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Juanma Rodríguez: "Si provocas indiferencia, como comunicador estás muerto" - Zenda
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Juanma Rodríguez: «Si provocas indiferencia, como comunicador estás muerto»

¿La radio? El límite de la radio es el que tenga tu imaginación. El periodismo escrito me ofrece que no sé nunca lo que va a pasar. Y la televisión es muy divertida. Y te da una popularidad que, seguramente, no te dan los otros medios.

A Juanma Rodríguez (Madrid, 1962) le entró el veneno del periodismo, en este caso, del periodismo deportivo, cuando, siendo niño chico, fue consciente de que “era un mal jugador de fútbol y un mediocre tenista”. Este hombre de radio que escribe y que desquicia al antimadridismo en El Chiringuito comenzó sus andanzas profesionales en la ya desaparecida Rueda de Emisoras Rato; pasó por, entre otros medios, El Independiente —donde coincidió con Raúl del Pozo, del que recuerda que tenía muchos diccionarios—, Fax Press o COPE, donde ocupó diversos cargos relevantes durante quince años y de donde fue despedido todavía no sabe muy bien por qué; fichó por esRadio para dirigir y presentar El primer palo y, al poco, por el “show deportivo más importante del mundo”, o sea, el de Pedrerol. Desde hace unas semanas, también estampa su firma en ABC. Conversamos en la redacción de Libertad Digital sobre su vida y sobre sus lecturas.

***

—Señor Rodríguez, ¿cuál es el primer recuerdo que tiene de su vida?

"Quiero creer que mi padre era una persona especial, y mi madre también lo es. Que yo hable tanto y tan bien de ellos es una compensación a tanto cariño recibido durante tantos años"

—¡Joé, esa no me la esperaba! (Risas) No lo sé. (Piensa) Mira, probablemente sea este: aunque no te lo creas, yo, de niño, comía muy mal y muy poco. Y recuerdo a mi padre apareciendo y desapareciendo detrás de una pared para que yo abriera la boca y mi madre me metiera la papilla para que comiera. Es verdad, es verdad. Si no es el primero, es uno de los primeros: mi padre haciendo el payaso para que su hijo comiera.

—El de “honrarás a tu padre y a tu madre” es uno de sus mandamientos favoritos, ¿verdad?

—Yo creo que es uno de los mandamientos favoritos de todo el mundo, ¿no?

—Uff, hay cada caso por ahí…

—Quiero creer que mi padre era una persona especial, y mi madre también lo es. Que yo hable tanto y tan bien de ellos es una compensación a tanto cariño recibido durante tantos años. En realidad, no haces más que devolver lo que ellos te han dado. Es de justicia. Yo no tengo hijos, pero me gustaría que, si los tuviera, se portaran conmigo tan bien como yo me porto con mis padres… en respuesta a lo que ellos han hecho por mí.

—Cuando era niño, ¿qué quería ser de mayor?

—Lo que soy. Siempre lo tuve claro.

—¿Cómo le entró el veneno del periodismo?

"Recuerdo que amigos míos ponían a parir a José María García, pero le escuchaban todas las noches. Y pensaba: Yo quiero ser eso"

—Siempre me gustó mucho el deporte. Entonces, yo, que era un mal jugador de fútbol y un mediocre tenista, llegué a la conclusión de que lo más cerca que podía estar del deporte era contándolo. Y siempre lo tuve claro. No es uno de mis primeros recuerdos, como me preguntabas antes, pero sí recuerdo perfectamente una conversación con una amiga, siendo chavales: “¿Y tú qué quieres ser?” Y yo respondí: “Periodista deportivo”. Realmente, soy lo que quería ser desde niño. La vocación se forjó también escuchando, durante muchos años, a José María García.

—Si yo le digo José María García, usted me dice…

—Radio deportiva, periodismo deportivo, escuela de periodismo deportivo. Luego, es verdad que ha derivado en un personaje curioso. Pero durante muchos años fue una máquina de provocar vocación periodística en la gente de mi generación. Además, él no engañaba. A diferencia de José Ramón de la Morena, que sí engañaba en el siguiente sentido: él se presentaba como un colega, pero empleaba los mismos métodos, exactamente los mismos, que José María García. Y García no te engañaba. Te decía: “Yo voy a hacer lo que sea menester para que aquí estén los protagonistas”. Recuerdo que amigos míos le ponían a parir, pero le escuchaban todas las noches. Y pensaba: “Yo quiero ser eso”. Hay una frase suya que es: “La indiferencia es el encefalograma plano del comunicador”. Es muy García. Tiene razón, tú puedes provocar lo que sea: risa, llanto, odio… lo que no puedes provocar es indiferencia. Si provocas indiferencia, como comunicador estás muerto.

