna es esa. Y no se lee lo que no se entiende.
Marías. Jamás hay que renunciar a palabras levemente rebuscadas, y me refiero, por ejemplo, a la palabra enseres o a apaisado.
Vargas Llosa. Tienes que usarlas de una manera que no mate la ilusión, que no mate el hechizo.
Marías. Hay que usarlas con la naturalidad con la que uno las utiliza, pero nunca renunciar. No pensar: «Esto le va a chirriar al lector ignorante de ahora» o «esto va a tener que mirar en el diccionario». Mantener esto es, incluso, una especie de obligación. Lo que tú decías, mantener las palabras vivas, porque si no lo hacemos nosotros no las mantiene nadie.
Vargas Llosa. Se mueren, sí.
Pérez-Reverte. Es que palabras de hace 50 años pueden sonar arcaicas porque ya no las utiliza nadie. Oye, una cosa, yo tengo la mía, pero ¿y qué palabra de la lengua española es la que más felices os hace, la que más os gusta?
Vargas Llosa. Libertad. Es una palabra maravillosa.
Marías. Pero por el concepto, más que por la palabra.
Vargas Llosa. Pero qué bien suena, ¿no? Es una palabra rica, positiva, no es una palabra que te entristezca, a pesar de estar manoseada, tan mal usada.
Marías. Tan usurpada.
Vargas Llosa. Pero es una hermosa palabra.
Pérez-Reverte. La mía es ultramarinos. Lo tiene todo. Tiene latín, tiene historia, tiene mar, tiene América, tiene hasta aroma; huele a las tiendas de ultramarinos.
Vargas Llosa. ¿Por qué tiene historia?
Pérez-Reverte. Porque ultramarinos son los productos que vienen de las colonias. Es una palabra rica, es una novela de palabra. Me encanta.
Marías. Sí, nos evocaba todo eso en nuestra infancia.
Vargas Llosa. Sí, es cierto, huele a viaje, huele a exotismo.
Pérez-Reverte. ¿La tuya cuál es?
Marías. La mía es una palabra muy literaria. Remembranza, que es una palabra preciosa.
Pérez-Reverte. Hermosísima. Y te va mucho.
Vargas Llosa. Te va para el tipo de literatura que tú haces.
Pilar Reyes. Sí, tiene mucho que ver.
Pérez-Reverte. Las tres que hemos dicho corresponden a nuestra literatura, ¿verdad?
Vargas Llosa. Bonita pregunta, sí.
Pilar Reyes. Quería preguntarles ahora por la distinción entre escribir novelas y artículos de opinión, que los tres escriben y que son ejercicios tan distintos.
Vargas Llosa. Pero complementarios. A mí me hace bien escribir artículos porque es una manera de estar en la actualidad. No aislarte, no segregarte.
Pérez-Reverte. Y de que te lean cada semana.
Marías. Complementarios para nosotros, pero a la vez son mundos opuestos, ¿no?
Pérez-Reverte. Sin duda.
Vargas Llosa. Son muy distintos, pero son complementarios, porque si no es muy peligroso que la literatura se corte de la vida, de la calle. Es importante mantenerte unido a la vida.
Marías. Complementarios para el autor, para que no se desgaje completamente de la realidad y te obligues a estar atento, a no estar en nuestros mundos de ficción y nada más que en ellos. Pero son mundos opuestos. Y a mí me choca que soy mucho más sincero y brutal en las novelas que en las columnas, porque con estas tienes más presión.
Vargas Llosa. En la ficción creas una realidad paralela, ¿no?
Marías. Tienes mucha presión. Firmas con tu nombre. Antes decíamos que la gente te confunde con tus personajes o tus narradores, pero aquí lo digo yo y lo opino yo. En una novela no. Si sostengo esto en una novela, a mí qué me cuenta usted, ¿no?
Pérez-Reverte. Esa interposición es higiénica, sí.
Marías. Sí. Y luego, también hay una especie de necesidad, yo por lo menos, cuando hago las mías, de pensar, muchas veces: «Bueno, voy a decir algo que no caerá muy bien, pero tampoco voy a amargarles el domingo con algo terrible y pesimista».
Pérez-Reverte. Como sueles hacer los domingos [Vargas Llosa se ríe a carcajadas].
Marías. No, no amargo tanto.
Vargas Llosa. A veces, uno sale muy deprimido de tus columnas, no nos vamos a engañar [se agudizan las risas].
