Lo femenino en la literatura y la ficción policial
Las obras que ilustran este artículo son de Carmen Cantabella y Juanjo Quirós, y se reproducen con permiso de los autores.
INTRODUCCIÓN
¿Cuál es el tema poético por excelencia? ¿Cuál es la razón que impulsa a desgranar palabras? ¿Cuál el objetivo de componer historias para que sean repetidas, quizás hasta la eternidad?
Alun Lewis fue un joven poeta galés que intentó responder a esta pregunta de modo muy personal, pero también muy categórico, en una carta remitida a su joven esposa desde la India, donde se encontraba luchando contra los japoneses en la Segunda Guerra Mundial :
“Although I’m more engrossed with the single poetic theme of Life and Death, for there doesn’t seem to be any question more directly relevant than this one, of what survives of all the beloved, I find myself unable to express at once the passion of Love, the coldness of Death (Death is cold), and the fire that beats against resignation, ‘acceptance’. Acceptance seems so spiritless, protest so vain. In between the two I live.” [1]
“A pesar de que estoy más absorto con el único tema poético de la Vida y la Muerte, para ello no parece que haya ninguna pregunta más relevante que ésta, qué es lo que sobrevive a todos los (seres) amados. Me siento incapaz de expresar de una forma directa la pasión del Amor, la frialdad de la Muerte (la muerte es fría) y el fuego que late contra la resignación, “aceptación”. La aceptación parece tan carente de espíritu, la protesta tan banal. Dividido entre ambas vivo yo.” [2]
Lewis no se aventura a contestar como Shakespeare que lo que sobrevive es el poema mismo, la inmortalidad perdurable en los versos como promete en el Soneto XVIII: So long as men can breathe or eyes can see,
So long lives this, and this gives life to thee. [3] (mientras un hombre respire o un ojo mire, estos versos vivirán y a ti te darán vida). Se especula quién es el destinatario o la destinataria de semejantes versos, pero si prometen la inmortalidad es porque la Muerte sigue gravitando en la sombra y es propósito del poeta el oponerse a la Muerte, que al final siempre se cobra su tributo.
El tema perdurable de la vida y la muerte y la añoranza del ser amado gravita desde el mismo momento de la creación de la novela policiaca: Poe siente añoranza de su amada esposa incluso antes de que ésta muera y escenifica esta añoranza inabarcable en el famoso poema “El cuervo” (The Raven). Sin embargo la añoranza y la impostada melancolía no le ahorran crueldad con las mujeres: en las tres novelas que constituyen la serie de Auguste Dupin todas las víctimas son mujeres y en las dos primeras además resultan brutalmente asesinadas.
A lo largo de las páginas siguientes vamos a adentrarnos en la ficción, persiguiendo la vaga sombra que deja lo femenino en la ficción literaria, como víctima las más de las veces, como inspiradora y objeto amado en otras. Pero a veces la idealización poética no es más que el maquillaje que oculta la desconfianza y el miedo hacia lo femenino: poderoso, inconsútil, eterno…
1 LA MUJER FATAL
Ya en alguna ocasión me he referido a Teseo y el Minotauro como la primera novela policiaca: en su trama encierra todos los elementos que van a constituir este género tan popular: Teseo encarna al Detective, el Minotauro al Antagonista, el Laberinto es la ciudad, el marco de la acción detectivesca y el Hilo de Ariadna representa el método, la habilidad casi sobrenatural del detective para orientarse donde el resto de los mortales nos extraviamos.
Pero el Mito estaría incompleto sin la figura de la mujer, hija, hermana y amante de los principales protagonistas: Ariadna.
Es hija de Minos y Pasifae. Podemos suponer que era mayor que el Minotauro porque éste, según relata el Mito, es fruto de la relación adúltera propiciada y facilitada por el ingenioso Dédalo, trasunto de alcahuete, de la Reina con el toro mágico que envía Poseidón para castigar la traición de Minos. Es difícil creer que el Rey perdonara la traición de su esposa. En todo caso es medio hermana del monstruo. Permanece en el anonimato hasta la llegada de Teseo a Creta. En unas versiones se enamora a simple vista del héroe. En otras lo ve más como un salvoconducto para escapar. En cualquiera de los casos le informa sobre las características del laberinto y de su morador. Y más importante, le facilita el medio para entrar y salir, el famoso “Hilo de Ariadna”, por el que su nombre es recordado.
Algunos autores lo identifican con el propio ovillo con el que Ariadna tejía, lo que la relaciona con otra heroína, “Aracné”, la gran tejedora, castigada por la diosa Minerva y convertida en araña. La unión del hilo y el laberinto es una tela de araña en la que también habita un monstruo que atrapa a quien se adentra en su morada.
Otras interpretaciones atribuyen a Dédalo la entrega del ovillo de hilo y las instrucciones para utilizarlo. Dédalo también quería escapar de la isla de Minos. ¿Quizás como consecuencia de su ayuda a la reina para satisfacer su atracción por el toro blanco? Hay una curiosa correlación entre todos los actores secundarios.
En cualquier caso, sin la ayuda del hilo Teseo se hubiera perdido, por lo que semejante ayuda es fundamental para su éxito. Sin embargo, es un desagradecido que abandona a la fiel y generosa Ariadna a las primeras de cambio y la deja plantada en una playa de Naxos.
Teseo representa al Mito heroico: el ideal masculino que se enfrenta al peligro y lo supera. Sin embargo, este ideal asume la extrema violencia del héroe, que mata a puñetazos a su opositor o que es capaz de engañar a su propio padre, fingiendo su muerte al izar velas negras en los navíos que le llevan de vuelta a Atenas, lo que provoca que su padre se suicide, consumido por el dolor y la culpa. El comportamiento masculino puede ser y en ocasiones es singularmente violento y cruel, a diferencia de lo que hemos visto en el caso de Ariadna, que se siente enamorada y es capaz de renunciar a su patria y a su estirpe.
Esta diferencia de comportamiento se refleja en las estadísticas criminales, distinguiendo a los autores por sexos: en el caso de las condenas penales, en España encontramos que en la actualidad, entre los años 2007 y 2013 el 88,5% de las personas condenadas fueron varones y el 11,5% mujeres; en el caso de los menores el 81,3% de los menores condenados fueron varones y el 18,7% mujeres [4]. En lo relativo al año 2015, las estadísticas de condenados reflejan respecto a los adultos que sobre un total de 222.862 condenados, 190.876 eran hombres y 31.986 eran mujeres [5] y respecto a los menores sobre un total de 13.981 condenados 11.141 eran hombres y 2.840 mujeres [6]. Es decir, en adultos casi el 86% eran varones. En el caso de los menores el porcentaje varía ligeramente a la baja, el 80% son varones. Estas estadísticas se deberían completar por grupos de edad y por tipos de delito, sobre todo en el caso de delitos conceptualizados como violentos, por lo que así expuestas se pueden considerar incompletas. Pero en todo caso muestran una tendencia bastante asentada de mayoría de varones como autores de delitos.
