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Marc Casals: "Muchas heridas de guerra no se cierran jamás" - Zenda
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Marc Casals: «Muchas heridas de guerra no se cierran jamás»

En pleno siglo XX, superados los horrores de las dos grandes guerras, después de haber conseguido superar al fascismo, con el muro de Berlín caído, y el comunismo extinguido, en los años 90 asistimos al desmembramiento sangriento de Yugoslavia.

Foto de portada: Marc Casals por Aida Redžepagić

Europa al oír hablar de Bosnia-Herzegovina se debería poner colorada de la vergüenza. Sin embargo, le sigue invadiendo la pereza, y le entra un ataque agudo de indiferencia. En el siglo XX, en los años 90, superados los horrores de las dos grandes guerras, después de haber conseguido superar al fascismo, con el muro de Berlín caído, y el comunismo extinguido, asistimos al desmembramiento sangriento de Yugoslavia. Marc Casals acaba de publicar La piedra permanece en la editorial Libros del K.O. Una obra que pretende desmontar tópicos, acabar con mitos y demoler prejuicios sobre los Balcanes —donde ha vivido desde 2004—, a través de 16 historias de 16 personas: bosnios musulmanes, serbios, croatas, montenegrinos y judíos.

Zenda conversa con Marc Casals sobre su obra y sus experiencias en Bosnia-Herzegovina en esta entrevista.

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—Mi generación creció pensando que las guerras solo pasaban en las películas. Sin embargo tuvimos una en nuestro continente, en tiempo real. La guerra de Bosnia en cifras asusta: 100.000 muertos, casi los mismos heridos y 2.200.000 desplazados, la mitad de su población. ¿No supimos lo que estaba pasando, o no quisimos saber? ¿Por qué toleramos un genocidio así en Europa?

"No creo que hubiese una voluntad de no saber, pero sí un desconcierto ante lo que ocurría"

—Saber lo que estaba ocurriendo se sabía: no olvidemos que, junto a la primera Guerra del Golfo, la Guerra de Bosnia fue el primer conflicto bélico televisado de la Historia. No creo que hubiese una voluntad de no saber, pero sí un desconcierto ante lo que ocurría. Los Balcanes siempre habían sido una zona más bien desconocida y Yugoslavia era un país lejano e identificado con el mundo socialista, lo cual, sumado a la complejidad étnica y religiosa de Bosnia, creo que hizo que ni muchos políticos ni el público en general terminasen de entender lo que estaba ocurriendo. A la incomprensión hay que sumarle el arraigado prejuicio contra el islam que existe en Europa. Sigue vigente la pregunta que lanzó Juan Goytisolo, implicadísimo en la causa bosnia y autor del libro Cuaderno de Sarajevo, acerca de si el mundo hubiese permitido que un ejército “musulmán” asediase durante años una ciudad europea de mayoría “cristiana” de la misma forma en que un ejército “cristiano”, el de los serbios de Bosnia, estaba asediando Sarajevo.

—1.425 días duró el asedio de Sarajevo. El ejército serbio los machacó con su artillería, pero, sin embargo, no pudo tomar la ciudad por su falta de efectivos de infantería. ¿Qué habría pasado si Mladić hubiese conseguido entrar en la capital de Bosnia?

—Diría que la posibilidad de que Mladić tomase Sarajevo quedó excluida desde el momento en que la ciudad se convirtió en el foco de la atención internacional y adquirió un estatus de símbolo. Por otra parte, como dices, durante toda la guerra el Ejército de la República Srpska, poseedor de mayor cantidad de armamento, tuvo que lidiar con la escasez de tropas de infantería, y es conocido que cualquier tropa que intente tomar una ciudad va a sufrir un número considerable de bajas. Pero el sitio de Sarajevo resultó útil para el bando serbobosnio, en el sentido de que tener bloqueada la capital dificultaba la coordinación del bando probosnio, suponía una baza a la hora de negociar un hipotético reparto territorial y distraía la atención de lo que ocurría en otros territorios más fácilmente conquistables y llamémosle “serbizables”.

Foto: Aida Redžepagić

—Los habitantes de Sarajevo llamaban a la NATO —OTAN en inglés— «No Action, Talking Only». ¿Por qué hubo esa pasividad hasta la masacre de Srebrenica?

