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Los laberintos de la ficción - Laury Leite - Zenda
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Los laberintos de la ficción

De Borges se han dicho muchas cosas, pero me parece que una de las mejores definiciones de su búsqueda literaria la ha dado el mismo autor en una entrevista: “El arte no es una crónica de ninguna realidad. El arte (…) atraviesa una realidad y la contamina de posibilidades, mas nunca la copia, mas nunca...

Que nadie lo dude: la obra de Edgar Borges está destinada a convertirse en un clásico de la literatura hispanoamericana del siglo XXI. Libros como El hombre no mediático que leía a Peter Handke (Ediciones En Huida, 2012), La ciclista de las soluciones imaginarias (Ediciones Carena, 2014), La niña del salto (Ediciones Carena, 2018), Enjambres (Altamarea Ediciones, 2020) o Ser gato (Altamarea Ediciones, 2021), su último artefacto literario, han dejado una huella profunda en la memoria de sus lectores, entre los que destacan figuras de la talla de Enrique Vila-Matas y Peter Handke, ganador del Premio Nobel de Literatura del 2019.

De Borges se han dicho muchas cosas, pero me parece que una de las mejores definiciones de su búsqueda literaria la ha dado el mismo autor en una entrevista: “El arte no es una crónica de ninguna realidad. El arte (…) atraviesa una realidad y la contamina de posibilidades, mas nunca la copia, mas nunca la deja igual. En todo caso una novela debería lograr estremecer la realidad del lector. Que después de cerrar el libro el suelo se mueva. Eso es literatura”. Solo después de la lectura de sus novelas nos damos cuenta de que esa afirmación es indiscutible: la literatura de Edgar Borges hace que nuestra noción de la realidad se desmorone. Estamos frente a un autor inclasificable y el formato imaginativo de su escritura lo convierte en una hermosa rareza dentro del panorama monótono y uniforme de la literatura hispanoamericana del siglo XXI. Borges pertenece a la estirpe de Georges Perec y Robert Walser, autores que reivindican la escritura como juego, la imaginación como una fuerza subversiva ante una realidad impuesta y la literatura como un vehículo para generar dudas, no certezas. La ficción, en los libros de Borges, es el territorio donde la realidad se transforma en laberinto. O mejor dicho: un territorio donde cristaliza la naturaleza laberíntica de la realidad.

"La contemplación es la obra perfecta para entrar en el fascinante universo narrativo de Edgar Borges, y lo es por muchos motivos"

Una muestra especial de la clase de literatura que practica Borges se puede observar en La contemplación, esta novela genial que cuando salió en 2010 le valió el I Premio Internacional de Novela Albert Camus, que se tradujo al italiano y al serbio, obtuvo reconocimiento de la crítica internacional, y que ahora tenemos la fortuna de releer gracias a la nueva publicación de la editorial Tiempo de Papel. La contemplación es la obra perfecta para entrar en el fascinante universo narrativo de Edgar Borges, y lo es por muchos motivos. En parte porque los elementos temáticos que se desarrollan en sus trabajos posteriores se empiezan a esbozar en esta novela; y en parte, también, porque en esta novela la estructura laberíntica y los juegos formales y metaliterarios congénitos a su literatura alcanzan una elasticidad asombrosa.

La obra tuvo una fuerte repercusión cuando se publicó en Italia y fue ampliamente comentada. Gianfranco Pecchinenda, traductor de La contemplación al italiano, observó que “Edgar Borges es un escritor que parece poseer todas las potencialidades para ser colocado en el mismo extraordinario sendero de los grandes narradores latinoamericanos del siglo XX”. ​Paola Gorla, crítica de Napoli Today, dijo que “Edgar Borges es heredero de dos cadenas, la del realismo mágico español-americano y también la del juego del laberinto. La contemplación, que de hecho es un noir, se ve como un juego de ajedrez: es el lector el que tiene que reunir y correlacionar las piezas individuales, reunir visiones fingiendo ser desconectado en el mar de voces narrativas. Es un viaje, pero sorprendentemente no hay movimiento, las acciones se reemplazan con miradas que parecen iguales, mientras que la ciudad se desdibuja en un lugar no específico”. Por su parte, Sergio Brancato se enfocó en las influencias de la novela: “El destino es un componente fuerte del libro, que tiene poco que ver con un género literario específico. El volumen es un juego continuo que parece una reminiscencia de La ventana indiscreta de Hitchcock y un cable que conecta la obra de Edgar Allan Poe sobre el tipo y la parábola de la literatura moderna dibujo de Jorge Luis Borges. La novela de Edgar Borges nos recuerda una vez más que lo que está cambiando la condición humana es la realidad que se ve en deuda con la literatura, y no al revés”.

