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Los protagonistas de la cultura leen sus recuerdos en el Ateneo de Madrid

Todas estas miniaturas, poemas de dos o tres versículos en el caso de los autores españoles convocados en el Ateneo de Madrid, tienen su origen en I remember, un libro publicado en 1970 por el artista estadounidense Joe Brainard. Palmira Márquez —responsable de la agencia literaria Dos Passos— quien en la cita del Ateneo actuó...

En cierto sentido, el acto que reunió en la tarde del lunes, en el Ateneo de Madrid, a 24 protagonistas de nuestra cultura bajo el lema de Me acuerdo, tiene su origen en las evocaciones que Miguel Munárriz publicó bajo ese mismo epígrafe, aquí, en Zenda Libros, en 2020. La primera de aquellas rememoraciones obedecía a su propia memoria; la segunda, a la de los amigos. Un año antes, entre los adelantos editoriales del 19 de noviembre, se había dado noticia del nuevo libro de Jesús Marchamalo: Me acuerdo era su título y acababa de ser publicado por Papeles Mínimos Ediciones. En sus preliminares, el Premio Nacional de Periodismo Cultural del pasado año explicaba el procedimiento y su historia: “En 1978, Georges Perec, el escritor francés —perilla, pelo arrebolado, mirada acuosa— publicó Je me souviens, una colección de textos breves que comenzaban con esas mismas palabras repetidas como una letanía —je me souviens, «me acuerdo»—, en los que rememoraba episodios de su infancia y adolescencia, recuerdos del colegio, nombres de actrices, eslóganes, hechos históricos…”.

Todas estas miniaturas, poemas de dos o tres versículos en el caso de los autores españoles convocados en el Ateneo de Madrid, tienen su origen en I remember, un libro publicado en 1970 por el artista estadounidense Joe Brainard. Palmira Márquez —responsable de la agencia literaria Dos Passos— quien en la cita del Ateneo actuó de introductora, recordó el entusiasmo con que el actor Ginés García Millán leyó los Me acuerdo de Munárriz. Tanto fue así “que decidió llevarlos a escena. Miguel Rellán, que, como Ginés también sueña imposibles, le hizo caso”.

"Aunque la memoria es tan subjetiva como inconmensurable, como era de esperar, en las lecturas de las evocaciones, predominó la que los convocados guardan de sus progenitores"

“Los Me acuerdo son como ese viejo álbum de fotografías que se ve pasados los años. Son esas mismas imágenes hechas de palabras agradecidas por lo vivido. Ese camino que Chesterton colocó entre los ojos y el corazón”, explicó Palmira Márquez. “Quien mejor describió los Me acuerdo fue José Emilio Pacheco, que escribió: lo mejor es creer que pasó todo como debía. Al final queda una sola certeza: haber vivido”.

Aunque finalmente Miguel Rellán no pudo asistir por encontrarse rodando fuera de Madrid, entre los convocados en el Ateneo hubo actrices y actores, escritores y escritoras, cineastas y periodistas, políticos y cantautores, poetas y editores. Marta Belaustegui, Juan Luis Cano, Juan Cruz, Inma Chacón, Carme Chaparro, Jaime Chávarri, María Dueñas, Ginés García Millán, Antonio Garrigues Walker, Ángeles González-Sinde, Pedro Guerra, Ángel Antonio Herrera, Juan Ramón Lucas, Eduardo Madina, Jesús Marchamalo, Marwan, Miguel Munárriz, Benjamín Prado, Marta Robles, José Sacristán, Luz Sánchez-Mellado y David Trías fueron los que acudieron a la cita.

Miguel Munárriz, fotografiado por Jesús Marchamalo.

Aunque la memoria es tan subjetiva como inconmensurable, como era de esperar, en las lecturas de las evocaciones, predominó la que los convocados guardan de sus progenitores. Marta Belaustigui recordó a su madre cuando le miraba a través de la ventana, mientras la futura actriz jugaba en la calle, junto a sus hermanos, del poblado de Fuencarral. El periodista y escritor Juan Luis Cano, nos habló de su padre llevándole al Vicente Calderón de la mano. El también periodista y escritor Juan Cruz recordó a su madre obligándole a borrar If, el célebre poema de Rudyard Kipling, que, siendo un niño, acababa de escribir en una pared de su casa.

"Para besos grabados en la memoria, el que Pepín Bello, tras alabar su cutis y pedirle permiso, dio en una mejilla a Ava Gardner"
 

María Dueñas evocó a su madre desayunando sola en la cocina, antes de dar de desayunar a la familia y poner la casa y el día de todos en marcha. José Sacristán nos habló de cuando su madre le llevó a conocer a su padre, recién salido de una cárcel franquista en la que estuvo recluido por motivos políticos. El poeta Ángel Antonio Herrera afeitó al autor de sus días la mañana del día de su muerte y Benjamín Prado, uno de los que más se extendieron en la primera ronda de lecturas, honró la memoria de su madre leyendo un poema entero. Otra periodista y escritora, Carme Chaparro, evocó el ataque al corazón que casi sufre su progenitor cuando ella —refiriéndose al equipo del que formaba parte en el colegio— iba gritando por la calle que los rojos iban a ganar recién muerto Franco.

Palmira Márquez en la presentación del acto

El cineasta Jaime Chávarri, por el contrario, aún se “acuerda de dar botes en las rodillas de Carmencita Franco en un guateque de sus hermanas”. Al punto evocó el día que empezó a odiar visceralmente la obediencia cuando en su casa le decían que, si no era obediente, sería desplazado en la mesa del comedor por Antoñito García Pardo, un niño mendigo del barrio de Salamanca. El cineasta también recuerda que, de pequeño, las señoras le besaban mucho, aquellos besos que “olían bien” que daban las señoras de antes. Pero, para besos grabados en la memoria, el que Pepín Bello, tras alabar su cutis y pedirle permiso, dio en una mejilla a Ava Gardner. Fue durante un viaje a Venecia que duró doce horas porque a Bello le daba miedo el avión. Al menos, así lo recuerda el abogado Antonio Garrigues Walker.

Imma Chacón aún se pregunta acerca del misterio que guardaba el color del pelo de las monjas de su colegio. Marta Robles decidió ser escritora tras su lectura de las aventuras de Los Cinco, la pandilla de niños investigadores de Enid Blyton, y Ángeles González-Sinde no ha olvidado que los antiguos billetes de la Empresa Municipal de Transportes Madrileña “eran de un papel finísimo. Impresos en una tinta azul, casi morada” y los expendía un cobrador mediante una máquina que a ella se le antojaba prodigiosa.

Toda una polifonía de la memoria. Ya lo dijo la gran Agnès Varda, que de esto sabía mucho: su recuerdo es la verdadera dicha de las cosas.

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Javier Memba

Tintinófilo, escritor y periodista con casi cuarenta años de experiencia –su primer texto apareció en la revista Ozono en 1978–, Javier Memba (Madrid, 1959) es colaborador habitual del diario EL MUNDO desde 1990. Estudioso del cine antiguo, tanto en este rotativo madrileño como en el resto de los medios donde ha publicado sus cientos de piezas, ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) –edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción–La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008). Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014), un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada, es su última publicación hasta la fecha. Blog El insolidario · @javiermemba

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