Los españoles sabemos mucho del trasiego de culturas y civilizaciones por nuestra tierra. También de eso que conocemos como Servidumbre de paso, o sea, la que se ejerce al atravesar una finca ajena en beneficio de otra propia. Los andaluces hemos visto al respecto lo que está en los escritos y lo que habita en el olvido. Desde la Prehistoria a nuestros días, desde el Paleolítico al Neolítico, desde la cultura tartésica a las colonizaciones fenicia, griega y cartaginesa, desde el mundo ibérico a la cultura indoeuropea de los celtas, el territorio de lo que los romanos llamarán Hispania, los árabes Al-Ándalus y los judíos Sefarad será desde el principio un mosaico difícil de interpretar y con aires de laberinto.
Sefarad era toda España para los judíos, Al- Ándalus era toda España para el Islam, pero acabó siendo Andalucía. Allí, en Granada en 1492, los Reyes Católicos firmaron el decreto de expulsión de judíos y mahometanos. Con este decreto de expulsión se empobreció la cultura española cerrando las infinitas posibilidades de la mezcla, de lo mixto, de lo diverso, de la aceptación definitiva de la tolerancia cultural que existió en no pocos momentos de la convivencia entre cristianos, moros y judíos, argamasa a la que Américo Castro bautizó como la realidad histórica de España. No olvidemos nunca que en el siglo XII, en Córdoba, nacieron dos sabios que enriquecieron la cultura medieval: el musulmán Averroes y el judío Maimónides.
La Escuela de Traductores de Toledo surgió en esta ciudad en el siglo XII y fue posible gracias a la tolerancia de los reyes castellanos cristianos con musulmanes y judíos, lo que permitió un renacimiento filosófico, teológico y científico. Esta Escuela de Traductores ha quedado como ejemplo en la historia de la cultura por la aceptación de lo otro como algo distinto, capaz de enriquecer el mundo y hacerlo más habitable. Todo esto se rompió en 1492 y se rompió aún más en 1609 con la expulsión de los moriscos.
La realidad histórica de España, la de judíos, moros y cristianos, también tiene sus enigmas como nos dejó escrito otro gran historiador español, Claudio Sánchez Albornoz en su libro España, un enigma histórico. ¿O acaso no es un enigma que después de casi ocho siglos de guerras de conquista y luego de reconquista, los unos no pudieran con los otros y los otros no pudieran con los unos? Fue la cultura la que testimonió con su ejemplo, como en tantas otras épocas de la Historia. La cultura creó lo más duradero del pensamiento, de la ciencia, del arte y de la poesía. Aunque la cultura también tiene otras caras: Creer y destruir se llama por ahí un libro conocido. Donde unos levantaron una iglesia, los otros levantaron una mezquita y luego los unos levantaron una iglesia. Pero también se puede crecer para dejar testimonio a través de la belleza de las formas, de la belleza de las palabras, de la belleza de la poesía. El mundo árabe juega en ese terreno una de sus mejores bazas. La baza de la gran poesía que hicieron los árabes en todos sus extensos dominios y la que siguen haciendo en los distintos lugares del mundo que habitan. Que no haya tenido el premio Nobel ningún poeta árabe contemporáneo es más que suficiente para desacreditar al comité del famoso Premio, que sí obtuvo hace poco un famoso letrista rockero de lengua inglesa, autor de dos delgados libritos con dichas letras, magníficas por otra parte. Cada cosa en su sitio, cada uno en su casa y Dios en la de todos, decimos en español. Juntos, pero no revueltos.
Entre la poesía árabe, la poesía arábigo-andaluza y la poesía española no hay eso que se llama choque de civilizaciones. Al-Ándalus y Andalucía son una realidad histórica y son un gran símbolo para musulmanes y para españoles, como ha escrito un gran arabista español de nuestro tiempo, fallecido hace unos días, el amigo y paisano Pedro Martínez Montávez.
España es un caso único de sincretismo cultural. La influencia árabe ha jugado un papel fundamental en la construcción de la cultura española en todas sus vertientes. Con la poesía ha ocurrido algo parecido. Los árabes se extendieron por muchos territorios y conocieron muchas culturas distintas, por eso, en las artes y en las letras, y en otros terrenos, destacaron tanto durante la Edad Media. El arabista español, y andaluz, José Amador de los Ríos, llegó a escribir que los árabes estaban dotados de un ingenio ardiente y de un talento extraordinario.
