El 21 de enero de este año, se cumplieron cien años del fallecimiento de uno de los grandes y controvertidos personajes de la historia mundial. Vladimir Ilich Uliánov, alias Lenin.
Lenin, apodo que adoptó, fue reconocido por su afán revolucionario al objeto de cambiar las estructuras de la Rusia zarista y convertir, mediante la lucha de clases, a la Rusia imperial en una nación en la que los soviets, agrupaciones de obreros, campesinos y clases de tropa, ejerciera el poder y el gobierno, transformándola en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Según describe Carrère, Lenin procedía de una familia acomodada rusa que disfrutó de una infancia privilegiada gracias al trabajo de su padre como inspector de enseñanza pública en la provincia de Simbirsk. Sin embargo, persisten una serie de certezas y muchas dudas sobre cómo ver a este visionario político que hizo de la revolución su forma de vida. Cuando conoció a Nadezhda Krúpskaya se contagió del compromiso político que tenía la que más tarde seria su esposa.
A lo largo del periodo de 1900 a 1914, Lenin sufrió numerosas decepciones, especialmente al ver que no lograba triunfar la revolución de 1905. Mientras tanto, se convence que la presencia de los bolcheviques en los soviets era insignificante y observó cómo su prestigio disminuía, mientras que el de su rival menchevique, Trotski, iba en aumento. Tras el fracaso de sus postulados, se vio obligado a volver a exiliarse, viviendo errante de ciudad en ciudad y observando cómo su figura política se volvía irrelevante durante casi una década. Al comenzar la Gran Guerra, se convenció de que esta propiciaría su anhelada revolución en su patria.
La autora comenta que Lenin dedicó todos sus esfuerzos al desencadenamiento del alzamiento de las clases proletarias, campesinas y de la tropa. Durante el Octubre Revolucionario, al tomar el poder, descubrió que los campesinos le habían precedido y habían ocupado las tierras, convirtiéndose en sus dueños. Lenin se dedicó, en unos años convulsos, a diseñar y poner en marcha una Asamblea Constituyente para legitimar el poder del proletariado.
Condicionado por la guerra civil contra el Ejército Blanco, formado por fuerzas antirrevolucionarias y partidarias del Zar, se encontró con una nación donde su política económica provocó el retroceso de la misma y vio como sus medidas fracasaban. Cada año las superficies cultivadas disminuían y la economía de trueque resultaba insufrible debido a una inflación desbocada. Eran tantas las dificultades a las que el gobierno se enfrentaba para gobernar que Lenin decidió no permitir que se cuestionase más su autoridad, adoptando las medidas necesarias, por medio de un terror salvaje y sangriento, para evitar que fracasase la Revolución y él, cómo líder de esta.
Obsesionado con su imagen como “hombre bueno”, Lenin decidió impartir en secreto sus “órdenes de matar, deportar, fusilar, etc.”. De esta manera, podía, mediante su propaganda, aumentar su fama de buen protector, aparentando que se preocupaba por beneficiar a su pueblo; aunque en realidad era todo lo contrario.
Hélène Carrère, en su extenso análisis, dedica tiempo al pensamiento filosófico de Lenin y describe de manera meticulosa su obsesión por ajustar cuentas a la religión y a Dios. Vladimir Ilich Uliánov repetía continuamente la frase formulada por los fundadores del pensamiento marxista de que: “La religión es el opio del pueblo”, adoptando así una filosofía materialista, atea y anticlerical. Lenin creía que el estado debía educar a los miembros de la sociedad en un espíritu ateo, utilizando los mismos métodos que antes había empleado su odiada Iglesia Ortodoxa.
La autora desmenuza la personalidad de Lenin y describe cómo su frágil sistema nervioso lo obligó a tomar periodos de descanso, posiblemente llevándolo a sufrir un agotamiento contumaz y persistente que finalmente lo enfermó y lo llevó a morir al cabo de pocos meses.
D’Encausse, a través de su análisis del pensamiento político y psicológico, permite al lector encontrar respuestas a las grandes controversias que rodean la figura de Lenin. Más allá del mito del luchador por la revolución y la instauración del régimen marxista, presenta a un Lenin táctico y estratega, que configuró al genio político responsable de poner en pie un imperio de los trabajadores durante setenta años, el cual se derrumbó de la misma manera que se había alzado y condenó a que la presencia del comunismo en el mundo se viera reducida a la mínima expresión. También destaca la certeza de que es responsable de la muerte de millones de personas y cuya figura, para muchos de sus conciudadanos, representó la encarnación del mal.
El ensayo de Hélène Carrère d`Encausse, a pesar de haber sido escrito hace veinticinco años, se mantiene como una biografía de referencia gracias a la investigación, rigurosidad y espíritu crítico con que la autora lo elaboró. A lo largo del libro, el lector encontrará respuestas a muchas de las incógnitas que en algún momento se pudo plantear sobre la controvertida figura de uno de los protagonistas de la historia de principios del siglo XX, y sobre quien se han escrito cantidades ingentes de libros.
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Autora: Hélène Carrère d’Encausse. Título: Lenin. Traductor: Mauro Armiño. Editorial: Espasa. Venta: Todos tus libros.
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