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Juan Gómez-Jurado, Twitter y la aldea de Astérix, en Sigüenza - Zenda
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Juan Gómez-Jurado, Twitter y la aldea de Astérix, en Sigüenza

Cinco de la tarde. Tras aparcar el coche en la Plaza del Castillo de Sigüenza e intentar poner el pie en el empedrado, una bofetada de calor seco me da una silenciosa bienvenida a tierras arriacenses. El sol del atardecer brilla a media altura en el cielo mientras la sombra que proyectan las dos torres...

Cinco de la tarde. Tras aparcar el coche en la Plaza del Castillo de Sigüenza e intentar poner el pie en el empedrado, una bofetada de calor seco me da una silenciosa bienvenida a tierras arriacenses. El sol del atardecer brilla a media altura en el cielo mientras la sombra que proyectan las dos torres que presiden la entrada de la fortaleza, nos anuncia que esa noche, aún con trescientos cuarenta kilómetros a las espaldas, va a ser una noche especial. Y es que el Parador de Sigüenza no es un lugar normal. Por suerte o por desgracia, no han sido pocas las veces que quien aporrea este teclado, ha tenido que hacerlo en un hotel. Lo he hecho en sitios muy diferentes, siempre seducido por la paz que da la soledad transitoria del huésped fugaz. Hoteles mejores y peores, más o menos lujosos que compartían (o quizá lo buscaba yo) una característica común: siempre hay una zona abierta y llena de luz que, paradójicamente, te convierte en invisible. Pero el Parador de Sigüenza tiene algo fuera de lo común, algo que hizo que no me sentase a escribir una línea por dejar pasar el tiempo recorriendo sus pasillos, sus salones y sus estancias como lo hace cada noche el fantasma de Doña Blanca de Borbón. No hace falta que digamos nada de la calidad de su hospedaje ni de la historia del edificio, pues si hay alguna construcción medieval sobre la que se han escrito ríos de tinta, esa es el Castillo de Sigüenza y sus virtudes de cocina y descanso pero, lo que ocurrió el pasado día 21, reconozco que no lo había vivido nunca.

La iniciativa es, cuando menos, arriesgada: Las noches literarias del Parador de Sigüenza. Mi primer error fue pensar en algún tipo de estrategia comercial. Nada más lejos de la realidad. Y es que en el Parador de Sigüenza se respira literatura. Libros en las habitaciones, libros en los salones y libros en la cafetería. Un paraíso para el huésped lector. Ese huésped que viaja siempre con su libro pero que disfruta mirando el lomo de los tomos que otros huéspedes dejaron por aquellas estancias. Yo hice mi pequeña contribución con un Carol Joyce Oates, aunque no les diré dónde, por si alguien quisiera entretenerse en buscar.

La noche literaria que a mí me tocó vivir la protagonizó un autor a quien admiro mucho. Son muchas páginas suyas (todas) leídas como para no reconocer su voz en un papel o un tuit y como para no detectar la sutil ironía que subyace en que se resguardara bajo el mismo techo que en su día protegió a casi todos los reyes de Castilla a su paso por el lugar o a los mismísimos Reyes Católicos, Cardenal Cisneros, Juana la Loca, Fernando VII, Cardenal Mendoza o la anteriormente citada Doña Blanca de Borbón. Pero no se preocupen, nada amedrenta a este joven y procaz escritor de pelo gris, sincera sonrisa e inagotable sentido del humor. Nada puede con el empuje del protagonista de nuestra velada literaria: Juan Gómez-Jurado.

"Allí no se hablaba de ventas, ni de huéspedes, ni de las reservas a la velada, solo de libros. Aquello que estaba viendo era la carta de naturaleza del Parador: una apuesta por la literatura."

