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Los naufragios de una vida - José María Merino
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Los naufragios de una vida

Acaban de publicarse los Naufragios y Comentarios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca dentro de la colección dedicada a la literatura española que patrocina la Fundación José Antonio de Castro y dirige Darío Villanueva. Esta edición de los Naufragios… ha sido responsabilidad de Juan Gil, que no solo nos ofrece muchos matices de las primeras...

Acaban de publicarse los Naufragios y Comentarios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca dentro de la colección dedicada a la literatura española que patrocina la Fundación José Antonio de Castro y dirige Darío Villanueva. Esta edición de los Naufragios… ha sido responsabilidad de Juan Gil, que no solo nos ofrece muchos matices de las primeras ediciones impresas, contrastándolas, y de ediciones posteriores preparadas por autores importantes, sino que profundiza en numerosos aspectos históricos y documentales relacionados con ambas extraordinarias aventuras.

En su extenso y meticuloso prólogo, Juan Gil, con el subtítulo “Los naufragios de una vida”, comienza la primera parte trazando un cuidadoso retrato de Álvar Núñez Cabeza de Vaca —nacido en Jerez entre 1480 y 1488— relatando los primeros años del personaje, su relación con la casa de Medina-Sidonia y sus iniciales correrías bélicas africanas, y narrándonos sus pretensiones de “probar fortuna en Indias”.

La jornada de la Florida” —el proyecto de Pánfilo de Narváez, que Gil tacha de “desmesurado”, de conquistar aquella entonces considerada “isla” Florida— va a ser la primera aventura americana de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, y Gil busca explicaciones a las razones de tal implicación en una expedición que terminó de modo desastroso y en cuyos avatares Álvar Núñez y tres compañeros vivirán una particular odisea, donde destacará la actuación del pequeño equipo como chamanes dedicados a la curación de enfermos —y hasta a la resurrección de un muerto—  en un “trabajoso peregrinar” por tierras de indios que durará casi diez años, hasta reencontrar a sus compatriotas…

"En la segunda parte del prólogo, Gil analiza los Naufragios con el mismo cuidado y atención que le ha dedicado al personaje."

Su azaroso modo de supervivencia no le impedirá a Álvar Núñez volver a intentar, tras una breve estancia en España, buscar de nuevo la fortuna en Indias. La aventura, esta vez, consistirá en ejercer de “adelantado, gobernador y capitán general” del Río de la Plata, tras no conseguir su primer objetivo de serlo de la Florida. Juan Gil, que en ese estudio previo no deja de aportar documentación interesante, transcribe la llamada “estancia en Paraguay” que resumió en su día el sacerdote Antonio de Cabrera, y que concluye con la prisión de Álvar a manos, precisamente, de quienes le debían obediencia. Gil analiza “las razones que impulsaron al pueblo de la Asunción al amotinamiento”, que se basan, sobre todo, en que “se habían acostumbrado a hacer su santa voluntad” y se sintieron en desacuerdo con determinados bandos promulgados por el gobernador.

Tras el regreso a España encarcelado, y después de varios años de pleitos y presidios, también cuidadosamente documentados por el editor, asistiremos a la larga penuria postrimera de Álvar, que acabaría falleciendo “harto pobre” en Valladolid, hacia 1559.

En la segunda parte del prólogo, Gil analiza los Naufragios con el mismo cuidado y atención que le ha dedicado al personaje. Para empezar, se califica la obra de “libro extraño”, precisamente por la naturalidad con que una persona “de cierta alcurnia” relata sus penalidades de todo tipo, desde la condición de cautivo a manos de los indios a las circunstancias materiales de su supervivencia y los trabajos necesarios para garantizarla. Gil describe “el fracaso total de la expedición de Pánfilo de Narváez” y las peripecias de los supervivientes desde la partida de España en 1527 hasta la llegada a la Nueva España en 1537, considerando dentro de este espacio temporal el aniquilamiento inicial de las tropas españolas, el cautiverio en la llamada isla de Mal Hado —hoy Galveston— y la larga huida en busca de cristianos.

