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Juan Manuel de Prada: «A un escritor católico lo vemos como un escritor de nicho, como un escritor trans» - Zenda
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Juan Manuel de Prada: «A un escritor católico lo vemos como un escritor de nicho, como un escritor trans»

Juan Manuel de Prada acaba de publicar Una biblioteca en el oasis, una recopilación de su selección de lecturas católicas en la revista Magnificat. Me parecía suficiente excusa para sentarme con él en el café Varela de Madrid y, desde su fe y mi ateísmo, dialogar.

Juan Manuel de Prada (Baracaldo, 1970) acaba de publicar Una biblioteca en el oasis, una recopilación de su selección de lecturas católicas en la revista Magnificat. Me parecía suficiente excusa para sentarme con él en el café Varela de Madrid y, desde su fe y mi ateísmo, dialogar. Cosa rara en estos tiempos.

—Este libro, según cuenta en el prólogo, surge en un momento de su vida donde otras cosas le distraen de sus inquietudes literarias.

—En los medios de comunicación ya no tienen cabida las inquietudes librescas o tienen una cabida muy problemática. Y siempre supeditada a cuestiones de actualidad o de moda. No niego que alguno de estos artículos no los pudiese haber publicado en algún periódico de España pero seguramente tendría que haber trampeado aprovechando un centenario o algo así. No es tan sencillo. En el diario ABC, en el que colaboro, me han cortado varios seriales que yo había empezado con la idea de hacer un libro. ¿Por qué? Porque uno era de cine «raro» y otro de escritores bohemios. Hoy día en un periódico tienes que hablar de la novela de moda o de la película taquillera. O de cosas que no te apetece hablar. En la revista Magnificat me propusieron algo interesante y me permitió escribir con más extensión y libertad sobre los libros que me apeteciesen.

—Usted escribe en este volumen desde una perspectiva e ideología católica y con mucha puntería sobre escritores católicos. Reconcilia ver esa perspectiva crítica, porque creo que hoy nadie la ejercita con este tino.

"A las personas se les permite escribir pero no desde su perspectiva verdadera"

—Es extraño y circunstancial. Es lógico que se dé esta perspectiva, la mía, porque además aquí son obras que tienen trasfondo religioso, no obras de apologética. El hecho de que no tenga cabida esto en un medio de comunicación tradicional nos está hablando de que, dentro de la libertad que se supone que tenemos, a las personas se les permite escribir pero no desde su perspectiva verdadera.

—Esto crea, y no daremos ejemplos, una cantidad de columnas uniformes, artificiosas, porque se escriben ad hoc para que el medio y el lector confirmen o reafirmen sus tesis de partida.

—En líneas generales creo que los medios de comunicación están cavando su propia tumba. No soy ningún carcamal y recuerdo lo que era un periódico: en sus páginas de opinión salían artículos que no necesariamente tenían que ser de actualidad. Cuando leemos los artículos que Azorín, o Camba, o Pemán publicaban en el ABC vemos que podían salirse por peteneras y, por ejemplo, hablar de Cervantes. ¿Por qué no se puede hacer hoy en día? Te contestan: «No interesa». ¿Estamos seguros? ¿O hacemos seguidismo de la urgencia que ha impuesto la tecnología y tratamos de convertir un periódico en un apéndice de Twitter? ¿Por qué no puedo descubrirles a los lectores de un diario generalista a León Bloy o a Shūsaku Endō? Es un grave error.

—Me interesaba charlar con usted porque ya sabe que yo provengo de un ateísmo materialista…

—¡Tú no provienes de un ateísmo materialista! ¡Tú te has hecho ateo! (nos reímos) Tú provienes de una cultura católica de la que has renegado, pero no se puede renegar de lo que uno es.

—Por entendernos lo dejaré en que soy ateo católico, ya que es cierto que mi tradición proviene del catolicismo, al igual que la de muchísimas personas de este país.

