Ha pasado casi un año desde la aparición de Neandertales, de Rebecca Wragg Sykes (GeoPlaneta), cuyo título original es Kindred. El libro ha tenido una acogida mediática espectacular y merecida. Se trata un libro imprescindible. Pone al alcance de un público muy amplio el estado actual de los estudios sobre la raza neandertal, estudios que han conocido avances impresionantes en las dos o tres últimas décadas, gracias sobre todo al refinamiento de las técnicas arqueológicas y a los avances tecnológicos acerca del ADN y el genoma. La autora combina un profundo y actual conocimiento de la materia con una extraordinaria capacidad comunicativa. El resultado es un libro excepcionalmente bien escrito y documentado, un libro imprescindible para los que nos interesamos en la gran evolución del género Homo, su presente y su futuro.
“Desapariciones” aborda la cuestión que más atrae hoy a la opinión pública: por qué desaparecieron los neandertales. Precisamente porque no podemos tener pruebas de la o las causas que llevaron a la extinción de esta especie caben variadas hipótesis. La imaginación se ve estimulada como ocurre siempre que algún misterio nos resulta apremiante. La respuesta de Wragg Sykes es muy prudente, a la espera de que aparezca algún neandertal conservado en un bloque de hielo, como ocurrió con Ötzi, el cazador de Similaun, descubierto a los 5300 años de su desaparición.
Esa respuesta se apoya de las condiciones climáticas: “El colapso climático, unido a un continente mucho más poblado, pudieron haber creado las condiciones para que nosotros perduráramos y los neandertales desaparecieran” (431). Antes ha advertido de que los neandertales llevaban milenios disminuyendo su población. Sobre este aspecto no hay ni siquiera una hipótesis en el libro. Solo se sugiere que “con cuerpos más costosos de mantener que los nuestros, bordear el precipicio en condiciones extremas habría sido muy peligroso para los neandertales” (432). El caso es que los sapiens hemos quedado solos en un mundo que hace cien mil años compartíamos con otras especies homo. Y eso es un caso muy raro en la evolución natural. No sé si único.
En favor de Wragg Sykes hay que señalar una noción que aporta casi tangencialmente, aunque no la profundiza. Consiste en la alusión a los sistemas simbólicos. “Lo que define al mundo posneandertal son los sistemas simbólicos compartidos que reflejan conexiones con comunidades lejanas” (431). Aunque el entusiasmo por los neandertales ha llevado a especulaciones sobre su capacidad de enfrentarse a la muerte en términos trascendentales y de crear arte, no cabe duda ante la lectura de esta monumental monografía de que su despliegue simbólico fue mínimo. Y, todavía más, no cabe duda de que su evolución tecnológica fue escasa y sufrió retrocesos. Es cierto que los neandertales tuvieron su cultura. Pero en los varios cientos de milenios —entre cinco y dos y medio, según quién y cómo haga el recuento— sus avances se limitan a la industria lítica y a otras pericias con la madera y los huesos. Antes que ellos otras humanidades conocieron el uso del fuego. Pero solo la humanidad sapiens pudo superar el estadio de cazadores recolectores —es decir, el estadio de consumidores puros— para alumbrar un estadio nuevo: el de los productores (con la agricultura). La clave de este paso, del consumo a la producción, solo puede estar en un aspecto que Wragg Sykes ha descuidado: el lenguaje.
