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Los escritores, esos grandes egos - Zenda
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Los escritores, esos grandes egos

Murakami se desnuda y revela algunos secretos de la escritura en su último libro. Recogemos varios de ellos. Haruki Murakami no gusta a todos, pero a quienes gusta suele enamorar. Su último libro, De qué hablo cuando hablo de escribir, es la penúltima oportunidad para engancharse a este grande de la literatura de Japón y...

Murakami se desnuda y revela algunos secretos de la escritura en su último libro. Recogemos varios de ellos.

Haruki Murakami no gusta a todos, pero a quienes gusta suele enamorar. Su último libro, De qué hablo cuando hablo de escribir, es la penúltima oportunidad para engancharse a este grande de la literatura de Japón y universal que se desnuda, que revela sus frustraciones y que arroja luces, en suma, sobre el lado humano (o inhumano más bien) del escritor: esos seres egoístas, devorados por la rivalidad, desasosegados y difíciles para la convivencia. ¿Quién los querría como amigos o vecinos?

Murakami (Kioto, 1949) ya ganó nuevos lectores —y no necesariamente deportistas— con De qué hablo cuando hablo de correr (2011) un manual íntimo sobre lo que para él supone el esfuerzo de superación y entrenamiento, sobre el valor mental del ejercicio físico. En esta ocasión, el autor japonés adopta un tono de confesión –con enorme seguridad, sin dudas, con el rastro de algunos rencores algo curados  por el éxito, pero rencores al fin y al cabo– desde la atalaya que ofrece la edad y una larga carrera arduamente trabajada. Y desde el éxito.

El japonés pinta a los escritores como seres nada apacibles, mortificados y mortificadores, vencidos por su propio ego y por una competitividad que hace bastante imposible la amistad. Él mismo era un ser que había abandonado la universidad para casarse y abrir un bar de jazz, un voraz lector que jamás se había planteado escribir sus propias obras cuando le llegó su epifanía. Fue en un partido de béisbol, en pleno estadio, con 29 años, cuando vivió la revelación que describe “como agarrar con fuerza algo que venía del cielo”. Volvió  a casa y supo que iba a escribir.

"Murakami siente que la literatura es un enorme ring de lucha libre donde cabe todo el que se atreva a luchar y, en ese contexto, es absurdo que unos sientan que otros vienen a quitarles el sitio."

Desde entonces hizo y deshizo lo que se convirtió en una obsesión, manejó el japonés y el inglés para amasar el lenguaje hasta obtener lo que quiso y aprendió a escribir como si tocara un instrumento: “Al escribir tenía una sensación más próxima a la de tocar música que a otra cosa y aún hoy me cuido muy mucho de no perder de vista esa sensación. Quizá no escribo del todo con la cabeza, sino con cierto sentido corporal, como si fijase el ritmo con unos buenos acordes y me dejase llevar después por el poder de la improvisación”. Intentando siempre conmover como conmovieron los Beatles el suelo de generaciones a las que cambiaron para siempre.

Murakami siente que la literatura es un enorme ring de lucha libre donde cabe todo el que se atreva a luchar y, en ese contexto, es absurdo que unos sientan que otros vienen a quitarles el sitio. “Es fácil subir al ring, pero no lo es tanto permanecer en él durante mucho tiempo”.

Una vez en él, nos deja algunos consejos que será mejor dejar en su boca:

—Sobre el mundo interior: “La diferencia entre lo que existe en el interior del escritor y ese algo nuevo que emerge supone un desajuste del que se servirá el escritor como si fuera una especie de palanca. Es una operación laboriosa, compleja, poco directa”.

—Sobre el escritor: “Escribir no es un trabajo adecuado para personas extremadamente inteligentes. Alguien extremadamente inteligente no es apto para escribir novelas porque hacerlo es un trabajo lento, de marchas cortas. La velocidad es solo un poco superior a la de caminar e inferior a la de ir en bicicleta”.