"La Operación Fuerza Deliberada, una campaña de bombardeos contra la República Srpska en verano de 1995, fue uno de los factores que llevó a la paz en Bosnia"

—La historia de la comunidad internacional, y en particular de la Unión Europea, hasta la llegada al poder de Bill Clinton en los Estados Unidos y Jacques Chirac en Francia, es una de ineficiencia y desunión. Solo cuando EEUU asumió el liderazgo respecto a los Balcanes se forjó una posición cohesionada y proactiva respecto a cómo intervenir para acabar con la guerra en Bosnia, pero en aquel momento ya era tarde para decenas de miles de bosnios fallecidos en el conflicto bélico. La Operación Fuerza Deliberada, una campaña de bombardeos contra la República Srpska en verano de 1995, fue uno de los factores que llevó a la paz en Bosnia, pero tengo la impresión de que se ha escrito poco sobre ella en comparación con los bombardeos en Serbia por parte de la OTAN en 1999. En el libro me ocupo de cómo la vivieron dos serbobosnios, Dobrila en Pale, entonces capital de la República Srpska, y Mladen en Višegrad. En ambos casos fue una experiencia traumática.

—Yugoslavia siempre fue una excepción y motivo de discordia. Incluso cuando estaba en el bloque comunista fue un verso suelto.

—Sí, tras un momento inicial con aplicación de políticas ortodoxas, el partido comunista yugoslavo fue expulsado de la Internacional Comunista. Una vez fuera del Bloque del Este, Yugoslavia buscó trazar un camino propio en varios sentidos. En el económico aplicó la llamada “autogestión”, en virtud de la cual los trabajadores de empresas y miembros rasos de organismos gozaban de cierto peso en la toma de decisiones, mientras que en el geopolítico impulsó el Movimiento de Países No Alineados, reacios a integrarse en uno de los dos grandes bloques de la Guerra Fría. Estas políticas acentuaron el carácter experimental de Yugoslavia, hasta entonces un intento de aunar a los eslavos del sur pese a su diversidad nacional y religiosa. Como sabemos, el experimento terminó en fracaso, con consecuencias nefastas.

—Hasta en 22 ocasiones intentó Stalin acabar con Tito sin éxito. El mariscal consiguió alimentar el culto a su personalidad sin tener que usar los métodos del líder soviético. Una de sus obsesiones fue conseguir la reconciliación y evitar el duelo fratricida. ¿Por qué tardaron tan poco tiempo en enfrentarse una vez muerto el dictador?

"Los nacionalismos siguen dominando hoy antiguas repúblicas como Serbia o Bosnia"

—De la muerte de Tito al estallido de la guerra en Eslovenia transcurre una década, pero sí es cierto que la situación va empeorando a lo largo de los años 80. Para empezar, los nacionalismos en cuyo nombre se cometieron crímenes atroces durante la Segunda Guerra Mundial no habían desaparecido, sino que se encontraban en estado latente, e incluso habían amagado con reaparecer ya en vida de Tito. Pensemos en la Primavera Croata de principios de los 70, una revuelta de cuadros del partido que reivindicaba una mayor atención a las cuestiones nacionales de Croacia. La desaparición de Tito como figura tutelar, la concentración del poder en manos de las repúblicas que conformaban Yugoslavia y la rememoración de los crímenes de la Segunda Guerra Mundial hicieron que los nacionalismos fuesen resurgiendo a lo largo de los años 80 para lograr la hegemonía hacia el final de la década y con las primeras elecciones democráticas. En antiguas repúblicas, como Serbia o Bosnia, siguen dominando hasta hoy.

Sarajevo. Foto: Carles Palacio

—¿Se puede condensar un país con tantos matices como Bosnia en un libro?