"Pasa luego el editor a mostrarnos el interés que las diversas lenguas de los indígenas despertaron en Álvar Núñez."

A continuación, el prologuista y estudioso se detiene en la mirada de Álvar Núñez al considerar las tierras que va recorriendo, sus estructuras y apariencias físicas, los ríos, la flora y la fauna —a Gil le sorprende que Álvar Núñez no mencione el caimán—, con el hambre general que los indios padecen… Otro aspecto en el que se detiene el prologuista es el referente a “la actitud de Álvar Núñez” respecto a los indios, que a su juicio resulta “ambivalente”, pues en principio los califica de “hombres sin razón”, aunque su mirada, tanto de ellos como del mundo que los rodea, se va diversificando conforme “se transforma de conquistador en chamán”. En estas referencias, digamos antropológicas, Gil coteja las opiniones de Álvar Núñez con las de Juan de Villagutierre y Sotomayor, cuya crónica se publicó acaso un siglo después, mostrando, al no ser demasiado diferentes, la verosimilitud de aquella.

Pasa luego el editor a mostrarnos el interés “que las diversas lenguas de los indígenas despertaron en Álvar Núñez” indicando que el pequeño grupo de españoles llegó a conocer seis de ellas, dentro de lo que Gil califica como “una babel de lenguas”, resultado de la diversidad de tribus, para cuya enumeración Gil sigue el esquema de la edición de Roderna Adorno y Patrick Charles Pautz “con algunos retoques y modificaciones” y citando hasta 26 tribus diferentes —doce en la zona costera y catorce en el interior del continente— aunque Gil lamenta “que Álvar Núñez no nos haya dejado algunas muestras del vocabulario de aquellas lenguas…. tal como lo hizo Antonio de Pigafetta” y señalando cómo los vocablos indígenas que Álvar utiliza —tunas, buhíos, canoas, areítos, uracán…— ya estaban en el léxico de los expedicionarios desde el Caribe.

Por último, Gil completa la presentación de los Naufragios en el prólogo refiriéndose a su estilo, señalando diversas figuras retóricas, como quiasmos, antítesis, anáforas y engarces de sinónimos, sustantivos, adjetivos, etc… y precisando que “en los momentos más elaborados, la prosa de Álvar Nuñez sigue la norma impuesta por fray Antonio de Guevara, entonces el escritor de moda”.

"Sin duda Álvar Núñez es un superviviente nato, como lo califica Gil, capaz de mantenerse vivo casi una década en su deambular entre los indios."

A continuación, el editor se refiere al reflejo en la obra de la personalidad del propio autor, convertido, con raras excepciones, “en una de las figuras más bellas, nobles y bondadosas que se encuentran en los anales de la conquista del Nuevo Mundo” —cita de Enrique Vedia— aunque algún estudioso, como Juan Francisco Maura, lo haya tachado de “pícaro andante” y “siniestro personaje”. Para Juan Gil, “Cabeza de Vaca no fue ni mucho menos un santo, pero tampoco un desalmado ni un asesino” y resalta diversas características del personaje, tales como su condición de “hidalgo cristiano” “orgulloso de los blasones familiares”; su espíritu de mercader, “ocupándose muy activamente de los negocios tanto suyos como de sus parientes” y su habilidad para las cuentas, “ratificada por el cargo de tesorero que desempeñó en la armada de Narváez”; su prurito de que sus declaraciones estén acreditadas ante notario; y lo que Gil califica como “espíritu de supervivencia y egocentrismo”.

Sin duda Álvar Núñez es un “superviviente nato”, como lo califica Gil, capaz de mantenerse vivo casi una década en su deambular entre los indios, y de superar su posterior destitución por los españoles y todo lo que ello acarreó; el “egocentrismo” que le achaca Gil a Álvar Núñez se manifestaría en el “uso desmedido de la primera persona” y de la satisfacción con que el conquistador, convertido en chamán, asume su nueva identidad de gobernador en su posterior aventura, lo que lo llevaría a un “orgullo altanero y afán de estar siempre en lo cierto” que lo haría, muy “malquisto por la tropa veterana en el Paraguay”. “Cabeza de Vaca, presumido y soberbio, no debió de ser un hombre fácil”, dice Juan Gil.