Hay una curiosa teoría biologicista para explicar esta prevalencia que se basa en supuestas razones genéticas: la trisomía del cromosoma 46 y su efecto sobre la propensión a la violencia y por lo tanto a discriminar favorablemente a los varones como autores de delitos:
Sansberg [7] descubrió la trisomía XYY y estudió la misma en presos, bajo la teoría de haber encontrado la explicación genética del crimen: aquellos individuos varones que presentaban la anomalía cromosómica XYY en el par 46 conocida como cariotipo “47,XYY” presentaban, aparentemente, un comportamiento singularmente violento y asocial. Jacobs y sus colaboradores presentaron un trabajo en Nature en 1967 en el que después de estudiar a 197 reclusos internados en instituciones psiquiátricas de Escocia, 7 de ellos portaban esta anomalía cromosómica y eran responsables de 87 violaciones criminales, muy por encima de la media del resto de reclusos.[8] Los estudios de Gourt y Patricia Jacobs demostraban que la incidencia de la trisomía en delincuentes era del 3%, mientras que en la población en general era solo del 0.15% [9]
Posteriormente Dershowitz, basándose en la frecuencia relativa de esta anomalía, calculó que en la población de los Estados Unidos se encontrarían hasta 200.000 varones con este síndrome cromosómico, postulando una correlación entre este pool genético y la criminalidad violenta.[10]
Los estudios posteriores han negado esta evidencia. En la mayoría de los casos la anomalía génica provoca retrasos mentales y problemas de desarrollo y socialización que explicarían por sí solos el perfil criminal de los portadores. Sin embargo, la teoría aflora de vez en cuando como leyenda urbana. [11]
Un segundo abordaje biologicista surge de Sarnoff Mednick, William Gabrielli y Barry Hutchings, que sostienen que los rasgos biológicos relacionados con la delincuencia se heredan (no necesariamente los vinculados al “47,XYY”, que no se hereda) [12]. Para demostrarlo recurrieron al seguimiento de hijos adoptados de padres criminales y a la correlación de comportamiento entre estos hijos, los padres biológicos y los padres adoptantes. Encontraron que el comportamiento criminal de los hijos correlacionaba con los padres biológicos y no con los padres civiles, concluyendo que existía una tendencia biológica básica que se heredaba entre padres criminales y su descendencia. Concretamente, encontraban anomalías en el sistema nervioso autónomo (SNA), que era menos sensible a los estímulos medioambientales en el caso de los padres delincuentes y sus hijos.[13] También tenemos el caso del estudio de Dugdale, citado por García Andrade [14]. En dicho estudio, de los 709 descendientes de un sujeto, 77 fueron delincuentes, 202 prostitutas y 142 vagabundos.
Sin negar la correlación encontrada, se podría argumentar que esta se puede explicar por diferentes razones, no solo por la transmisión de herencia genética de padres a hijos. Por ejemplo, los estilos de vida o por motivos socioculturales. No se trata de analizar las causas del delito en las personas sino destacar la coincidencia con el Mito: el Minotauro, caso de existir, sería una anomalía genética.
¿Portaría esta tara su hermana Ariadna? Aparentemente no: no comparte el mismo padre con su hermanastro. Su comportamiento no es directamente violento. Según el Mito, ella anhela escapar de Creta, y ese es el motivo por el que accede a ayudar a Teseo: que despose con ella y se la lleve lejos.
¿Actúa por amor o actúa por interés? De lo que no cabe duda es de que es víctima finalmente de la doblez de Teseo, que la utiliza y la deja a su suerte.
En los tres primeros cuentos de Poe, las víctimas son femeninas: en los dos primeros de asesinatos violentos, lo cual resultaba extraordinariamente escandaloso para los lectores. Y también, por qué no decirlo, morboso.
En el tercero, la víctima es la misma reina de Francia. Este personaje se muestra en un incierto y nebuloso plano. Es tutelada por el Prefecto de Policía, que representa sus intereses ante Dupin. Y en todo caso no quieren ayudarla a ella, que ha tenido un comportamiento caprichoso y desvergonzado, sino que actúan por el bien del estado.
Si hacemos un repaso de todos los cuentos de Poe, no solo de los policíacos, la mujer es víctima, pero no protagonista directa de la acción. Eso no es una característica del autor, es una característica de la época. Las heroínas de las novelas del siglo XIX, por ejemplo Ana Ozores, Fortunata, Jacinta, Anna Karenina o Madame Bovary, son básicamente víctimas de su situación social o del modelo paternalista de sociedad que limita y frustra a las mujeres.
La llegada de la novela negra muestra un cambio de los papeles femeninos y su comportamiento. Son mujeres independientes en la mayoría de los casos. Incluso se ganan la vida con desahogo. Pero nunca ocupan cargos relevantes: no son investigadoras, no dirigen bandas criminales, realmente no ejercen el poder directamente. Son las impulsoras, las instigadoras y las víctimas (una vez más), pero no las protagonistas absolutas.
Hay un caso curioso en el cuento corto de Dashiell Hammett The Big Knockout, como es el de “Big” Flora. Se nos describe como una mujer bastante masculina: corpulenta, enérgica y decidida: “Aunque viviera un millón de años, jamás olvidaría el cuadro de aquella mujer hermosa y brutal bajando los escalones desparejos. Era un bello animal de riña que se dirigía a la pelea.” [15].
Sin embargo, se deja dominar por el aparentemente insignificante Papadopoulos, que la engaña y finalmente la abandona a su suerte. Como a Ariadna. Una trágica coincidencia ominosamente repetida.
2 VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES
¿De dónde arranca la violencia hacia las mujeres? ¿Por qué hacia las mujeres en concreto?
Lo primero que resulta paradójico es el profundo silencio hacia el fenómeno de la violencia en las obras literarias: junto con la violencia ejercida contra menores parece un tema tabú y es escasísimamente tratado. Un velo de silencio y disimulo parece cubrir esta realidad.
Tres son los mitos que parcialmente explican este fenómeno:
El primero es el de la “Culpa primigenia”. La caída en el pecado de la Humanidad en pleno por la intervención de la protomujer, Eva. Como contrapunto se presenta teológicamente la Figura de la Siempre Virgen María. Dejando de lado el debate sobre la Virgen María, la imagen de la mujer se polariza en dos extremos: o santa o archipecadora. Es más, ambos pueden convivir, porque se asocia la pureza a la niñez de la mujer. Para evitar esa pérdida de pureza se confina a la mujer entre los muros de la casa paterna hasta que se la entrega al marido, que recibe el testigo de su guarda y tutela. Si la mujer no es confinada y vigilada corre el peligro de que se manifieste su naturaleza pecadora. Y el mayor pecado es la pérdida de la virginidad, de la honra, que se vuelve un objeto de control masculino, porque la pérdida de la honra, trasunto de la mancha original del pecado, mancilla también al padre o marido. Ante una situación así solo quedan dos salidas: el prostíbulo o el convento.
El segundo mito es el asociar “lo femenino” con la “Madre Naturaleza»: ambas son pasivas (frente a lo masculino activo), ambas son cambiantes, potencialmente imprevisibles. Pero también generadoras de vida y riqueza, ubérrimas, productoras incansables… pero no son independientes ni originales: la Naturaleza es fruto de su Creador, la mujer de la costilla del hombre. A diferencia de lo femenino, lo masculino es innovador, activo y conquistador. Su papel es movilizar a la Naturaleza para que produzca y se desarrolle armónicamente, evitando que caiga en el salvajismo o el caos.