—¡No me hagas dudar sobre eso ahora que ya está el libro en la calle! (Ríe) Bromas aparte, uno de mis objetivos principales a la hora de escribir La piedra permanece era mostrar esa complejidad de Bosnia, quizás no toda, porque un libro no alcanza, pero sí en la medida de mis posibilidades. Me gustó la frase que la editorial, Libros del K.O., puso en la contraportada: “No es posible condensar un país en un libro. La piedra permanece intenta lo contrario: expandirlo”. Creo que tanto el arte como cualquier teorización sobre la realidad tienen una doble función que solo es contradictoria en apariencia: por un lado, explicar un poco más y mejor la realidad y, por el otro, complicarla para que al destinatario le surjan nuevos interrogantes. De esta forma uno sigue en un cierto estado de perplejidad respecto al tema de que se trate, pero ya desde un nivel de comprensión superior.

—El final del asedio marcó el principio de la corrupción. Una nueva condena. Los habitantes de Sarajevo escaparon de los serbios para ser prisioneros de sus propios vecinos. Congo, Sierra Leona, Afganistán, Haití, Bosnia… Hay países que parece que no pueden escapar a su maldición.

"No es cuestión de maldiciones eternas, sino de que el marco político otorgue a un país las herramientas para superar esas grandes tragedias"

—Hace un tiempo en Bosnia se comentó bastante la noticia de que Ruanda, que como sabes fue el escenario de un genocidio en el que pereció en torno a un millón de personas, se ha convertido en uno de los países más desarrollados de África. Se ha duplicado la población de seis a doce millones, la esperanza de vida es de 67 años y se ha potenciado el desarrollo de tecnología e infraestructuras. Obviamente, los bosnios lo contrastaban con el estancamiento que vive su país desde hace unos tres lustros. Te pongo el ejemplo de Ruanda para mostrar que no es cuestión de maldiciones eternas, sino de que el marco político otorgue a un país las herramientas para superar esas grandes tragedias que son la guerra y el genocidio. En Bosnia ahora mismo resulta imposible, entre otros motivos por su clase política, corrupta y clientelar.

—Odios ancestrales, el polvorín de Europa, avispero balcánico… ¿Hay una retórica de malditismo cuando hablamos de los Balcanes?

—Ante la falta de conocimiento directo el recurso más fácil es el estereotipo y a los Balcanes les ha tocado el estereotipo negativo que comentas. No se trata de irse al extremo opuesto y hacer publirreportajes, pero sí de mostrar cómo la atormentada historia de la región en el siglo XX se debe a causas históricas, políticas, económicas, etc., y no a ninguna esencia maldita. Y también de mostrar lugares, mentalidades, tradiciones, costumbres y obras de creación en las que se repara menos porque la mayoría de miradas se dirigen a las guerras y los choques de identidades.

Srebrenica. Foto: Carles Palacio

—Si el archiduque Francisco hubiese sido asesinado en Milán, Barcelona o Budapest, ¿cómo habría sido el futuro de los Balcanes, de Yugoslavia, de Bosnia?

—Creo que hay que ser prudente con las ucronías, pero el asesinato del archiduque Francisco Fernando simplemente fue la manifestación de una pugna geopolítica por el dominio de la Península Balcánica que se venía arrastrando desde la decadencia del Imperio otomano. Probablemente esa pugna se hubiese desarrollado en términos similares sin el asesinato del archiduque y, si uno toma distancia, quizás podamos decir que se sigue desarrollando todavía hoy. La disolución de imperios multinacionales como el otomano y el austrohúngaro y el proyecto de sustituirlos por estados monoétnicos han causado grandes sufrimientos en los Balcanes, de los que las guerras de los 90 constituyen el capítulo más reciente.

—Al igual que ocurrió en otros países del bloque soviético, como Rumanía, una nueva casta de burócratas corruptos ha sustituido a los comunistas. ¿Podrá algún día la ciudadanía escapar a ese control?

"La triste realidad es que la comunidad internacional vive en una contradicción"

—Difícilmente podrán conseguirlo sin ayuda externa y la triste realidad es que la comunidad internacional vive en una contradicción: mientras numerosas organizaciones trabajan en la creación de una sociedad civil concienciada y democratizadora en los Balcanes, los gobernantes prefieren pactar con los cabecillas nacionalistas porque, aunque autoritarios y corruptos, garantizan, aunque sea de momento, la estabilidad en la región. Aparte de dejar en la estacada a los ciudadanos de a pie, esta política entraña riesgos, porque en cualquier momento uno de estos cabecillas, percibiendo la contemporización de la Unión Europea y EEUU como un signo de debilidad, puede envalentonarse y forzar la máquina como está haciendo ahora el líder serbobosnio Milorad Dodik.

