Lo confieso, soy un mitómano. Lo he dicho muchas veces. Admiro e idolatro a la gente que es diferente y ha logrado triunfar a pesar de —o gracias a— ello. Para convertirse en alguien especial que destaca. No siento empatía alguna con las personas que quieren quemar a sus ídolos. Que desean que ardan en la hoguera aquellos que han logrado triunfar en una determinada disciplina durante un tiempo.
Y la historia que os voy a contar tiene que ver con un par de ellos.
Esto que os cuento aquí no es más que la narración de los hechos que llevaron a que en la televisión pudiéramos ver la entrevista de Pablo Motos a Arturo Pérez-Reverte en el programa El hormiguero, en la que me vi con un pequeño papel secundario del que siempre guardaré grato recuerdo. Para mí es una pequeña victoria, pues conseguí que dos personas a las que admiro se juntaran, se conocieran, y acabara culminando en un momento de la televisión que quedará para tiempo.
Por supuesto, esto es todo subjetivo, visto desde las gafas del que escribe, así que perdonadme las licencias que mi cerebro se haya querido tomar, permitidme las malas interpretaciones que pueda hacer y las explicaciones imprecisas de los momentos que se sucedieron en esta pequeña epopeya, así como algunas censuras en la historia, que quedan para comidas, cenas y más charlas privadas con amigos.
Acto 1: Un hackeo de famosas y las hormigas de El hormiguero
Como sabéis, yo estuve en El hormiguero en el año 2014 para explicar un caso de hacking de famosas que generó mucho escándalo. Se llamó el «Celebgate», y fue un robo de fotos privadas de actrices de todo el mundo que habían sido robadas de los terminales móviles y de las copias de seguridad en la nube de muchas, muchas, muchas famosas. Yo fui invitado a explicar cómo se había hecho esto con Pablo Motos, y desde ese día me convertí en «el hacker de El hormiguero«.
No volví a ir a El hormiguero, pero esos minutos en el programa se convirtieron en un vídeo de YouTube que se ha visto millones y millones de veces, lo que ha llevado a que a día de hoy, aún, me digan:
—Tú eres el hacker de El hormiguero, ¿no?
A raíz de aquel paso por el programa, Juan Ibáñez, una de nuestras queridas «hormigas«, me invitó al programa Yu, no te pierdes nada, donde, para hacerle una pequeña demostración, le hackeé su cuenta de Hotmail en un minuto, usando un sencillo truco de bar con iPhone y Siri que había contado el año anterior para reírnos un poco junto a Antonio Castelo, que también andaba por allí.
De aquellas aventuras salió una bonita amistad que hemos conservado a lo largo de los años. Yo he ido a ver a Juan Ibáñez, Damián Mollá y Jorge Marrón al teatro, he disfrutado con Juan en Pequeñas coincidencias, o del cómic de Conejo-man contra el coronavirus y, por supuesto, hemos quedado a comer y reírnos de vez en cuando.
Y en una de estas comidas, el pasado 7 de mayo de 2021, disfrutando de una sobremesa con Juan Ibáñez y Damián Mollá, surgió en la conversación que a Pablo le encantaría entrevistar a Arturo Pérez-Reverte. Así que hablamos Pablo Motos y yo por teléfono y organizamos una comida para hablar del tema.
Acto 2: Comida en el italiano
Me acerqué a comer con Pablo y su equipo a su restaurante italiano y a su mesa privada. Su sitio es su sitio. Todos los lunes comen su mismo menú Pablo Motos con sus hormigas, Juan y Damián, y el gran Marrón. Tienen su foto allí presidiendo su mesa, que para algo se la han ganado a los puntos durante años.
Comimos y Pablo me confirmó que le encantaría entrevistar a Arturo, y me dijo que si yo se lo podía plantear, dado que los conocía a los dos, mejor que mejor. Me ofrecí a hacer lo único que estaba en mi mano, que era planteárselo a Arturo, pero sin muchas esperanzas, ya que es conocido que éste no es muy dado a los platós de televisión. Su trabajo son sus libros, y su dedicación es a los lectores, pero… como teníamos una comida pendiente, me pareció que era un buen día para preguntarle al maestro; eso acordamos entre pizza y risotto.
