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La escurridiza verdad - Santos Sanz Villanueva - Zenda
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La escurridiza verdad

No se limita Jabois a presentar un arranque que engancha al lector y apela con fuerza a su curiosidad sino que el primer capítulo entero lo concibe como un trampantojo que refuerza dicho efecto. Algo raro ocurrió, pero quienes lo supieron o pudieron saberlo no tienen datos fidedignos o no los proporcionan. Todo es un...

Se ha ponderado mucho la importancia de la primera frase de una novela como motor que genera máximas expectativas. Siempre se citan a tal propósito el Quijote (“En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…”) y La Regenta (“La heroica ciudad dormía la siesta.”). Manuel Jabois se ha ganado un lugar en esa lista de prestigio por la insinuante apertura de Miss Marte: “De la novia se dijo que había aparecido en su propia boda de blanco «como si estuviese metida en una secta», y que la mañana anterior la había pasado regando las plantas del patio hasta ahogarlas”. La curiosa situación descrita avanza alguna clase de anormalidad que será, en efecto, el meollo de la historia.

No se limita Jabois a presentar un arranque que engancha al lector y apela con fuerza a su curiosidad sino que el primer capítulo entero lo concibe como un trampantojo que refuerza dicho efecto. Algo raro ocurrió, pero quienes lo supieron o pudieron saberlo no tienen datos fidedignos o no los proporcionan. Todo es un decir que dicen sin ninguna sustancia segura. Todo incógnitas y cábalas, ninguna certeza. Se asoma así la narración al terreno de lo legendario y, dado el medio en que ocurre, incluso al de un suavizado realismo mágico.

"La historia presagiada al inicio del libro tiene un escenario principal y dos recortes temporales"

A pesar del peso de las conjeturas, no todo se va en vaguedades e insinuaciones. De pasada, y con el gran acierto de señalarlo sin el menor énfasis, una invitada a la boda indica una coincidencia entre la novia y su pequeña hija: ésta tenía los mismos rasgos de la madre, y “hasta las mismas tres pecas casi invisibles en cada lado de la boca”. Decía Alfred Hitchcock que todo lo que aparezca en una película ha de tener un sentido. Algo ha ocurrido al otro lado si el director fija el objetivo en una ventana, ponía como ejemplo. Esas pecas casi invisibles no son un adorno costumbrista. Veremos, muchas páginas después, su trascendencia. De modo que ese capítulo que parecía nada más un curioso cuento de cuentos contiene la semilla de toda la novela: un tema, la condición escurridiza de la verdad; una trama: el esclarecimiento de un misterio con mecanismos propios del relato de intriga, quizás hasta criminal.

La historia presagiada al inicio del libro tiene un escenario principal y dos recortes temporales. El marco se sitúa en un imaginario pueblito gallego, Xaxebre, próximo a Sanxenxo. El tiempo se divide entre 1993 y 2019. En aquella fecha del pasado, una chica rara, Mai Lavinia, llegó a ese lugar costero en compañía de su hija de dos años, Yulia, y alteró la rutina local. Se enrolló en una pandilla juvenil y poco después se casó con uno de los amigos, Santiago Galvache, hijo de un acomodado empresario. La boda tuvo trágico colofón porque el mismo día Yulia desapareció, quizás secuestrada. Un cuarto de siglo después una joven y exitosa periodista, Berta Soneira, aparece en Xaxebre con el propósito de indagar el inexplicado suceso y llevar a cabo un documental para el que contrata como ayudante a uno de los testigos de antaño, Nico, modesto periodista de provincias.

"El suspense se mantiene, agarra en sus vicisitudes al lector"

Nico funciona como narrador de la novela y tiene un papel superior al de un simple hilvanar las discordantes voces de los testigos. Con esta figura adopta Jabois una afortunada decisión formal que le permite conjugar el relato de investigación filtrado y apostillado por Nico —huella, me parece, de la habitual dedicación reporteril del autor— y la técnica perspectivista que aporta múltiples puntos de vista. Con idas y vueltas, con avances y retrocesos por la historia de Mai y de Yulia, la narración progresa a ritmo interno regular. El suspense se mantiene, agarra en sus vicisitudes al lector y llega un momento en que éste tiene bastante seguridad de encontrarse ante una novela que dejará en la incógnita el misterio seminal. Esa expectativa la desmiente, sin embargo, Jabois al rematar la peripecia con el esclarecimiento de los hechos, que no debo especificar.