Pérez-Reverte. De las mías sales cabreado. De las tuyas deprimido.
Marías. Y de las tuyas, de vez en cuando, también [se ríe].
Vargas Llosa. A veces salimos todos muy deprimidos de lo que escribimos. Uno entristece también con lo que escribe.
Marías. Hombre, claro.
Pilar Reyes. Hay una columna de Arturo que me pareció especialmente deprimente.
Pérez-Reverte. [Se ríe]. ¿Cuál?
Pilar Reyes. La que ganó el Premio Don Quijote de Periodismo.
Pérez-Reverte. Los godos del emperador Valente.
Pilar Reyes. Arturo dice en un momento: «Europa tiene fecha de caducidad y se encuentra en liquidación por derribo. Incapaz de sostenerse. De defenderse. Ya sólo tiene dinero. Y el dinero mantiene a salvo un rato, nada más».
Pérez-Reverte. Yo hablo, sobre todo, de la cultura. Es decir, Europa es, para mí, Homero, Virgilio, Dante, Voltaire, Montesquieu, Chateaubriand…
Vargas Llosa. Europa son los derechos humanos, es el individuo, la propiedad y la vida privada, la democracia, la modernidad, la civilización; lo mejor que tenemos sale de Europa, no nos engañemos, sale del Occidente; es la gran contribución a la humanidad. Tenemos que estar muy contentos y orgullosos de ser esto.
Pérez-Reverte. Sí, pero permíteme terminar. Lo que este artículo pretende decir es, justamente, que todo ese sustrato sobre el cual se han cimentado los grandes avances, Europa como faro del mundo, de libertades; lo que es el hombre y los derechos del hombre, de la Revolución Francesa, se está yendo al carajo. Soy muy pesimista respecto al futuro de ese mundo, desde Homero hasta ahora que todo eso se está desmoronando.
Vargas Llosa. ¿Pero eres tan pesimista de verdad o es un rato de mal humor que…?
Pérez-Reverte. Soy pesimista de verdad. Yo creo que Voltaire, Montesquieu, Montaigne, Cervantes… están condenados a muerte.
Vargas Llosa. Muy pesimista, entonces. Yo creo que no.
Marías. Yo tampoco.
Vargas Llosa. Es un pesimismo que no tiene justificación, no es cierto que Europa esté en ese estado. Hay que mirar el mundo, mira lo que pasa fuera: el mundo entero está mucho peor que Europa.
Pérez-Reverte. Pero Europa era el faro y su luz está parpadeando.
Vargas Llosa. ¿Por qué crees que millones y millones de africanos, de asiáticos quieren venirse a Europa?
Pérez-Reverte. Por dinero, por cultura…
Marías. Bueno, no es sólo el dinero, también porque se sienten más a salvo.
Vargas Llosa. Saben que eso es mejor que lo que tienen, que hay unas oportunidades que no las tendrían nunca donde están.
Marías. Yo soy de los que piensa que hay ciclos. Es verdad que llevamos ahora un ciclo muy largo en el cual todo parece ir a peor, a más idiota, sobre todo, a más tonto, y que empiezo a dudar si… Realmente la Historia ha ido por ciclos, mejores, peores, más progresistas, más reaccionarios, más autoritarios, más liberales, y esto antes o después tiene que cambiar.
Vargas Llosa. Yo creo que es imposible que una persona como Arturo, que dedica su vida a escribir, que trabaja además como un galeoto, que se preocupa absolutamente tanto del destino de sus libros, tenga pesimismo. Tú eres la negación del pesimismo [se ríe Arturo]. El trabajo que tienes, cómo enfrentas tu vocación; hay una postura optimista en la base de todo eso.
Pérez-Reverte. Sí, pero desconfío de la condición humana. Todo se estrella en el mismo escollo.
Marías. Eso es irremediable y hay que hacerlo, además.
Vargas Llosa. Ah, bueno. Está bien, esa vigilancia me parece justa, pero que no creas en este mundo…
Pérez-Reverte. Ahora te lo digo al revés. Lo raro es que un tío con tu experiencia, tu cultura y con lo que sabes del ser humano y del mundo en que vivimos siga siendo optimista [se ríen].
Vargas Llosa. No hay alternativa, viejo. Si no, te mueres.