No obstante, esto no impide que el estudioso prologuista detecte en los Naufragios detalles de ironía y humor, que se muestra en comentarios, como “nos quisieron hacer físicos, sin examinarnos ni pedirnos los títulos”, o que, por los regalos que ellos les hacían “los indios se volvieron ricos de cascabeles y cuentas”, e incluso alguno tan macabro como el de los cinco cristianos que “se comieron los unos a los otros, hasta que quedó uno que, por ser solo, no hubo quien se lo comiese”.

"Aunque sin duda los Comentarios fueron escritos por Pero Sánchez, Álvar Núñez debió de vigilar con atención su redacción."

En la tercera parte del prólogo, Juan Gil se refiere al “desarrollo y evolución de los Naufragios” para hablar de la “lenta gestación” del libro, del que fueron antecedente las narraciones orales de esos aventureros que se habían pasado casi una década recorriendo medio desnudos tierras tan extrañas como lejanas. “Como es lógico, el virrey, don Antonio de Mendoza, quiso recabar de los viajeros toda la información posible y, una vez obtenida, la envió de inmediato a Carlos I en 1537”, dice Gil. Luego se refiere al texto que, al parecer, los supervivientes enviaron a la Audiencia de Santo Domingo antes de regresar a España, y que le sirvió a Gonzalo Fernández de Oviedo como una de las referencias para su Historia general y natural de las Indias.

Juan Gil, tras hacer ciertas precisiones al respecto, va comparando las diversas versiones de los Naufragios: lo que Fernández de Oviedo incluyó en su obra, el manuscrito de Sevilla, la relación remitida por Núñez de Balboa al emperador Carlos I, el llamado “manuscrito de Viena” de 1542, la edición de Zamora del mismo año y la edición de 1555, al parecer corregida por el propio Álvar Núñez, y que contiene también los Comentarios.

Precisamente el estudio de los Comentarios forma lo más sustantivo de la cuarta parte del prólogo. Por un lado, Juan Gil nos habla de los “proemios” que anteceden tanto a los Naufragios como a los Comentarios, en los que el prologuista encuentra referencias clásicas y lugares comunes, aunque ambos proemios, sin duda debidos a Álvar Núñez, están escritos en estilo “más barroco y alambicado” que los Naufragios, obra también del propio Álvar, pues los Comentarios se deben a Pero Hernández, “escribano y secretario de la provincia” —se entiende que del Río de la Plata—.

Como señala Gil, los Comentarios están entre la crónica y el alegato, y suponen una “defensa cerrada de Álvar Núñez en las alabanzas que recibe su comportamiento con los naturales del país”. Gil, para demostrar su aserto, reproduce una retahíla de supuestas fechorías cometidas en tal sentido por Álvar, que le achacó el fiscal Villalobos. Señala por otra parte el prologuista que, aunque sin duda los Comentarios fueron escritos por Pero Sánchez, Álvar Núñez debió de vigilar con atención su redacción, y hay detalles muy personales de este que lo demuestran, como la curiosidad por determinados aspectos: la vida y costumbres de los indios del Paraguay, la flora y la fauna de aquellos parajes, las palabras indígenas… Y sirve de colofón a los Comentarios una breve relación del capitán Hernando de Ribera que tiene como objeto alegar que el comportamiento sedicioso de quienes se rebelaron contra el mando de Álvar Núñez malogró el descubrimiento de “la más rica tierra de las Indias”, esbozando, como señala Gil, “el ensueño de El Dorado”.

"La obra concluye con un aparato crítico en el que se presentan las variantes textuales, acompañado de tres cartas autógrafas de Álvar Núñez Cabeza de Vaca."