—Usted ha trabajado en prensa, radio y televisión. ¿En qué ecosistema se siente más cómodo?

"El límite de la radio es el que tenga tu imaginación. El periodismo escrito me ofrece que no sé nunca lo que va a pasar. Y la televisión es muy divertida"

—El otro día, en el “Tertuliómetro” de El Chiringuito, me pedían que eligiera entre radio y televisión, y dije: “A mí lo que me gusta es escribir”. Es verdad, pero es una verdad incompleta. Creo que soy un hombre de radio al que le gusta mucho escribir y que tiene el privilegio de aparecer, de vez en cuando, en el show deportivo televisivo, probablemente, más importante del mundo. De verdad, Jesús, no quisiera exagerar, pero El Chiringuito tiene un impacto, no a nivel nacional, sino a nivel de Sudamérica, de EEUU… increíble. No te puedes hacer una idea. ¿La radio? El límite de la radio es el que tenga tu imaginación. El periodismo escrito me ofrece que no sé nunca lo que va a pasar. Y la televisión es muy divertida. Y te da una popularidad que, seguramente, no te dan los otros medios.

—Si yo le digo COPE, usted me dice…

—Fue una parte de mi vida profesional. En un momento determinado, la situación se volvió, desde el punto de vista personal y profesional, muy incómoda, porque yo no estaba haciendo lo que me gustaba. Y acabó de un modo traumático, aunque quiero decir que ellos, económicamente, siempre se portaron bien. Hasta el final. Pero es verdad que Dios escribe derecho con los renglones torcidos. A raíz de eso, no me han podido ir mejor las cosas: dirijo mi propio programa de radio, estoy en una casa (Libertad Digital/esRadio) en la que estoy rodeado de amigos, Federico Jiménez Losantos es mi padre periodístico; a Dieter Brandau lo considero un hermano no de sangre, pero como si lo fuera, y tengo una libertad absoluta. Tú conoces muy bien la casa, y tú sabes que si hay algo en Libertad Digital es libertad para expresarte. Luego, aparezco en El Chiringuito, que es el show deportivo televisivo más importante. Y acabo de fichar por ABC como columnista. Desde mi salida de COPE, todo me ha ido inmensamente bien. Y sin embargo, Jesús, tengo que confesarte que no logro cerrar la herida porque no entiendo el porqué. No lo entiendo. Realmente, allí me dejé la piel. Bueno, probablemente es que no haya explicación.

—Le iba a preguntar por Libertad Digital/esRadio, pero me doy por respondido.

"Aquellos que hablan despectivamente de El Chiringuito, si les haces la prueba del algodón, son los que, en el fondo, más querrían estar ahí"

—Te diré que yo estaba en COPE y yo escuchaba esRadio. Y yo quería estar en esRadio. Yo decía: quiero estar donde está Andrés Amorós, donde está Luis Alberto de Cuenca, donde está José Luis Garci. Por supuesto, Federico, Dieter, Luis Herrero… era mi sitio. Y siempre me he encontrado como en mi casa. Desde el primer día.

—¿Que un periodista deportivo fiche por El Chiringuito es similar a que un futbolista lo haga por el Real Madrid?

—Indudablemente. Es una buena comparación. Y es una posición que también genera mucha envidia. Jorge D’Alessandro dice: “¡Es que yo me gano mi puesto!”. Bueno, te lo tienes que ganar, efectivamente, siempre, pero todo el mundo quiere estar ahí. Sobre todo, quieren estar ahí los que peor hablan del programa. Aquellos que hablan despectivamente de El Chiringuito, si les haces la prueba del algodón, son los que, en el fondo, más querrían estar ahí.

—En su opinión, ¿a qué se debe su éxito?

—Probablemente, a que nunca se sepa del todo qué va a pasar.

—¿Como una corrida de toros?