El tercer mito es el del “Ego heroico”: el papel masculino en la creación es el de conquistar y dominar, pues ha sido creado con ese propósito. Nótese que éste se complementa con el anterior. Es casi una asociación dual: activo frente a pasivo, fuerte frente a débil, masculino frente a femenino. Parece casi lógico que lo pasivo domine a lo femenino. Y se deduce como corolario que, por lo tanto, lo masculino “debe” dominar a lo femenino. Parece un juicio lógico. Pero es absolutamente falaz.
3 LA FALACIA DEL DOMINIO DE LO MASCULINO SOBRE LO FEMENINO
Porque es un juicio por analogía, no implica ni una relación causal ni mucho menos lógica. Lo activo no es ni más fuerte ni más dominante que lo pasivo. El agua ¿es fuerte o débil? ¿Es activa o es pasiva? ¿Es femenina?
La realidad no es dual, sino polar. Algo es fuerte en comparación con algo más débil, o activo frente a algo más pasivo. Pero lo que ahora es fuerte puede ser más tarde débil. O viceversa. Respecto a la dualidad masculino-femenino, encontramos mujeres masculinas y hombre femeninos. ¿Dónde encajan en nuestra división dual? Para resolver esta confusión ontológica cortamos por lo sano y atribuimos a lo masculino virtudes que no le corresponden, como activo, luminoso, dominador, normativo… mientras que lo femenino es pasivo, oscuro, mudable, sensible, débil… y ”mutans mutandi”, el hombre, receptor de lo masculino “debe” actuar como tal frente a la mujer que “debe” someterse.
El argumento es tan estúpido como peligroso. Pero nunca se plantea en su simplicidad primigenia. El miedo y la desconfianza que se destila ante el elemento femenino, pasivo quizás, pero enormemente poderoso y potencialmente indomeñable, se oculta bajo un velo disimulador de veneración hacia la mujer.
4 EL RECURSO A LOS TÓPICOS
Para escribir sobre el amor se recurre al tópico de la mujer, pero de una forma abstracta y encorsetada. El amor se vuelve “esa paradoja” que produce emociones contradictorias y que tratado como artificio se puede desvincular del objeto amoroso. Se puede escribir encendidamente sobre el amor y sin embargo ser misógino, como es el caso de Quevedo.
El papel de la mujer parece limitarse a ser la musa del creador, el objeto de veneración o deseo. Pero a veces es un deseo banalizado y una admiración impostada por el recurso al tópico literario. En el “Amor cortés” y la poesía juglaresca de la Occitania se presenta a la Dama como objeto de adoración con unos tintes irreales que la convierten en una metáfora imposible. La última frontera de la irrealidad es la “Dulcinea” de Don Quijote (“¡Oh bella ingrata, amada enemiga mía!”), que para Sancho Panza es “moza de chapa, hecha y derecha y de pelo en pecho, y que puede sacar la barba del lodo a cualquier caballero andante, o por andar, que la tuviere por señora” [16]. La Aldonza de Sancho Panza es una “Big Flora”, un fascinante animal de pelea, mientras que para su señor don Quijote es un dechado de belleza y virtud, pero más por fingimiento que por realidad. Y así le replica a Sancho: ¿Piensas tú que las Amariles, las Filis, las Silvias, las Dianas, las Galateas, las Alidas y otras tales de que los libros, los romances, las tiendas de los barberos, los teatros de las comedias, están llenos, fueron verdaderamente damas de carne y hueso, y de aquéllos que las celebran y celebraron? No, por cierto, sino que las más se las fingen, por dar subjeto a sus versos y porque los tengan por enamorados y por hombres que tienen valor para serlo.” [17].
Conclusión: el amante, el escrito por extensión, es un fabulador. Ergo es un mentiroso.
Pero las mujeres son seres humanos reales. Al despojarlas de su humanidad, al convertirlas en una etiqueta desde el punto de vista psicosocial es más fácil evitar los escrúpulos ante la violencia a la que son sometidas.
En otros casos sí se presenta a la mujer en su realidad: tenemos al Arcipreste de Hita, en cuya poesía goliardesca las mujeres son perfectamente reconocibles como tales. Con todo, el Libro del Buen Amor acaba cayendo en la moralización, acogiéndose a esa idea de asociar lo femenino con el pecado original.
5 LA HERENCIA DE EVA: SANTA O PECADORA
Y es quizás ésta la coartada de fondo para justificar la marginación de la mujer. Una forma de violencia sublimada y autojustificadora: la mujer, lo femenino, es sospechoso de desviación y potencialmente peligroso. Entramos en el primer mito: ya en el Génesis Eva hace caer a Adán y arrastra a toda la Humanidad al pecado original. Todo por morder la manzana del conocimiento. La mujer es tentada por la serpiente porque Adán era demasiado idiota hasta para ser convencido de que comiera de la manzana. Así que el hombre es convencido por la mujer. Y a partir de esa explicación primigenia y teológica, el hombre desconfía de lo femenino. Aunque se guarda de manifestarlo claramente.
En la literatura grecorromana se vuelve a tratar a la mujer como inferior. Recurramos al ejemplo de Petronio y el Satiricón. En la obra los personajes femeninos relevantes son alcahuetas, brujas o santeras, mientras que el objeto amoroso es el joven adolescente Gitón, objeto de la pasión de Erito y Eumolpo, que se disputan sus favores. Cambiando el sexo del objeto amoroso, encontramos reminiscencias de ese pensamiento en La Celestina, bruja y alcahueta, aunque Melibea ya no sea un adolescente sino una muchacha, al igual que en Romeo y Julieta, que proporciona el arquetipo canónico de los amantes jóvenes. Rizando el rizo, aparece un esquema similar en el “mito Fáustico”, el Los Cuentos de Canterbury, en El Decamerón. Hay dos tipos de personajes femeninos: la joven pura y la vieja bruja. En todos los casos la mujer es seducida, conquistada y arrebatada a la vigilancia de los padres, que la tienen enclaustrada y apartada del Mundo para que no pueda pecar. Y en muchos con la asistencia de la vieja alcahueta. El apartamiento del peligro es también el mito de la “Bella durmiente”, como si evitando el contacto con el mundo tentador se preservara la inocencia original.
A cambio, según proclama el mito del “ego heroico”, el papel de lo masculino es el del conquistador, el papel activo de Teseo frente a la pasiva Ariadna, quien es en realidad la que permite que Teseo triunfe. El pago que recibe es el abandono a las primeras de cambio.
6 LA MUJER Y LA NATURALEZA
Vamos a detenernos un momento en el segundo de los mitos enunciados: la identificación de la mujer con la Naturaleza. Me voy a permitir rememorar dos episodios de la historia del pensamiento y la religión: la conquista del Alma por parte de las mujeres y el concepto del “Alma del Mundo” (Anima Mundi).