—En la sociedad bosnia son importantes las apariencias y evitar las murmuraciones. Habla en su libro de la propensión del vecindario a entrometerse en la vida ajena. ¿Qué ocurre cuando tus antepasados son serbios o los de tu mujer croatas?

—Pues depende del vecindario, la verdad. Yo creo que en el centro de Sarajevo, que es donde he vivido todos estos años, se sigue cultivando ese mirar por encima de las etnias y fijarse solo en la persona. Por otra parte, hay gente con las ramas familiares tan mezcladas a los que ni siquiera se puede pegar una etiqueta nacional. Tengo un amigo taxista, católico, cuya familia proviene de Serbia, Croacia y Bosnia. Se ha casado tres veces: con una serbia, con una croata y ahora con una bosniaca. ¿Qué etnia le atribuimos? Él se sentía antes como yugoslavo y ahora como sarajevita y bosnio, es decir, todas identidades supraétnicas. A veces desde fuera se perciben las etnias como compartimentos estancos cuando, como suele ocurrir, la realidad es bastante más compleja.

Sarajevo. Foto: Carles Palacio

—Pese a todo el sufrimiento de las últimas décadas, de los últimos siglos, Bosnia se asoma como un país hedonista. ¿Es ese carácter vitalista el secreto para sobrevivir a su historia?

—Dentro del carácter bosnio me parece un rasgo fundamental y admirable esa capacidad de seguir gozando pese a los sinsabores de la vida. La verdad es que no sé cómo muchos de ellos lo consiguen, conociendo las historias que arrastran, pero es algo que he comprobado una y otra vez. Creo que esa alegría y capacidad de disfrutar sobresale aún más en contraste con el fondo de la tragedia que, en mayor o menor medida, ha alcanzado a casi todos. Ese pequeño triunfo de la vida sobre la muerte es una de las cosas que he intentado mostrar en el libro.

—El director de cine Kusturica y su guionista Abdulah Sidran escenifican con su relación lo que pasó en Bosnia. Amigos y colaboradores durante la creativa década de los 80 en Sarajevo, luego se distanciaron por el conflicto. ¿Cómo pudo ser tan sencillo el paso del amor al odio entre amigos, compañeros de trabajo, familiares…?

"Las identidades son una fuerza poderosa y, en situaciones de polarización nacional, mucha gente da volantazos ideológicos sorprendentes"

—Las identidades son una fuerza poderosa y, en situaciones de polarización nacional, mucha gente da volantazos ideológicos sorprendentes. Piensa que la propia polarización te obliga a tomar partido: o estás con este bando o estás con el otro o estás con el tercero. Tienes que elegir, y a nadie le importan tus contradicciones o tu identidad compleja. Pero también ocurre que hay evoluciones totalmente imprevistas que, viéndolas con perspectiva, dejan a uno perplejo, como las de Kusturica y Sidran. Ya se sabe que las masas y el identitarismo generan cierta ebriedad y, cuando se despiertan, no son precisamente pocos quienes se dejan intoxicar.

—»Fue en 1988, y mientras nos preparábamos para dejar el número 14 de la calle Senoina, entre las numerosas muestras de tristeza de nuestros amigos y familiares, la televisión retransmitía en directo la revolución de los yogures, el momento en que Voivodina perdió su autonomía y en que la mierda empezó a extenderse por toda Yugoslavia«. Esto escribió Kusturica en sus memorias, ¿Dónde estoy yo en esta historia?, con la certeza de que no podrá volver a Sarajevo. ¿Quizás hemos clasificado en buenos y malos sin comprender que también hubo víctimas y exiliados en el bando serbio?