Es evidente que, para paleontólogos y arqueólogos, el lenguaje es un asunto que parece quedar fuera de su campo de acción, pues no ha dejado huellas materiales. En la contracubierta del libro puede leerse una frase realzada que resume su espíritu: “Solo comprendiendo a los neandertales podremos conocernos de verdad a nosotros mismos”. Creo que sería más acertado darle la vuelta a esa afirmación: solo comprendiéndonos mejor a nosotros mismos podemos comprender a los neandertales. Para conservar conocimientos existen dos medios: el primero es el común a todas las especies, el genoma; el segundo es la cultura a partir de la memoria, lo que llamamos tradición. Pero para que las tradiciones puedan conservarse y mejorarse es imprescindible el lenguaje verbal. El lenguaje verbal es el gran canal de comunicación simbólica. Se puede alegar que toda afirmación sobre el lenguaje neandertal es pura hipótesis. Y es verdad. Pero podemos profundizar aunque sea hipotéticamente. Para que el lenguaje humano haya llegado al nivel actual —el simbólico, articulado— ha tenido que pasar varias fases en especies animales superiores y en homínidos. Esas fases se pueden reducir a tres: el lenguaje gestual, el lenguaje inarticulado y el articulado —dejamos aparte el lenguaje instrumental—. Los sapiens usamos un lenguaje articulado acompañado de gestos y de ruidos inarticulados. Cada vez se concede más importancia en los estudios de la comunicación al lenguaje gestual. Sally, mi perra, sabe hacer un uso avanzado del lenguaje gestual: puede expresar su reclamo alimentario, sus necesidades fisiológicas o sus demandas emocionales. Los homínidos han expresado esas necesidades y demandas gestualmente y los sapiens lo siguen haciendo. Pero en una segunda etapa evolutiva aparece el lenguaje inarticulado. Una forma de lenguaje inarticulado que sigue siendo trascendental es la risa. Hay otras formas igualmente relevantes: el llanto, los chillidos, los chasquidos y otros sonidos guturales. Sally emite sonidos guturales, quizás porque así interpreta mis frases, que, aunque sean verbales, suele interpretar con gran acierto. Cuando hablamos de salir de paseo, aunque no nos dirijamos a ella, rápidamente —a pesar de su avanzada edad— se levanta y se apresta en la puerta de la casa. No es solo un animal sintiente. Es un animal con cierta —limitada— cultura. Pero, y ahí está la clave de esta argumentación, no podrá transmitir esos conocimientos a otros individuos de su especie, porque carece de lenguaje simbólico. No le basta tener memoria, que la tiene. Reconoce a personas que la han acariciado muchos meses después de su último encuentro. Y rehúye a otras que la ignoraron. Sin el nivel verbal los perros solo podrán acumular saber por el genoma. Y algo así les sucedió a los neandertales.
Ciertamente, los grupos neandertales tuvieron un lenguaje gestual y un lenguaje inarticulado muy superior al de los perros. En el lenguaje inarticulado hay un rasgo esencial: la entonación. El lenguaje articulado se apoya precisamente en la entonación. Esto da idea de hasta qué punto las dos etapas del lenguaje están y siguen íntimamente unidas. Las habilidades neandertales con el lenguaje inarticulado debieron ser superiores a las nuestras. La necesidad social tuvo que favorecer eso. Hoy la entonación emotiva es esencial. Sin embargo, la lingüística estructural apenas reparó en otras formas de entonación que no sean las puramente gramaticales.
Los conocimientos que nos transmite Wragg Sykes no permiten suponer un nivel cultural basado en la tradición oral de los sapiens cazadores recolectores. Son conocimientos técnicos, a la vez sofisticados y elementales o, mejor dicho, puramente instrumentales. Esos conocimientos se basan en la experiencia, en las costumbres, pero no pueden implementarse. Vuelvo a la observación de Wragg Sykes sobre la comunicación simbólica de la etapa posneandertal. El nivel de simbolismo neandertal fue mínimo. Les gustaban el color rojo y los brillos. Todavía hoy el color rojo es sinónimo de lo popular. Es el color más apreciado. Y sobre la importancia del brillo ha escrito recientemente el filósofo Byung-Chul Han, confundiendo lo brillante con lo bello. Lo rojo y lo brillante nos remiten al gusto y a lo decorativo —es decir, lo superficial—. También los animales superiores tienen su gusto. No solo prefieren ciertos sabores. También ciertos colores. Las corridas de toros se basan precisamente en la atracción del color rojo que sienten estos animales. Quiero decir con esto que los colores rojizos no son pruebas de arte. El arte es mucho más que el gusto. Contiene reflexión. He aquí uno de los momentos que sirven de prueba de que conocer bien a los sapiens es imprescindible para conocer las limitaciones de los neandertales.
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Autor: Rebecca Wragg Sykes. Título: Neandertales. Editorial: GeoPlaneta. Venta: Todostuslibros
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