Pérez-Reverte. A lo mejor eso te mantiene joven, precisamente. Tu vitalidad, tu actividad, tu vigor quizá tengan mucho que ver con que sigues teniendo fe en esas cosas.
Vargas Llosa. Te mantiene, sí. Es importante mantener vivos los ideales, actuar como si la muerte fuera un accidente. Mira, a mí me gusta citar una frase que le oí a [Karl Raimund] Popper en Santander la última vez que vino a España [en 1991], poco antes de morir. «Sí, hay cosas espantosas. Donde miremos nos sentimos muy deprimidos. Pero nunca en la Historia hemos tenido oportunidades como hoy. Hemos explorado la materia, hemos llegado a la luna, tenemos todos los instrumentos para derrotar a los grandes enemigos de la humanidad: el hambre, la enfermedad, la explotación; sabemos lo que hay que hacer para tener una sociedad justa. Entonces, nadie tiene derecho a deprimirse».
Marías. Hay una cosa grave, muy grave. La gente cada vez ignora más cosas, cada vez sabe menos de Historia; ya no hay conciencia de lo que el mundo ha sido a lo largo de los siglos, con lo cual es muy difícil apreciar lo que tienen ahora.
Vargas Llosa. A mí me impresiona de España que los jóvenes no sepan que hace 40 años esto era una dictadura tercermundista. ¡No tienen ni idea! No saben lo que significa eso. Como si vivir en un sistema democrático es algo que se diera por sentado.
Marías. Hace poco me ha tocado escribir unas páginas en las cuales un personaje se queja: «Bueno, es que ustedes me impidieron elegir mi vida y tal». ¿Elegir su vida? Pero ¿de qué me está usted hablando? Vamos a ver, ¿cuándo la humanidad ha elegido su vida? Eso es un señoritismo de esta época. Creemos tener derecho a elegir nuestra vida y a decir: «Bueno, me voy a dedicar esto o a esto otro». Pero en el pasado las vidas estaban trazadas.
Vargas Llosa. Sí, sí.
Marías. Hasta no hace mucho la gente nacía y moría en su pequeña y mezquina ciudad o pueblo. Y si eran familias numerosas, pues un hijo al Ejército, otro a la Iglesia y las chicas, si son agraciadas a ver si las casamos, y si no son agraciadas a un convento. ¡Esto ha sido así durante siglos!
Pérez-Reverte. Al hilo de eso, ¿os dais cuenta del descrédito que tiene la élite y del acoso que hay? ¿Qué opináis de que la palabra élite sea sospechosa?
Marías. Cómo sospechosa, ¡es lo peor!
Vargas Llosa. Es que no hay cultura si no hay élites.
Pérez-Reverte. Y ya desde el colegio. Todo el sistema está creado para machacar cualquier destello de brillantez, de inteligencia o de independencia. Es terrible. Cuando un niño brilla el sistema va a por él, que no destaque, que no deje a los torpes atrás. Nos están dejando sin elites. Es el triunfo de los torpes.
Marías. Junto con machista, sexista y racista, elitista es hoy el peor insulto.
Pilar Reyes. Además, con una noción de élite totalmente antigua, como algo que heredas, no algo a lo que accedes por mérito propio; una construcción personal…
Vargas Llosa. Que haya una diferenciación de acuerdo a lo que es tu talento, tu capacidad de trabajo, tu contribución al bienestar general… Oye, si no hay eso, es que bueno, es un mundo puramente animal.
Pérez-Reverte. Creo que es una de las peores amenazas que tenemos.
Marías. Hay una especie de cicatería generalizada que no entiendo, porque mis artículos serán un poco deprimentes a veces, pero…
Pérez-Reverte. Y elitistas y elitistas [se ríen].
Marías. Elitistas, probablemente también [se ríe], pero creo que nada es más digno de celebrarse que surjan personas brillantes. Y cuantas más mejor. Y ahora es una cosa molesta. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo puede ser que eso no se aprecie? Lo que hay que hacer, que igual es lo que hace Arturo, es jamás dar nada por descontado, pero tener, al mismo tiempo, esa especie de fervor por lo extraordinario, por lo brillante, cuando surge. Y eso ahora se penaliza. A mí me pasó en la universidad, cuando di clase en la Complutense de Madrid.
Vargas Llosa. ¿Te gustaba enseñar?
