Al terminar la Guerra Civil, la mayoría de los contingentes humanos que habían cruzado a Francia huyendo de la ofensiva bélica regresaba a sus hogares. Aún así, el Midi francés seguía acogiendo a 50.000 españoles “antifascistas”. De ellos, treinta mil acabaron en los grupos de trabajo alemanes, siete mil en el ejército francés, y tres mil en la Legión Extranjera. El resto pasarían a formar la guerrilla antifranquista, conocida como “el maquis”.
La Federación de Guerrillas de Galicia-León fue la organización pionera, pero la resistencia pronto amplió su actividad a otras zonas montañosas de la península Ibérica, cuyas condiciones orográficas les servirían de refugio natural. Fue una lucha armada que podría haber finalizado en 1957 con la muerte de los maquis Juanín y Bedoya. Su historia conforma el nudo de Cuento del Norte, de Alfonso J. Ussía (Madrid 1982) de Editorial Caligrama.
Ampararse en las montañas era un arma de doble filo. El difícil acceso facilitaba la supervivencia de las partidas guerrilleras y las sierras escarpadas con bosques y densa vegetación les ofrecían la protección necesaria. Además, su altitud otorgaba una amplia visibilidad, crucial para el control sobre el territorio circundante.
Sin embargo, esta focalización limitó a los maquis a establecerse en espacios poco poblados y aislados, obligándoles a permanecer atrapados en la cerrazón de los montes, viviendo siempre “a salto de mata” y con cautela para no llamar la atención del enemigo. Sufrían fríos y lluvias, hambre intermitente, encierros diurnos y duras caminatas nocturnas, siempre expuestos a refriegas y emboscadas con la espada de Damocles de tener la muerte en los talones. Este es el espacio natural y humano en el que se desarrolla Cuento del Norte: los últimos coletazos de la guerrilla antifranquista en la cornisa cantábrica. Ya todo estaba perdido. No eran tiempos de ideologías. Nada más —y nada menos— que pura supervivencia.
La historia del Maquis
«Maquis», del italiano macchia, tipo de arbusto, calificaba a los guerrilleros franceses que lucharon contra los alemanes en la II Guerra Mundial. También se denominó así a la guerrilla española antifranquista, aunque el habla popular les bautizaría como huidos, los del monte, escapados, emboscados, fuxidos, bandoleros, fugados, escondidos, los de la sierra, los maquis… Durante más de dos décadas, “echados al monte” sobreviviendo mediante el bandolerismo, y con la ayuda puntual de parientes, afines y amigos, lucharían por la utopía de reconquistar las libertades perdidas.
No fue una guerra de románticos sin esperanza, como ha divulgado su leyenda, porque llegaron a tener posibilidades de éxito muy fundamentadas. Magníficos conocedores del terreno, tenían experiencia en acciones armadas y podían reorganizarse como una auténtica guerrilla política. El Partido Comunista había decidido apoyarles para provocar una nueva guerra civil y lograr una intervención exterior que derrocase al régimen de Franco. Las circunstancias para ello eran más que favorables: la dura posguerra, el hambre de la población y sobre todo, el gran resentimiento desatado por los miles de muertos de la represión franquista.
Con la victoria de los aliados, la caída del fascismo se percibía inminente. Los maquis contaban con suficiente armamento y miles de efectivos con miembros bien entrenados en la Unión Soviética y en la resistencia anti alemana en Francia. Por estas razones, el maquis habría podido ser la espoleta de una nueva guerra civil y haber alcanzado la dimensión oportuna con la ayuda aliada.
La operación “Reconquista de España» sería la primera y única acción del maquis a gran escala. 11.000 hombres bien equipados y con armamento pesado invadían España desde Francia el 19 de octubre de 1944. Lograban conquistar varios pueblos y controlar durante días parte de la frontera, por la que introdujeron material y refuerzos. Sin embargo, fracasaron en el principal objetivo: el Valle de Arán, que pretendían convertir en cabeza de puente. Dada la desventaja numérica y material, tuvieron que retirarse sin haber llegado a ver el esperado levantamiento civil republicano, que jamás se produjo, como tampoco nunca llegaría la intervención extranjera. Apoyada inicialmente por Francia y sobre todo por la URSS de Stalin, que nunca encajó el haber sufrido en España su mayor derrota, fue frenada por la reticencia solapada de Churchill y Truman. Pero hubo algo más: la firme voluntad de lucha del nuevo régimen y algo que no preveían: la indiferencia política de lo que hoy se llama las “masas neutras”, privados de libertades pero resignados en la paz de la nueva era.
