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La musa del ciberpunk y sus desvaríos - Zenda
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La musa del ciberpunk y sus desvaríos

Puestos a hablar de infelices tan egregios, cumple empezar la nómina de los más desdichados por el gran Philip K. Dick, junto a William Gibson uno de los pilares de ese futuro en que la inteligencia biológica pugna con la artificial. Nació para perder. Le abandonaron todas las mujeres que quiso. Le hubiera gustado ser...

Suave pero insistente, como la lluvia ácida que cae sobre los paisajes urbanos del ciberpunk. Así se antoja la mala estrella de algunas de las referencias fundamentales de este subgénero de la ciencia ficción que, ya en los años 80 del pasado siglo, imaginó en sus distopías varios aspectos de nuestra realidad.

Puestos a hablar de infelices tan egregios, cumple empezar la nómina de los más desdichados por el gran Philip K. Dick, junto a William Gibson uno de los pilares de ese futuro en que la inteligencia biológica pugna con la artificial. Nació para perder. Le abandonaron todas las mujeres que quiso. Le hubiera gustado ser un acólito de la Generación Beat, pero nadie habría de llamarle nunca por ese camino. Fue elogiado por Stanisław Lem. Mas aquellos halagos, aunque debieron de complacerle, no le procuraron algo tan vil y prosaico como el dinero, tan necesario para los maestros del ciberpunk como para los simples cretinos. Vivió toda su vida en esa precariedad, próxima a la indigencia, común a los escritores que no venden, publicando en revistas pulp y en editoriales de posibilidades muy limitadas. Su sino era tremendo. Apenas mordió el polvo en el 82, perseguido por los seres invisibles que imaginaba maniobraban contra él en la KGB y la CIA, el cine empezó a llevar a la pantalla sus historias con la misma avidez que los marchantes cayeron sobre las telas de Modigliani cuando llegó la hora del artista. Blade Runner (Ridley Scott, 1982), sobre ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968); Desafío total (Paul Verhoeven 1990), sobre Podemos recordarlo por usted al por mayor (1966); o Minority Report (Steven Spielberg, 2002) sobre El informe de la minoría (1956), sólo son tres de los innumerables grandes títulos del maestro del ciberpunk que han inspirado decenas de notables películas.

"Sean Young, la actriz que incorporó a la más dulce Eva mecánica que hayan mostrado el cine y la literatura, también ha sido una mujer marcada por una estrella fatal, una chica sin suerte"

En una de ellas, Blade Runner, abanderada de todo el subgénero, hay una chica que aún recuerda la araña con patas verdes que tejió su tela en el jardín de su casa y la tuvo atemorizada durante uno de los veranos de su infancia. El bicho puso un huevo. Cuando éste eclosionó, “las doscientas pequeñas arañas que salieron de él se comieron a su madre”. Así de brutal que es a veces la vida. Pero Rachael, la chica a la que me refiero, no sabe si esos recuerdos son suyos o de la sobrina de Eldon Tyrell (Joe Turkel), su jefe. Es más, hasta que Rick Deckard (Harrison Ford) no ha empezado a hacerle el test no sabía que, ella también, era un androide, una replicante.

Sean Young, la actriz que incorporó a la más dulce Eva mecánica que hayan mostrado el cine y la literatura, también ha sido una mujer marcada por una estrella fatal, una chica sin suerte, nacida para el infortunio. Dar vida a Rachael, todo un icono de los años 80, como aquella evocación de sus recuerdos por parte de Roy Batty (Rutger Hauer) que, llegada la hora de morir han de perderse como lágrimas en la lluvia, es el más bello soliloquio del florilegio del cine finisecular.

"No aceptamos el mestizaje entre la materia viva y los dispositivos electrónicos. La bioética tiene mucho que decir sobre el particular. Nos asusta pensar que los Nexus 6 son iguales o superiores a los ingenieros que los crearon"

Pero aquella gloria, aunque muy grande, tuvo que saberle a poco, como aquello que se da y se quita. A casi cuarenta años vista del estreno de Blade Runner, se recuerda más a la Sean Young ingresada en diversos centros para superar su alcoholismo, experiencias que luego ha ido contando en los reality shows sobre la rehabilitación de notables que le han pagado por ello. Una lástima. Como también lo es que en 2018 fuera detenida, junto a su hijo, luego de ser identificada por el sistema de videovigilancia de las oficinas de la productora que la había contratado para dirigir Charlie Boy, una comedia dramática estrenada este mismo año, como la autora del robo de un par de ordenadores portátiles. Alegó que todo fue un malentendido. Empero fue sustituida en la realización por Timothy Hines. Una oportunidad perdida. Y probablemente de las últimas que habrá de darle la vida.

