Siempre produce emoción ser testigo del nacimiento de un escritor. Son epifanías o estados de trance que aún hacen pensar que la literatura compensa del resto de los males de la vida. Cuadernos del subtrópico norte es un libro extraño, vaya por delante. No lo podemos llamar experimental, pero sí libérrimo. No respeta cánones ni géneros ni tiene una preocupación excesiva por cumplir las reglamentaciones del mercado editorial. No es una novela, no es un libro de cuentos, no es un libro de poemas y no es tampoco un juego verbal. Pero tiene un poco de todo eso.
Victoria es la protagonista de una serie de estampas o de tranches de vie que se suceden en el libro, las únicas que comparten expresamente personaje. Victoria es una mujer trans que ha vivido en Berlín o en Chile y que desde su vejez recuerda esos pequeños episodios de su vida que tienen un significado especial. Uno de los rasgos de madurez del libro es el modo en el que el autor —o la propia Victoria— recuerda su pasado, alejado de cualquier histrionismo y de cualquier dramatización excesiva.
Hace ya muchos años expliqué que la normalización LGTB llegaría de una forma muy suave y progresiva a la literatura, y que nos daríamos cuenta de ella al constatar que los libros con personajes gais, lesbianas o transexuales no se centran en su propio conflicto de identidad, sino en los males existenciales que comparten con el resto de los seres humanos. Esos nuevos tiempos de normalidad no han llegado aún —y mucho menos en el colectivo trans, que tiene aún un amplio camino de aceptación social por recorrer—, pero están empezando a vislumbrarse, y este libro es un buen ejemplo de ello.
Los episodios de Victoria, que no tienen ninguna voluntad exhaustiva ni novelesca, cosen desde el principio hasta el final el libro, creando esa extraña sensación de mundo cerrado que tiene una novela sin serlo en ningún momento. El resto de los capítulos son a veces cuentos ortodoxos (siempre también en esa fórmula del tranche de vie, más que en la del relato esférico y cerrado) y en otras ocasiones pequeños textos líricos, impresionistas, como los rebujatos, que según el diccionario de canarismos son “trazos mal hechos”.
En todos los textos, el autor es consciente de eso que solo los escritores son conscientes del todo: que lo que cuenta y cómo lo cuenta no son cosas separadas e independientes; que el lenguaje es lo que marca la diferencia. En el prólogo, Juan Cruz lo explica muy bien: “Dosantos tiene un poder extraordinario, desde la primera línea y aún antes, como si un viento (un tsunami) que surge de su palabra (precisa como una piedra preciosa) empujara la sintaxis a estarse quieta, a merced de la inteligencia que lo maneja”. Probablemente es el mejor elogio que se puede hacer a un escritor. “Tuve una tentación absurda que cumplí: sentir que estaba ante una obra de arte que sonaba, como si me estuviera hablando al oído y fuera preexistente, como si el autor, este Dosantos, fuera un escritor ya muy bregado y tuviera, antes que nada, el don de contar y lo desparramara como le da la gana”.
Y es cierto: Dosantos escribe con una falta de ansiedad, con una soltura, que desparrama las palabras para ponerlas en perfecto orden: “Te vas a enterar maricóóóón, gritó el HdP por detrás y lo agarró por la camisa y lo estampó contra la pared y lo apuñeteó con aquellos anillos malos, anillos blin blin de barriada pero empedrados al fin y al cabo”. O “las trece zorras rojas, un cortijo de mujeres de distinta entrepierna”.
Cuadernos del subtrópico norte es uno de esos libros de debutante que parecen encerrar una madurez casi amarga. Escribir bien, en un sentido amplio, es algo relativamente fácil, o al menos se puede aprender en una escuela de escritura. Pero mirar bien, tener algo de vida que contar, es mucho más difícil y no puede aprenderse en ningún sitio, salvo en la propia vida. Este libro, tan inaugural y tan reposado a la vez, tan nuevo y tan sereno, tiene esas dos razones fundamentales para ser leído: una escritura extraordinaria y una experiencia vital que merece ser compartida.
“Las gafas con las que la gente nos ve están arañadas, y he decidido que no es mi responsabilidad adaptarme a su mirada. Viviré siendo yo en mi plenitud y con todas las consecuencias, aunque eso signifique vivir menos de lo que me corresponde”, escribe Victoria en una carta a su propio pasado. Creo que esa imagen resume bien lo que hace Marcos Dosantos: escribir con unas gafas arañadas por la caligrafía de la literatura.
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Autor: Marcos Dosantos. Título: Cuadernos del subtrópico norte. Editorial: Ediciones El Drago. Venta: Todostuslibros
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