—Sobre los críticos: ¿Por qué son incapaces de entender? En general son más inteligentes y agudos que los propios escritores y a menudo son incapaces de sincronizar el movimiento de su inteligencia con el de un vehículo que se desplaza poco a poco, como sucede con las narraciones”

—Sobre las certezas: “Las conclusiones lógicas, los juicios sólidos o argumentaciones brillantes no son útiles para una novela. Más bien pueden convertirse en una zancadilla, un verdadero obstáculo que corta el flujo natural de una historia”.

—Sobre la creatividad: “Hay una expresión japonesa que dice: “La madera se hunde y la piedra flota”. En la novela a menudo ocurren esos fenómenos: cosas que se consideran ligeras terminan por ganar peso con el paso del tiempo y, al contrario, asuntos de mucho peso acaban por perderlo hasta no quedar más que un esqueleto. La creatividad es una fuerza continua e invisible que comporta esas inversiones dramáticas”.

—Sobre la ventaja de escribir: “El mundo está plagado de piedras preciosas en bruto tan atractivas como misteriosas. Los escritores están dotados de vista suficiente para dar con esas piedras, y encima es gratuito. ¿Acaso existe otra profesión que ofrezca una oportunidad tan maravillosa?”

—Sobre los personajes: “Generalmente los que pueblan mis novelas se forman de una manera natural. Mientras escribo aparece primero el contexto en el que se moverán y después los detalles empiezan a cobrar vida propia. Es como un imán que atrae hacia sí trozos metálicos dispersos”.

"El autor de Tokio Blues, Hombres sin mujeres y 1Q84 es, en realidad, un nómada de sí mismo. Huyendo del viento en contra. Y en su mapa de destinos describe el próximo al que quiere enfrentarse: Primero fue Japón. Después, el extranjero."

No solo hay consejos de Murakami para saborear y digerir durante mucho tiempo, sino vivencias peores y mejores tras una larga vida de críticas negativas frente al éxito de público. Fue tal el recelo entre los especialistas que desató en Japón tras sus primeros libros que necesitó emigrar  y sigue haciéndolo para empezar nuevos libros. El autor de Tokio Blues, Hombres sin mujeres y 1Q84 es, en realidad, un nómada de sí mismo. Huyendo del viento en contra. Y en su mapa de destinos describe el próximo al que quiere enfrentarse: Primero fue Japón. Después, el extranjero. “A partir de ahora descenderé para buscar en las profundidades de mí mismo, en la lejanía. Ese es un territorio nuevo, desconocido, tal vez mi última frontera. No sé si seré capaz de traspasarla, pero es maravilloso colocar banderas sobre un mapa en lugares donde aún no hemos estado. Da igual la edad que tenga, da igual dónde me encuentre”.

Algunos le acompañaremos.

Autor: Haruki Murakami. Título: De qué hablo cuando hablo de escribir. Editorial: Tusquets. Traducción del japonés de Fernando Cordobés y Yoko Ogihara. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro

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Berna González Harbour

Berna González Harbour es escritora de novela negra, creadora de la comisaria Ruiz. Con Verano en rojo (2012) y Margen de error (2014) dio vida a este personaje cuya serie continúa con Las lágrimas de Claire Jones. También es autora de la novela Los ciervos llegan sin avisar (2015). Es periodista, analista política y colaboradora cultural. Trabaja en la sección de opinión de El País, donde anteriormente ha sido editora de Babelia, subdirectora del diario y enviada especial a numerosos países en conflicto. Escribe en las secciones de cultura y opinión, y también en Babelia, y participa habitualmente en la tertulia de Hora 25, en la Cadena Ser. Su última novela es El sueño de la razón (Destino). @BernaGHarbour

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Rmw
Rmw
8 meses hace

Norwegian wood y tokio blues son el mismo libro, además de faltarte muchos títulos publicados en español. Se nota que es una noticia escrita deprisa y sin información.

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