"La gente de nuestra generación ya no vivimos el nacionalcatolicismo"

—La gente de nuestra generación ya no vivimos el nacionalcatolicismo. Yo soy más viejo que tú y ya no crecí en eso. Creo que deberíamos ser una generación que revisara un poquito las posiciones respecto a la cuestión católica. No se puede vivir en esa contestación de las personas que a lo mejor sí tuvieron una formación muy opresiva, en el sentido de que les tocó vivir en una España muy católica desde el punto de vista farisaico, y eso se convirtió para ellos en una losa. Pero creo que los de nuestra generación ya podemos mirar este tema de forma menos problemática. Percibo que muchos chavales de generaciones posteriores no tienen esta cultura católica y no pueden disfrutar de un auto sacramental de Calderón de la Barca, del Réquiem de Mozart o de La Divina Comedia porque no los entienden. Pienso que es un suicidio civilizatorio.

—¿Qué cree usted que ha sustituido en los jóvenes esta cultura católica que, al menos, los anclaba a la historia o a la literatura?

—Quien tiene interés en saber creo que la sustituye por una cultura de acumulación, de aluvión. Pero la cultura de acumulación es como el nido del cuco, está llena de baratijas. En cambio, creo que el catolicismo daba la oportunidad de vertebrar, de tener una visión más global, que es lo que hacen los grandes sistemas filosóficos en oposición al cristianismo. Un árbol de cuyas ramas puedas ir colgando tu conocimiento. Pero esos grandes sistemas también se desmoronan y ahora creo que el cristianismo resulta mucho más atractivo para estos jóvenes porque se dan cuenta que para tener una visión abarcadora de la cultura occidental necesitan echar mano de la visión cristiana.

—Eso intenta su libro, entiendo. Y ya desde el principio nos pone en situación con la polémica del siglo XIII entre Siger de Brabante y Santo Tomás de Aquino. Digamos que yo me agarraría a Brabante en el sentido de que hay dos realidades diferentes con sus respectivas interpretaciones: una, natural y, otra, sobrenatural. Usted se coloca, aun dando por vencedor en el tribunal de la Historia a Brabante, al lado de Santo Tomás cuando defiende que la explicación de la realidad natural siempre sería insatisfactoria y, por tanto, falsa si no se tienen en cuenta las realidades sobrenaturales. Lo que yo le negaría es que Santo Tomás haya perdido: lo sobrenatural sigue estando tan presente artísticamente como en otros siglos, sólo que con otras formas desligadas de las católicas.

—Creo que el arte hoy día es predominantemente ateo.

—Le pongo un ejemplo: el arte new age, la autoayuda metafísica —»cree en ti mismo»— o el pastiche evangélico creo que copa cines, literaturas…

"En el islam, al no tener un dios hecho carne, el hombre se convierte en un mero gestor"

—A pesar de que seas ateo, creo que lo sobrenatural es consustancial al ser humano. Hay una necesidad de desbordarse, de salir de tu naturaleza, de trascender a tu envoltura mortal. No sólo el arte sino otras expresiones humanas como el amor tienen una vocación de inmortalidad. Cuando nos enamoramos no es que lo hagamos para siempre en esta vida, sino que nos queremos enamorar por toda la eternidad. Cuando escribimos queremos salir de este gurruño de carne que poco a poco se encoge y se arruga. Queremos carne inmortal. Creo que todas estas religiones o pseudorreligiones que han surgido en el ocaso del cristianismo no dan su respuesta abarcadora. Por ser religión encarnada el cristianismo ha sido una religión superior en el sentido de que ha dado respuesta a las cuestiones naturales. En el islam, al no tener un dios hecho carne, el hombre se convierte en un mero gestor. En el ámbito cristiano la política ha alcanzado una finura que permite que se analicen una serie de problemas que no se han analizado en otras civilizaciones, tanto en la filosofía como en la economía o el arte. Comparemos la tradición artística del cristianismo con otras religiones. Sé que esto queda muy políticamente incorrecto decirlo pero pienso que nosotros formamos parte de una cultura superior. Y no pasa nada por decirlo: no es un acto de supremacismo. Es verdad que la cultura que ha fundado nuestra civilización ha tenido una mayor proyección sobre las realidades naturales, al mismo tiempo, deslindándolas. Creo que esto ha sido muy enriquecedor. El mundo católico ha albergado a un tipo que era extraordinariamente pecador y pederasta como Caravaggio; o al protomártir de la homosexualidad, Oscar Wilde… Ninguna otra cultura podría haber albergado estas personalidades.

—A un tiempo que defiende esta superioridad, cosa que yo comparto pero desde otra perspectiva diferente, en el libro explica la decadencia de la cultura católica.