Empezando por el segundo, la mejor formulación la podemos encontrar en el Timeo de Platón [18]. El Anima Mundi impregna todas las criaturas y las dota de sentido místico. Incluso implica una ordenación de los entes desde su máxima perfección celestial, pasando por los ángeles y querubines, los hombres y el resto de las criaturas en orden descendente, completando de esta manera la participación mística de lo divino en cada una de las manifestaciones de su Obra. Encontramos vestigios de este pensamiento en la taxonomía de Carlos Linneo y más recientemente en la teoría de “Gaia” de James Lovelock [19].
A partir de la Ilustración, la irrupción del método científico niega que exista nada que no pueda ser experimentado de forma “física”, es decir, tangible. Y por lo tanto, dado que lo espiritual pertenece a un orden distinto de existencia, se niega como irracional.
Nótese que irracional no significa inexistente. Pero al no ser medible, al ser inconmensurable, se arrincona como “superstición” o “leyenda”. Lo simbólico como enfrentado a lo racional.
7 ¿TENÍA LA MUJER ALMA?
En realidad no parece claro que la Iglesia dijera nunca nada semejante. Todo se debe a una interpretación filológica de si a la mujer se la podía considerar “homo”, lo que dio pie a un tal Valentius Acidalius a escribir un tratado que llamó Disputatio nova contra mulieres, que probatura eas homines non esse. Retorciendo el versículo 5 del Génesis (“Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios lo hizo.”), Acidalius afirma que Dios no creó directamente a la mujer, sino de una costilla de Adán [20]. Basura teológica que el propio Acidalius negó haber escrito al final de su vida, pero que dio pie a la interpretación de la inferioridad y el sometimiento de la mujer, teológicamente hablando. Y quien dice teológicamente, dice socialmente, porque la mujer estaba sometida y debía ser gobernada por padres, tutores y maridos. No olvidemos que es Eva la que hace pecar a Adán. La mujer es por naturaleza peligrosa y debe ser, por su propio bien, contenida y vigilada.
Y se aplica el mismo rasero que con el “Alma de la Naturaleza”: se la teme y se la confina.
Este confinamiento no está reñido con la explotación de la naturaleza y de la mujer: desde una óptica materialista, la naturaleza es la fuente de las materas primas que son elaboradas por la naciente industria apoyada en el mecanicismo y es negociada, comprada y vendida por el mercantilismo imperante. Paralelamente, la mujer no tiene otra elección que esposa y madre, y crece a la sombra de su benefactor masculino. O bajo su bota si tiene mala suerte.
El cambio de mentalidad a partir del Renacimiento y sobre todo de la Ilustración lleva a un progreso tecnológico en el que mediante la explotación de los recursos de las colonias en América, África y Asia permite la revolución industrial, con su corolario de la afluencia de la población agrícola a las nuevas ciudades.
En ellas, las condiciones de vida de las mujeres y los niños empeoran con su hacinamiento, malnutrición, enfermedades contagiosas y falta de higiene. Además, la concentración humana en las nacientes urbes modernas aumenta la inseguridad, lo que lleva a la creación de la moderna policía, como anteriormente se ha explicado en otro artículo publicado en Zenda [21].
Nos encontramos ante las condiciones necesarias para que la brutalidad imperante contra las mujeres se plasme en la literatura… estamos en los albores del siglo XIX.
8 LA VERDAD OCULTADA
Pero el tema no aparece nunca o casi nunca. La literatura, escrita por hombres, no refleja la violencia contra las mujeres. Tampoco contra los menores. Es una verdad oculta y ocultada.
La mayor parte de las obras reflejan la pobreza y la marginación infantil o la posición de sumisión de la mujer frente a padres y maridos.
Si rastreamos los antecedentes remotos, hay casos en los que se refleja la violencia de forma mucho más franca y brutal. Dejando aparte el teatro griego clásico, donde abunda la violencia, podemos encontrar ejemplos sobre todo en William Shakespeare.
Dos ejemplos sobresalen: en teatro Otelo, el Moro de Venecia [22], en el que el personaje trágico de Desdémona sufre tanto por la traición de Yago como por los celos de Otelo. En poesía tenemos La violación de Lucrecia [23], un poema de juventud en el que cuenta la brutalidad y violencia de Tarquino, el rey de Roma, contra la virtuosa Lucrecia. La tragedia se consuma con el suicidio de Lucrecia, que se quita la vida como reparación frente al deshonor. Este suicidio propicia el levantamiento popular que instaura la República romana.
Pero en el siglo XIX, bajo la estricta moral imperante, nos encontramos con una sociedad mojigata en lo sexual, que practica el disimulo y la represión. La virtud pública obliga a silenciar los episodios más escabrosos, que quedan reducidos a puertas adentro de lo que sucede en las familias y en los cenáculos victorianos.
Paralelamente se retoma el mito de la caída y el pecado original, fundamentalmente fruto de la seducción y la pérdida de la virginidad. Singularmente Goethe en el Fausto [24], en el que la locura y muerte de Margarita es una consecuencia del engaño y la traición de un Fausto impulsado por Mefistófeles. Pero Goethe se ocupa de la pérdida del alma, no de la violencia contra la mujer. Fausto no muestra mucho interés por Margarita: en un episodio de corte dionisíaco, nada apolíneo, desciende a los infiernos porque se ha enamorado de Helena de Troya, indiferente al sufrimiento que le ha causado a Margarita. Como a Don Quijote, le atrae el mito, no la mujer mortal, de carne y hueso que se vuelve loca por haber asesinado al hijo propio. Margarita enlaza con Melibea, con Julieta, con Eva…
Busquemos un ejemplo diferente: la violencia contra la mujer casada sin amor. La mujer que escapa del laberinto… para caer en otro laberinto.
9 LA VIOLENCIA DEL MATRIMONIO SIN AMOR
Recurrimos a una obra clásica: Madame Bovary [25], de Flaubert, que se toma a sí mismo y lo que relata muy en serio: se arroga el papel de crítico de su sociedad contemporánea. Porque de forma paralela a Tolstoi en Anna Karenina [26], su objetivo no es plantear el drama de los matrimonios sin amor y el papel de la mujer en una sociedad patriarcal, sino utilizar a la mujer como ejemplo para proyectar una crítica social, contra Napoleón III en un caso, contra el zarismo en el otro, pese a que Tolstoi era aristócrata. En España se trata el tema en La Regenta [27], pero Galdós (tan genial, tan ignorado) le da un enfoque distinto en Fortunata y Jacinta [28]. El hilo conductor es Juanito Santacruz, pero para gravitar en torno a los dos personajes femeninos, a los que retrata sin sentimentalismo, pero desde una perspectiva hondamente humana. Y en ellos encontramos la pobreza en la persona de Fortunata, vital, enamorada, abandonada varias veces a su suerte, junto con Jacinta, fruto de un matrimonio desgraciado, de un amor insincero y de una sociedad mezquina e insidiosa, pero que se sobrepone a todo ello y decide criar al hijo de su marido y Fortunata pero repudiando al primero, rasgo enormemente femenino, pero inusual y revolucionario en la sociedad de entonces.
