Ay, pobre literatura. Esta vez le ha tocado a ella, a la siempre fecunda literatura de terror, pasar por el aro. Por concretar aún más, le ha tocado a uno de sus mitos más extendidos. Quizá no a la altura del Vampiro o de Frankenstein, porque quizá no tuvo una gran novela en su haber como sí tuvieron ellos. El caso es que esta vez sufre los efectos del wokismo presente una de esas leyendas que tantos relatos produjo. Hablamos, como ya habrán averiguado, de la momia. Desde Edgar Allan Poe hasta Arthur Conan Doyle, desde H. P. Lovecraft hasta Bram Stoker, muchos quisieron adentrarse en el mundo fantástico de este ser a medio camino entre lo místico y lo lúgubre. Me detengo en el relato de Poe precisamente porque la moraleja de su historia es interesante. El argumento lo conocerán: un grupo de historiadores consiguen que despierte una momia que lleva muerta cinco milenios, y al interrogarla descubren que… el progreso en cinco mil años no ha sido, ni mucho menos, el que ellos esperaban. Llegan a creer, incluso, que en algún punto la civilización declina. ¿Les suena?
Traigo la momia a colación de una noticia que leía recientemente. Un grupo de egiptólogos británicos ha llegado a la conclusión de que no es correcto referirse a estos seres embalsamados como momias, sino que habremos de utilizar el mucho más comprometido «persona momificada». El motivo: no despojar a los humanos de su personalidad. Sí, lo han oído bien. La personalidad de la momia. Para más INRI, estos expertos aseguran que se revierten así los patrones del colonialismo que han regido el mundo contemporáneo, y se hace justicia de este modo con las culturas —sí, llegó el adjetivo— oprimidas. Instituciones como el Museo Británico, el Great North Museum de Newcastle y los Museos Nacionales de Escocia ya se han adherido a la propuesta.
Sabíamos que la tendencia política pasa por hacer de la excepción de las minorías caldo de norma para mayorías. Sabíamos que ciertos grupos identitarios cobraban un peso especial en la toma de decisiones socioculturales, y que de algún modo el carácter oprimido de estos colectivos ha hecho que no sean iguales bajo según qué prismas respecto a otros colectivos tratados en el presente como hegemónicos. Ahora bien, buscar en una simple momia una excusa para hablar de cosificación, de egipcios oprimidos, de colonialismo en presente y de otras mamarrachadas resulta ya demasiado forzado. Terminará Europa flagelándose por parir Alejandros y Juliocésares, por dar cobijo a renacimientos y revoluciones ilustradas, por ocupar la placa tectónica euroasiática, por llevar una letra erre en su nombre… por existir, en suma. Este revisionismo lamentable, que pinta de dictadores victorianos a pobres ingleses que sólo quieren visitar un museo, que culpa al españolito que a esta hora degusta el primer café de la mañana por lo que pudieran hacer sus tatarabuelos en Tenochtitlan, roza lo esperpéntico, incluyendo la parte trágica que caracteriza al género de Valle. Quizá lo mejor sea, como en el relato de Poe, darse cuenta de que la civilización no avanza como creíamos. Que quizá ni avanza. Qué sé yo.
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