Acto 3: La comida en la RAE
Como os he anticipado, teníamos una comida en la RAE el jueves 25 de mayo. El día no se me olvida porque era el cumpleaños de Iker Casillas, era jueves, había reunión en la Academia y además había visita ministerial agendada. Ese día lo habíamos marcado en el calendario para ir, además de Don Arturo e Iker, David Summers, el genial dibujante de Marvel Salvador Larroca, Christian Gálvez y yo, invitados por el académico. ¿Que cómo habíamos quedado a comer esos seis ese día? Pues por supuesto tiene una explicación, pero esa ya os la contaré en el volumen dos de mis memorias, si llega el caso, que si no esto se hace infinito. Además, dio la casualidad de que, así es el azar, Pablo Motos tuviera de invitado el 24 de mayo, es decir, la noche antes, a David Summers en plató. Cosas del destino, que juega las cartas de esa forma.
Llegué el primero: como bien contó Arturo en la entrevista que a la postre se produjo, yo aparqué mi coche en la puerta de la RAE — siempre pidiendo permiso, por supuesto—, así que Arturo y yo tuvimos unos minutos para hablar de éste y otros asuntos que teníamos entre manos, pues a la postre ya llevamos varias liadas del uno al otro juntos. Comencé la charla con una inocente aproximación de infantería por el flanco, diciendo algo como:
—Arturo, tú sabes que Pablo Motos y yo nos conocemos…
A lo que la artillería respondió con un certero tiro de parábola que dio en el blanco:
—No voy a ir a El hormiguero, Chema.
Jaque mate de saque. Ahora vas y lo cuentas, estratega de segunda.
Yo intenté reagruparme, pues intentaba no perder la batalla así de primeras de juego, y buscaba un empate para llegar a la prórroga, así que cuando apareció David Summers sentí que me había caído un comodín entre los naipes, y lo saqué a jugar:
—David, tú estuviste ayer, cuéntale a Arturo cómo fue tu experiencia.
David se lo había pasado de maravilla, así que me ayudó a conseguir una derrota con esperanza en el partido de vuelta, ya que Arturo accedió, no con facilidad, sea dicho, a una comida para conocer en persona a Pablo Motos. Seguíamos vivos, había eliminatoria.
Acto 4: La comida en PuertalSol
Me tocó planificar otra comida, y la organicé llegado ya el verano. Y para conseguir que todo fuera excelente y saliera a las mil maravillas llamé a otro amigo, que jugó su parte importante en esta historia: Alberto Chicote.
—Alberto, necesito que me ayudes: voy a organizar una comida entre Arturo Pérez-Reverte y Pablo Motos, y me gustaría que estuvieran tranquilos, al aire, en la terraza, por eso de evitar al máximo la COVID, y que tuviéramos cierta intimidad.
—Eso está hecho, chaval. Llamo a Pedro y te lo organizo. Sin problemas.
Alberto estuvo en la retaguardia, y nos organizaron una comida en la que nos dejaron espacio con otras mesas para que pudieran hablar en la terraza del restaurante Puertalsol de Alberto Chicote; no hay mejor lugar para un encuentro de estas características. Nos agasajaron, y Arturo y Pablo tuvieron tiempo, silencio y espacio para hablar largo y tendido.
La cosa comenzó con la reticencia de Arturo a ir a cualquier programa de televisión, y Pablo Motos intentó explicarle lo que pretendía con esta entrevista: una ocasión de darle espacio a una persona a la que admiraba mucho para que pudiera hablar libremente en su programa y llegar a más personas. Pablo le dijo algo que ni Arturo ni yo nos esperamos:
—Arturo, yo te entrevisté en la radio en Valencia hace muchos años, y me cambiaste la vida. Cuando yo me enfadaba por todo tipo de tonterías y estaba cabreado con el mundo, te entrevisté. Y me contaste que cuando estabas en la guerra de corresponsal y veías lo que tú habías visto, ya no te quedaban fuerzas ni motivos para enfadarte por un abollón en el coche. Y yo era de los que sufría por un abollón en el coche. Tú me cambiaste la vida, y quiero que tu paso por El hormiguero sirva para cambiarle la vida a alguna persona más.
Este momento, en el que Pablo puso su admiración y su programa para que la gente que no había escuchado a Arturo, o que no lo había leído, lo pudiera escuchar con el objetivo de que sintiera lo que Pablo sintió años atrás, nos pilló por sorpresa.
Estuvieron hablando durante dos horas, en las que yo asistí como mero comparsa. Son dos grandes periodistas, y dos grandes triunfadores en sus áreas, así que yo solo me dediqué a disfrutar de ese momento en palco preferente, y a documentar el momento con alguna fotografía para el recuerdo; siempre me gusta que se lleven esos momentos para su álbum personal.