¿Qué tienen en común estas historias con la novela policiaca? Aparentemente nada. ¿Nos hemos desviado por caminos laterales, yendo de aquí para allá en un fútil recuento de ejemplos? Creo sinceramente que no: hay un sutil, un tenue hilo conductor que une todos los relatos someramente apuntados: la presencia de mujeres enamoradas. En todas las grandes historias, incluidas las policíacas, hay una gran historia de amor, a menudo no correspondida.
Ariadna ama a Teseo y desea escapar con él. No sabemos si es mayor el amor o el deseo de escapar (Ariadna también esta presa del laberinto, como su hermano). Virginia Clemm ama a su esposo a pesar de que es un fracasado y le anima a perseverar y seguir escribiendo. Lillian Hellman ama a Hammett y le acompaña hasta el final.
No parece que en la mayoría de los casos el amor y la devoción hayan sido respondidos con equidad y reconocimiento.
¿Es el desamor una forma de violencia?
Esa pregunta late implícita en la novela policiaca y de serie negra.
La Novela policiaca surge como una Historia de Amor. Pero una concreta, con protagonistas de carne y hueso: Poe y Virginia Clemm. Trágica quizás. Pero fue el embrión y la gasolina creativa de la que bebió Poe. En no poca medida Virginia Clemm es la inspiradora de esas obras.
Es además en mi opinión el último género clásico y a su vez generó una corriente como es la Novela negra que a su vez en su origen tiene también su propia y particular historia de amor entre Dashiell Hammett y Lilian Hellman y que llevada al Cine nos refiera a Humphrey Bogart y a Lauren Bacall, una historia de amor que se prolongó en sus propias vidas y no solo en las de sus personajes.
Pero es una historia desequilibrada: la mujer compromete mucho y recibe muy poco. A veces recuerda la relación entre una madre y un hijo. Tal y como describe el mito de la Diosa Madre y su joven amante. Tomemos cualquier ejemplo: Cibeles y Atis puede ser paradigmático.
10 LA DIOSA Y EL JOVEN AMANTE
La diosa se enamora de un joven semidiós. La relación es tortuosa. El joven muere violentamente: un jabalí lo castra y muere desangrado. Su sangre hace brotar un pino sagrado en el lugar donde muere. La diosa sufre, se lamenta y lo busca por toda la Tierra. Finalmente desciende a la tierra de los muertos para rescatarlo. El dios de los muertos hace un pacto con ella: lo liberará por tiempo limitado. A cambio, la diosa debe hacer algo en contraprestación. Y cada año, el amante vuelve a desaparecer. Muerte, sacrificio, redención, resurrección… muerte.
En cada uno de los estadios la diosa sufre y goza. Goza y sufre. Y lo hace a través de la relación con su joven amante. Lo malo es que es un camino cíclico, que se repite como un bucle sin fin.
11 EL DOLOR DE LA DIOSA
En el mito, la diosa siente la pérdida y recorre el mundo, desolada, en busca de su joven amante. Nada la consuela, nada la aplaca.
Eso no ha dejado de extrañarme. Ella es una diosa. Pudo buscar un sustituto. Incluso pudo salvarlo de su destino.
Pero no lo hace. Se refugia en el dolor. El dolor de la diosa parece la parte sustancial del mito.
¿Por qué debe sufrir? ¿Por qué accede a soportar la pérdida y padecer? ¿Por qué elige un imperfecto mortal y no a otro dios? Parece un contrasentido.
En una famosa canción llamada Tu es partout [29], Edith Piaf llora y se lamenta de la ausencia de su amante: aunque él no está con ella, lo ve en todas partes, en la tierra, en el cielo, en el recuerdo de los abrazos y las palabras tiernas susurradas al oído…
Y de forma magistral sentencia: “Tú estás en todas partes porque estás en mi corazón…”. Solo en su corazón, porque físicamente el amante está muerto, ausente o no responde a los deseos de la diosa. O peor todavía, la ha abandonado.
Los franceses lo denominan magistralmente “follie d’amour”. Locura de amor, una forma retorcida de apego que se pliega sobre sí mismo y proporciona dolor y placer sin remisión y sin escapatoria.
Instalados en la montaña rusa de la locura de amor, cuanto más dura la relación, más profundiza en sus propias contradicciones, porque no se basa en la razón ni en lo racional. El subconsciente ya ha elegido: si es tan intenso es que tiene que ser real. Esto es el amor: emoción a raudales, sufrimiento que activa todos los sentidos y deja exhausto. Una bomba bioquímica que satura nuestro sistema nervioso y lo hace estallar desde dentro.
La persona pierde, pero al mismo tiempo siente que si se niega, si rechaza, perderá al amado. A la catarata de sensaciones contradictorias se añade la “aversión a la pérdida”, la sensación de que si se niega o rechaza perderá a su amante y que si ha llegado hasta aquí, no va a dejarlo ahora…
Es como una adicción, una trampa autoinfligida en la que uno es el ratón y es el queso. Como si en los instantes inmediatamente anteriores al accidente fatal, todavía siguiéramos fascinados por la velocidad del descenso y su vértigo…
Porque nunca se pierde la esperanza de que el amante, como en Penélope, de Joan Manuel Serrat, volverá finalmente al puerto del que partió… que el desamor es pasajero porque él sigue viviendo en su corazón… Penélope añora la vuelta de Ulises, que partió a buscar la gloria mercenaria en la lejana Troya. ¿Añora Ariadna al pérfido Teseo, que la abandonó mientras ella se entregaba al sueño?
Son las razones del corazón, tan alejadas de la cabeza, tan vitales que necesitamos experimentarlas, aunque sea entre las muchas sombras de gris que a menudo pueblan nuestras existencias cotidianas.
12 LA MUJER COMO CRIMINAL. EL MITO DE LA ENVENENADORA
Anteriormente hemos hecho mención de las diferencias estadísticas entre hombres y mujeres a la hora de ser condenados como autores por delitos penales. La diferencia es abrumadora en contra de los hombres. Cometen más delitos, más delitos violentos y cumplen más condenas (y probablemente más largas). Ante este hecho indiscutible cabrían diversas interpretaciones, pero vamos a obviarlas.
Sí que quiero detenerme un momento en un mito que me resulta particularmente interesante, como es el de si existen procedimientos de asesinato típicamente femeninos, como son los envenenamientos.
Según la versión canónica, y remontándonos a la noche de los tiempos, la mujer estaría más familiarizada con las plantas y sus propiedades, y en esa botánica rudimentaria utilizaría los venenos naturales para sus propósitos criminales.
Sin embargo la primera referencia histórica corresponde al Faraón Menes, un hombre…
Mitológicamente hablando, encontramos dos arquetipos, como son tía y sobrina respectivamente: Circe y Medea. A su vez tienen relación con dos héroes, como son respectivamente Odiseo o Ulises y Jasón. Circe utilizaba pociones y bebedizos para transformar a los hombres en animales y así ponerlos a su servicio. Como metáfora, tal transformación no deja de ser curiosa. El episodio más conocido es cuando Ulises y sus compañeros llegan a la isla de Eea, dominio de Circe. Ésta invita a los recién llegados a un banquete al que Ulises se abstiene de ir y evita su transformación.