—Las posiciones políticas de Kusturica son de un cinismo atroz, porque de cara a los medios internacionales se vende como antiimperialista de izquierdas mientras de puertas adentro ejerce como aguador del nacionalismo serbio. Dicho esto, por supuesto que hubo víctimas y exiliados en el bando serbio, como hubo criminales, colaboradores y gente que miró hacia otro lado. De hecho, me he esforzado especialmente por mostrar la tradición serbia en Bosnia, las vivencias de los serbios durante la guerra y su posición en la Bosnia actual, porque me parecían caricaturizados: o bien criminales de guerra o víctimas inocentes de una conspiración internacional. Y además en bloque, como si entre los serbobosnios no existiese una diversidad de trayectorias, experiencias, opiniones, etc. Por ese me parecía importante presentar a los serbios de Bosnia en su complejidad sin justificar ningún crimen ni caer en la propaganda nacionalista.

Sarajevo. Foto: Carles Palacio

—Hablamos de Bosnia Herzegovina como una sola nación, pero sin embargo hay dos y muy diferenciadas: la federación y la República de Srpska.

—No hay que confundir las estructuras administrativas con las identidades. Bosnia-Herzegovina es un Estado, según su constitución formado por tres pueblos constituyentes que son bosniacos, croatas y serbios. El territorio de ese Estado se divide en dos entidades, la Federación y la República Srpska, además del cantón de Brčko, situado en el lugar donde se juntan Bosnia, Croacia y Serbia. Dentro de las dos grandes entidades, en la Federación predominan los bosniacos y los croatas, mientras que en la República Srpska lo hacen los serbios. Sin embargo, conviene matizar para evitar esa impresión de bloques monolíticos: aunque el nivel de separación física entre etnias se disparó con la guerra, actualmente una cuarta parte de la población bosnia vive en un municipio donde su etnia no es la mayoritaria.

—Las mujeres fueron las grandes víctimas de la guerra. Se estima que hasta 40.000 de ellas fueron violadas. Cuando terminó el conflicto se vieron envueltas en un mundo patriarcal. ¿Ha evolucionado la sociedad Bosnia en este sentido?

"Respecto a las violaciones perpetradas durante la guerra, creo que se ha avanzado a la hora de romper el manto de silencio que las cubría"

—Respecto a las violaciones perpetradas durante la guerra, creo que se ha avanzado a la hora de romper el manto de silencio que las cubría, por ser una experiencia traumática y porque en ocasiones el hecho de revelarlas hacía que la víctima fuese rechazada por su propio entorno. Aunque dentro de las familias posiblemente se sigan dando estas situaciones, las violaciones a mujeres (no así a hombres) se han incorporado al discurso público sobre la guerra y creo que eso supone un progreso respecto a la situación anterior. Bosnia sigue siendo una sociedad conservadora, quizás hoy en día más que cuando formaba parte de Yugoslavia, así que el patriarcado continúa gozando de buena salud.

—De todas esas mujeres, usted retrata a una en su libro con una historia sobrecogedora, Fazila. Para el lector de La piedra permanece esta mujer debería ser la conciencia de su ciudad y del conflicto. ¿Hay miedo a saber, vergüenza de recordar, lo que pasó en Srebrenica?

—Personalmente tengo la percepción contraria: que fuera de Bosnia lo que se recuerda de la guerra son el sitio de Sarajevo y el genocidio de Srebrenica. Y, tanto en Bosnia como en los países vecinos, Srebrenica es un tema muy controvertido y presente en los medios de comunicación, sobre todo la semana del 11 de julio, aniversario del genocidio. Luego se extiende el silencio, salpicado de alguna polémica ocasional. Curiosamente, todo el foco mediático que existe sobre Srebrenica no ilumina sino que difumina su realidad y a las personas que la habitan, un fenómeno que procuré subsanar, dentro de mis posibilidades, con la historia de Fazila. Quería contar la historia de Srebrenica y denunciar el contraste entre su elevación a símbolo y la desatención que sufre como lugar real. Además de rendir homenaje a la fuerza y la serenidad de esa mujer, claro.

Sarajevo. Foto: Carles Palacio

—Una de las imágenes más dramáticas y también esperpénticas del sitio de Sarajevo fue la de los francotiradores serbios escondidos para efectuar sus disparos en la capilla del cementerio judío que recordaba el Holocausto. ¿Cómo es la vida de los judíos en la Bosnia actual?