—Soy muy crítico. La cultura católica se ha necrosado porque lleva al menos dos siglos a la defensiva. Cuando llevas mucho tiempo a la defensiva inevitablemente terminas construyendo un parapeto, luego una muralla y finalmente un búnker. Frente a una cultura predominantemente escéptica o atea, el catolicismo ha desarrollado un arte sulpiciano, que dirían los franceses. Un arte que se pone de moda a finales del XIX con esas estatuas de yeso en las iglesias o esas vírgenes y sagrados corazones tan horrendos. Al convertirse en arte sulpiciano, ocurren cosas tan pasmosas como que una película como Silencio, de Scorsese, que no gustará al gran público porque plantea unas cuestiones atroces y terribles, también es rechazada por el mundo católico. ¿Por qué? Porque el protagonista es débil. Pues este rechazo es una aberración anticatólica. Cristo también se encontró con mucha gente que no siguió su camino: desde el joven rico o los leprosos a Poncio Pilato.

—Coincido con usted. Silencio contiene aciertos tan importantes como poner en narrativa fílmica el problema de la traducción del dios católico a otros idiomas u otras culturas.

"La evangelización de América, un éxito rotundo, o la de Asia, mucho más discutible... La capacidad del cristianismo fue impresionante"

—Ese ha sido el gran hallazgo del cristianismo. Fue capaz de darse a conocer a culturas no judías, ya que Cristo fue un judío que habló a judíos. Eso se abre a gentiles gracias a la visión genial de San Pablo que se da cuenta de que la lengua griega y el derecho romano son los grandes vehículos para colonizar el mundo. Y luego la evangelización de América, un éxito rotundo, o la de Asia, mucho más discutible… La capacidad del cristianismo fue impresionante. Y siempre lo hizo aceptando también la cultura en la que se encarnaba. Fue amoldándose a los ritos tribales de los africanos, de los indios de América… Fue de una grandeza que hoy no tiene.

—A Dios no sólo se llega a través de la Biblia o el dogma sino de la literatura, como pormenoriza en Una biblioteca en el oasis. Literatura que les faltaba a aquellos misioneros en Asia o África: sólo tenían ritos, dado el analfabetismo o la dificultad de comunicación con aquellos pueblos. A usted ¿qué cosas le han enseñado estos libros que no le haya enseñado la Biblia o, digamos, lo puramente eclesiástico?

"El leer la Biblia no era importante para los cristianos"

—Ya que lo has planteado de forma tácita, me gustaría hablar de que siempre se le ha reprochado al mundo católico: no dejaba leer la Biblia a los fieles. La razón fundamental fue porque básicamente siempre se ha confiado en la tradición como método principal para la transmisión de la fe. Te convertías al cristianismo porque había una persona que te convencía. El leer la Biblia no era importante para los cristianos: la leían en las celebraciones, unos pasajes… Porque te hacías cristiano por tener un conocimiento no de la Biblia, sino de la vida. Y ya que la tradición es muy importante en la transmisión de esa fe, una de las formas más importantes de tradición es la literatura. Siempre he sido muy tradicional en literatura y la gente piensa que significa que no eres vanguardista. No. Significa que amas a los que te precedieron y lo que te han legado. Te adhieres a eso y lo quieres prolongar. El cristianismo se dio cuenta de que el arte era una manera de evangelización muy potente. Esto comienza a cambiar con la reforma protestante, que introduce el veneno del elitismo o del intelectualismo: todos tienen que leer la Biblia y «los pintarrajos de las iglesias son un horror, hay que borrarlos». El protestantismo es iconoclasta pero el catolicismo se hizo así por contaminación… ¡En España no tenemos frescos! Se los cargaron los sabihondos del Renacimiento. En Italia, no: eran más perezosos, indolentes y rijosos. Cuando ves los frescos medievales en una iglesia italiana, dices «¡Dios mío!». Así se transmitió la fe. Y claro, mediante la literatura. Desde la Antigüedad en la tradición española: ahí tenemos los grandes cantares de Gesta, el Romancero, el mester de clerecía… Y el Siglo de Oro, con una literatura totalmente penetrada. Un español del siglo XVII quizá no se había leído la Biblia pero se sabía obras de Lope de Vega o Calderón.