Medea, la hechicera por antonomasia, decidida e independiente, da pie a la imagen de la envenenadora vengadora. El motivo lo encontramos desarrollado en la tragedia de Eurípides del mismo nombre [30]. La parte de la trama que nos compete es cuando Medea es traicionada por su esposo Jasón, que accede a casarse con Glauce, la hija de Creonte, rey de Corinto. Éste, desconfiado de las habilidades mágicas de Medea, decide desterrarla. Justo antes de consumar la partida hacia el destierro, Medea regala a la prometida de Jasón una corona de oro y un peplo (un velo de tejido fino), ambos envenenados. Cuando la hija del rey se viste con los regalos, el veneno hace efecto de forma terrorífica:
Y al final cayó al suelo, vencida por el mal,
y ya irreconocible salvo para sus padres;
no se podían ver la forma de sus ojos
ni su bello semblante; manaba, desde lo alto
de su cabeza, sangre confundida con llamas;
sus carnes, corroídas por el diente invisible
del veneno, goteaban cual resina de pino. [31]
Su padre, Creonte, corre a socorrerla, Glauce se abraza a él y le transfiere el veneno que la está matando, muriendo los dos abrazados mientas sus carnes se descomponen a la vista de todos.
Medea todavía no está aplacada, y posteriormente asesina a sus hijos menores. Una vez consumada la venganza echa en cara a Jasón su traición, la causa del drama:
No ibas a llevar vida placentera riéndote
de mí tras tu deshonra del lecho conyugal;
ni impunemente habían de echarme del país
la princesa o Creonte, que una esposa te dio.
Ante esto, llámame leona, si es tu gusto,
Escila y habitante de tirsénicas cuevas;
el caso es que herí tu alma como lo merecías. [32]
La venganza de Medea probablemente causaba un alto impacto en los espectadores, pues unía los dos crímenes más execrables para los clásicos grecorromanos: el parricidio y el magnicidio.
La primera regulación jurídica de estos crímenes la encontramos en la Roma republicana durante la época de Sila, en la que se promulgan la “Lex Pompeia de parricidii” y la “Lex Cornelia de sicariis et veneficiis” [33], en la que se contempla por primera vez el delito de envenenamiento, en el sentido de utilizar sustancias para causar la muerte, en este caso lo que serían delitos de lesa majestad o cometidos contra magistrados y personalidades públicas romanas. Junto con los parricidas, este tipo de asesinos eran considerados particularmente aborrecibles, lo que viene a demostrar que no sería infrecuente que los romanos se desembarazaran de sus rivales recurriendo a este tipo de métodos. Un caso sonado fue la muerte del cónsul Cayo Calpurnio Pisón, del que se rumoreaba que fue envenenado por su esposa, Hostilia Cuarta, para lograr que su hijo Quinto Flavio Flaco, fruto de un matrimonio anterior, accediera a la magistratura consular en sustitución de Calpurnio Pisón. Corrían los tiempos del “escándalo de las bacanales” [34] y las acusaciones y delaciones estaban a la orden del día, no todas bienintencionadas ni suficientemente probadas.
De lo que cabe menos duda es de la intervención de la esclava Locusta en el envenenamiento del césar Claudio, instigado por su esposa Agripina para que accediera al trono su hijo Nerón. Hay opiniones que conceden a Locusta el dudoso honor de ser la primera asesina en serie de la historia, aprovechando su conocimiento de los venenos naturales, entre otras coloquíntida (Citrullus collocynthis) con la que aparentemente envenenó a Claudio, sardonia (Ranunculus sceleratus) y arsénico.
El arsénico era a su vez el componente fundamental del veneno por excelencia durante el renacimiento, sobre todo en Italia, el “Acqua Tofana”, creada por la hechicera y alcahueta Teofania d’Adamo. También se rumoreaba que utilizaba cantárida (Lytta vesicatoria) para sus envenenamientos, sustancia muy apreciada por el Marqués de Sade como afrodisiaco. En todos estos casos los rumores se sumaban a la incertidumbre, pues era imposible identificar el veneno en los cadáveres a menos que hubiera quedado un resto en el estómago y se pudiera suministrar esa sustancia a un animal y comprobar si le causaba la muerte. Pero en todo caso era una prueba indiciaria, nunca indubitada.
Habrá que esperar a la década de 1770 para que un farmacéutico sueco, Carl Wilhelm Scheele, descubriera que el arsénico blanco (descubierto por el árabe Gerber en el siglo VIII) reaccionaba con ácido clorhídrico y cinc metálico para provocar hidróxido arsénico. Si se encontraba disuelto en el estómago de una víctima, ya se disponía de una reacción química para identificarlo. Pero persistía el problema de poder localizarlo en los tejidos de un cadáver. [35]
La investigación que permitió esta identificación parte de un pionero de origen español (nacido en Menorca) y nacionalizado francés: Mathieu Joseph Bonaventure Orfila, considerado el padre de la química médica, que en 1813 publica el primer tratado sobre venenos. Sin embargo, el primer método indubitable para la detección de arsénico en cadáveres se lo debemos al británico James Marsh, que en 1832 resolvió el caso del envenenamiento de George Bodle, asesinado por su familia. El sistema se basaba en el procedimiento de Scheele, pero una vez gasificado el hidróxido de arsénico, se pasaba por un tubo de cristal, se calentaba y lograba precipitar el arsénico en forma metálica formando unos “espejos” muy característicos. Esta prueba pasó a considerarse la forma fundamental de identificar el arsénico como veneno hasta la llegada de la espectrografía [36].
Ahora es cuando la balada del veneno se torna interesante: a partir de este momento se pueden verificar los envenenamientos, primero con una prueba específica para el arsénico a las que se irán sumando los venenos metálicos y posteriormente los alcaloides. Lo interesante es que a partir de ese momento nos permite verificar fehacientemente los envenenamientos. Y por lo tanto comprobar o desmentir la teoría de que las mujeres son envenenadoras por antonomasia.
El problema es disponer de datos fiables y generales. No existe una estadística o una contabilidad absolutamente fiable. Nos tenemos que remitir a aquellos casos que han obtenido una notoriedad pública relevante.
En el libro El Siglo de la investigación criminal, la Biblia de la Criminología histórica, Jürgen Thorwald repasa en el capítulo III los casos más notorios desde el asesinato de Charles Lafarge por su esposa Marie Capelle-Lafarge en 1840, uno de los asuntos criminales más célebres del siglo XIX y que presenta similitudes asombrosas con la novela Madame Bovary, de Gustave Flaubert. El relato abarca más de un siglo, terminando en el caso Barlow en 1957.
Quizás al terminar el recuento podamos constatar algunas sorpresas.
Tenemos por ejemplo el caso Bocarmé, en el que en Bélgica en 1850 un matrimonio de aristócratas asesina con nicotina a un pariente para heredarlo.
Posteriormente relata el caso De Pommerais, en el que este individuo, médico de profesión, asesina en 1864 a la viuda de Pauw, también para cobrar la herencia de la que era beneficiario. El veneno utilizado era digitalina, el alcaloide de la “dedalera” o “digital” (Digitalis purpurea), un poderoso alcaloide vegetal.
