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La barbarie de la costa - Zenda
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La barbarie de la costa

La desbandá, que acaba de editar Pepitas de Calabaza, ahonda en el drama sin necesidad de adjetivos, expone cómo el dolor de un conflicto inhumano puede llevar a la huida desesperada, solo con lo puesto, de personas que no sabían a dónde iban, que se dirigieron hacia la costa mientras eran bombardeados por aviones italianos....

No es otro libro de la Guerra Civil. Esta es una obra singular por la experiencia que relata, por el protagonista que la sufre, por las víctimas y porque refleja un episodio olvidado durante años. Se trata de un éxodo que afectó a más de 100.000 personas. La carretera de la muerte entre Málaga y Almería: febrero de 1937.

La desbandá, que acaba de editar Pepitas de Calabaza, ahonda en el drama sin necesidad de adjetivos, expone cómo el dolor de un conflicto inhumano puede llevar a la huida desesperada, solo con lo puesto, de personas que no sabían a dónde iban, que se dirigieron hacia la costa mientras eran bombardeados por aviones italianos.

"Su estilo, de frases cortas, abundancia de puntos suspensivos y elaborado en primera persona del plural, es el del testigo directo que relata lo que ve, sin abandonar el espacio a la reflexión de lo sucedido"

Quien escribe el libro, editado por primera vez por Ediciones Iberia el mismo año de los hechos, es el médico canadiense Norman Bethune, con experiencia en trabajar sobre el terreno. Se constata que el autor no es un reportero, ni un historiador, ni un militar. En una fotografía aparece al lado de su ambulancia, sin pelo, y con pinta de angustiado ante una guerra que no comprende y que arranca en Madrid al frente de la Unidad Canadiense de Transfusiones de Sangre, dentro de los servicios médicos de las Brigadas Internacionales

Su estilo, de frases cortas, abundancia de puntos suspensivos y elaborado en primera persona del plural, es el del testigo directo que relata lo que ve, sin abandonar el espacio a la reflexión de lo sucedido. Está repleto de imágenes que te sitúan en el epicentro del horror, pero sin cargar las tintas en lo que ya de por sí es dramático. En las fotografías de Hazen Sise, su ayudante, se capta el alma de los refugiados, sobre todo en los niños.

Si eran de Málaga llevaban andando por lo menos cinco días con sus cinco noches. ¿Era posible? Aquella señora anciana con úlceras abiertas en las piernas, ¿podía haber sobrevivido cinco días y cinco noches a cielo abierto? Y allí estaba, arrastrando su capa en el polvo, engullida por el paso del camión. Y los niños… de todas las edades, la mayoría descalzos… ¿era posible asimismo que hubieran sobrevivido?

Los que huyen, a pie o en burro, se fueron de Málaga porque estaba a punto de ser tomada por las tropas nacionales. Y si se hubieran quedado en la ciudad todos los varones entre 15 y 60 años “que no pudieran probar que no se les había obligado por la fuerza a ayudar al Gobierno serían fusilados de inmediato”.

"Tras varios días, apareció una niña de 12 años que cuando vio a los hombres con la pequeña se agarró a ella con todas sus ganas mientras gritaba: ¡Es mi hermana! ¡Es mi hermana!"

Las bombas cayeron en el camino a un pueblo inocente. Murieron entre 3000 y 5000 civiles. Y muchos se refugiaron en las montañas. En Cádiar, en las Alpujarras, estuvo escondido Manuel Barrionuevo, a quien entrevisté en febrero de 2012, unos meses antes de fallecer, en una residencia de mayores del barrio malagueño de El Palo. Barrionuevo siempre contaba a sus familiares historias de la guerra. La más dura: muchos días sin comer, alguna vez no le quedó más remedio que almorzar lagarto; la más humana: la de una niña que lloraba sin parar mientras su madre, callada, impertérrita, la tenía agarrada en brazos. El bebé seguía llorando.

Así lo contaba en El Confidencial: “¡Ay que ver esa madre, que no cuida a su criatura y nos va a volver locos con tanto jaleo!”. Se acercaron y vieron que la madre, con el bebé en brazos, estaba muerta. La cogieron y llevaron en el camino hacia Almería sorteando bombas y disparos. No tenían para darle de comer, pero cuando pasaron por delante de una casa, había un pasero colgado, y de allí, cogieron las uvas, les quitaron el rabo, el pellejo y las pepitas y se las dieron a la criatura. Tras varios días, apareció una niña de 12 años que cuando vio a los hombres con la pequeña se agarró a ella con todas sus ganas mientras gritaba: “¡Es mi hermana! ¡Es mi hermana!”.

La historia de Barrionuevo, como la de tantos supervivientes de aquella tragedia, sirve como ejemplo de la barbarie de la Guerra Civil. Y esta historia de la carretera de Almería, ahora en su 85º aniversario, bien merece un recuerdo como auténtica memoria histórica.

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Agustín Rivera

Agustín Rivera (Málaga, 1972). Periodista de El Confidencial desde 2009, profesor de Géneros Periodísticos de la Universidad de Málaga y escritor de cuatro libros: El Viaje de los Ingleses, rodando con Antonio Banderas (Ocho y medio, 2007); El Cortijo Andaluz (La Esfera de los Libros, 2012); Manuel Alcántara, la edad de oro del boxeo. 15 asaltos de leyenda (Libros del K.O., 2014) y Hiroshima: testimonios de los últimos supervivientes (Kailas, 2023). Se inició en el periodismo en Diario 16 y trabajó 12 años en el diario El Mundo. Fue corresponsal en Tokio (1999) y ha sido enviado especial a 15 países de cuatro continentes. @agustinrivera Fotografía de Toñi Guerrero (@mailoteca).

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