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LEIA: Lengua Española e Inteligencia Artificial, o por qué el futuro debe hablar español

El siguiente ejemplo que os dejo de código es solo una porción de un programa llamado chess.js que ha sido escrito en el lenguaje Javascript, uno de los que utilizan todos los navegadores que se precien de ser masivos en Internet, y que utilizamos continuamente hoy en día. Este programa, chess.js, está hecho para poder...

La tecnología se crea en lengua inglesa. Es difícil encontrar un lenguaje de programación que no utilice los comandos para construir programas informáticos basados en lengua inglesa. Begin, end, try, catch, while, repeat, do y similares son las palabras primitivas utilizadas en muchos de los lenguajes con los que se escribe el futuro. Basta con ir a un repositorio de código en Internet, de esos que visitan habitualmente los lectores de la tecnología, para leer algunos de estos códigos. Ahí vas a ver que un inglés nativo criado con la lengua anglosajona puede seguirlo sin “casi” necesidad de haber ido a aprender cómo funciona esta ciencia de hacer recetas —u algoritmos— para nuestros amigos los computadores.

El siguiente ejemplo que os dejo de código es solo una porción de un programa llamado chess.js que ha sido escrito en el lenguaje Javascript, uno de los que utilizan todos los navegadores que se precien de ser masivos en Internet, y que utilizamos continuamente hoy en día. Este programa, chess.js, está hecho para poder disfrutar un juego de ajedrez en el navegador. Ha sido compartido en GitHub para que todo el mundo lo pueda ver, aprender de él, compartir, mejorar, etcétera. Vamos, como cuando un escritor publica sus textos en un blog, pero para los programadores y creadores de tecnología.

Porción de chess.js

He extraído de él solo una porción para que veáis que, para una persona que hable inglés, entenderlo es mucho más fácil que para una persona que no sepa nada de esta lengua. Es la lengua de la tecnología, y los países de anglosajones tienen, por tanto, ventaja en el mundo de hoy en día y en el de mañana. Esos mundos se escriben en la lengua que utilizaban para decirle a sus profesoras qué habían hecho en su summertime, en diez líneas a espacio simple.

Nota mental: “¿Será por eso que hay tantas empresas tecnológicas en el peñón de Gibraltar, o me estoy perdiendo algo?”

Sin embargo, los pobres creadores de mundos futuros en base a tecnología se ven obligados a hacer que su tecnología conviva con lenguas menores, ya que a muchos usuarios no se les da bien el inglés, directamente no saben, o simplemente no les sale de allá donde da poco el sol de Levante utilizar otra lengua que no sea la suya cuando interactúan con su tecnología. Cuando usan una herramienta en su ordenador, cuando usan su teléfono inteligente, o la televisión, quieren usar su lengua materna. La lengua que le enseñaron en el colegio. La “p” con la “a”, “pa”.

Es por eso que los programadores, mientras que pueden utilizar el inglés libremente para decirle cosas a las máquinas en sus lenguajes de programación basados en su idioma, se ven obligados a decirle cosas al usuario a través de ellos en diferentes lenguas. En francés, en finlandés —que tampoco son tantos, pensarán los creadores de tecnología—, en klingon (como vimos en el artículo de klingonizar el iPhone), o en esa lengua que hablan y expandieron los de la península de la melena erizada: el español.

Por eso la parte de la tecnología en la que ésta interactúa con una persona debe ser personalizada para que hable en todas las lenguas posibles. Esas interfaces de usuario pueden ser mensajes y menús en un programa de tu Ventan… Windows, en una aplicación de tu teléfono informático de la manzana mordida, en un texto de instrucciones, en un contrato legal, en los interfaces de voz que tienen ahora los asistentes digitales, los hornos, los frigoríficos, alarmas, termostatos o la Thermomix. Interfaces de usuario de múltiples idiomas.