"García era famoso por boicotear a los demás programas. Entonces, ese es un comportamiento, entre comillas, un poco mafioso"

—Sí. Es como… un parque de atracciones. Realmente, tiene mucho que ver con la vida: la gente llora, ríe, informa… Es un programa que está vivo. Y es muy popular. Como se dice ahora, transversal: yo me encuentro a gente de 80 años que se acerca a saludarme y a felicitarme por el programa y tal, y a chavales de 15 o 16 que son auténticos fanáticos del programa. Alcanza a todas las edades y a todas las capas sociales. Es popular en el mejor de los sentidos.

—¿Usted ha dicho siempre lo que ha querido?

—Sí. Siempre lo he hecho, sí. Y, salvo en un par de ocasiones, que se me recomendó que no lo hiciera, lo he seguido haciendo. Lo he seguido haciendo, a lo mejor de otro modo. No acepto recomendaciones ni consejos en ese sentido.

José María García me dijo: “Ahora escuchas un programa de deportes a cualquier hora y es terrible. Es un gallinero. Es a ver el que dice más soplapolleces y el que se inventa más noticias, y les da lo mismo decir blanco hoy, mañana negro y pasado azul. Hay equipos que han fichado ya a 45 tíos”. ¿Suscribe?

—Si se refiere a El Chiringuito, no lo suscribo, por supuesto. Y si se refiere al mío de la radio, tampoco. Vamos a ver, cuando él hacía radio, estaba solo, no tenía competencia. Y hacía cosas que me gustaban y otras que no me gustaban tanto. García era famoso por boicotear a los demás programas. Entonces, ese es un comportamiento, entre comillas, un poco mafioso.

—Hablemos de lecturas y de escritores. ¿Cuál es el primer libro que recuerda haber leído?

"Me gustó mucho un libro que fue muy famoso en los ochenta, de un periodista alemán que se llama Günter Wallraff, Cabeza de turco"

—Había una serie que se llamaba Los cinco, de Enid Blyton. Sería el Harry Potter de la época: eran dos chavales, dos chavalas y un perro. Y luego, Salgari: mucho Sandokán, El corsario negro, Los tigres de Mompracem… Y mucho cómic: mucho Marvel, mucho, mucho. Y mucho Astérix, Tintín, Lucky Luke, El guerrero del antifaz, El jabato, El capitán Trueno… llegué al mundo de la lectura a través del cómic.

—¿Algún libro que alimentara su vocación?

—La vocación ya estaba alimentada. Como te he dicho, desde el principio lo tenía más o menos claro. Pero me gustaba mucho Tom Wolfe. Y me gustó mucho un libro que fue muy famoso en los ochenta, de un periodista alemán que se llama Günter Wallraff, Cabeza de turco. Se hacía pasar por un trabajador turco en Alemania y contaba sus experiencias en la Alemania de los ochenta. Me parecía fantástico. Todo lo que tenía que ver con nuevo periodismo me lo tragaba.

—Hábleme de sus libros imprescindibles.

—Mucho de Shakespeare, El conde de Montecristo, Los tres mosqueteros, mucho de Tom Wolfe, mucho de John Irving, que es un escritor distinto… La exagerada vida de Martín Romaña, de Alfredo Bryce Echenique. Cuando estábamos en clase, nos recomendaban una serie de lecturas, y yo aparecía con unas lecturas completamente distintas, porque me interesaban otras cosas. No me atrevería a elegir algo de Paul Auster. También Hermann Hesse e Isaac Asimov.

—¿Algún título o autor que no soporte?

"Siempre me ha interesado mucho, no sé por qué, la vida de los escritores. Me produce curiosidad qué tipo de ritual tienen a la hora de ponerse a escribir y cómo son en su vida personal"

—No puedo. Tengo amigos que son lectores ávidos, que empiezan un libro y me dicen: “Se me está resistiendo”. No lo entiendo. Yo, en cuanto un libro o un autor se me resiste, dejo de leerlo. No estoy para perder el tiempo. Me voy a morir sin haberlo leído todo. Por eso, no entiendo ese sufrimiento de llegar a la meta leyendo un libro que no te satisface.

¿Se ha enamorado de algún personaje literario?

