Hay escritores que han aprendido a moverse con lucidez en las sombras del pensamiento; escritores cuyo oficio entienden como una indagación, una perseverancia de las palabras, un recorrido vital por los lugares concéntricos del pensamiento, siendo capaces de imprimir en sus historias de derrotas, dudas morales o locura algo inmortal; capaces de enlazar, en una trama en espiral como los meandros del córtex, el oficio oscuro de explicar al ser humano.
William Faulkner es uno de esos autores. Y digo “es” porque nadie puede probar, situado frente a una biblioteca o una pantalla de cine, que un escritor que se lee y se admira sin detenimiento pueda llegar a morir alguna vez. En este sentido no está de más recordar que este 2022 se cumplen 60 años de la muerte de Faulkner, ocurrida un caluroso verano del 62 cuando su corazón, saturado de alcohol (al igual que su hígado), dejó de latir.
En el caso singular de Faulkner debemos decir que no sólo vive, sino que lo hace muy bien acompañado, pues en su descenso a los infiernos el premio Nobel iluminó el camino de otros escritores que lo siguieron, magnetizados por su obra: Cabrera Infante, García Márquez, Onetti, Rulfo, Vargas Llosa o Borges. Curioso: Un sureño en la base del boom literario de aquella América del Sur.
En España Juan Benet es el gran ejemplo de escritor y admirador de la obra de Faulkner, “en su caso con insistencia, sin disimulos ni regateos”. Así lo reconoce Javier Marías en el texto escrito con motivo del centenario del nacimiento de Faulkner, en 1997.
Reino de Redonda
Veinticinco años después, ya convertido en monarca de Redonda y responsable de la editorial del Reino, Javier Marías recupera aquel texto como prólogo para abrir una reciente publicación: se trata del volumen número 38 de la magnífica, elegante, colección Reino de Redonda, esta vez con una cubierta de argen atravesada por la flecha de Shiel en un sinople casi Schweinfurt que acentúa su letalidad:
León en el jardín es un tomo que recopila por primera las más relevantes entrevistas a William Faulkner tanto en Estados Unidos como en el extranjero. También se recuperan sus intervenciones en Nagano, Japón. Las entrevistas se presentan por orden cronológico teniendo en cuenta su realización, no su publicación (de 1926 a 1962, dos meses escasos antes de la muerte del premio Nobel).
Con la exquisitez que caracteriza a cada uno de los volúmenes de Reino de Redonda, no faltan textos adicionales enriqueciendo con información el contenido, en este caso unas breves biografías de los editores Meriwether y Millgate, expertos en la vida y la obra de Faulkner, así como un texto preliminar antes de cada entrevista y sus correspondientes notas aclaratorias al final.
El prólogo de Javier Marías y la traducción a cargo de Antonio Iriarte completan el hermoso ejemplar, culminado con un texto impreso en sus ya característicos marcapáginas de Reino de Redonda, que dice así:
“Era un hombre profundamente cortés, pero aprendió pronto a hacer frente al público, rehuyendo cualquier contacto con una inflexible formalidad que desanimó —y enfureció— a unos cuantos”.
Emulando aquella afirmación, Berta Isla soy yo, que escribiera cierta periodista hace tiempo, quizás podríamos decir de quien escribe este bello texto anónimo del marcapáginas redondino que William Faulkner es él.
Tal vez esa mano anónima lea este texto de sincera admiración a Reino de Redonda, una de las más exquisitas editoriales de nuestro país, y sonría con las últimas frases. Espero que así sea. Ride si sapis.
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Autor: William Faulkner. Título: León en el jardín. Edición: James B Meriwether y Michael Millgate. Traducción: Antonio Iriarte. Prólogo: Javier Marías. Editorial: Reino de Redonda. Venta: Todostuslibros
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