El anonimato en la literatura parece una costumbre en desuso pese a que todos sabemos que grandes títulos de la literatura universal se han escrito bajo esta denominación. Actualmente vivimos en la era de la comunicación, las redes sociales muestran cada paso, cada opinión y cada gesto, y eso hace que parezca imposible mantener un perfil anónimo ligado a algo tan expuesto como es la escritura. Precisamente en este mundo es en el que nace La Vecina Rubia, una mujer que ha sabido medir qué parte mostrar de su privacidad y que se ha convertido en uno de los grandes fenómenos editoriales de nuestro país con la serie de novelas Verano. Miles de personas —a estas alturas ya habrán superado el millón— se han reído y llorado con la narradora, Laux, Lucía, Nacho, Sara y Pol, a quienes conocieron en 2021 con la publicación de La cuenta atrás para el verano (Libros Cúpula). Un año más tarde su historia continuaría en Contando atardeceres (Libros Cúpula) y el pasado octubre la autora puso en nuestras manos La chica del verano (Libros Cúpula), en el que se acerca más que nunca a sus lectores, al incluir qué supone en la vida de la narradora tener un alter ego tan potente como es La Vecina Rubia. En esta última entrega sus personas han evolucionado hacia una edad más adulta y la autora aborda temas tan importantes como son la maternidad, la estabilidad y la necesidad de convertir el futuro en parte del presente día a día.
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—Siempre se dice que tras una primera novela que es un éxito se esconde el miedo a la segunda. Acabas de publicar la tercera. ¿Se vive con la misma intensidad, o ya te sientes un poco más segura?
—Sin duda se vive con la misma intensidad, tanto por la ilusión del lanzamiento como por los miedos de si gustará tanto como las anteriores. El miedo siempre está ahí y creo que es lo que a los escritores nos empuja a intentar mejorar cada vez y superarnos, como ocurre cuando cualquier persona se enfrenta a un reto profesional. En mi caso, además, me enfrento a un cambio radical de género con esta próxima cuarta novela, que se publicará este año, por lo que los nervios se multiplican, a la par que la ilusión.
—Frente a quienes piensan que por tener éxito en las redes te resulta más fácil alcanzar los primeros puestos de ventas, lo que nos gustaría saber es cuánto pesa la etiqueta de influencer a la hora de entrar en el mundo literario y ser considerada una escritora de verdad. ¿Cómo llevas los prejuicios?
—Me considero una persona muy resiliente, por lo que para bien o para mal me he acostumbrado a esos prejuicios. Según el día, intento rebatirlos o simplemente los ignoro. Ya he publicado tres novelas y voy camino de la cuarta, y el argumento que esgrimen algunas personas con el manido “libro de influencer” creo que cae simplemente por su propio peso, pero si para alguien no es suficiente, no creo que yo pueda convencerle de lo contrario. Quienes sí podrían convencerle son mis libros, pero normalmente quien opina así ni siquiera los lee.
—¿Cómo es tu evolución como escritora? ¿Podrías contarnos en qué momento comenzaste a escribir? Y no me refiero a novelas, sino a si hubo un diario en el que relataras historias o quizás cuentos para ti o para algún trabajo escolar. ¿De dónde nace la escritora?
—Yo creo que nadie nace escritor, es algo que se hace. No hay una carrera universitaria que te forme como escritora, y todos, desde los clásicos que todos hemos estudiado hasta los best sellers de la actualidad, tuvieron otras profesiones antes de poder ser considerados como tal. Te haces escritora cuando te das cuenta de que tienes una necesidad, aunque sea silente, de pasar al papel tus pensamientos, tus vivencias, tus sueños y anhelos. Acumulo decenas de diarios escritos en mi adolescencia, libros de sueños y todo tipo de relatos que compartía en blogs y más tarde en mis redes sociales. En el instituto creé un periódico muy peculiar que publicaba con asiduidad, escrito en clave de humor. Me encantaría hablar más de ello, pero no puedo hacerlo sin dar demasiadas pistas sobre mi identidad, y es algo con lo que siempre tengo especial cuidado, jugando incluso en ocasiones al despiste para salvaguardarla. Llevo publicados un libro de inglés y tres novelas bajo el pseudónimo de La Vecina Rubia, pero no siempre actué bajo ese paraguas que me protege de mi anterior identidad… y hasta ahí puedo leer.
—¿Y la lectora? ¿Cuáles son tus referentes literarios, esos libros que te hubiera gustado escribir?
—Me hubiera encantado escribir La sombra del viento, porque estoy segura de que es uno de los libros que más lectores ha creado. No hay resultado más bonito en cuanto a cifras que las que te indican que hay personas que han comenzado a leer contigo, que han retomado el hábito de la lectura o superado un bloqueo lector. Nunca se olvidan aquellos libros que te iniciaron en el maravilloso mundo de la lectura. También me hubiera gustado que la primera frase de alguna de mis novelas fuese la misma que la de El camino, de Delibes: ¨Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así”. Para mí, condensa la esencia de cualquier novela.