—Para empezar, hay que decir que quedan pocos, en torno al millar. El Holocausto, donde perecieron 10.000 de los 14.000 judíos bosnios, y la partida de muchos de Bosnia durante y después de la guerra han diezmado a la comunidad. Durante una época iba a la única sinagoga que queda en Sarajevo para ver la ceremonia del sabbat, que por aquel entonces oficiaba David Kamhi, protagonista de un capítulo del libro. Para celebrarla, debía haber una especie de quórum llamado minyán, que consiste en la presencia de 10 varones de más de 13 años, y la mayoría de veces ese minyán se alcanzaba por poco. Pero los judíos que quedan, la mayoría en Sarajevo, son respetados, tanto que esa sinagoga debe ser de las pocas de Europa que no tiene seguridad en la puerta.

—Inela Nogić fue Miss Sarajevo. Este certamen de belleza, celebrado en medio de las bombas, inspiró a Bono —cantante de U2— para hacer una canción con el tenor Luciano Pavarotti y financiar un documental. Una pancarta aparecía en medio del vídeo: «No dejen que los maten». ¿Debería haber habido un mayor compromiso de los artistas internacionales con la población de Bosnia?

"Peter Handke, por su espíritu crítico con los medios occidentales y su voluntad de mostrar el otro lado del conflicto, terminó derivando en blanqueador del nacionalismo serbi"

—Hubo cierto compromiso, encarnado no solo por Bono y U2, sino también por intelectuales como Juan Goytisolo, a quien mencionábamos al principio, o Susan Sontag. No me aventuraría a decir cuál era la cantidad justa de compromiso que debían haber tenido los artistas internacionales, pero estoy seguro de que, en el caso de muchos, el desconocimiento de las realidades yugoslava y bosnia que comentábamos antes tuvieron un papel. Luego están casos como el del Nobel Peter Handke, que por su espíritu crítico con los medios occidentales y su voluntad de mostrar el otro lado del conflicto terminó derivando en blanqueador del nacionalismo serbio.

—El Sarajevo film festival fue creado en medio del conflicto. Haris Pašović fue su impulsor. Los periodistas le preguntaron qué sentido tiene organizar un festival en medio de la guerra. Él les contestó: «¿Y qué sentido tiene celebrar una guerra en medio de un festival?». ¿Puede la cultura salvar a la sociedad bosnia en el siglo XXI?

—El Sarajevo Film Festival fue una iniciativa enmarcada en la voluntad de hacer una vida lo más normal posible durante el sitio de Sarajevo, no solo para preservar la cordura sino también como desafío a los asediadores y reafirmación de la propia humanidad. Había todo tipo de eventos culturales y también muchas fiestas, sobre las que hablo en el segundo capítulo, cuyo protagonista solía tocar la guitarra y cantar en ellas… Pienso que la cultura es la más elevada y valiosa de las creaciones humanas, un refugio ante un mundo a veces incomprensible y hostil, pero dudo que por sí sola pueda salvar a Bosnia ni a ninguna otra sociedad. Para bien o para mal, esa es una función de la política, ejercida por los actores tanto locales como internacionales y por los ciudadanos de a pie.

Mostar. Foto: Carles Palacio

—El conflicto balcánico también influyó en el deporte. Yugoslavia era referencia en balonmano y, sobre todo, en baloncesto. Divac —serbio— y Petrović —croata—, dos antiguos amigos, acabaron enfrentados por sus posturas sobre la guerra. La generación de oro del básquet de ese país acabó repartida en las nuevas selecciones que surgieron: Radja en Croacia, Zdovc en Eslovenia, Kukoč en Croacia y Paspalj en Yugoslavia. Quizás ninguna situación escenificó mejor esa división política y social que la fragmentación deportiva.

—No creo que entre los deportistas yugoslavos ocurriese nada sustancialmente distinto a lo que ocurrió entre el resto de la población, pero el deporte era el aspecto más visible de Yugoslavia y, de esta forma, el público internacional fue testigo de las rupturas y la dispersión entre antiguos compañeros e incluso amigos. La verdad es que, también deportivamente, es una pena que Yugoslavia se rompiese, porque todos aquellos jugadores y equipos tenían un encanto especial. Aunque en mi caso solían ser sinónimo de disgusto, porque de niño estaba loco por el baloncesto y mi equipo era el Barça, así que te puedes imaginar cómo vivía aquellos enfrentamientos con la Jugoplastika de Kukoč, Radja y compañía que solían acabar mal.