—Son cultura popular.

—Exactamente. Los autos sacramentales, que ahora a nosotros nos parecen muy complicados, eran populares.

—Escribe: «En el Quijote no hallamos «pensamiento menos que católico», ni visión de la miseria y la grandeza humanas que no se atenga a la visión teológica de una naturaleza caída y redimida que aguarda la recompensa del cielo». ¿Por qué se desliga el Quijote del catolicismo?

"A partir de la Guerra Civil surge el odio y surge un catolicismo de fachada, donde muere la tradición católica"

—Si lees la historia de los heterodoxos españoles, que hoy día se lee como un repertorio de colección de raros, el mensaje de Menéndez Pelayo es que los heterodoxos son anécdotas en la Historia, que la tradición es católica. Diría que esto llega hasta la Guerra Civil, incluida la generación del 98. Unamuno vive en combate con Dios pero es un combate católico heterodoxo. Otra católica heterodoxa era Santa Teresa. Incluso el católico más ortodoxo del mundo, San Ignacio de Loyola, no deja de ser un católico heterodoxo. El mundo católico tenía salida para ellos. A partir de la Guerra Civil surge el odio y surge un catolicismo de fachada, donde muere la tradición católica. Durante el franquismo, curiosamente, ya que dice que custodia el catolicismo, este languidece y muere. La única manera de fundamentar una cultura española no católica es robarle sus referentes. Américo Castro hace una labor ciclópea: trata de convencer al mundo de que Cervantes no era católico. Castro lo trata de vender como un alumbrado, un criptoprotestante.

—A veces para desmontar estas propuestas políticas o ideológicas, basta con leer el libro. Usted puede tratar de convencerme de que no hay desnudos en Playboy pero me basta con comprar Playboy.

—Ha habido críticos que llegaron a afirmar que el Quijote no es una obra católica porque Don Quijote no va a misa… ¡Y los protagonistas de mis novelas tampoco! Muestra desconocimiento de la vida católica también… Cervantes, a diferencia de otros autores, no encaja con la imagen oscura y estereotipada que se ha dado del catolicismo de nuestro Siglo de Oro. Era un católico luminoso. Me jode usar esta palabra pero la uso en el sentido del Siglo de Oro: era un católico liberal, es decir, magnánimo, abierto. Que hace afirmaciones muy positivas de los moriscos cuando los acababa de expulsar el rey. Cervantes se da cuenta de que a estas personas las están expulsando a África, las están obligando a apostatar y están bautizados. Están condenando a personas que forman parte de la Iglesia. Cervantes denuncia esto al pedir la readmisión de Ricote en España: es un español porque en ese momento lo que te distinguía de serlo o no serlo era estar bautizado. Creo que esos estereotipos sobre lo católico se siguen teniendo hoy en día. Piensan que somos algo estrafalario, como una secta rara.

—En la caracterización popular, estereotipada, entiendo que el «ultracatólico» es lo que llamaríamos un «católico practicante», que va a misa frecuentemente (n. del e.: inevitable recordar a Berta, la mujer católica de la comedia La que se avecina). De hecho la mayoría de los católicos ni va a misa, ni lo dicen, ni entienden el Espíritu Santo.

"Un católico es una persona que se adhiere a los catorce puntos del credo, que cree en ellos, que trata de amoldar su vida al ejemplo de Jesucristo"

—Un católico es una persona que se adhiere a los catorce puntos del credo, que cree en ellos, que trata de amoldar su vida al ejemplo de Jesucristo y que tiene una práctica de los Sacramentos más o menos asidua. Y creo que se trasladan imágenes extrañas a veces incluso desde el mundo católico.

—¿Usted ha perdido la fe alguna vez?

—He merodeado ese territorio. Lo que pasa es que no puedo dar el paso porque ontológicamente me resulta imposible. Soy una persona desaforadamente católica en mi visión del mundo.

Además, visto desde fuera, en el análisis crítico a usted le faltaría una pieza…

—Aún más: el mecanismo. Hoy en día la mayor parte de las personas se han construido una falsa ética al margen del cristianismo. Por eso al que más admiro es al ateo que se ha construido una ética compatible con la ética cristiana. Si perdiera la fe, diría «por qué voy a serle fiel a mi mujer» o «por qué no voy a cobrar en dinero negro».