Marías. Antes de empezar, no. Cuando iba a dar las clases pensaba: «¿cómo vas a llenar una hora?». Pero me ponía y me daba para dos clases [se ríen]. Lo dejé porque lo vi muy claro, y así me lo dijeron, además: «Mira, cuanto mejor lo hagas peor te irá». Y en un momento me dije: «No puedo estar más aquí».
Vargas Llosa. ¿Generabas envidias?
Marías. No sólo envidias. Por ejemplo, si hacía unos seminarios y los alumnos estaban encantados, eso obligaba a los otros docentes a hacer ese seminario y, claro… En Inglaterra y en Estados Unidos, donde también he dado clase, no sucedía nada de esto. Sólo en España. «Este que brilla y destaca me hace mucho daño porque subraya mis limitaciones». Eso es grave. Mira, mi padre siempre decía: «Yo entiendo muy bien la envidia entre un escritor y otro, uno que triunfa y el otro que no o entre un motorista que gana y otro que no; lo que no entiendo, y que se da mucho en España, es que una señora de su casa no soporte a un torero que triunfa. ¡Si esa señora nunca ha querido ser torera!» [se ríen].
Pérez-Reverte. Eso es muy español.
Marías. Esa envidia es terrorífica. La otra es normal, es comprensible. Y efectivamente se da y cada vez más. Es un muy mal síntoma.
Pilar Reyes. Yo siento desde el mundo del trabajo y de la empresa, por ejemplo, que cada vez están más en descrédito el conocimiento, la sabiduría y lo que importan son los datos. Esto es una descompensación sintomática de lo que pasa en la sociedad. Aprender a leer esa masa de datos para sacar unas conclusiones, es más importante que tener el conocimiento para cambiar o generar esos datos. Es aterrador.
Vargas Llosa. El conocimiento será únicamente de las máquinas. Terrible.
Pilar Reyes. Solo una última pregunta. Los tres están ahora terminando libros…
Pérez-Reverte. Los tres trabajando para ti.
Vargas Llosa. Sí, ¿qué te parece?
Pilar Reyes. ¡Emocionante! Les quería preguntar: ¿cómo es ese estado final de cierre de un libro?
Pérez-Reverte. El de Javier insoportable [carcajadas].
Marías. Sí, para mí, quieres decir.
Pérez-Reverte. No, a ver. Te voy a hacer yo una interpretación de Javier. Paradójicamente, en esa fase final es un hombre encantador. En cuanto Javier tiene una novela, es una delicia de Javier. Es para llevárselo a casa.
Vargas Llosa. ¿Inmediatamente que la termina?
Pérez-Reverte. No, cuando la está terminando, porque es un hombre relajado. Cuando la empieza es insoportable. Dice: «No sé si la acabaré. Es malísima. No sé si la publicaré». Te hace unos números de agonía que son la leche [se ríen].
Marías. No, no…
Pérez-Reverte. ¿Cómo qué no? Aquí hay un testigo [señala a Pilar Reyes]. ¡Que eres un agonías!
Marías. Perdona, yo estoy…
Pérez-Reverte. Déjame terminar. Cuando está a punto de terminarla y ya la ve, se relaja, está contento y, entonces, es un hombre feliz, encantador, sonriente [se ríen]. ¿Es o no es así, Javier Marías?
Marías. No es así, porque yo procuro ser agradable en todo momento [carcajadas]. Cuando yo cierro la máquina de escribir no me llevo la cosa fuera de casa ni doy la lata con eso. Sí tú me preguntas, pues te digo: «Lo que estoy escribiendo es una porquería» [sonríe]. Es verdad, porque así lo siento siempre mientras lo escribo.
Pérez-Reverte. No sé si la terminaré, no sé si esta novela…
Marías. Eso sí: «debería tirarla, esto es una porquería» [se ríe]. Mi inseguridad es irremediable y creo que ha empeorado, incluso, con los años.
Pérez-Reverte. Bueno, ahora estás en el final, con lo cual estás feliz.
Marías. Ahora estoy en una fase final, la cual es una fase loca, como tú bien sabes.
Vargas Llosa. Además, la felicidad que te da terminar. Porque tú, cuando estás metido, no sabes si vas a terminar alguna vez. La idea de terminar levanta el espíritu.
Marías. Sí, tiene uno ganas de terminar y, a la vez, gran temor, porque dices: «Bueno, ¿y ahora qué? Y ahora prescindo de este mundo de ficción que me ha acompañado durante dos años».