En 1881 el doctor George Henry Lamson asesina con aconitina, un pseudoalcaloide procedente del acónito (aconitum, una variedad de raniculácea) a su cuñado paralítico de 18 años Percy John.
Once años más tarde, en 1892, el doctor Robert W. Buchanan asesinó a su esposa, Annie, mucho mayor que él para poder casarse con una mujer más joven. El método fue envenenamiento con morfina, inspirándose en otro caso anterior, como fue el asesinato por parte del estudiante de medicina Carlyle Harris de su esposa Helen Potts en 1891. Medea seguro que no hubiera aprobado semejante conducta.
En 1910 el doctor Crippen asesinó a su esposa Cora con hioscina, más conocida como escopolamina, un alcaloide del beleño (Hyosciamus niger).
En 1911 el agente de seguros británico Frederick Henry Seddon asesinaba con arsénico a Eliza Mary Barrow. ¿El motivo? El habitual en estos casos: hacerse con los bienes de la víctima.
En 1949 Marie Besnard asesinó con arsénico a su esposo Léon Besnard dando origen a uno de los procesos más célebres y escandalosos de la historia judicial francesa. Representa el reverso de la medalla de los casos anteriores porque la envenenadora quería desembarazarse del marido, que la estorbaba para continuar su romance con un prisionero alemán de nombre Dietz, treinta años más joven que Marie. El móvil en este caso es la insatisfacción sexual de la autora y el hartazgo de su frustrante matrimonio. El proceso judicial, con varias fases, duró hasta 1961, momento en el que el Tribunal absolvió a Marie Besnard por falta de pruebas.
Entran en escena los somníferos, descubiertos en 1863 por Adolf Bayer a través del ácido barbitúrico, al que en un arranque poético le asigna la denominación inspirándose en el nombre de una amiga suya, Bárbara. Al barbital y fenobarbital (luminal) le siguen el veronal (por la ciudad de Verona), y todas sus variantes, Se convierten en las estrellas de los suicidios, intencionados o accidentales. En 1955 John y Janet Armstrong asesinaron a su hijo Terrence de tres años utilizando secondal.
Relatar los casos anteriores produce una especie de embotamiento, pues al conocerlos e imaginar las circunstancias que los provocaron escandaliza y sobrecoge. Vamos a terminar esta crónica de horrores con dos casos, pero a los efectos de presentar dos nuevos protagonistas: los insecticidas organofosforados y para terminar las hormonas.
En 1954 Christa Lemann asesinó por error a Anna Hamann con insecticida E-605, conocido comercialmente como Folidol o Thiofos. La intención original era asesinar a la madre de Anna con un bombón envenenado, pero la víctima lo ingirió por error.
Terminamos la crónica de los horrores con el caso Barlow, en el que en 1957 el enfermero Kenneth Barlow asesinó a su esposa Elisabeth inyectándola enormes dosis de insulina, que le provocaron un coma hipoglucémico mientras estaba en la bañera, lo que permitió simular un ahogamiento. Era la segunda esposa de Barlow, y la primera murió en circunstancias similares.
Resumiendo los casos anteriores, hay dos circunstancias que destacan especialmente. La primera es la desproporción de autores masculinos en relación con los femeninos y el conocimiento de los venenos basado en experiencias profesionales previas, pues abundan los profesionales de la salud. La segunda conclusión a destacar es un procedimiento que alcanzó notoriedad en el caso de Thomas Griffith Wainwright: el dandy hedonista que asesina mujeres por dinero, para seguir financiando su oneroso tren de vida.
La conclusión es notoriamente obvia: lejos de la teoría original de la mujer como envenenadora, es más frecuente, al menos en los casos más célebres y notorios, que sea víctima de la codicia de los envenenadores masculinos.
Otro mito de la criminología popular que podemos descartar como manifiestamente inexacto.
Después de tan morbosa enumeración es tiempo de terminar.
13 EPÍLOGO
Alun Lewis apareció muerto una mañana en su campamento militar de Birmania. Aunque presentaba un disparo en la cabeza, las autoridades militares se negaron a contemplar el suicidio y calificaron eufemísticamente la muerte como “un accidente”. Corría el año 1944. Hacía tres años que el poeta había abandonado su pacifismo por un compromiso moral y se había alistado en los Royal Engineers. ¿Le parecería la Muerte tan fría como pronosticaba?
Robert Graves nos recuerda en su introducción a La Diosa Blanca que “Moira, Ilitía y Calo —la Muerte, el Nacimiento y la Belleza— formaban una tríada de diosas que presidían todos los actos de la generación, cualquiera que fuesen: físicos, intelectuales y espirituales.” [37]. Las tradiciones místicas a menudo se refieran a la Muerte como “la Gran Consejera”. Nada escapa a su escrutinio, nada le es indiferente. Pero no constituye el contrapunto de la vida: lo opuesto a una vida es otra vida, la muerte es “esa otra cosa”. A menudo no es la Muerte lo que nos atenaza de aprensión, sino el desconocimiento. Y por supuesto, el dolor, el sufrimiento que atisbamos que la acompaña.
Sin embargo se nace con dolor y no rememoramos semejante experiencia con pánico. Se nace entre sangre materna, en una orgía frenética y paroxística. El nacimiento es un acontecimiento caótico y primordial, el paso por un peligroso umbral del que no nos podemos sustraer. El dolor en este caso parece el precio a pagar por llegar a la orilla de la Vida.
Tal parece ser la creación poética, hija de tres diosas que se complementan si atendemos a la opinión de Graves. La creación poética es un reflejo de la Gran Obra, de la Gran Cadena que enlaza a todo lo vivo. La Naturaleza no excluye el dolor ni el sufrimiento, solo lo traslada a un metanivel, lo sublima, lo matiza…
La Naturaleza no es cruel, no esconde el sufrimiento, pero tampoco lo provoca. Es el hombre el que ha alcanzado las más refinadas cotas de crueldad y de procurar dolor a sus semejantes. Esa es la paradoja de la creación humana: es ambivalente. Creamos belleza, pero también creamos dolor y sufrimiento injustificadamente.
Ese dolor lo hemos volcado sobre los indefensos, sobre los dependientes, sobre las figuras femeninas, ahogadas bajo el opresor manto de un sistema dominado por el género masculino. Ese dolor permea y late en la creación literaria y alcanza una de sus cumbres en la ficción policiaca y en la novela negra: en ellas el bien y el mal se dan la mano y no llegamos a distinguir quién es quién.
Hermann Hesse se sentía fascinado por la figura de “Abraxas”, dios y demonio al mismo tiempo, capaz de integrar el bien y el mal en la misma figura, en el mismo personaje. Otro tanto le pasaba a Carl Gustav Jung. O a William Blake, que retrata juntos al “Gran Dragón Rojo y la Mujer revestida de Sol”, una imagen ambivalente, que se presta a cualquier interpretación. ¿Son todas interpretaciones o la constatación de que somos incapaces de integrar nuestra propia crueldad?
Parafraseando a Alun Lewis, ¿qué sobrevivirá de nosotros cuando desaparezcamos, cuando nos acoja la Muerte? ¿Será nuestra refinada crueldad? ¿O será nuestra capacidad de crear poesía, amparados por el Nacimiento, la Muerte y la Belleza?