Por supuesto, entre el programador y la interfaz de usuario (visual, escrita o de voz) en una lengua extraña al inglés, éste necesita ayuda. Necesita de expertos en cada una de esas lenguas, una organización que sepa mucho de esas lenguas para que ayude a las empresas tecnológicas a que hagan un uso correcto de ellas en sus creaciones tecnológicas. Así, por ejemplo, para que Google y Microsoft hagan un correcto uso del español han pedido ayuda a una organización que garantice que el español sea correcto y, en este caso, han elegido a —wait for it— Oxford.

Diccionario de Español en Google “Oxford Languages”

Y de aquellos lodos estos barros, que diríamos por aquí. Nuestra lengua, la Lengua Española, tiene una institución que nos sirve de guía para recoger el uso que nosotros mismos, los que la utilizamos a diario, los que la transformamos, los que la cambiamos, la evolucionamos, queremos y maltratamos, hacemos de ella. Esa institución es la Real Academia de la Lengua Española en coordinación con ASALA, la Asociación de Academias de la Lengua Española.

Porque la lengua no es una escultura para observar, es un árbol para cuidar, que crece, que pierde ramas, que sufre injertos, que late en cada frase que escribimos, decimos u oímos, con unos latidos que expanden y otros que reducen el caudal de palabras y significados, y dobles sentidos, y referencias ocultas en cada comunicación que generamos los hispanohablantes. Es nuestra lengua. Y el Diccionario de la RAE es el lugar donde se refleja ese trabajo de “limpiar, fijar y dar esplendor a nuestra lengua”, porque cuando cualquier hispanohablante quiere saber qué significa una palabra que acaba de leer, escuchar, o encontrar, acude a lo que dice la RAE.

Fijaos si es tan importante para nosotros el diccionario de la RAE que cuando añadieron el termino “hacker” o “jáquer” al diccionario, y decidieron darle una acepción negativa, recogiendo solo uno de los usos —además el dado por los menos informados— que le daban parte de los hispanohablantes, como “pirata informático”, muchos montamos en cólera. Y yo el primero. Recuerdo que por aquel entonces abrí una petición para solicitar que incluyeran una más cercana al uso que le damos nosotros.

Y la RAE reunió a sus académicos, estudió el asunto, concluyó que el uso de hacker con una acepción positiva era amplio y relevante por una gran parte de la población hispanohablante, y fijó una nueva definición. Con ella limpió el debate y dio esplendor a nuestra lengua. No solo la amplió, sino que hizo que la gente pudiera entender mejor todos los textos escritos en español, al indicarle —muy acertadamente— que si se encontraba con el término hacker podría significar ese “pirata informático”, pero también podría significar que fuera una “persona con grandes habilidades en el manejo de computadoras que investiga un sistema informático para avisar de los fallos y desarrollar técnicas de mejora”. Y nos dejaron a todos boquiabiertos por cómo se toman en serio cualquier aspecto que afecte a nuestra lengua. Chapó.

Definición actual de hacker o jáquer en el diccionario de la RAE actualización 2020.

Y eso para nosotros es importante, porque el diccionario de la RAE es nuestra referencia. Cuando hay una duda acudimos a esta longeva institución para que nos saque de ella. Para que nos explique qué significan esas palabras que por región cultural en el globo terráqueo te pueden resultar menos comunes. Como el quilombo, la polola, o esa factura que te ponen en Argentina que tan rica está mojada en el cafetito. Para esos casos, acudimos a nuestra querida RAE. Nos llamamos a ella también a pedir juicio y sentencia en una discusión. A pedir explicaciones, a solicitar atención ante nuevas palabras que crecen como frutos en los árboles de nuestra lengua.

Y no a otros diccionarios a los que, es verdad, puedes tener más o menos cariño, te pueden resultar más o menos prácticos, pero nunca son tomados como la fuente de confianza y veracidad de nuestra lengua. Así que, si vas al diccionario de Oxford que usan Google y Bing y buscas la definición de “vespino” y te dice que no lo sabe… pues tampoco te pones tan exigente. No es la RAE, es solo “otro” diccionario de nuestra lengua, pero no “es” nuestra lengua.