Pérez-Reverte. Pues te buscas otro y ya está, que es lo que hago yo.
Marías. Sí, ya me acuerdo del día en que estuvimos en lo de los 50 años de Alfaguara que vosotros teníais un armario lleno de historias llamando a la puerta [se ríen]. «¡Arturo, Mario, hacednos caso!». No es así conmigo. Yo hasta que se me vuelve a ocurrir algo, pasa tiempo. Pero bueno, la fase final es, para mí, un periodo ya de temor y ganas de ponerle punto final. Las dos cosas juntas. Mucho temor y muchas ganas de hacerlo. Y luego también hay, supongo que eso nos pasa a todos, las prisas, el cansancio que ya se acumula y el temor a que por esa impaciencia acabes estropeando el final. Ya sabes: «aquí me tengo que calmar, aplacar las prisas», que, por otra parte, son inaplacables en ese momento. Pero debo mantener el tempo, el ritmo; no puedo, de pronto, abreviar. Y es una tentación.
Vargas Llosa. «Aplacar las prisas». Qué bonita expresión. No apresurarte, porque puedes meter la pata, estropear lo que está bien. Pasa mucho.
Pérez-Reverte. Yo no tengo fase… Cuando termino una novela ya tengo en la cabeza la siguiente. Lo mío es un proceso continuo.
Marías. ¡Es intolerable! [sonríe]. ¿Acabas una y tienes la siguiente?
Pérez-Reverte. A la semana ya estoy escribiendo otra. A veces, sí que tengo ganas de llegar al final y ver si cumplo el ciclo que tenía previsto, porque yo planifico cada novela, para empezar el siguiente. Además, una historia que estás terminando no es que te aburra, pero ya es demasiada convivencia. Te apetece cambiar, abrir la ventana, sentir otra vez esa ilusión, ese estado de expectación, dormirte cada día pensando en lo que escribirás por la mañana. Levantarme y decir: «¡Me toca novela nueva!». En vez de: «¡Maldita sea, me toca artículo!» [se ríen todos a carcajadas]. Es que cuando te toca novela es: pa, pa, pa, pa… En fin, que yo no tengo esa ruptura que tiene Javier.
Pilar Reyes. Además [a Javier], tú nunca tienes el final.
Marías. No. Hace no mucho, andaba por la página 500 y te dije: «Estoy sacando nuevos personajes» [se ríen a carcajadas]. Mi última novela tuvo 558 páginas. Esta se va a ir por alguna más. Aunque también me quedará la labor de revisión y de poda.
Vargas Llosa. Sí, hay que ser implacable. Es Flaubert puro: cortar, corregir, cortar; no ser complaciente con uno mismo respecto a las palabras. Hay que meter el hacha. Aunque también el exceso de autocrítica puede ser muy destructor. Si insistes en corregir y en rehacer, puedes estropear lo que estaba bien. Hay que saber cuál es el límite.
Marías. Yo no hago eso.
Pilar Reyes. ¿Vosotros sabéis que Javier va llevando la lista de cuántas páginas escribe cada mes?
Pérez-Reverte. Eres un psicópata [se ríe]. Te debes a tu fama, a tu leyenda.
Marías. Y también la de cuántos días del mes he podido trabajar. Es que me interesa. El año pasado hubo 161 días que no pude trabajar. Ni intentarlo. Ahora esto, ahora lo otro, una interrupción…
Pérez-Reverte. Hay que tener un cierto egoísmo; un: «hoy no me pongo ni que me llame…».
Marías. La novela no es como la poesía. Si no hay una continuidad es que no…
Pérez-Reverte. Y un estado de gracia, un estado creativo, que si lo rompes te cuesta retomarlo otra vez.
Marías. Pero vuelvo. Me cuesta, pero vuelvo. Cuando hago una interrupción de cuatro, cinco, siete días, a menudo me digo: «¿Y quiénes son estos? ¿Qué es lo que les está pasando? Si ya no me acuerdo de nada» [se ríe].
Vargas Llosa. Como la historia de Balzac, que escribía tres novelas a la vez y las historias se le confundían y los personajes se le cruzaban. Y al final encontró la manera maravillosa esa de hacer saltar a los personajes de las historias. ¡Pero es que le ocurría en la vida real! ¡Fantástico!
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Fotos: Antón Goiri
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