La ofensiva franquista
El franquismo fue contundente y frenó desde el principio los ataques de los grupos guerrilleros. Los aisló y diezmó en muy pocos años. En 1947, aunque continuase en activo unos años más, el maquis ya estaba derrotado. No extrañó en demasía porque, aunque suele discutirse el talento militar de Franco, son incuestionables sus victorias en Marruecos, en la revolución golpista de Asturias del 34 y en el conflicto fratricida de 1936-39. Esta vez la fórmula de éxito la basó en las batidas, las eficaces “contrapartidas” para desenmascarar a los enlaces y al uso de la tortura en los interrogatorios.
Dado el carácter eminentemente rural, la persecución y represión recayó sobre todo en la Guardia Civil, el cuerpo más idóneo por su organización, disciplina, despliegue territorial y su histórica experiencia en la persecución de bandoleros. Además, muchos habían sido antiguos sargentos provisionales que aportaron una indudable experiencia de campaña que resultaría muy útil. La Benemérita perdería en esta contienda a centenares de los suyos, pero lo cierto es que muy pocas guerras de guerrillas en la historia han sido aniquiladas con tan escasos recursos.
Juanín, uno de los últimos
A. J. Ussía retrata en Cuento del Norte a personas que existieron “mucho más cerca en el tiempo de lo que queremos recordar. Sus acciones marcaron el pasado, y por consiguiente, el presente en España”. Consigue que el lector se transmute en la piel del protagonista; Juan Fernández de Ayala, Juanín, que decidió seguir su guerra hasta el final en una época difícil y silenciada. Un personaje estudiado a fondo por Antonio Breevers: «El protagonista es un personaje rigurosamente real. Todo lo que cuento sobre él es cierto, salvo la trama de ficción por la que transcurren sus sentimientos e interioridades”, añade Ussía.
El relato se ubica en un tiempo y un espacio: Cantabria, 1957, un año nada baladí, muy lejos del tiempo de aquellos guerrilleros que luchaban amparados por un potente partido internacional. El protagonista de Cuento del Norte seguía en los montes con apenas un puñado de hombres, perseguido y acosado por la Guardia Civil, una tesitura de derrota y desesperanza que permite al autor prescindir de ideologías y sumergirse en la historia humana, mucho más atractiva para un público de mayor registro.
Juanín no tiene nada ya que ganar y sí mucho que perder. No solo él, sino también los suyos y las gentes de unos valles perdidos que arriesgaron todo para apoyarle. Ussía lo convierte en un símbolo, y su muerte —y la de su compañero Bedoya— marcará para los historiadores el final del maquis. En los años 60 Quico Sabaté, Caracremada, o el gallego José Castro Veiga, Piloto, serían ya meros estertores. Si los del maquis fueron unos perdedores, el Juanín de Cuento del Norte lo fue por partida doble, una realidad que el autor irá fundiendo con una fascinante trama de ficción de escenarios internacionales.
El maquis en la literatura
Por su halo romántico y el aura magnética que rodea a los perdedores ha sido un tema muy atractivo que se ha fraguado en decenas de novelas como las de Julio Llamazares, Ruiz Ayúcar, Alfonso Cervera, Almudena Grandes, César Gavela, Juan Marsé, Rosa Montero, Eduardo Mendoza, o Andrés Trapiello y entre los ensayos, destacar el del veterano periodista José Antonio Gurriarán As mulleres do monte de Editorial Galaxia sobre las mulleres de los fuxidos de la Galicia Oriental.
A. J. Ussía insiste con humildad en la falta de pretensiones de Cuento del Norte. Y tal vez ahí radique su novedad: volcarse en una historia profundamente universal de individuos que viven en un mundo de persecución y luchan por su supervivencia, pero también el ser un relato de exaltación de una naturaleza hostil que se convierte en su mejor arma defensiva.
El autor se desmarca de valoraciones, sin tratar de ejemplarizar y sin consideraciones morales. No busca la superioridad de ningún bando, al revés, se aleja de cualquier posición ideológica. Sus personajes no son épicos, sino comprometidos y arrastrados por sus existenciales circunstancias históricas. “Son las circunstancias las que gobiernan los hechos de la gente. Siempre que se lleva al extremo al ser humano, irremediablemente demostramos que somos tan animales como cualquier otra especie”, declara.
Su condición de novelista, no historiador, le da carta blanca para entretejer los destinos de un gran número de personajes. Describe con rigor histórico a los que existieron, pero con la misma dosis de verosimilitud a los ficticios, inmersos en una trama de novela policiaca. Es una narración de caza y captura con un final inesperado, que transcurre en un paraje natural privilegiado donde se entrecruzan historias humanas de uno y otro lado con la misma validez. Se ha escrito con acierto que el relato está “A medio camino entre el suspense y el wéstern, habla de territorios escondidos, de perseguidores y perseguidos y de quienes luchaban por la utopía de la libertad”.
