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Julian Sancton: "Los exploradores perdían la cabeza durante la oscura noche antártica" - Zenda
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Julian Sancton: «Los exploradores perdían la cabeza durante la oscura noche antártica»

En una entrevista con Efe Sancton no disimula su interés por aquella expedición en la que «los hombres perdían la cabeza durante la oscura noche antártica, una imagen que me recordaba a la literatura gótica de terror del siglo XIX, como la de Mary Shelley o Edgar Allan Poe». Y aún le resultó más fascinante...

El periodista norteamericano Julian Sancton evoca en el libro Un manicomio en el fin del mundo la epopeya de la expedición belga a la Antártida de 1898, primera en pasar el invierno en las regiones más australes del planeta, que «abrió la edad heroica de la exploración antártica».

En una entrevista con Efe Sancton no disimula su interés por aquella expedición en la que «los hombres perdían la cabeza durante la oscura noche antártica, una imagen que me recordaba a la literatura gótica de terror del siglo XIX, como la de Mary Shelley o Edgar Allan Poe». Y aún le resultó más fascinante que entre la tripulación hubiera dos hombres que llegarían a ser famosos a nivel mundial: Roald Amundsen y Frederick Cook.

A finales de la década de 1890, las principales sociedades geográficas de Europa y Norteamérica se reunieron y determinaron que la exploración científica de las regiones antárticas, en gran parte inexploradas, y por lo tanto un vacío en los mapas del mundo, era de máxima prioridad. De todos los países interesados, la primera expedición científica a la Antártida se organizó en Bélgica, un pequeño país de menos de 70 años, con poca presencia marítima hasta la fecha, pero que lideró un joven y poco conocido teniente de navío aristócrata, Adrien de Gerlache, «un soñador a quien no le interesaba la conquista sino la misión científica, al contrario que la mayoría de los aventureros belgas, que buscaban fortuna en África y contribuían a la catastrófica colonización del Congo de Leopoldo II».

Sin embargo, Sancton advierte que Gerlache «no era un líder natural, era blando y demasiado indulgente con las facciones rebeldes de la tripulación, y finalmente su decisión de lanzarse al hielo, que significaba inevitablemente quedar atrapados durante meses en uno de los entornos más duros del planeta, era difícil de justificar».

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En opinión de Sancton, el Bélgica podría haber dado la vuelta cuando vio que la capa de hielo invernal ya se estaba haciendo más gruesa, pero «temía que posponer la expedición y regresar a la civilización sin haber logrado su objetivo sería una humillación intolerable que se reflejaría mal, tanto en él como en Bélgica». Otro de los factores que determinó la penosa suerte de la aventura fue, según el autor, que a pesar de las contribuciones del gobierno y de algunos ciudadanos belgas, la expedición no contó con financiación suficiente.

Para escribir Un manicomio en el fin del mundo (Capitán Swing) el autor consultó archivos en Bruselas, Amberes, Oslo, Washington y Ohio, y descubrió que «la expedición belga fue uno de los viajes antárticos mejor documentados de la época heroica, pues una docena de hombres de la tripulación, en la que había belgas francófonos y flamencos, noruegos, científicos polacos y rumanos o un médico estadounidense, guardaron algún tipo de registro diario».

Sancton visitó asimismo la Antártida, «para poder evocar adecuadamente las vistas, los sonidos e incluso los olores de un lugar que se convertiría en el telón de fondo del libro, para lograr la sensación novelística que buscaba».

Se sorprendió de lo poco que parecía haber cambiado en comparación con las fotografías tomadas por Frederick Cook 120 años antes, pero «un análisis más detallado del deshielo, las migraciones de animales y la salinidad del océano por parte de los científicos a bordo» del buque en el que se embarcó dejó claro lo mucho que había cambiado la Antártida. Sancton, que concluyó el libro en los primeros meses de 2020, siente que «se pueden establecer paralelismos entre el sufrimiento mental y físico de los hombres del Bélgica y la angustia que todos sentimos durante el confinamiento y la pandemia, aunque no se ha de obviar que «nosotros teníamos Netflix y bicicletas estáticas, y los exploradores de la Antártida tuvieron que enfrentarse a un clima de 40 grados bajo cero, al escorbuto y a la carne cruda de pingüino».

Al igual que sucedió con la expedición de 1845 de los navíos Terror y Erebus al polo norte para encontrar el paso del Noroeste, que fue llevada a la pantalla con la serie televisiva The Terror, Sancton espera poder ver también su libro en el cine después de que John Lopez haya escrito un guion cinematográfico.

En su próximo proyecto, el periodista norteamericano no abandonará los mares, pues ya está escribiendo sobre el legendario galeón del tesoro español San José, hundido por la flota británica frente a Cartagena de Indias en 1708 y considerado por buscadores de tesoros y arqueólogos como el «Santo Grial de los naufragios». «Me prometí a mí mismo que no escribiría otra historia de desastre marítimo, pero ésta era demasiado buena para resistirme».

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