—Sí. Del conde de Montecristo, indudablemente. Y de un personaje de Historia de dos ciudades de Dickens, que es Sydney Carton. Ese personaje me cautiva. Es el amor desinteresado, en el sentido más estricto del término, llevado a sus últimas consecuencias. Dirk Bogarde, en una de las versiones de televisión, hacía muy bien de él.

—¿Y un personaje al que haya querido asesinar?

—El capitán Ahab. Creo que Moby Dick tenía razón. Ir a ese duelo con esa ballena blanca, a la que no haces más que tocarle las narices… Vete ya a tu casa a descansar, con tu pata de palo, y no sigas ahí poniendo en riesgo la vida de los demás.

—¿Qué está leyendo ahora?

—Roma soy yo, de Santiago Posteguillo, que está muy bien, y picoteo en las entrevistas de The Paris Review. Hay unas entrevistas fantásticas. Hay una a Hemingway impresionante. Siempre me ha interesado mucho, no sé por qué, la vida de los escritores. Me produce curiosidad qué tipo de ritual tienen a la hora de ponerse a escribir y cómo son en su vida personal.

—Sin libros, el ser humano sería…

"Creo que el madridismo no resiste la imagen que ve reflejada en el espejo. El madridista es sufrido. Somos mesetarios. Creo que hay un componente de ubicación geográfica"

—Peor. Te iba a decir alguna petulancia en plan “sería menos humano”, pero no: conozco a muchas personas que no leen y son completamente felices. Y no noto que tengan ninguna carencia especial. Me parecen petulantes frases del tipo “¿cómo es posible que usted pueda vivir sin leer?” Pues porque no tiene la práctica de la lectura. Hay que hacer gimnasia con eso: igual que tienes que tener un nutricionista para perder calorías… yo tendría que tener un nutricionista para perder calorías y para leer un poco más (risas). Es verdad que las redes sociales embrutecen. Sí, el ser humano sería peor sin libros, creo yo.

—¿Ha encontrado en los libros alguna verdad fundamental?

—Probablemente, la de que no todo está en los libros. Había una canción, ¿te acuerdas? “Todo está en los libros…”. Pues no: no todo está en los libros.

—Antes de que se me olvide: ¿vive el madridismo en una guerra civil si no permanente, sí intermitente?

"Es complicado ser madridista para un madridista, pero es más complicado para un antimadridista como Cristóbal Soria"

—(Piensa) Creo que el madridismo no resiste la imagen que ve reflejada en el espejo. El madridista es sufrido. Somos mesetarios. Creo que hay un componente de ubicación geográfica. Los culés celebran todo: una palanca, un Joan Gamper, que no venga Mbappé al Madrid, y se lanzan a las calles a festejarlo; el madridismo vive en permanente estado de ansiedad. Ganamos la decimocuarta, yo me incluyo, y queremos ganar la decimoquinta, y luego la decimosexta… Sí, vivimos en un estado de guerracivilismo, está bien expresado, no sé si permanente o intermitente, pero sí un poco ansioso.

—Y, para finalizar: fuera de cámara, ¿Cristóbal Soria es tan… en fin, tan Cristóbal Soria como en plató?

—Cristóbal Soria es, fundamentalmente, antimadridista. Para alguien a quien le gusta tanto el fútbol, ser antimadridista es… O sea, tú lo has apostado a caballo perdedor. Tienes un tanto por ciento muy elevado de sufrir mucho en la vida. Entonces, Cristóbal Soria, y mucha gente, muchos antimadridistas encuentran placer en que no venga Mbappé, por ejemplo. El madridismo, en realidad, sólo celebra como un título la Copa de Europa. Ya ni siquiera las ligas. No te cuento ya la Supercopa de España: la gente, cuando pasa por la vitrina del Bernabéu, le da la espalda. Es complicado ser madridista para un madridista, pero es más complicado para un antimadridista como Cristóbal Soria.

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Jesús Fernández Úbeda

Jesús Fernández Úbeda (Ciudad Real, 1989) es periodista por obra y gracia —o desgracia— de la Universidad Complutense de Madrid. Escribe en Zenda y en Libertad Digital. Además, ha cubierto un par de giras de Enrique Bunbury y escribió el press release de su último álbum, Expectativas. También hizo de compilador, o como se diga, en El último pistolero, de Raúl del Pozo. Aterrizaje forzoso (Cultiva Libros, 2018) es su primer libro. En Twitter @jfubeda89

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