Carlos Zanón se convirtió en columnista de La Vanguardia el 3 de mayo de 2016. Hasta entonces, había escrito reseñas, artículos y textos de muy diversa índole en los distintos medios de comunicación en los que había trabajado. Pero, cuando le concedieron un espacio permanente en La Vanguardia, hizo crujir sus dedos y se puso a escribir unas columnas que hoy son toda una referencia tanto en el mundo del periodismo como en el de la literatura.
Ahora, siete años después de sus inicios en el citado periódico, Zanón ha compilado todas sus columnas —que, según cómo se lean, pueden ser consideradas crónicas— en un libro, Cien formas de romper un glaciar (Salamandra), que debe de ser leído como si fuera un poemario: disfrutando las piezas una a una, sin prisas, con el placer de quien saborea un helado y se queda pensando. Y es que, como dice Manuel Jabois en el prólogo, Zanón es una autor que «vive en columna»: «Escribir columnas exige no el sacrificio de pensar, que también, y de escribir, que no es menor, sino el de vivir en columna, una costumbre que puede destruir una vida en el mejor de los casos, o multiplicarla en el peor».
Álvaro Colomer mantuvo una conversación con Carlos Zanón en el marco de los Diálogos online que la ACEC (Asociación Colegial de Escritores de Cataluña/Associació Col·legial d’Escriptors de Catalunya) realiza con el apoyo de CEDRO.
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