En el año 754, el omeya Abderramán I llega a España, a las costas andaluzas, y funda en 756 un nuevo emirato, el de Córdoba, independiente ya del califato de Bagdad. Desde este momento las artes y las ciencias van a ser esenciales y muy protegidas. Esta necesidad de cultivar el conocimiento se contagia a los reinos cristianos. Alfonso X el Sabio estableció en Sevilla una cátedra de elocuencia arábiga en 1254 e hizo que se tradujeran muchos volúmenes del árabe al castellano.
Desde la llegada de los árabes, de los bereberes, a España en el 711 y hasta muy entrada la Edad Media, la poesía árabe repitió los esquemas métricos y los temas de la poesía anteislámica, como nos ha recordado otro gran arabista del siglo XX, Emilio García Gómez, el gran conocedor y traductor al español de la poesía árabe clásica y de la poesía arábigo-andaluza, que tiene ya una sensibilidad hispánica.
En España hemos tenido siempre mucho interés por los poetas arábigo-andaluces, que han dejado una huella muy profunda en muchos poetas españoles de todos los siglos de nuestra literatura, en lo culto y en lo popular. Esta influencia ha sido muy significativa en algunos poetas, sobre todo andaluces, desde el Romanticismo y el Modernismo hasta la Generación del 27 y otros movimientos poéticos del siglo XX, como el grupo Cántico de Córdoba.
Todos los arabistas españoles de todas las épocas defienden que “el Islam formó parte de la cultura española durante siglos y los ecos y pautas que perduran de tal relación siguen nutriendo a la cultura española hasta nuestros días y son parte de nosotros y no una fuerza exterior y distante de la que hay que defenderse: no es algo que está fuera, sino que está dentro de, como lo está la poesía arábigo-andaluza dentro de la poesía española, en especial dentro de la poesía andaluza”, como ha sostenido Martínez Montávez.
Sobre el tema de la influencia de lo árabe y lo arábigo-andaluz en la poesía española debe haber bibliotecas enteras. Concretamente, sobre la influencia que ha ejercido este mundo sobre los grandes poetas españoles de todas las épocas es enorme y casi inabarcable. En toda la poesía popular española de todas las épocas y en toda la culta. En el Romancero, en el poema de Mío Cid, en el Arcipreste de Hita, en La Celestina, en todos los clásicos del Siglo de Oro y de siglos posteriores hasta nuestros días. Pongo un ejemplo: la poesía de San Juan de la Cruz, el poeta más hondo de España según Antonio Machado, no se puede concebir sin la mística árabe. Hay volúmenes sobre este asunto.
Termino con un libro que he descubierto recientemente, escrito por un árabe, SABIH SADIK, sobre las relaciones de la poesía árabe con la poesía de los autores de la Generación del 27. Ahí podemos percibir esas profundas relaciones de la poesía de Lorca, Cernuda o Alberti con los poetas arábigo-andaluces traducidos por Emilio García Gómez y publicados en 1930 en España. El tema cernudiano de los cuerpos jóvenes lo podemos encontrar en la antología susodicha. La tremenda sexualidad de la poesía lorquiana está muy emparentada con la de la cultura árabe. Y muchas de sus imágenes y metáforas también. No es pura casualidad que uno de sus libros se llame Diván del Tamarit. Tampoco lo es el tema de la visita nocturna del ser amado o las relaciones entre el viento y la muerte o las relaciones amorosas entre la lluvia y la tierra o el viento como símbolo erótico o tantísimos motivos más relacionados con lo árabe y lo hispano-musulmán. No en vano Federico era de Granada, uno de los símbolos más poderosos, con vocación universal, de la mezcla de dos culturas universales.
No me resisto a decir que García Lorca es nuestro poeta más universal, y también el poeta más apreciado por los árabes. Los poetas árabes lo valoran como uno de los suyos. Reproduzco aquí su poema Canción de jinete. Es muy posible que en estos versos esté el secreto de lo que venimos diciendo. Lo muy antiguo a veces es lo más moderno. Son los símbolos más antiguos de la humanidad, los de las grandes culturas, que siguen permaneciendo y nos acompañan.
CANCIÓN DE JINETE
Córdoba.
Lejana y sola.
Jaca negra, luna grande,
y aceitunas en mi alforja.
Aunque sepa los caminos
yo nunca llegaré a Córdoba.
Por el llano, por el viento,
jaca negra, luna roja.
La muerte me está mirando
desde las torres de Córdoba.
¡Ay qué camino tan largo!
¡Ay mi jaca valerosa!
¡Ay que la muerte me espera,
antes de llegar a Córdoba!
Córdoba.
Lejana y sola.
(Texto Leído en la Biblioteca Nacional Mohammed Bin Rashid de Dubai, como introducción a una lectura de mis poemas el 21-3-2023, organizada por la Embajada de España en Abu- Dabi y la citada biblioteca).
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