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La contradicción de Isabel II de Borbón - Zenda
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La contradicción de Isabel II de Borbón

Cierto es que si se la compara con la otra Isabel, la primera, nuestra infeliz Borbón sale bastante mal parada. Frente a la solidez de aquella mujer de Estado que nos legó un reino y una obra que todavía subsisten, la figura de la segunda, oronda, lúbrica, inestable, se nos antoja una burda caricatura. Pérez...

La Historia de España, en general poco amable con nuestros antepasados, ha sido particularmente cruel con la figura de la reina Isabel II de Borbón.

Cierto es que si se la compara con la otra Isabel, la primera, nuestra infeliz Borbón sale bastante mal parada. Frente a la solidez de aquella mujer de Estado que nos legó un reino y una obra que todavía subsisten, la figura de la segunda, oronda, lúbrica, inestable, se nos antoja una burda caricatura. Pérez Galdós la llamó “la de los tristes destinos”, y tras conocer su vida uno no puede más que darle la razón a don Benito. Porque estoy convencido de que si las circunstancias vitales de aquella señora decimonónica hubiesen sido otras, seguramente habría podido llevar una vida razonablemente feliz. Pero no, nadie escoge su destino por mucho que las películas y las series se obstinen en decir lo contrario.

El siglo XIX fue un siglo difícil, ¿cuál no lo es?, por la avalancha de cambios que se abatió sobre la Humanidad y en particular sobre Europa. La Revolución Industrial inició una enloquecida carrera que, lejos de terminar, coge cada día mayor velocidad.

"Fue abandonada a sus juegos y caprichos hasta la tierna edad en que la hicieron reina"

Los poderes que tradicionalmente habían gobernado la sociedad —el trono y el altar— se vieron asaltados por la Ilustración y la soberanía popular. La batalla fue encarnizada y, como en todas las guerras, la mayor parte de la población no tuvo ningún papel protagonista, solo les quedó sufrir las consecuencias de unos cambios que no entendían.

Imagínense que en medio de tan horrible follón uno —o una, en este caso— ha de representar el papel de reina, e intentar poner algo de cordura entre sus súbditos, arrebatados por pasiones e ideas que encienden los ánimos y llenan campos y calles de sangre y cadáveres. Una tarea épica, solo al alcance de figuras como la primera Isabel, pero totalmente ajena a las capacidades de Isabel de Borbón.

No solo es que careciese de la seguridad y el temple de carácter necesario para gobernar, si no que además nadie se preocupó de prepararla para tan ingrata tarea. Fue abandonada a sus juegos y caprichos hasta la tierna edad en que la hicieron reina. Y no porque se pensase que la moza era cabal y podía poner orden en España, sino porque los poderes en liza no se ponían de acuerdo en quién ejercería la regencia.

Así, la adolescente Isabel fue lanzada a la jaula de los leones, como se suele decir popularmente, sin látigo ni taburete.

Y siendo reina, había de casarse. Esta fue una de las puñaladas más traperas que pudo recibir la joven y vital Isabel, una traición en la que colaboró estrechamente su propia madre. Como ya por aquel entonces los destinos de España se decidían en cortes extranjeras, fueron los ingleses y los franceses, al alimón, los que impusieron un rey consorte incapaz de satisfacer física y mentalmente a la reinecita.

"Era caprichosa, pero no retorcida, no tenía voluntad y se dejaba manejar por sus ministros sin entender muy bien lo que hacía"

Resumir una vida entera en un cómic de 56 páginas no es sencillo. Normalmente los guionistas optamos por centrarnos en uno, dos o tres episodios señeros de la vida de nuestro personaje y, a partir de ahí, esperamos que el lector conozca y comprenda al biografiado.

En este caso decidí centrarme en el período de reinado de Isabel, ignorando su infancia y su largo exilio francés tras su expulsión en la Gloriosa de 1868.

Cuando empecé a documentarme sobre su vida, con interés, pues el siglo XIX español siempre ha sido difícil entender, rápidamente quedé seducido por el carácter generoso y vital de Isabelita. Era caprichosa, pero no retorcida, no tenía voluntad y se dejaba manejar por sus ministros sin entender muy bien lo que hacía. También era desprendida y sentía un deseo sincero por ayudar a los demás, en especial a los menesterosos.

Se atormentaba en una terrible contradicción.

Su lujurioso amor por los hombres, que la llevó a tener media docena de amantes y numerosos hijos, era firmemente condenado por la moral pacata de la iglesia católica.

"He intentado la imposible tarea de ser objetivo, imposible porque como la propia física cuántica ha demostrado, el observador modifica lo observado"

Isabel, creyente fervorosa, era capaz de llorar arrepentida frente a su confesor por sus pecados y al salir de la iglesia correr al restaurante madrileño Lardhy para empezar una juerga que acabase en una desenfrenada noche de amor y sexo para, al día siguiente, volver a arrepentirse, suplicando perdón a su confesor o a su oscura consejera, la misteriosa monja sor Patrocinio. Y vuelta a empezar.

La Iglesia rabiaba, pero ella era la reina y desde su puesto hizo lo posible para que los ministros masones no acabasen con el poder del papado en la sociedad española. Así que se la podía amonestar, pero no muy duramente pues la pobre mujer necesitaba desahogarse. En fin.

He intentado la imposible tarea de ser objetivo, imposible porque como la propia física cuántica ha demostrado el observador modifica lo observado, y, si eso se hace solo observando, imagínense lo que distorsionará la realidad un cronista que intenta contar las cosas como mejor puede. Y si no, sólo se pretenden contar los hechos desnudos, sino que además se aspira a entretener pues la subjetividad está servida. En el caso de un cómic, además de la versión del plumilla, están los dibujos del iluminador, en este caso el gran Aurelio Medina que, apoyándose en la abundante documentación gráfica —ya empezaban las fotos por aquel entonces— nos ha dado su visión de Isabel y de su ambiente.

Isabel y su marido Francisco de Asís son los auténticos protagonistas de esta historia en la que hemos pretendido acercarnos a la personalidad de aquellos infelices que, a pesar de ocupar puestos de poder, no fueron más que marionetas de fuerzas que les superaban. Tal vez como todos nosotros.

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Autor: Gol y Aurelio Medina. Título: Isabel de Borbón. Editorial: Cascaborra. Venta: Todostuslibros

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Miguel Gómez Andrea "Gol"

Historietista, dramaturgo y actor. En su juventud estudió la carrera de náutica y pasó cuatro años en la mar como Piloto de la Marina Mercante. Tras un largo viaje a la India y el nacimiento de sus hijos abandonó la ciudad y la mar para afincarse en la Sierra de Gredos. Desde el año 1993, dirige el Estudio La Recua especializado en la divulgación histórica a través del teatro y los cómics (más de cincuenta obras en su haber).

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