Foto: Sonia Fraga
Sara Mesa experimenta sutilmente con el realismo en su nueva novela, Un amor (Anagrama, 2020). El argumento, simple en apariencia, es en realidad complejo. Si en un thriller la intriga consiste en qué va a suceder, en Un amor lo que deseamos saber es cómo van a reaccionar los personajes, en particular Nat, protagonista del relato, a los estímulos que percibe de una realidad hostil: la de La Escapa, enclave rural adonde se ha mudado para trabajar como traductora literaria.
Resulta interesante reflexionar acerca de un aspecto que apenas se cita en las reseñas: el espacio en la literatura de Sara Mesa. A lo largo de sus novelas y cuentos la autora sevillana ha ido creando un territorio apócrifo en torno a la ciudad de Cárdenas, ubicada quizá al sur de Extremadura, al norte de Andalucía, o en un lugar de La Mancha. Se trata de una comarca árida y aislada en torno a la gran ciudad que es Cárdenas, que guarda cierto parecido con los páramos del Quijote, o con la región imaginaria de Coetzee donde se habla español en la trilogía de Jesús: un lugar entre la sátira y el realismo donde solo cabe el contraste absoluto entre la gran ciudad, repleta de tiendas y centros comerciales, que aparecía en la novela Cicatriz, y el campo agostado y pobre donde se encuentran La Escapa y Petacas, pueblos donde se desarrolla Un amor.
En torno a Nat viven una serie de personajes habituales: la familia de ciudad para la cual La Escapa es una residencia de fin de semana, un jipi ecologista amante de la naturaleza, una pareja de ancianos, un alemán desnortado o el insidioso casero de Nat… Conforme avanzan las páginas de la novela, tanto el entorno como los personajes secundarios van creando una atmósfera opresiva en torno a la protagonista, que dudamos si es real o subjetiva de ella, pues la autora emplea una tercera persona, casi un estilo indirecto libre, que adopta el punto de vista de Nat.
Sara Mesa insiste en que sus novelas no tienen un mensaje claro y unívoco, porque nunca lo tiene la buena literatura, cuya finalidad es más bien formular preguntas veladas al lector. En mi opinión, lo que azora, lo que angustia a Nat es el mal, pero no entendido como el vicio o como algo ajeno a ella, sino que más bien se trata de un malestar anímico causado por el contacto con seres humanos. A menudo no es lo suficientemente fuerte para enfrentarse al mundo y, por negligencia o timidez, pasa por alto actitudes y comportamientos ajenos que la desagradan y la van sumiendo en un estado de inquietud y tristeza conforme avanzan las páginas de la novela.
Por ello me he referido antes a que el suspense de la novela no se encuentra tanto en los hechos, cotidianos y nimios que suceden alrededor de Nat, como de sus reacciones a ellos. En este sentido Un amor es una novela psicológica donde la intriga se desarrolla en la mente de la protagonista, pese a que la autora, con pericia, haya seleccionado ese falso narrador omnisciente al objeto de implicar en mayor medida a los lectores, de forma que la percepción de Nat se convierta en la nuestra y nos suma en la magia de la narración.
El título Un amor tiene un interesante componente proustiano que recuerda a Un amor de Swann, aunque quienes protagonizan el idilio en este caso no sean aristocráticos ni cultos, como en las novelas del francés, sino seres vulgares que viven el mismo proceso de encantamiento y desencantamiento de todos los romances. La autora exhibe el amor como una fuente de aprendizaje: desde la dependencia a la independencia y, a partir de ella, al crecimiento personal.
Parafrasear el apodo de Alfred Hitchcock en el título de este artículo y otorgárselo a Sara Mesa quizá resulte exagerado por mi parte y tenga por objeto llamar la atención de los lectores de este artículo: no lo niego en absoluto, a mí también me gusta el suspense y trato por esta vía de reclamar la atención de mis lectores. Al fin y al cabo intrigar, crear expectación, no deja de ser un acto lúdico que me agrada tanto como a Sara Mesa. No obstante, tampoco creo que la comparación sea baladí, porque Nat se parece en cierto modo al falso culpable de Hitchcock, el hombre inocente perseguido por todos. Hasta cierto punto, cuando la protagonista llega a La Escapa, comparte esa inocencia de los personajes del Mago del Suspense; comparte el deseo de permanecer ajena al mal y a la culpa, de escapar de ellos; pero debe enfrentarse a un mundo exterior que no se compadece de sus anhelos íntimos.
Una narración en presente como la de Un amor, centrada a menudo en hechos, siempre corre el riesgo de caer en las frases cortas y sumarias destinadas a que avance el argumento, a veces con prolijidad. No sucede así en esta novela, donde Sara Mesa muestra un dominio total del oficio. Sus frases sucintas, muy trabajadas en su aparente desnudez, jamás caen en la monotonía.
Un amor es quizá la mejor de la autora hasta la fecha, con la única excepción de la que, a mi juicio, sigue siendo su obra maestra: Cicatriz. Hay en esta última novela un registro satírico del que Un amor carece. En mi opinión, convendría recuperar esa faceta satírica como contrapunto a la sordidez y la maldad habituales en la narrativa de la autora.
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Autora: Sara Mesa. Título: Un amor. Editorial: Anagrama. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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