El escritor se centra en lo puramente terrenal y en los sentimientos a veces enfrentados, como el miedo que late en los rincones de las casonas, el amor y la pulsión sexual, la ambición y la solidaridad, la crueldad y compasión. Cuando la Guerra Civil acabó, llegaría un tiempo lento de recuperación, desolación y un resentimiento que aún hoy parece rastrearse en más de uno. “Exilios, revanchismo y frentes, en un baile de rojos y azules que siempre tropiezan en el rencor y la bajeza humana, más siendo hermanos”.
El paisaje y la memoria
Hay una perspectiva romántica del hombre que une su destino a una Naturaleza con mayúsculas. Porque Cuento del Norte se convierte en un homenaje a la magnificencia de la cornisa cantábrica, que nos transporta a sus parajes agrestes y valles, a sus oscuros escondites del monte y a la luz de su horizonte. Ruiloba, Liébana, el Pas, el desfiladero de la Hermida, Potes, Comillas, Novales, Mazcuerras, Monte Corona, Canales, Cabezón de la Sal… El escenario vital de las acciones guerrilleras, un paisaje hoy plenamente reconocible, permite al lector, a través de los caminos que transitaron Juanín y Bedoya, revivir su legado en un recorrido imbuido de memoria y significado.
Ussía reivindica la falta de pretensiones del relato, e insiste en que no busca la memoria, ni de unos ni de otros, pero plasma sí o sí lo que aconteció: “Aún se habla en los pueblos de “los del monte” y son muchas las familias que tuvieron a un abuelo o a un tío inmerso en esa vorágine”. Hay por tanto una clara intencionalidad ética de recuperar para la memoria colectiva de los guerrilleros antifranquistas sus vicisitudes por las escarpadas montañas cántabras, los riesgos de los enlaces, los colaboradores necesarios, las estafetas y sobre todo las relaciones entre ese microcosmos de maquis, la gente del pueblo y los miembros de la Guardia Civil, conjurados para acabar en las montañas con los últimos disidentes políticos.
Durante dos décadas casi 20.000 personas fueron detenidas por colaboración con el maquis. Cuento del Norte no disimula su simpatía por los “enlaces”, miembros del pueblo cuyos lazos familiares o emocionales sirven de soporte a los guerrilleros. Eran auténticos héroes, con un heroísmo soterrado, pero heroísmo, al arriesgarse para proporcionarles alimento, cobijo y aliento, desempeñar funciones de correo y ser sus informantes. Aunque algunos pudieran haber caído en la dramática delación para salvar su vida, sólo en muy contadas ocasiones mancharon sus manos de sangre.
En la novela resultan especialmente atractivos los personajes femeninos: las sufridas mujeres del guardia civil y del maquis, las enlaces del pueblo, una glamurosa Mata Hari, o una imaginaria “comandante Pérez”, anacronismo consciente —como otros que desliza en el texto—, licencias literarias del escritor que hacen aterrizar al lector en el presente. Aunque ya no hay órdenes lejanas de los dirigentes del partido afincados en Francia, Praga o la URSS, ni designios del tirano Stalin, Ussía, como carambola genial, introduce una trama internacional que sorprende al lector por el cambio de escenarios y la entrada en acción de personajes inesperados como exóticos espías, mercenarios y militares que culminan en una ucronía. Todo un “puntazo” fantasioso, pero que dota de armazón y más, si cabe, de originalidad al relato.
La obra llega a asumir la leyenda de los vencidos, porque no plantea al lector en ningún caso la condición de bandoleros. Juanín no luchó con demasiada inteligencia, pero sí con coraje. No subyace en el texto una reivindicación de venganza, sino de dignidad.
¿Leyenda rosa o leyenda negra?
Desde las últimas décadas parece haber una campaña de imagen de glorificación del maquis como «luchadores por la libertad», pero no podemos olvidar que estos grupos obedecían a un totalitario Partido Comunista estalinista, opuesto al concepto de libertad y democracia, que incluso les conminó a la eliminación de compañeros tachados de «hostiles y peligrosos». Un partido que en 1947 los abandonaría sin compasión a su suerte.
Los maquis fueron una de las principales esferas de actuación de los servicios secretos del primer franquismo. El bloqueo informativo fue total. Las escasas noticias de prensa se despojaban de sentido político para calificarlos de bandoleros, algo que entonces podía resultar perfectamente verosímil, dado el bandolerismo endémico español desde la noche de los tiempos.