—¿Cómo ha vivido Bosnia el confinamiento y la pandemia?

"Ahora mismo Bosnia ocupa el tercer lugar en muertes por habitante del mundo, solo por detrás de Perú y Bulgaria"

—La primera ola fue más benigna que en España o en Italia, supongo que porque Bosnia se encuentra más apartada de los flujos internacionales de circulación de personas, pero se adoptaron las mismas medidas de confinamiento que en el resto del mundo. La segunda y la tercera sí fueron especialmente devastadoras e incluso el virus se llevó a uno de los protagonistas del libro, David. Ahora mismo Bosnia ocupa el tercer lugar en muertes por habitante del mundo, solo por detrás de Perú y Bulgaria. Además de que, tras el primer confinamiento, las medidas de prevención se siguen de aquella manera, el abastecimiento de vacunas ha sido mucho más lento que en el resto de países de los Balcanes y, como en todos ellos, existe un porcentaje significativo de la población reacio a vacunarse. Hace un mes estuve en Sarajevo y le pregunté a una amiga por la pandemia. Me dijo: “La verdad es que no va tan mal, teniendo en cuenta lo poco que nos cuidamos”.

—¿Cómo es la vida en la Bosnia de 2021? ¿Qué ha cambiado en estos 25 años? ¿Se han cerrado las heridas de la guerra?

—Durante la primera década posterior a la guerra existía la sensación de que, pese al horror del que salía Bosnia, el país avanzaba y que el futuro sería mejor. En torno a 2005 la situación se fue estancando hasta llegar a la actualidad, con el líder serbobosnio Milorad Dodik amagando con la secesión y unas negociaciones bajo los auspicios de la UE y los Estados Unidos que veremos en qué terminan. Muchas heridas de guerra no se cierran jamás, tanto a nivel personal como colectivo, ni creo que sea deseable que se cierren. Bastaría con que, aceptando lo ocurrido, el país se encaminase hacia algún futuro más halagüeño que el simple resistir.

—¿Podrán volver algún día a Sarajevo los serbios que huyeron después de la Paz de Dayton?

"Podemos asistir a un nuevo socavamiento del Estado central que debilitaría aún más a Bosnia"

—Si la pregunta implica que se les prohíbe volver no es cierto, como tampoco nadie ha prohibido volver a los retornados no serbios a la República Srpska. Otra cuestión es que mucha gente no quiera vivir otra vez en el lugar donde vivió experiencias traumáticas y donde ahora su etnia se encuentra en minoría, sobre todo si con el paso de los años han reconstruido su vida en otro lugar. La verdad es que es una lástima que la mayoría de retornados sean gente de cierta edad, porque cuando dentro de unos años mueran la demografía bosnia se acercará más a estar compuesta de bloques homogéneos, cosa que puede dificultar el funcionamiento del país y, por desgracia, seguro que lo empobrece a nivel social, cultural y humano.

—¿Cómo ve la Bosnia-Herzegovina de las próximas décadas?

—A la luz de la situación política actual, quizás sea mejor hablar sobre cómo será Bosnia dentro de un año. Como viene recogiendo la prensa de todo el mundo, el líder serbobosnio Milorad Dodik anda en plena escalada retórica y amenaza con ir retirando a los serbios de las estructuras estatales. Al mismo tiempo, el líder croata Dragan Čović, ayudado por los lobbies croatas en Bruselas, busca una reforma de la ley electoral que le asegure la hegemonía y la creación de una estructura que se aproxime a una entidad específicamente croata. En caso de que la mediación internacional les favorezca frente a los partidos nacionalistas bosniacos y los partidos multiétnicos, podemos asistir a un nuevo socavamiento del Estado central que debilitaría aún más a Bosnia.

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Miguel Ángel Santamarina

Nací en Burgos, y ahora vivo bajo las palmeras de Almuñécar. Estoy prisionero en Zenda desde sus comienzos. No me canso de darle a la tecla. En breve, publico un libro de historia, mientras le sigo dando vueltas a mi primera novela.

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