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La verdad no sospechada - Ricardo Lladosa - Zenda
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La verdad no sospechada

Desde este punto de vista leo Nada, y parto del enigmático título de la novela. ¿A qué se refiere esa nada? La explicación más directa alude al poema homónimo de Juan Ramón Jiménez que antecede a la obra: A veces un gusto amargo Un olor malo, una rara Luz, un tono desacorde, Un contacto que...

¿De qué depende la vigencia literaria?, ¿por qué los libros perduran o envejecen? Me lo pregunto al comenzar la lectura de Nada, de Carmen Laforet, cuando se celebra el centenario del nacimiento de la autora; pero advierto al momento que la pregunta resulta retórica. ¿Quién determina esa vigencia? ¿Los lectores, la crítica, los manuales de historia de la literatura…? En realidad, los clásicos no se diferencian de la literatura actual si nos atenemos a nuestra propia valoración. Lo mismo puede deslumbrarnos una obra canónica que otra reciente, o incluso olvidada. La cuestión de fondo cuando ocupamos las horas de nuestra vida leyendo, más allá de juicios académicos, es si el libro leído nos interpela.

Desde este punto de vista leo Nada, y parto del enigmático título de la novela. ¿A qué se refiere esa nada? La explicación más directa alude al poema homónimo de Juan Ramón Jiménez que antecede a la obra:

A veces un gusto amargo
Un olor malo, una rara
Luz, un tono desacorde,
Un contacto que desgana,
Como realidades fijas
Nuestros sentidos alcanzan
Y nos parecen que son
La verdad no sospechada…

"Llega a Barcelona al comienzo de la posguerra, en un ambiente luctuoso que aún se respira por todas partes"

Juan Ramón remite a lo sensorial como presentimiento, a unas apariencias que cobran el aspecto de lo real. Esto es justo lo que le sucede a Andrea, la joven huérfana protagonista del relato. Llega a Barcelona al comienzo de la posguerra, en un ambiente luctuoso que aún se respira por todas partes. Como si alguien acabara de barrer una sala y el polvo del suelo todavía flotara en el aire.

Pero lo sensorial no encierra su explicación, no es la verdad, sino sus fantasmas. De ahí lo inaprensible de un relato que no se refiere apenas al contenido sino al continente; al fondo sino a la forma literaria. Por ejemplo, casi no se cita la Guerra Civil o la participación que en ella tuvieron Juan, Angustias, Román y Gloria, los tíos de Andrea. Apenas sabemos si pertenecieron a uno u otro bando, ni cómo actuaron, ni se emite juicio valorativo alguno sobre republicanos o franquistas. Solo nos queda ese aire, esa atmósfera posbélica de tragedia que lo impregna todo.

"Es probable que la vigencia de Nada se deba a ese despojo de contenido y de fondo frente al continente y la forma"

Nada es, en esencia, una tragedia. La familia de Andrea, su abuela y sus tíos que habitan el piso de la calle Aribau donde se desarrolla la trama, representan a la burguesía venida a menos, que a causa de la fatalidad y de las pasiones se ven abocados a un funesto final: el desamparo y la muerte. Las pasiones se nos muestran con total desnudez, fruto de los sentimientos, de la irracionalidad, del destino.

Es probable que la vigencia de Nada se deba a ese despojo de contenido y de fondo frente al continente y la forma, porque las pasiones siguen siendo hoy las mismas que en 1945 cuando se publica la novela, y tanto da que el trasfondo sea la Guerra Civil Española o cualquier otra guerra de las que ahora abundan en los países en vías de desarrollo.

"Mas, al cabo, como advertía Juan Ramón, las pasiones son sensaciones. Son la verdad no sospechada"

Otro aspecto a destacar de esta nada, no solo la del título sino la que proviene de ese despojo argumental, de su indiferencia hacia una época o una cultura, la encontramos en la reflexión final de Andrea, cuando hace balance de su estancia en Barcelona. Laforet escribe:

Bajé las escaleras, despacio. Sentía una viva emoción. Recordaba la terrible esperanza, el anhelo de vida con que las había subido por primera vez. Me marchaba ahora sin haber conocido nada de lo que confusamente esperaba: la vida en su plenitud, la alegría, el interés profundo, el amor. De la casa de la calle de Aribau no me llevaba nada. Al menos, así creía yo entonces.

No deja de sorprender la cavilación anterior cuando, durante veinticinco capítulos, Andrea ha vivido y ha sido testigo de esas pasiones extremas: la violencia explícita o soterrada, el sexo, el deceso… Mas, al cabo, como advertía Juan Ramón, las pasiones son sensaciones. Son la verdad no sospechada; pero solo nuestra verdad, no la de la Historia. La paradoja es que mientras la Historia con mayúscula pasa y muta, las pasiones perduran. De ahí la vigencia de Nada y de Carmen Laforet.

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Ricardo LLadosa

Ricardo Lladosa (Zaragoza, 1972). Estudió Economía, Derecho y Lenguaje y técnicas de Vídeo y Televisión en las universidades de Zaragoza y Maastricht (Holanda). En la actualidad es director financiero. Desde 2013 escribe sobre literatura en el suplemento Artes & Letras de Heraldo de Aragón y en Zenda Libros. En 2015 fue finalista del premio de relatos de la fundación Iluminafrica. "Madagascar" (Anorak, 2017) fue su primera novela. Más tarde publicó "Un amor de Redon" (Fórcola, 2019). Su última novela es "Roma en el bolsillo" (Funambulista, 2023). @ricardolladosa

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Antonio
Antonio
1 año hace

Si la novela no te gusta, lo mejor es abandonarla. Hay muchos libros que leer y poco tiempo para leerlos.

Gladys Ruiz de Azúa Aracama
Gladys Ruiz de Azúa Aracama
1 año hace

Estimado Ricardo: Te escribo esta carta en respuesta a la tuya.
Me llegó por eso que muchos llaman «el azar» y que en realidad no es sino la respuesta que el Universo nos regala para esclarecernos en alguna de nuestras dudas o para reafirmarnos en cualquiera de nuestras posibles y particulares certezas.
Tu carta no venía a mi nombre oficial pero sí a nombre de mi «seudónimo»: yo también soy cazadora de voces.
No me dices ni una sola palabra que no comparta. Tanto, que pienso que has plagiado mis sentimientos.
Miro mi biblioteca y veo que muy pocos han removido mis tres cerebros: mi mente, mi corazón y mis intestinos.
Gracias. Mil gracias.
Sin más, afectuosamente.

Miguel
Miguel
1 año hace

Cada libro tiene su tiempo. Las novelas también tienen su tiempo, igual un poema, un cuento, un ensayo. A veces el libro que nos impidió pasar de la primera página en un primer intento, en un segundo o tercero, se hace leer tan cómodo que luego nos invita a releerlo.

Nora García
Nora García
1 año hace

Me gusta el hecho de que lo escrito me conecte con la imaginación. Si eso no se produce es difícil el acto de lectura.

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