El arranque de Miss Marte produce la impresión de un texto autónomo, una especie de historia independiente. Parece como si el autor hubiera tenido la intuición de una idea literaria que podría agotarse en sí misma y, si uno hace la prueba de releerlo, se confirma como un relato que bien puede tomarse por un cuento. Así que el resto del libro tiene algo de desarrollo anecdótico de esa atractiva situación inicial. A ello, a construir una historia compleja a partir de ese germen se aplica Jabois, y lo hace con buena mano. Mas no es la pericia técnica lo destacable en sí misma, con merecer alto reconocimiento. Lo subrayable reside en que el ejercicio constructivo forma un todo con el motivo último del libro. El avance del relato con su encabalgamiento de opiniones difusas revela la incertidumbre misma que afecta a la verdad. El autor aborda una espinosa cuestión individual: cómo se convive con una verdad problemática.

"Su segunda novela supone un notable progreso en su todavía incipiente trabajo de narrador"

Este asunto tiene una dimensión genérica, y por tanto un carácter abstracto, pero Jabois lo evita al hacer que afecte directamente a Berta. De esta manera lo dota de dimensión personal, de conflicto que se encarna en un ser humano concreto. Y ello va emparejado con una densa problemática que completa la reflexión existencial del libro: qué es la paternidad y qué impacto produce la pérdida de un hijo. No son solo estas las cuestiones que interesan al autor. Junto a ellas, otras dos, la fascinación del primer amor y la complicada transición entre la infancia y la primera juventud, forman un entrelazado bucle.

Se mueve muy bien Jabois en este ámbito del intimismo, en el que ya situó su reciente opera prima, Malaherba, pero Miss Marte añade potencia de fabulador, de contador de sucesos, así como de creador de una amplia galería de personajes singulares y atractivos. En ambos dominios su segunda novela supone un notable progreso en su todavía incipiente trabajo de narrador. Le veo en un camino que le ha de llevar —con apoyo de una prosa creativa y rítmica, de léxico expresivo— a ocupar un puesto destacado en nuestra narrativa actual, aunque todavía echo en falta que se vuelque más o con mayor determinación en la realidad exterior. Y, respecto de Miss Marte, que hubiera controlado con mano dura un par de aspectos menos logrados. Uno, hace concesiones a un excesivo rebuscamiento en la resolución del misterio. Otro, se deja llevar de la simpatía que le inspira Berta Soneira adornándola con demasiadas cualidades y da de ella un retrato complaciente e idealizado. Son reservas que, de todos modos, solo restan una pizca de acierto a un relato intenso, amargo, a pesar de un amplio distanciamiento humorístico, y bastante emocionante.

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Autor: Manuel Jabois. Título: Miss MarteEditorial: Alfaguara. Venta: Todostuslibros y Amazon.

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Santos Sanz Villanueva

Santos Sanz Villanueva (Soria, 1948) es licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Zaragoza y doctor en Filología Románica por la Complutense de Madrid, de la cual es catedrático jubilado de Literatura Españo­la. Conferenciante y crítico literario, ha recibido el Premio Fastenrath de Ensayo de la Real Academia Española por Historia de la novela social española, y el Premio Fray Luis de León de Ensayo. Entre sus publicaciones más importantes, destacan Narrativa en el exilio (1977), Lectura de Juan Goytisolo (1980), El siglo XX. Literatura actual (1984), La Eva actual (1998), El último Delibes y otras notas de lectura (2007), Diez novelistas españoles de postgue­rra. Siete olvidados y tres raros (2010) y La novela española durante el franquismo (2010). Ha prologado libros de Cervantes, Miguel Delibes, José Hierro, Juan Goytisolo, José María Merino, Arturo Pérez-Reverte, Josep Pla, Gonzalo Torrente Ballester y Francisco Umbral.

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