"Al final, las diversas tramas de la novela, que se venían sucediendo como relatos dentro de relatos, terminan por cruzarse en un desenlace estremecedor"

Como ocurre con todas las grandes novelas, resumir la trama de La contemplación es una tarea casi imposible. Se puede decir que la novela cuenta el viaje en tren de una persona que busca recuperar a su pareja tras una ruptura dolorosa. En el tren, con destino a la calle 11, el lugar donde le han dicho que se encuentra su pareja, esta persona se tropieza con distintas situaciones que oscilan entre la realidad y el sueño. En su recorrido en tren se pone en evidencia su existencia extranjera, su condición de extraña incluso ante su propio cuerpo, que puede ser de hombre, mujer o transexual. Paralelamente, en la calle 11 están sucediendo unos crímenes contra inmigrantes, transexuales, gitanos y otros miembros de comunidades marginadas. Para resolver estos crímenes las autoridades le encargan el caso al inspector Chapman y al detective Colussi. En el relato de la investigación de los crímenes aparecen varios personajes, entre ellos el autor de una novela titulada La contemplación, a quien alguien le ha robado el manuscrito. Al final las diversas tramas de la novela, que se venían sucediendo como relatos dentro de relatos, terminan por cruzarse en un desenlace estremecedor.

Estos son, a grandes rasgos, los acontecimientos que suceden en la novela. Pero La contemplación es una experiencia desbordante que hay que transitar, un laberinto en el que hay que perderse, como la protagonista de la novela transita y se pierde por el mundo en busca de la misteriosa calle 11. Fue el mismo Enrique Vila-Matas quien mejor definió el efecto que produce la lectura de La contemplación: “¿Dónde queda la calle 11? ¿Pretende La contemplación orientarnos hacia esa dirección? ¿Es la misma hacia la que camina su autor? Creo que Edgar Borges, novelista que ama el riesgo, entiende la literatura como un complot contra la realidad. Leer La contemplación es perderse en el laberinto de las identidades olvidadas”.

"La contemplación es también una obra rigurosa sobre las dualidades entre las que oscilan nuestras identidades"

Para atravesar ese laberinto, Borges apela a la inteligencia del lector y lo involucra en un juego de pistas, algunas falsas y otras verdaderas, de identidades que se persiguen y se desdoblan, de fronteras imaginarias que se trazan entre los personajes y luego se desdibujan, de realidades que se dinamitan, de puertas que se abren a mundos inconcebibles. Leer La contemplación es también perderse en un laberinto de mundos que aparecen y desaparecen, en un juego de reflejos que se quiebran y se multiplican, que se confunden y se aclaran. En este sentido, Borges es un creador de mundos, un maestro de la prestidigitación.

Pero más allá de los juegos literarios que tanto placer suscitan en el lector, La contemplación es también una obra rigurosa sobre las dualidades entre las que oscilan nuestras identidades: hombre, mujer; interior, exterior; nacional, extranjero; realidad, sueño; verdadero, falso. Estas dualidades no son solo temáticas, sino que también toman forma en la estructura de la novela. Dividida en capítulos que se titulan Tránsitos y Lecturas, la voz narrativa fluye entre dos estilos narrativos muy marcados, uno testimonial y otro introspectivo. La ambigüedad del relato —ese caleidoscopio de identidades en conflicto que circulan de una escena a otra— se pone en evidencia incluso en las decisiones estructurales que lo vertebran.

Si el trasfondo del libro es la naturaleza conflictiva de la identidad, el encierro en el propio cuerpo es el escenario de este combate:

“¿Alguna vez te has detenido a pensar en que habitar un cuerpo es mucho más difícil que habitar un apartamento? Y nunca podremos salir de los otros encierros (habitación, apartamento, escuela, trabajo, ciudad…) si no aprendemos a transitar nuestro encierro más íntimo. ¿Sabías que los encierros se transitan, se huelen, se palpan, se sueñan y se transmutan, y sólo entonces se hace posible aprender a salir de ellos?

