Cuando en 1831, a la edad de veinte años, fallece su esposa, Ralph Waldo Emerson ejerce como pastor agregado en la Segunda Iglesia Bautista de Boston, Massachusetts. Atormentado aún por su muerte y distanciado, entre otros motivos por éste, de los usos de la iglesia, dimitirá un año más tarde. En 1833, durante un largo viaje por Europa, visitará el Real Jardín de las Plantas Medicinales de París. Tres años después, influido decisivamente por todos estos acontecimientos, publicará Naturaleza, el ensayo que anunciaba la llegada del Trascendentalismo y, sobre todo, de una nueva concepción del mundo natural que estaría detrás de la célebre marcha a los bosques —o más bien, a un terreno al lado de la laguna Walden propiedad del propio Emerson— de su buen amigo y vecino Henry David Thoreau. Y de muchos otros que vendrán después.
En estas páginas, decantación literaria de las conferencias que su autor impartió desde su regreso de Europa hasta la definitiva publicación del escrito, lo que se plantea es una nueva manera de acceder a Dios por la vía de contemplar la naturaleza con otros ojos, los del poeta. Así, “el cautivador paisaje” que observa el autor una mañana “está sin duda formado por unas veinte o treinta fincas. Miller es dueño de este campo; Locke, de aquel; y Manning, del bosque de más allá. Pero ninguno de ellos es dueño del paisaje. Hay un terreno en el horizonte que no posee ningún hombre salvo aquel cuya mirada es capaz de integrar todas las partes, es decir, el poeta.” Y, aunque buena parte de los escritos de este volumen, están dedicados, por un lado a reseñar los aspectos iluminadores que, de manera directa, la naturaleza proporciona al entendimiento humano, caso de los dedicados a los bienes o a la disciplina; y, por otro, a evidenciar los que en mayor medida la conectan con lo divino, caso de los referentes al idealismo, al espíritu y, en gran medida, a las perspectivas, ha sido sobre todo el tercero, el centrado en la belleza, el que más trascendencia ha alcanzado entre nosotros.
A él remiten, para empezar, los poemas que Nórdica Libros ha tenido el acierto de adjuntar a estos ensayos para mejor interiorizar lo que se postula en ellos y, también, las ilustraciones de Eugenia Ábalos, que tienen la virtud de contextualizar lo escrito en la atmósfera en la que fueron concebidos. Porque lo que hace Emerson en las pocas páginas de ese capítulo tercero es reflexionar sobre la necesidad que de la belleza tiene el hombre para, a continuación, mostrar cómo una forma muy particular de aquella, la que no deriva del arte y, por lo tanto, de lo que por el “alambique” del hombre ha pasado, se manifiesta en el paisaje. “Para el ojo atento, cada momento del año posee su propia belleza y en un mismo campo vislumbra, a cada hora, una imagen nunca vista anteriormente y que no volverá a verse jamás”. Emerson enseña a apreciar después de todo en este ensayo, tanto a sus coetáneos, como, de manera seguramente más determinante, a las generaciones futuras, lo que de común y análogo tienen “una hoja, un rayo de sol, un paisaje o el mar” y que no es otra cosa que la belleza. Así lo defiende cualquiera que sea la manifestación o circunstancia siempre que de la naturaleza proceda, o, al menos, eso es lo que se desprende cuando, en una alusión que, conocidas las vicisitudes personales a partir de las cuales fue escrita esta obra, no puede sino provocarnos un temblor, con rotundidad concluye: “No hay objeto tan repugnante que una intensa luz no torne hermoso. […] Incluso un cadáver posee su propia belleza”.
————————————
Autor: Ralph Waldo Emerson. Título: Naturaleza. Editorial: Nórdica Libros. Venta: Amazon
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: