En las obras de la autora británica Daisy Hirst se respira siempre un aire bienhumorado, sus criaturas son extremadamente simpáticas, despiertan sonrisas, mueven a ternura, hacen sentir bien. Este espíritu desenfadado no es un logro sencillo, pues necesita de una imaginación abierta, ajena a la afectación de sentimientos o a la estilización banal. El desenfado es una de las manifestaciones de la alegría, un estado receptivo, capaz de salir de sí mismo y de regresar al punto de partida sin pesadez. Requiere, por tanto, libertad de movimiento y capacidad de exploración, observación del mundo e integración en él.
En esta serie de libros de cartón protagonizada por un sinnúmero de monstruitos (seres que pueblan los libros de Hirst, como en su celebrada trilogía de los hermanos Natalie y Alphonse) apenas hay trama, tan sólo la presentación de esos seres y la respuesta a la pregunta por su naturaleza, que se convierte en el título de las obras: ¿Qué comen los monstruitos?, ¿A qué juegan los monstruitos?, ¿Qué se ponen los monstruitos?, ¿Cómo viajan los monstruitos?
El diminutivo elegido en la traducción no es cursi, al contrario: responde a la naturaleza auténtica de los propios seres, pequeñas criaturas vagamente animales de colores planos y vibrantes, dotadas de una extraordinaria vivacidad (ojos luminosos, sonrisas dentadas generosas, extremidades dúctiles), presencias en las antípodas de provocar miedo, personajes destinados a hacer reír. De ahí que engullan con fruición melocotones, peras, espaguetis, albóndigas, cereales, tarta… Zapatos, sillas, rastrillos, tractores de juguete, un televisor…
La acumulación de respuestas rítmicas a las preguntas de los títulos y el disparate cómico forman parte del juego lector, el niño que lee y sonríe con estos libros diseñados perfectamente para sus manos (y para su boca) descubre en los fondos de colores planos y en la energía de las criaturas que los pueblan personajes que disfrutan con los impulsos básicos de la vida (comer, jugar, vestirse —las series materiales de la risa— viajar…), que realizan sus actos de manera colectiva y en plena libertad. De ahí que los cierres sorpresivos de estos libros puedan permitirse el lujo del didactismo (“pero no hay nada como comer cosas ricas”), porque éste sigue bañado en el líquido amniótico del desenfado, de lo desopilante (un monstruito resulta tan gracioso cuando come su manzana y su sándwich vegetal como cuando engulló un tractor). En ¿A qué juegan los monstruitos? la lección de cierre es que un leer un libro también es una forma regocijante de jugar, un ejercicio compartido de libertad y de alegría.
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¿Qué comen los monstruitos?, Daisy Hirst, Kókinos, 2023
¿A qué juegan los monstruitos?, Daisy Hirst, Kókinos, 2023
¿Cómo viajan los monstruitos?, Daisy Hirst, Kókinos, 2023
¿Qué se ponen los monstruitos?, Daisy Hirst, Kókinos, 2023
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