[1] Se puede encontrar la referencia en: A. T. Tolley, The poetry of the forties. Pg 223. Hill’s Chronicle: the single poetic dream of life and death: https://www.greghill.wales/2009/01/single-poetic-theme-of-life-and-death.html
También en: Not without glory: the poets of the second world war.
Curiosamente (o quizás no tanto) ninguno de los autores referencia la fecha de la supuesta carta o provee detalles adicionales sobre la misma.
[2] Todas las traducciones del inglés corresponden al autor.
[3] Vid. Shakespeare on line: https://www.shakespeare-online.com/sonnets/18.html
[4] Instituto Nacional de Estadística: file:///D:/DOCUMENTOS_2017/MIS_DOCUMENTOS_2017/estadistica%20criminalidad%202013.pdf consultado el 23 de agosto de 2017
[5] Instituto Nacional de Estadística: https://www.ine.es/dyngs/INEbase/es/operacion.htm?c=Estadistica_C&cid=1254736176793&menu=ultiDatos&idp=1254735573206 consultado el 23 de agosto de 2017
[6] Instituto Nacional de Estadística: https://www.ine.es/dyngs/INEbase/es/operacion.htm?c=Estadistica_C&cid=1254736176795&menu=ultiDatos&idp=1254735573206 consultado el 23 de agosto de 2017
[7] García Andrade, 1996. Pg.93
[8] (El cromosoma XYY ¿culpable o inocente? https://www.gorgas.gob.pa/museoafc/loscriminales/ criminologia/cromosoma.html)
[9] García Andrade, José Antonio. Psiquiatría Criminal y Forense. Editorial Centro de Estudios Ramón Areces, Madrid. 1993. Pg.93
[10] “El gen criminal”. Dr. Jose María Reverte Coma. Médico Forense. https://www.buscalegis.ufsc.br /revistas/files/anexos/10260-10260-1-PB.html consultada el 23 de agosto
[11] Conclusiones del artículo: “El gen criminal”. Dr. Jose María Reverte Coma. Médico Forense. https://www.buscalegis.ufsc.br/revistas/files/anexos/10260-10260-1-PB.html consultada el 23 de agosto de 2017. «No hay individuos genéticamente criminales sino que en algunos casos existe una predisposición genética hacia la criminalidad, que para que se consume requiere la confluencia con otros factores, hoy desconocidos, pero que sobre los cuales le es posible al propio individuo actuar con su libertad y libre albedrío». Creo que no se puede ser más claro y concluyente.
[12] Ver también Garrido Genovés, 1993, pg. 19
[13] Genetic influence in criminal conviction: evidence from adoption cohort. S.A. Mednick, W.F. Gabriel Jr. and B. Hutchinns. Science, 25 de mayo de 1984
[14] García Andrade, 1993. Pg. 93
[15] Dashiell Hammett. ”The big Knockout”. https://cuentoshistoriasdelmundo.blogspot.com.es/2014/11/el-gran-golpe-samuel-dashiell-hammett.html consultado el 21 de agosto de 2017.
[16] Cervantes, Miguel. El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. Cap. XXV. https://www.elmundo.es/quijote/capitulo.html?cual=25 consultado el 19 de septiembre de 2017.
[17] Cervantes, Miguel. El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. Cap. XXV. Fine. https://www.elmundo.es/quijote/capitulo.html?cual=25 consultado el 19 de septiembre de 2017.
[18] Platón, Timeo. Disponible en https://www.filosofia.org/cla/pla/img/azf06131.pdf . consultado el 19 de septiembre de 2017.
[19] Ver https://www.laalianzadegaia.com/La%20Alianza%20de%20Gaia%202009.pdf . consultado el 19 de septiembre de 2017
[20] Se puede encontrar una semblanza completa de la teoría en https://www.churchinhistory.org/pages/booklets/women-souls.pdf consultado el 19 de septiembre de 2017.
[21] “Lo policial y lo policiaco o el reflejo en un espejo oscuro”. https://zenda.trestristestigres.com/cuentos-de-intriga-y-fascinacion/
[22] Shakespeare, William. Otelo, el Moro de Venecia. https://www.biblioteca.org.ar/libros/88741.pdf . consultado el 19 de septiembre de 2017.
[23] Shakespeare, William. La violación de Lucrecia. https://biblioteca.org.ar/libros/132751.pdf consultado el 19 de septiembre de 2017.
[24] Von Goethe, John Wolfagang. Fausto. https://www.biblioteca.org.ar/libros/8141.pdf . consultado el 19 de septiembre de 2017.
[25] Falubert, Gustave. Madame Bovary. Consultado el 19 de septiembre de 2017. https://www.ataun.net/ bibliotecagratuita/Cl%C3%A1sicos%20en%20Espa%C3%B1ol/Gustave%20Flaubert/Madame%20Bovary.pdf
[26] Tolstoi, Leon. Anna Karenina. Consultado el 19 de septiembre de 2017. https://www.ataun.net/ BIBLIOTECAGRATUITA/Cl%C3%A1sicos%20en%20Espa%C3%B1ol/Le%C3%B3n%20Tolstoi/Ana%20Karenina.pdf
[27] Alas, Leopoldo (a) “Clarín”. La Regenta. Consultado el 19 de septiembre de 2017. https://www. vicentellop.com/TEXTOS/alasclarin/laregenta.pdf
[28] Pérez Galdós, Benito. Fortunata y Jacinta. Consultado el 19 de septiembre de 2017. https://www. biblioteca.org.ar/libros/92692.pdf
[29] https://www.youtube.com/watch?v=OkB0iniCC1 consultado el 19 de septiembre de 2017. Aviso: no puede escucharse sin sentir un profundo desgarro.
[30] Eurípides, “Medea”. Disponible en https://www.dominiopublico.es/libros/E/Euripides/Eur%C3%ADpides%20-%20Medea.pdf consultado el 19 de diciembre de 2017.
[31] Eurípides, “Medea”. 1195-1201.
[32] Eurípides, “Medea”. 1134-1390.
[33] Ver https://penelope.uchicago.edu/Thayer/E/Roman/Texts/secondary/SMIGRA*/Leges_Corneliae.html consultado el 19 de diciembre de 2017.
[34] En el año 186 A.C. se inició un proceso en roma contra los supuestos adeptos de un culto al dios Baco que recuerda poderosamente a los procesos por brujería que se desarrollarán bajo la Inquisición. En un cierto sentido fue un intento de las clases conservadoras por volver ala ortodoxia republicana y a la moderación de costumbres. Parte del proceso se llevó en riguroso secreto para evitar los escándalos y algunas de las acusadas fueron eliminadas discretamente en el seno de sus propias familias. Para más información https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/bacanales-el-escandalo-que-sacudio-la-republica_7272/2 consultado el 19 de diciembre de 2017.
[35] Thorwald, Jurgen. El siglo de la investigación criminal. Editorial Labor, 1966. Pag. 392.
[36] Thorwald, Jurgen. El siglo de la investigación criminal. Editorial Labor, 1966. Pags. 395-396
[37] Graves, Robert. La Diosa Blanca. Pag. 40. Alianza Literaria, Madrid, 2014.
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