El diccionario de Oxford en español no reconoce la palabra “vespino”, que sí que está en la RAE.

El problema se nos viene encima cuando no vemos esto directamente y lo sufrimos indirectamente. Cuando ese diccionario que no “es” nuestra lengua española completa se utiliza en los correctores ortográficos que llevan las herramientas de edición de textos. En ese momento, cuando herramientas tan populares como Gmail o como Office365 utilizan un diccionario erróneo, incompleto o simplemente cambiado al que es nuestra fuente de confianza, nos encontramos con un problema.

Es un problema cuando nos encontramos que una herramienta de edición de textos, correos electrónicos, cuadernos de bitácoras en Internet o similar, utilizando otros diccionarios, está diciéndole a los hispanohablantes lo que está bien o no —marcándolo con el corrector ortográfico o sintáctico, con subrayados de alerta y error en colores rojos y azules— y eso está mal. Está mal porque viraliza los errores y cercena nuestra lengua, haciendo que términos correctos no se utilicen, como os conté en el artículo de este tema en esta misma sección.

O mucho peor, cuando en lugar de una herramienta es un algoritmo o una inteligencia artificial que está escribiendo textos de manera predictiva, como sugerencias de estilo o basados en técnicas de Machine Learning que han usado datos de entrenamiento de quién sabe dónde, sin ninguna corrección o adecuación a la norma lingüística aceptada por todos los hispanohablantes.

Estamos metiendo algoritmos de inteligencia artificial que escriben textos en lengua española, que hablan en lengua española —cada una con su acento, como ya os conté—, usando como fuente de corrección, como garantista del éxito de la comunicación, como fuente de resolución de dudas, datos, reglas e información de fuentes erróneas, parciales, incompletas o simplemente distintas a la que para nosotros es la referencia: La RAE.

Presentación del Proyecto LEIA por la RAE.

Por eso nació desde la RAE, y apoyado por las principales empresas tecnológicas, como son Google, Microsoft, Amazon, Facebook, Twitter o Telefónica, este proyecto llamado LEIA (Lengua Española e Inteligencia Artificial). Un proyecto en el que todos nos pusimos a trabajar, pero que aún está a distancia de muchas lunas de llegar a puerto final, y por lo que todos los que estamos involucrados debemos acelerar al máximo, para cuidar y proteger al máximo este tesoro de incalculable valor que es la lengua que nos une a varios cientos de millones de hispanohablantes en el mundo, y a un número mayor de herramientas informáticas, aplicaciones, textos e inteligencias artificiales con capacidad de hablar.

LEIA es un proyecto que empujamos para que no tengamos que aprender otra lengua para hablar con la tecnología y la inteligencia, al igual que peleamos por que los creadores de cine o música lo puedan hacer y lo hagan en lengua española. Debemos hacer que la tecnología hable correctamente nuestra lengua española y, a ser posible, que cada vez sea más fácil porque haya más creadores de tecnología que sean nativos en ella.

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Chema Alonso

Es el actual Chief Digital Officer de Telefónica. Es uno de los ponentes más populares en las conferencias de hacking y ciberseguridad de todo el mundo durante más de una década, donde ha presentado y presenta sus trabajos de investigación e invocación tecnológica. Fue Most Valuable Professional de Microsoft durante 12 años en el área de ciberseguridad. En su formación académica, Chema Alonso es Doctor por la Universidad Rey Juan Carlos en Seguridad Informática, donde además sacó su título de Ingeniero Informático. También es Ingeniero Técnico en Informática de Sistemas por la Universidad Politécnica de Madrid, que le nombró Embajador Honorífico de la Escuela Universitaria de Informática. Ha recibido la Cruz del Mérito de la Guardia Civil con distintivo blanco y en 2020 fue nombrado Doctor Honoris Causa por la URJC. Puedes contactar con él en mypublicinbox.com/ChemaAlonso

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