—Yo no tengo fe y soy capaz perfectamente…

—Reconóceme que es muy extraño.

Es una cuestión ética que se puede explicar sin el cristianismo.

—Reconóceme que en el fondo que hay muchos ateos que os guiáis por códigos de conducta…

—Por no hacer daño al otro, por ejemplo.

—…pero también hay mucha gente que dice que con una pareja abierta no pasa nada.

Evidentemente: si mi mujer dijese que se quería hacer poliamorosa, asumiríamos que siéndole infiel no le haría daño. Pero no es el caso. Además, yo cogería los bártulos y me iría. Me parece muy respetable el poliamor pero no doy el tipo. (nos reímos)

—Mejor: vuestra vida sería una mierda y vuestro amor se agusanaría. (nos reímos)

—A lo que voy: en mi caso particular hay un daño material que impide, lógicamente, que lo haga.

—Y también un daño inmaterial. La ética cristiana dice «esto no puedes hacerlo» pero al mismo tiempo sabe que puedes hacerlo y que, cuando lo hagas, no te puede expulsar. Las relaciones extramatrimoniales son entendidas por la Iglesia como muestras de la debilidad humana: condena la conducta, pero comprende la debilidad de quien la cometió y le ofrece el perdón divino.

—No tanto en el caso de las mujeres como de los hombres.

"La Iglesia siempre entendió que la única relación legítima fue la conyugal"

—Me atrevería a decirte que no siendo lo mismo, efectivamente, se ha remarcado en los siglos XVIII, XIX y XX. La Iglesia siempre entendió que la única relación legítima fue la conyugal y que el resto no lo eran: la masturbación, el adulterio y las relaciones homosexuales. Pero siempre las vio como pecados que podía comprender a través del arrepentimiento. Pero vuelvo a decirte: cuando un ateo decide serle fiel hasta donde puede y hasta donde sus fuerzas se lo permiten…

—Sabía que me iba a hacer un truco con esto.

—¡No! (eleva la voz) ¡El ateo está haciendo algo extraño! ¡Es mucho más friki y extraño! (nos reímos) Porque la infidelidad ensucia la relación…

—Eso para la ética cristiana. El ateo puede situarse en otro lugar porque puede internalizar psicológicamente diversas normas éticas.

—Déjate de leches, el ser humano se rige por el imperativo categórico.

—Aquí entramos en nuestra habitual tensión.

—Déjate de tensión. Tú sabes que el mandato que tú te impones…

—Y que sólo me impongo a mí mismo.

—Porque eres asturiano, que tenéis más cojones que nadie…

¡Lo dice un medio vasco!

—Tú sabes que cuando te dices eso a ti mismo es una excusa que te das a ti mismo. En el fondo sabes que obedeces a un imperativo categórico.

—Regresemos a la literatura, porque como sigamos con esto me divorcio de mi mujer y de usted.

—Bueno, pero que quede claro que, aunque en apariencia sea así, no le pones los cuernos a tu mujer o ella a ti por una ética individual sino porque recoges en ti mismo un acervo de sabiduría ancestral.

—Y de categorías psicológicas nada ancestrales.

—Y biológicas.

Le corto con una palabra: Chesterton. El autor más citado en Una biblioteca en el oasis.

"Me atrevo a decir que el único gran escritor católico aceptado hoy por el mundo no católico es Chesterton"

—No digo que sea mi autor favorito. Prefiero a Cervantes, al que sólo dedico un artículo, o incluso a Leonardo Castellani, que me cambió la vida durante una crisis de fe importante. En la literatura católica distingo dos etapas. La literatura católica normalizada, desde la conversión de Constantino hasta el liberalismo con la reforma de Lutero: una literatura que era «lo normal». A partir de la ruptura de Lutero en los países protestantes y del liberalismo en los católicos, la literatura católica está a la defensiva. Me atrevo a decir que el único gran escritor católico aceptado hoy por el mundo no católico es Chesterton, que incluso dentro de esa literatura a la defensiva es perfectamente aceptado por el mundo no católico. Cyril Connolly, escritor furibundamente anticatólico, como todos los escritores ingleses de la época, sean creyentes o ateos, desprecia a Chesterton. Lo cita de pasada, de forma despectiva. Hoy en día el 99% de los autores de los que habla Connolly son desconocidos. Aparte hay en Chesterton otra cosa para joder al mundo católico oficialista, que me repugna: como es profundamente católico, considera que su fe tiene una plasmación en las realidades naturales. Y dentro de ellas, en la economía. Chesterton sustituye el magisterio eclesiástico en un momento en que dicho magisterio no se atreve a hablar del capitalismo. No considero que el capitalismo sea una forma de organización económica. Además, esa organización económica, tal y como fue definida en el XIX, nada tiene que ver con la actual. El capitalismo se define en el siglo XIX, falsamente además, porque se refiere a la economía de mercado con la que cualquier persona racional está de acuerdo: como agentes libres que actúen en un mercado libre. Pues estupendo. Si tú consigues montar un mercado ideal…