Pablo echó el resto, y le ofreció un programa abierto por él y cerrado por él. Sin hormigas, sin ciencia, sin debate, solo Arturo. Además, en torno al lanzamiento de la nueva obra del maestro, El italiano, que, previamente a la comida, Pablo se había leído. Le ofreció elegir la fecha, los temas de los que hablar, y el formato.
Los que conocéis a Arturo ya sabéis que no es fácil. Pero Pablo consiguió un:
—No te digo que sí, pero te digo que lo voy a pensar.
Esto nos llevaba al descuento.
Acto 5: El verano y la comida en la RAE 2
Acabada la comida en Puertalsol nos tiramos unas fotografías, y Pablo, con cariño, preguntó si podía publicar la foto con Arturo Pérez-Reverte en las redes sociales, a lo que el académico accedió encantado. Puedes ver que la publicó días después en esta dirección.
Llegado yo por la noche a casa, después de ese día, recibí una llamada de Pablo:
—Chema, te va a llamar Leo Harlem.
Sí, supongo que vosotros estáis ahora mismo pensando lo mismo que pensé yo cuando me lo dijo Pablo Motos. ¿Por qué me iba a llamar Leo Harlem a mí? Pero… lo descubrí cuando me llamó.
—Chema, soy Leo Harlem. Oye, te dejo mi número de teléfono por si comemos algún día con Arturo, que él dijo que era fan mío, y a mí me encantaría conocerlo. Tú dile que cuando él quiera.
Llamé a Arturo y me confirmó que disfruta mucho del humor de Leo Harlem, así que me responsabilizó de organizar otra comida con Leo. Quería traerlo a la RAE junto a Pablo Motos, así que hice de secretario para todos y quedamos para comer en septiembre otra vez. Que todos los males sean quedar para comer con gente interesante. Por el camino, entre los compañeros de la editorial y yo, fuimos convenciendo a Arturo para ir con Pablo Motos a El hormiguero. Si todo iba bien, ese día en el que íbamos a comer solo serviría para concretar un poco más las preguntas.
Quedamos para comer, pero no fue solo una comida. Arturo se portó como un autentico maestro y fue explicando en la visita las maravillas y rincones de la Real Academia de la Lengua, que yo fui documentando, como siempre, para que tuvieran un bonito recuerdo.
Después comimos. Y durante la comida Arturo nos confirmó que ya estaba todo cerrado para el día D a la hora H (de Hormiguero), así que fue una comida tranquila, divertida, donde nos reímos y donde tanto Pablo como Arturo se fueron conociendo mejor para que la entrevista, a la postre, quedara tan natural como quedó.
Acto 6: Desenlace
El final ya lo conocéis. Pero el día de la grabación quise a acompañar a Arturo al programa. Quería que se sintiera acompañado. Primero le pedí que se viniera a hacer una foto con Juan Ibáñez, Damián Mollá y Marrón, que habían sido excluidos de la grabación, pero felices de conseguir que Arturo estuviera a gusto en ella.
Pablo se pasó a saludar por el camerino para hablar con Arturo unos minutos antes de la entrevista, con el objetivo de que se sintiera lo más cómodo posible, que era su objetivo final. Que Arturo estuviera cómodo para cambiar la vida al mayor número de personas posibles.
Yo me quedé viéndolo desde cerca, para ser espectador de lujo de un momento que había costado meses que sucediera, y que solo iba a ser una hora, pero habían sido muchas más de debates, llamadas y comidas para que tuviera lugar la entrevista.
Despedida y cierre
El destino me puso de espectador de lujo de esta historia. Y pude documentarla con fotografías y recuerdos, que antes de que mi memoria empiece a perderlos o cambiarlos, he pedido permiso a los dos protagonistas para publicar aquí, por si a alguno os gustase leerlos. Y quiero destacar dos cosas que me impactaron sobremanera.
La primera es que Arturo no sentía ninguna necesidad de ir a hacer ninguna promoción de nada a El hormiguero. Fue porque Pablo Motos le convenció por su forma de ser, por su cariño a la hora de tratarle, por un planteamiento honesto desde el principio que respetó profesionalmente en todo momento. Fue profesional y humano a la vez.
Arturo fue al programa justo por eso, porque Pablo Motos se lo pidió con cariño, educación, respeto, y siempre queriendo hacer algo que los dos llevan dentro arraigado: hacer periodismo. En este caso a Pablo le tocó hacer de entrevistador y no interrumpir a Arturo en ningún momento, haciendo lo más difícil que tiene que hacer un entrevistador: que no se le note. Arturo, como siempre, fue honesto consigo mismo en las respuestas, porque al final él es libre gracias a los que, como él dice, le leemos. Y todos los que vimos la entrevista la disfrutamos.
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