La última parte del extenso prólogo señala los criterios de la edición en cuanto a la presentación de los textos, destinados a un público general, con la meticulosa atención que es característica de todo el ensayo, y señalando las fuentes: las ediciones impresas de 1542 y 1555, procurando corregir los muchos errores que en ambas se encuentran, para restituir el texto original. A continuación se transcriben, acompañados de sendos mapas que indican el itinerario descrito en los textos, tanto los treinta y ocho capítulos de los Naufragios como los ochenta y cuatro capítulos de los Comentarios.

En el caso de los Naufragios, los principales protagonistas, por parte de los supuestos conquistadores, son, con Álvar Núñez, Alonso del Castillo Salamanca, Andrés Dorantes, y el “negro alárabe” Estebanico. En el caso de los Comentarios, el protagonismo de los españoles tiene muchos más nombres, y resaltan, como enemigos de Álvar Núñez, Domingo de Irala y sus secuaces, Pero Díaz del Valle, Bartolomé de la Amarilla, Sancho de Salinas y otros.

La obra concluye con un “aparato crítico” en el que se presentan las variantes textuales, acompañado de tres cartas autógrafas de Álvar Núñez Cabeza de Vaca.

"En resumen, un libro fundamental dentro del panorama de las llamadas crónicas de Indias, que ofrece una singular modernidad y que se lee con verdadera fruición."

En una edición que yo mismo hice hace años de los Naufragios para la colección “Odres nuevos” de la editorial Castalia, decía en el prólogo que, “si no perteneciese a la historia de los españoles, cuya actuación en América ha tenido desde el principio tantos detractores implacables; si hubiese algo similar en la tradición de franceses o anglosajones, pueblos que también urdieron imperios, sin duda este libro sería un clásico mundial en la crónica verdadera de las grandes aventuras humanas”, que además proyecta la primera mirada occidental sobre los espacios de la costa oeste de La Florida, la desembocadura del río Misisipi, el río Grande, parte de la actual frontera entre México y los Estados Unidos, y la ribera del golfo de California, así como un panorama muy interesante de los colectivos indígenas.

En cuanto a los Comentarios, por debajo del indudable espíritu de “alegato” al que se refiere Juan Gil en el prólogo, sigue mostrando no solo aspectos del encuentro de los españoles con el escenario físico del Nuevo Mundo —en este caso las cataratas del Iguazú y los sucesivos contingentes nativos del Paraguay— sino también la red de intereses y sentimientos contradictorios que enfrentaban recurrentemente a los propios conquistadores.

En resumen, un libro fundamental dentro del panorama de las llamadas crónicas de Indias, que ofrece una singular modernidad y que se lee con verdadera fruición, y al que acompaña el extenso y riguroso estudio de Juan Gil como extraordinaria obertura de esta magnífica edición.

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Autor: Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Título: Naufragios y Comentarios. (Relación de su aventura por la Florida y el Río de la Plata). Edición de Juan Gil. Editorial: Biblioteca Castro. Venta: Amazon y Casa del libro

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José María Merino

José María Merino (A Coruña, 1941) se dio a conocer en 1976 con Novela de Andrés Choz, que obtuvo el Premio Novelas y Cuentos. Su novela La orilla oscura fue galardonada con el Premio de la Crítica en 1986. Además, ha recibido el Premio Nacional de Literatura Juvenil (1993), el Premio Miguel Delibes de Narrativa (1996), el Premio NH para libros de relatos editados (2003), el Premio Ramón Gómez de la Serna de Narrativa (2004) y el Premio de Narrativa Gonzalo Torrente Ballester (2006). En el campo del cuento literario ha publicado Historias de otro lugar (2010), donde se recogen los libros de relatos publicados hasta 2004, así como Las puertas de lo posible (2008) y El libro de las horas contadas (2011). Su microficción completa se encuentra recogida en La glorieta de los fugitivos (2007), Premio Salambó de Narrativa en castellano, y sus ensayos literarios están reunidos en el libro Ficción continua (2004) y Ficción perpetua (2014). En 2013 se publicó la antología de cuentos La realidad quebradiza y recibió el Premio Nacional de Narrativa por El río del Edén. Es miembro de la Real Academia Española.

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