Hubo una vez un hombre llamado Gregorio Samsa que transmutó su encierro volviéndose escarabajo; hubo una vez un cuervo que se volvió poeta para contar historias de espantos y de gatos encerrados. A cada quien le corresponde transmutar su encierro; poco importa si al abrir una primera puerta sólo encuentra un abismo. Muy posible será que, en el fondo de ese abismo, el escapista consiga la transmutación. Y que nadie espere encontrar nunca más a ese escapista, porque, en su lugar, habrá otro. Hubo una vez un hombre que un buen día descubrió que llevaba mucho tiempo encerrado en un cuerpo que aborrecía. La contemplación es la historia de ese hombre que por miedo se detuvo a esperar su inevitable final”.

"Borges toma de Kafka la idea de que cada uno de nosotros es una forma transitoria encerrada dentro de un cuerpo extraño"

Muchos críticos han reflexionado acerca de la transexualidad del cuerpo de el/la protagonista, y no les falta razón. La transexualidad es uno de los temas que fluyen por la novela, sobre todo la relación ambivalente del/la protagonista hacia su cuerpo biológico y su consiguiente deseo de transformación. Me parece que la mención a la obra de Kafka en el segmento anterior nos ayuda a meditar sobre las fluctuaciones de la identidad sexual a las que alude la novela. Borges toma de Kafka la idea de que cada uno de nosotros es una forma transitoria encerrada dentro de un cuerpo extraño, que nuestros cuerpos están en constante transformación dependiendo del entorno y las circunstancias en las que nos encontramos, siempre sometidos a distintas metamorfosis y extranjerías, y con esta idea construye un mosaico de perspectivas diferentes sobre los infinitos movimientos de la identidad, en el que también se inserta, por supuesto, una indagación sobre las tensiones de la identidad sexual. Sin perder de vista los dilemas corporales, La contemplación nos deja la enseñanza de que es el mundo entero lo que está en un flujo continuo y que las categorías en las que encerramos la identidad de las personas no son sino dibujos endebles que, no obstante, pueden ser borrados por medio de la ficción:

“Ver es ver, sin más. Mirar, en cambio, es abrirse de adentro hacia fuera. La mayoría ve el mundo que le dibujan; sólo muy pocos miran el mundo que está más allá del dibujo”.

"Contemplando las imágenes que se suceden en la novela nos contemplamos a nosotros mismos"

Al finalizar la lectura del libro, queda la impresión de que todos los personajes, que quizá no sean sino un solo personaje, persiguen la contemplación. La necesidad de contemplación es el hilo que une las distintas narraciones, las distintas miradas. La contemplación es mutación, transformación, fragmentación y es también el punto donde convergen el lector y el escritor. Contemplando las imágenes que se suceden en la novela nos contemplamos a nosotros mismos. Edgar Borges comprende como nadie que la literatura es una reinvención del mundo a través del lenguaje. La ficción, como él la entiende, libera la energía imaginativa contenida en el lenguaje y la hace transformarse en literatura. En toda su obra se puede comprobar que la literatura a la que aspira Borges es la literatura total, la literatura en estado puro, pero también sabe que esa pureza solo se consigue, paradójicamente, dejándose contaminar por diversos géneros, por diversas miradas. Ese es el juego que nos propone su literatura: mantenernos abiertos y curiosos para ver desde distintas perspectivas el mundo que está más allá del dibujo.

La recuperación de La contemplación es un acontecimiento para las letras hispanoamericanas. Todos los que amamos la literatura y seguimos con atención la obra de Edgar Borges celebramos esta nueva oportunidad para perdernos en los laberintos de la ficción.

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Autor: Edgar Borges. Título: La contemplación. Editorial: Tiempo de Papel. Venta: Todostuslibros y Amazon.

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Laury Leite

Laury Leite (Ciudad de México, 1984) es escritor. Ha publicado artículos, ensayos, entrevistas y crónicas en diversas revistas literarias. Sus cuentos han aparecido en varias antologías. En 2017 publicó En la soledad de un cielo muerto (Ediciones Carena; La Pereza Ediciones), su primera novela, que se tradujo al inglés con el título Night Has Fallen Here (Lazy Publisher, 2019). La gran demencia, su segunda novela, escrita con apoyo del Toronto Arts Council, saldrá en 2020 (Huso Editorial). En enero de 2019 fue escritor residente en el Banff Centre for Arts and Creativity. Actualmente está escribiendo El tiempo, el lugar y nosotros, su tercera novela, también con apoyo del Toronto Arts Council. Vive en Toronto, Canadá.

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