Recordar a Sean Young por estos y otros desvaríos es pasar por alto su expresión de ese anhelo de ser humanos que late en tantos personajes biomecánicos. La mejor fue su Rachael. Pero entre ella y el niño robot de Inteligencia artificial (Steven Spielberg, 2001), David Swinton (Haley Joel Osment), este sentimiento de querer ser como nosotros debería conmovernos como alguien que nos recuerda a nosotros mismos. Como ya nos contó Dick, nos crispa. No aceptamos el mestizaje entre la materia viva y los dispositivos electrónicos. La bioética tiene mucho que decir sobre el particular. Nos asusta pensar que los Nexus 6 son iguales o superiores a los ingenieros que los crearon. “¿Vendrías tras de mí? ¿Me darías caza?”, pregunta Rachael a Deckard, el implacable cazador de replicantes del que se ha enamorado. Le quiere tanto que, por defenderle, ha matado a sus pares como matan los humanos. “No se llama ejecución, se llama retiro”.

"Sean Young debió de haber inspirado a la postmodernidad como Juliette Gréco inspiró a los existencialistas del París de los años 50"

Si el bueno de Kenneth Anger escribiera un tercer volumen de su Hollywood Babilonia, seguro que Sean Young merecía en él todo un capítulo. Nacida en Kentucky en 1959, fue modelo y bailarina antes de despuntar como intérprete. Entre sus primeros créditos también cumple dar noticia de la Chani del Dune (1984) de David Lynch. Mujer de temperamento apasionado, su fogosidad habría de afectar seriamente a su estrella. Tras unos primeros roces con Charlie Sheen durante el rodaje de Wall Street (Oliver Stone, 1987), las primeras salidas de tono que se le recuerdan, vivió un supuesto romance con James Woods en la filmación de Impulso sensual (Harold Becker, 1988). Acabó con una demanda por acoso que el actor interpuso contra ella. La prensa amarilla se refociló en el asunto. Se dijo que dejaba muñecos de vudú en la puerta de Woods.

Nunca le ha faltado trabajo. Pero, ya estigmatizada, la bella Sean envejeció interpretando cintas menores a las grandezas que se le supusieron cuando enamoró a Deckard jactándose de que el halcón del despacho de Tyrell era mecánico, sin saber que ella también lo era. Sean Young debió de haber inspirado a la postmodernidad —que desarrolló en torno al ciberpunk uno de sus debates más sugerentes— como Juliette Gréco inspiró a los existencialistas del París de los años 50. Pero se quedó en la que acusaba a Warren Beatty de haberla expulsado de Dick Tracy (1990), dirigida por el propio actor, por haber rechazado sus besos. El actor siempre lo ha negado. Han negado tantos tantas veces las denuncias de Sean Young que apenas le dieron crédito cuando, ella también, fue de las que acusaron a Harvey Weinstein.

"Afortunadamente, la inolvidable Sean Young, de un tiempo a esta parte, parece haber encontrado su hueco en el cine independiente"

Y siempre la mala suerte. Tiempo atrás, en el 89, iba a haber interpretado a Vicki Vale en el Batman de Tim Burton. Una caída mientras montaba a caballo le impidió participar en el rodaje. En el 92 quiso ser la Catwoman de Batman vuelve y no se le ocurrió nada mejor que disfrazarse ella misma del personaje y aparecer en The Joan Rivers Show, un célebre programa televisivo de entrevistas, donde volvió a ponerse en evidencia al suplicar a Tim Burton por el personaje. Y así una larga cadena de desvaríos, como su posado en bikini en Cannes en 2004, como si fuera una starlette que nunca había sido y tampoco hacía honor a la Rachael que preguntaba a Deckard si nunca había dado muerte a un humano creyendo que era un replicante. En 2012 no fue invitada a la entrega de los Oscars, se puso farruca con un guardia de seguridad y acabó con un arresto domiciliario.

Afortunadamente, la inolvidable Sean Young, de un tiempo a esta parte, parece haber encontrado su hueco en el cine independiente. Entre estas producciones, hay que aplaudirla en títulos como Darling (Mickey Keating, 2015). Y recordarla siempre como la primera musa del ciberpunk y del mestizaje entre la biomecánica y la biología, la inteligencia biológica y la artificial. El siempre interesante Denis Villenuve lo sabe, y volvió a recuperarla para la breve aparición de la Eva mecánica en Blade Runner 2049 (2017).

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Javier Memba

Tintinófilo, escritor y periodista con casi cuarenta años de experiencia –su primer texto apareció en la revista Ozono en 1978–, Javier Memba (Madrid, 1959) es colaborador habitual del diario EL MUNDO desde 1990. Estudioso del cine antiguo, tanto en este rotativo madrileño como en el resto de los medios donde ha publicado sus cientos de piezas, ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) –edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción–La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008). Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014), un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada, es su última publicación hasta la fecha. Blog El insolidario · @javiermemba

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