La reseña ideal de esta película sería breve: «Vayan a verla sí o sí». Nada más. Para qué hablar de la historia portentosa, la excelencia técnica con la que está rodada o las maravillosas interpretaciones que nos regala. Lo más importante es que nos encontramos ante dos horas inmensas que cualquier cinéfilo (que no espectador medio) sabrá apreciar.
Pero esto nada tendrá que ver con la película, por desgracia. La persona que se acerque a ella encontrará una suerte de western magnífico. Realmente magnífico.
¿De qué va?: El rey danés Frederik V declara que los páramos salvajes de Jutlandia deberían ser colonizados y cultivados para que la civilización pueda extenderse y generar nuevos impuestos para la Casa Real. Sin embargo, nadie se atreve a seguir el decreto del rey. Esa tierra significa muerte: un lugar lleno de lobos hambrientos y castigado por una naturaleza brutal e implacable. Pero a finales del verano de 1755, un soldado solitario llamado Ludvig Kahlen decide que esos páramos le proporcionarían la riqueza y el honor que había deseado siempre.
Se trata de la nueva película de Nikolaj Arcel, responsable de la notable Un asunto real, que después de su paso por Hollywood (donde lo fagocitaron y no le dejaron desarrollar su talento) regresa a su país natal para dar vida a una historia inspirada en hechos reales. En esta ocasión su dirección tiene ecos a Ford, al que homenajea calcando con descaro más de un plano. Además conjuga con gran sabiduría el arte de dar espacio a los actores pero dejando a la vez que brille el apartado técnico.
Aunque hay que reconocer que el elenco está tan inspirado que resulta imposible no sentir que los intérpretes cogen las riendas del conjunto. Pero claro, es que tener a Mads Mikkelsen como protagonista le otorga un carisma de aúpa al film. Qué clase, qué porte, qué todo. Durante su visionado, el espectador no puede hacer otra cosa que admirar a ese hombre que realiza semejante hazaña.
Eso sí, es de justicia nombrar que el resto del casting no se queda atrás. Sobre todo Amanda Collin y Simon Bennebjerg, que tiene un encargo complicado: ser el enemigo de un Mads Mikkelsen tan inconmensurable no tiene que haber sido nada fácil. Otro actor tal vez se hubiese sentido intimidado de manera subconsciente, pero él sabe defender muy bien su parcela.
La tentación de seguir hablando sobre el film es alta. Es una de esas obras que invitan a recordar pasajes, a enumerar sus incontables bondades y también a recomendarla sin cesar. Sí, así de buena es La tierra prometida (The Bastard).
Aterriza en salas el próximo 2 de febrero y lo mejor que puede hacer un servidor es acabar aquí su reseña para que puedas consultar tu agenda y reservar una entrada. En una época en la que no abundan las películas eminentemente cinematográficas (esto queda raro al escribirlo, pero espero que se entienda) hay que recompensar que aún existan creadores que confíen en el cine puro y duro destinado al público adulto.
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