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La carrera literaria - Eduardo Martínez Rico - Zenda
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La carrera literaria

¿Cómo se da uno cuenta de que es escritor? No digo que quiera ser escritor, sino de que ya lo es. Yo pienso que lo es incluso cuando no lo sabe, o por supuesto, cuando no es reconocido, primero de todo, aunque tampoco lo sepa. Se lo tiene que demostrar a sí mismo. Y para...

Escribo este artículo en este momento de mi vida, y no en otro, con lo que puedo decir hasta el día de hoy.

¿Cómo se da uno cuenta de que es escritor? No digo que quiera ser escritor, sino de que ya lo es. Yo pienso que lo es incluso cuando no lo sabe, o por supuesto, cuando no es reconocido, primero de todo, aunque tampoco lo sepa. Se lo tiene que demostrar a sí mismo. Y para eso, quizá esté la vocación, ese algo intangible que hace que el escritor escriba Contra viento y marea, como tituló una obra suya Mario Vargas Llosa, contra los hunos y los otros, como diría Miguel de Unamuno.

Yo recuerdo bien cuando era pequeño y me mandaban los profesores hacer redacciones… que me salían solas, y que disfrutaba mucho haciéndolas. Sin duda esa facilidad y el placer que he sentido siempre al escribir me hayan llevado a escribir tanto, y a ser escritor, pues aunque todavía no me considero, digamos un consagrado o un escritor profesional, sí que me considero “un escritor”. De algún modo estoy ya “consagrado” a la escritura en lo profundo, y ya llevo muchos años cobrando por textos que escribo (libros, artículos, entrevistas), lo que me convierte en algo cercano al profesional.

Supongo que gran parte de todo esto, de este proceso, consiste en los años, los que ya tengo y todo lo que he escrito hasta ahora en el tiempo que llevo escribiendo más o menos en serio.

Además, la experiencia me ha enseñado lo subjetivo que es la recepción de lo que uno escribe. Todo lo que sale de nuestra pluma a unos les gusta mucho y a otros no. Por eso hay que mantener el ánimo ecuánime. Ahora que lo pienso, la carrera literaria es la crónica de un imposible. Un imposible en el que cada uno llega hasta donde puede.

Una vez escribí que para mí saber es querer saber y que sabio, en mi opinión, no era el que sabía sino el que quería saber. Pues bien, para mí escritor es, más que el que escribe, que también, el que quiere escribir, o el que tiene la necesidad de escribir, porque eso le lleva a hacerlo. Y además, por si fuera poco, en eso encuentra un asidero para su vida, un gran apoyo, una gran amistad que no le abandonará nunca. Me acuerdo que Pedro Ruiz decía que el que tiene una vocación tiene un amor para toda la vida, y me parece una frase preciosa y muy cierta.

En este sentido la vocación literaria, la escritura en mi vida, o en la mía, se parece a la de Dios, si me perdonan decirlo, por  lo que implica su presencia, por todo lo positivo que tiene, por el apoyo que significa. Decía Adolfo Bioy Casares, y me parece que lo dijo al recibir el Premio Cervantes, que la literatura había dado sentido a su vida. Sospecho que también se lo ha dado a la mía.

Uno puede tener ambición, o ambiciones, hablando en concreto, pero en mi caso, al final, todo se reduce a lo que uno disfruta escribiendo y a la certeza de que sin la escritura la vida me resultaría muchísimo más dura.

Luego escribir es un trabajo, en mayor o menor  medida, según cómo te lo tomes, las horas que le dediques al día, y cómo se las dediques, el esfuerzo que te lleve cada texto, cada artículo, cada libro. De todos modos los años me han enseñado que la escritura es mucho más que un trabajo, en mi opinión, al menos en mi caso. Uno trabaja para ganarse la vida, sí, pero cuando se tiene vocación se escribe simple y llanamente para vivir, directamente.

Hay una especie de identificación de vida y literatura, y entonces la escritura tiene algo trascendente de gran potencia. Puede resultar violento escribir esto, pues costará entenderlo a quien no lo sienta, tal vez, pero yo debo decirlo. Quiero transmitir mi experiencia con la mayor fidelidad posible.

Por otro lado, uno puede soñar con alcanzar un gran premio, quizá el Nobel, pero creo que todo eso sólo es un guión que pone la vida para expresar el deseo que uno siente de escribir. Lo importante por supuesto es la vocación, y el ejercicio que cada escritor hace de ella cada día, con humildad y extremo gozo. A este respecto, lo importante es escribir y el resto es anecdótico y pasajero, acaso circunstancial. Uno no necesita la presencia o existencia de un gran premio para escribir, para que necesite hacerlo o le apetezca hacerlo. Yo diría que es más bien al contrario, que son los premios los que van detrás del escritor y de su vocación, y a veces llegan y a veces no.

Pero tampoco estamos al servicio de la vocación, ni la vocación está a nuestro servicio. Todo ello es la vida, y dentro de ella nuestra vida particular, que hay que tratar de vivirla con la mayor plenitud posible, en compañía de nuestros seres queridos, y en mi caso al menos, con el deseo de ayudar en lo que pueda a mis semejantes.

Al final lo que importa es el todo, y en esa existencia del escritor no sólo es lo esencial los libros que escriba (aunque tantísimo me importe) sino el todo, todo lo que vivió, todo lo que amó, su familia, sus amigos, lo que sembró y recogió, incluso todo lo que no pudo recoger en vida, como escritor, pues siempre habrá lectores que lo harán por él. Yo creo que el escritor vive en sus libros, incluso más allá de su propia vida, su vida biológica.

A día de hoy,  ¿cómo sé yo que tengo vocación de escritor? Por los hechos, por el tiempo. No he parado de hacerlo en toda mi vida, desde que tuve ocasión, si es que tengo memoria para recordarlo. Y cómo me he dado cuenta de que soy escritor, de que siento tal cosa, mejor o peor… En mi caso por algo que yo experimento al escribir, la felicidad que siento al hacerlo. Luego, ya digo, con los años —y esto es un descubrimiento, una certeza, más bien reciente, fruto sin embargo de mucho tiempo de experiencia—, es que la literatura es algo muy subjetivo, muy personal, como apuntaba antes, y que el libro que a uno le encanta a otro le puede parecer malo. Esto a mí me ha ocurrido.

Insisto en que la persona que sienta la vocación literaria, que se viva escritor, le quiera dedicar a ello más o menos esfuerzo, pero tengo la sensación de que si la lleva muy dentro hará todo lo que pueda para dedicarse a ello, pues ésa será su inclinación natural y su más íntimo anhelo. Así yo he conocido ya a bastantes escritores, muy reconocidos, que han luchado todo lo que han podido para poder ganarse la vida escribiendo. No voy a decir nombres, porque ya los cito mucho en mis textos y, además, cada lector puede poner aquí los que conozca él mismo, que seguro que coincidirán con mis nombres en más de uno.

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Eduardo Martínez Rico

Nació en Madrid en 1976. Se licenció en Filología Hispánica en 1999 por la Universidad Complutense de Madrid, y se doctoró en Filología, por la misma Universidad, en 2002. Es autor de 17 libros publicados, de novela, biografía y ensayo. Entre sus obras se pueden citar las novelas históricas Cid Campeador y Fernando el Católico. El destino del rey, su ensayo La guerra de las galaxias. El mito renovado y su biografía Pedro J. Tinta en las venas. Ha sido profesor del Instituto de Empresa y de la Universidad de Mayores del Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras de Madrid (Literatura Española).

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