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La ternura de lo mágico - Zenda
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La ternura de lo mágico

Susana Merchán ha escrito una novela coral en la que, bajo el paraguas del realismo mágico y del humor surrealista, se cuenta la historia de una familia, la Quiñones, cuyas mujeres llevan generaciones tratando de vengar su pasado. La casa donde todas ellas han vivido, por cierto, “de tanto en tanto se tambaleaba y cambiaba...

Susana Merchán ha escrito una novela coral en la que, bajo el paraguas del realismo mágico y del humor surrealista, se cuenta la historia de una familia, la Quiñones, cuyas mujeres llevan generaciones tratando de vengar su pasado. La casa donde todas ellas han vivido, por cierto, “de tanto en tanto se tambaleaba y cambiaba las cosas de sitio”.

En este making of Susana Merchán cuenta el origen de El vaivén (Pepitas).

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Hace unos años me dijeron que cuando en las familias alguien muere o desaparece, otra persona tiene que ocupar su hueco.

Desde entonces me obsesiona la idea de pensar en la familia como una entidad sólida y constante, en la que los personajes siempre son los mismos y se intercambian entre las personas que aparecen y desaparecen, que nacen y mueren.

Aunque esto puede verse como algo místico, también es entendible desde la necesidad de categorizarnos o sentirnos parte de un conjunto, y tener una misión en todos los sistemas a los que pertenecemos, y, en particular, en el más importante: la familia.

Por lo visto he querido hablar de este tema en El vaivén.

Digo “por lo visto” porque yo no tenía ni idea de lo que iba a tratar cuando empecé a escribir la novela. Lo único que tenía claro era que quería que aparecieran señoras, niñas y fantasmas.

"Pero había que conectar todas las partes y me pareció muy interesante incluir, a través de apariciones, a personajes que no fueran los protagonistas del capítulo en cuestión"

Pero, según lo iba escribiendo, me di cuenta de que estaba hablando de los mismos patrones y las mismas desgracias a lo largo de seis generaciones de una familia, aunque fueran personas distintas las que la habitaran.

Ha sido la primera vez que he tenido tal cantidad de personajes entre manos y, aunque al principio me abrumó un poco, enseguida encontré algo que me ayudó: hacer capítulos cortos, y casi autoconclusivos, en los que contara cada historia como si fuera un cuento separado del resto. Pero había que conectar todas las partes y me pareció muy interesante incluir, a través de apariciones, a personajes que no fueran los protagonistas del capítulo en cuestión.

Jugar a llevarlos y traerlos del mundo de los muertos a este mundo, como si buscaran hacerse un hueco en capítulos que no les pertenecen.

"Tuve claro que la cuestión principal que quería tratar era la familia. La familia y sus abusos y, sobre todo, la manera en la que se convive con ellos"

A pesar de saber que la estructura fragmentaria podía resultar liosa, no quería tener la obligación de seguir un orden cronológico al contar la historia. Para tratar de evitar esa confusión, además de incluir el árbol genealógico que me acompañó durante la escritura, me pareció importante caracterizar muy bien a cada personaje, para que se lo reconociera entre la multitud. Por eso la mayoría de ellos tienen unos rasgos físicos muy marcados que, además, determinan su manera de comportarse. También quería que los lugares que todos estos personajes tienen de fondo tuvieran su protagonismo. Creo que los sitios que habitamos se contagian de nuestras virtudes y también de nuestras obsesiones. Por eso quería que se viera la evolución del pueblo y de la casa familiar a lo largo de las generaciones y que, como a cualquier otro personaje, les pudieran pasar cosas buenas y cosas no tan buenas.

"El jacarandá es un símbolo clave en el libro porque representa, al mismo tiempo, la crudeza de la realidad y la ternura que da lo mágico, que son los dos contrapuntos de la novela"

A partir de cierto momento en el proceso de escritura tuve claro que la cuestión principal que quería tratar era la familia. La familia y sus abusos y, sobre todo, la manera en la que se convive con ellos. A pesar de la crudeza del tema, para mí era importante no contarlo desde la total oscuridad. Por eso, y sobre todo porque no sé hacerlo de otra forma, he querido incluir la magia y la comedia en el relato.

Y es que los elementos mágicos han sido claves para contar esta historia. Por ejemplo, el jacarandá del jardín de la casa está ahí para recordar que esta familia es especial, que los Quiñones ocupan una situación privilegiada en el pueblo porque, haya sequía o pobreza, el árbol siempre está florido y hermoso. Esconde y desvela cosas mágicas y sobresale por encima de la valla del jardín para que cualquiera que pase cerca pueda verlo y desearlo.

Este árbol es un elemento que desde fuera parece mágico pero que, en realidad, esconde algo oscuro.

"Aunque lo que une a las distintas generaciones es el ajuste de cuentas y podría considerarse el hilo conductor más evidente, esa venganza no sería posible sin algo mucho más potente: la hermandad"

Creo que el jacarandá es un símbolo clave en el libro porque representa, al mismo tiempo, la crudeza de la realidad y la ternura que da lo mágico, que son los dos contrapuntos de la novela.

Una vez que el tema principal estuvo claro, me puse a pensar en el hilo conductor entre capítulos. Y fue durante la creación de los personajes cuando se construyó de manera muy natural ese punto de conexión: la venganza.

Sin embargo, aunque lo que une a las distintas generaciones es el ajuste de cuentas y podría considerarse el hilo conductor más evidente, esa venganza no sería posible sin algo mucho más potente: la hermandad. Es curioso, porque muchas de las cosas sobre las que habla el libro no las he pensado mientras lo escribía, se me han presentado después, como una aparición, y creo que esta es la más importante de ellas. Yo no lo supe hasta el final, pero sin la unión (o reunión) de las mujeres de esta familia esta historia no habría tenido sentido o, al menos, yo no habría tenido interés en contarla.

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Autora: Susana Merchán. Título: El vaivén. Editorial: Pepitas. Venta: Todos tus libros.

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Susana Merchán

Susana Merchán es madrileña, matemática y muy bajita. A los 30 se enteró de que la cecina no es de león, sino de vaca. Le gusta escribir y pintar, pero son solo excusas para hacerse famosa y llegar a ser lo que siempre quiso ser: directora de cine. Ha publicado dos novelas: 'El fractal' (Cerbero, 2020) y 'El vaivén' (Pepitas de calabaza, 2024).

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