—Tu última novela trata temas importantes, como las parejas, la necesidad de autonomía, los comienzos y, de una forma especial, la maternidad, con lo que te has unido a voces de mujeres que se alzan para hablar de lo que no se dice. ¿Crees que la sociedad en la que vivimos sigue manteniendo silencios?
—Si bien es cierto que es innegable darse cuenta de que la sociedad ha avanzado mucho en cuanto a temas que antes eran tabúes, muchos de ellos relacionados con las mujeres —el aborto, la sexualidad, la menopausia, por poner algunos ejemplos—, siguen estando en ocasiones rodeados de un silencio en el que muchas personas se sienten cómodas. Creo que es muy importante utilizar el altavoz que nos brindan tanto las historias que contamos en los libros como en las redes sociales para normalizar muchos temas que son incómodos de tratar. En La chica del verano hablamos de algunos de los temas mencionados, desde la experiencia de los propios personajes. Tras su publicación he recibido innumerables mensajes agradeciendo la normalización de ese tema y por poner en palabras un sentimiento compartido por muchas mujeres que han transitado por ese mismo camino y que se sintieron identificadas al leer la historia.
—Está muy feo preguntar por cifras, pero ¿puedes darnos más o menos algún número de ventas y lectores?
—La cuenta atrás para el verano lleva catorce ediciones publicadas. La primera tirada fue de 50.000 ejemplares. En la segunda, Contando atardeceres, doblamos la tirada en la primera para no romper stock, como nos ocurrió con la primera novela de la saga, y aun así hubo momentos en los que colgamos el cartel de “agotado” en Amazon. De esta segunda entrega con tiradas más amplias hemos publicado ocho ediciones. Con el cierre de la saga, La chica del verano, batimos el récord de ejemplares vendidos con una preventa, llegando a reservarse 10.000 ejemplares solo en la primera hora y teniendo que lanzar una cuarta edición sin haberse colocado todavía la novela en librerías, solo en preventa. Todas estas cifras son únicamente de España. Los libros ya están también en Latinoamérica, Estados Unidos y traducidos de momento al italiano y portugués, junto con otras propuestas muy ilusionantes. Son unas cifras de vértigo y estoy inmensamente agradecida a ese más de millón de lectoras que me acompañan en este camino.
—Una presencia constante en la saga Verano es Ibiza. ¿Qué tiene la isla para que se haya convertido casi en un personaje más en tus novelas?
—A lo largo de las tres novelas, Ibiza supone la calma después de la tormenta. La presencia de la isla en esta saga siempre viene acompañada de un punto de inflexión que cierra una etapa y abre una nueva. Como bien dices, podría ser un personaje más, uno que trae consigo una reflexión vital y un cambio.
—Convertir a un personaje de redes en un narrador solvente que además recuerde cada punto que ha ido dejando en el camino hasta el final ha tenido que ser un trabajo duro. ¿Cómo nace la trilogía Verano?
—Ciertamente, ha sido todo un reto intentar que el estilo literario de las novelas fuera creciendo como lo hacía el personaje, y por ende la narración. Que quien leyera la primera novela sintiera a una adolescente hablar y narrar su propia historia desde la inocencia y que, llegados a este punto, en La chica del verano, estando los protagonistas ya en la treintena y asomados a la década de los cuarenta, se percibiese un estilo menos contemplativo y más literario.
—Dicen que cuando un escritor termina una historia abre la mano y deja libres a los personajes que ha creado para que continúen su vida de forma anónima. ¿Sientes que los has soltado, o quizás podamos conocer el futuro de este grupo de amigas? Y amigos, que no se me olviden.
—Para mí es imposible sentir que los he soltado porque conviven conmigo en mi día a día. Si algo me ha hecho muy feliz de esta saga es recibir tantos mensajes de lectoras que han sentido a estos amigos como propios, que me dicen que los echan de menos y que les encanta cuando publico en redes esas pequeñas pinceladas de mi vida donde pueden seguir sabiendo de ellos.
—Cuando nace un escritor es incapaz de retirarse, porque siente que siempre tiene algo que contar. ¿Estás trabajando en algo ahora mismo?
—Estoy en pleno proceso de escritura de la cuarta novela. Supondrá un cambio de registro, nuevos personajes, una nueva historia que espero que no deje indiferente a nadie y que sorprenda. Sin duda, un nuevo reto al que me enfrento con la ilusión con la que abordo siempre cada proyecto. Estar en continuo movimiento es lo que me hace sentirme viva.
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