—El jardín del Edén, una metafísica.

"Si consigues que no tengan hijos, podrás pagarles un salario de mil euros. ¿Cómo cojones le pagas mil euros a una familia con cuatro hijos?"

—El capitalismo no tiene nada que ver con eso. Chesterton se da cuenta hace un siglo. Elabora un pensamiento anticapitalista que la Iglesia no tuvo valor de desarrollar. Empieza a plantearlo con León XIII o con Pío XI, que publica el Quadragesimo Anno más o menos tras la crisis del 29. Pero no lo desarrolla, porque con la Guerra Mundial la Iglesia, que había condenado el nazismo, se da cuenta de que el comunismo va a ser el gran enemigo. Y acepta al capitalismo jugando a la ficción de que el capitalismo solamente es un método de organización de la economía. Es falso: el capitalismo es una visión antropológica. Hoy en día hay en el mundo católico mucha oposición al aborto, pero no se atreven a decir lo que decía Chesterton: el antinatalismo es el instrumento del capitalismo. El capitalismo necesita personas que no tuvieran hijos para debilitarlas en sus reivindicaciones laborales. Necesita que la gente no tenga familia, que no tenga hijos. La ley de hierro de los salarios de David Ricardo es muy clara: hay que conseguir que la gente tenga menos hijos para pagarles menos salarios. Si consigues que no tengan hijos, podrás pagarles un salario de mil euros. ¿Cómo cojones le pagas mil euros a una familia con cuatro hijos?

Te queman el chiringuito. Para terminar, recomiéndenos en Zenda algún autor católico.

—Dos: Pablo D’Ors, un gran escritor y sacerdote que desmiente la versión oscurantista que se tiene del catolicismo, y Enrique Álvarez, un escritor seglar como yo, poco conocido por el público. He querido demostrar que se puede ser escritor y católico pero no es fácil. Nunca olvidaré una entrevista que me hizo Juan Carlos Monedero, tipo estupendo, y al tiempo disparatado, sobre mi novela Lucía en la noche, donde no hay casi elemento religioso. Todo el rato me repetía «tu novela católica»… A un escritor católico lo vemos como un escritor de nicho, como un escritor trans. No, hombre: escribo para católicos y no católicos, escribo para todo el mundo. Sin darnos cuenta, y bajo la máscara de que «vivimos en la época más libre de la historia», estamos haciendo guetos sin que nadie esté obligándonos a hacerlos.

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Edu Galán

Edu Galán (Oviedo, 1980) es escritor y psicólogo. Desde 2002 escribe con regularidad en diferentes medios: a día de hoy, en Zenda y ABC Cultural. En 2022 publicó La máscara moral, una reflexión sobre el manoseo individualista de las diversas morales en nuestros tiempos, y estrenó la serie documental en audio Casete (2022), una sociología de los chistes de casete y el país que los parió. Su ensayo El síndrome Woody Allen (Debate) vio la luz en 2020. Ese año se reeditó en digital Morir de pie. Stand-up (y Norteamérica) (Rema y Vive). Es cofundador de la revista satírica Mongolia (2012): ha participado en todos sus números mensuales, libros, espectáculos teatrales, podcasts y apariciones televisivas hasta junio de 2021, donde ya solo continúa como accionista. Produjo con David Trueba y Fran Nixon el documental Salir de casa (2016) de David Trueba. Colabora en La brújula de Onda Cero, con Rafa Latorre, y en diversos programas de La Sexta, como Encuentros inesperados (2022) con Mamen Mendizábal. @edugalan

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