Y es que la falta de recursos les llevó a robar ganado, alimentos, enseres, prendas de abrigo y dinero a campesinos que no nadaban precisamente en la abundancia. Tampoco les temblaba el pulso para el asesinato de lugareños que, ante los expolios, amenazaban con denunciarlos —uno de ellos narrado en Cuento del Norte— o a ejecutar a antiguos enemigos como ajustes de cuentas, vengar las atrocidades sufridas o simplemente asesinar a derechistas para dejar constancia de que “seguían ahí”. Los maquis cometieron numerosos actos de terrorismo y extorsión contra la población civil, como la bomba del expreso Barcelona-Madrid de1949 en la riera de Asmat, que dejó más de 30 cadáveres y 81 heridos y mutilados. Meses después, la Guardia Civil asaltaba el Cerro Moreno, en Cuenca, donde cayeron una docena de guerrilleros.
El maquis habría cometido más de ocho mil «hechos delictivos». Las acciones in situ se cobraron la muerte de más de dos mil guerrilleros y tres mil fueron hechos prisioneros. La Guardia Civil, por su parte, dejaba en los montes 243 muertos y 341 heridos. Fueron detenidas 17.861 personas como «encubridores» y «cómplices» de la guerrilla.
Un dato que suele obviarse es que en su día gran parte de las condenas a muerte a miembros del maquis fueron conmutadas por cadenas perpetuas y luego rebajadas a 30 años, de los que a cumplían apenas cinco. No solo eran “perdonados” sino totalmente integrados en el sistema, porque muchos acabaron empleados en instituciones del régimen, algo fácilmente comprobable incluso en la biografía de los miembros más señalados, como la modista comunista Antolina, de la Brigada Machado, el famoso Felipe Matarranz “El Lobo”, el del gallego “Piloto”, el último maquis, o el propio protagonista, Juanín, salvado de la muerte por su hermano falangista. Todos ellos volvieron al monte, pero no por ser perseguidos por condenas políticas.
Cuento del Norte, por Ferrer-Dalmau
La obra trae un regalo añadido: la portada de Augusto Ferrer-Dalmau. Es una bella representación de un personaje muy atípico en el conjunto de su deslumbrante producción, dominada por jinetes y uniformes, pero es la confirmación de algo que el artista suele repetir: “Yo pinto la historia de todos”. Y es que Ferrer-Dalmau sigue siendo el mismo “pintor de batallas”, retratando la soledad de un guerrillero con el subfusil británico Stern proporcionado a la resistencia europea, con la misma naturalidad que a los divisionarios en sus maravillosos lienzos de la División Azul. Y es que, para el artista, el maquis antifascista que peleaba con fiereza en los montes españoles es tan “historia de todos” como la de los valientes que fueron a las estepas rusas a luchar contra el comunismo en el frente más letal de la Segunda Guerra Mundial. Curiosamente, desde prismas antagónicos a ambos contingentes se les ha calificado como “los últimos románticos”.
El maquis, inequívoco epígono de la guerra civil, aglutinó a gente de todo tipo y condición. Fue, por tanto, una historia de héroes y villanos con demasiadas zonas grises para pintar un fresco que contente a todos. ¿Eran simples bandoleros que justificaban sus crímenes con soflamas políticas? ¿Era su persecución un pretexto para una represión implacable e indiscriminada? ¿Coexistieron ambos supuestos?
Alguien escribió que “todo español lleva un guerrillero dentro”. De hecho, la palabra guerrilla es genuinamente española y así, en español, se denomina en todos los idiomas. Lucha de los pequeños contra los grandes, de débiles contra poderosos, el maquis es una última secuencia de nuestra propia historia: mantuvimos en jaque a los romanos en las guerras lusitanas y a los franceses en la Guerra de la Independencia, las partidas carlistas arremetían contra los liberales, y estos guerrilleros del maquis se dejaron la piel en los montes contra las fuerzas del orden del régimen franquista.
Una ópera prima, inicio de un largo camino
La resolución de la ópera prima de Alfonso J. Ussía confirma que el joven escritor parece haber llegado no sólo para quedarse, sino para afrontar una larga trayectoria. ¿La razón? Tener el talento de construir una novela que consigue atrapar al lector desde las primeras páginas y hacerle disfrutar, que es el fin más puro de la buena literatura.
Con sensibilidad e inteligencia narrativa, presenta una obra a medio camino entre la divulgación histórica y la literatura de evasión. Y hace accesible a cualquier lector un relato, a la vez ameno y riguroso, de la historia de aquellos hombres y mujeres que no se resignaron a la victoria de los rebeldes y que llevaron muy a gala ser los últimos defensores de la República. Pero también es la memoria de aquellos cuyo férreo sentido del deber les obligaba a darles caza. Derrotas y victorias, Cuento del Norte nos traslada a un capítulo importante de nuestra historia reciente, de davides frente a pequeños goliaths con negros tricornios de charol. Un fiel y literario reflejo de la dureza de un tiempo en el que, años después del fin de la guerra civil, la violencia armada volvía a manifestarse en parajes de inconmensurable belleza.
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Autor: A. J. Usssía. Título: Cuento del norte. Editorial: Caligrama. Venta: Todostuslibros
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