Un café me esperaba en el patio de armas del castillo a mi llegada. En la mesa, Ramón Ongil, responsable de comunicación de Paradores, Rosa Martín, Community Manager de Paradores y Jose María Pérez, Director del Parador, acompañaban a Bárbara, pareja de un escritor que había encontrado a quien escribe estas líneas perdido por los pasillos de la segunda planta, buscando su habitación. Tras el rescate, una vez sentados en la mesa, pude comenzar a disfrutar de la experiencia literaria con una conversación sobre el estado actual de la novela española. Allí no se hablaba de ventas, ni de huéspedes, ni de las reservas a la velada, solo de libros. Aquello que estaba viendo era la carta de naturaleza del Parador: una apuesta por la literatura.

 

JGJ: Ramón, una pregunta, ¿Cómo vamos a hacer luego la entrevista? Eso me tiene preocupado.

RO: Tengo un montón de preguntas pero no te preocupes, lo mejor es que sea una conversación. Intentaremos que sea algo dinámico.

JGJ: Ah, vale vale. Es que no me gusta hablar en plan monólogo. Me pongo muy nervioso si tengo que hablar yo mucho. Si alternamos las voces, mejor.

 

En ese momento, aun con el parapeto de las gafas de sol, conecto la vista con Bárbara para preguntarle con la mirada si Juan habla en serio. Ella asiente.

–Pero eso no es verdad –digo yo con un gesto de la cabeza–. Juan miente; de hecho, si le dejas, no calla.

–Sí. Efectivamente, es mentira –concede ella con sutil sonrisa–. Pero ni él mismo lo sabe.

Yo no doy crédito a lo que escucho mientras me compadezco de Ramón por saber que su guion va a servir de poco y pienso que aun así no hay de qué preocuparse, Juan tiene la misma capacidad de enganchar a la audiencia que a los lectores.

"La iniciativa de Paradores es digna de elogio. Son pocas las oportunidades de conocer de cerca a un escritor de éxito. Este tipo de eventos no abundan y por desgracia, la exposición mediática de los escritores no es, digamos, de perfil alto."

Después de un rato largo de tertulia literaria, tras notar cómo nuestros hombros cambiaban su tono por uno un poco más rojizo por efecto del implacable sol que reinaba cobre nuestras testas, nos encaminamos al interior del castillo para ser guiados a través de sus pasillos y conocer de primera mano algunos datos relativos a la construcción. Por ejemplo, que se comenzó a construir en el año 1123 para servir de fortaleza y residencia de los obispos que fueron señores de la ciudad durante siete siglos. También que estuvo abandonado durante 30 años, durante los cuales los habitantes de la zona se dedicaron a robar las piedras del castillo para construir sus casas. Que en su conocido «Salón del Trono» se grabaron escenas de la película Cristóbal Colón. El descubrimiento, protagonizada por Marlon Brando así como escenas de la famosa serie de época Isabel. O que su capilla románica interior es una de las pocas construcciones del actual Parador de Turismo que aún conserva piezas auténticas, aunque reconstruidas, digno escenario de algún capítulo protagonizado por el inolvidable Padre Karowski, figura preeminente en la novela debut (y una de mis favoritas de la que algún día encontraré una primera edición) de Gómez-Jurado, Espía de Dios.

A las 8, el “Salón del Trono” del Parador de Sigüenza comenzaba a cobrar vida. No queda nada para que baje el autor y los asistentes al coloquio van ocupando las primeras filas del salón. Dos sillones sobre una tarima y una mesa de centro con las últimas obras de Gómez-Jurado presiden la estancia mientras poco a poco el salón va agotando las sillas libres. El acto está a punto de empezar y la encargada de presentar el evento es Sonsoles Arcones, Concejala de Cultura del Ayuntamiento de Sigüenza. Es el pistoletazo de salida.

La iniciativa de Paradores es digna de elogio. Son pocas las oportunidades de conocer de cerca a un escritor de éxito. Este tipo de eventos no abundan y por desgracia, la exposición mediática de los escritores no es, digamos, de perfil alto. No es el objeto de este artículo analizar por qué tienen más tiempo en “prime-time” cualquier hijo de cualquier tonadillera casada con cualquier torero, que el último Premio Cervantes pero si alguna ventaja podemos sacar de este hecho los lectores, es que de esta manera, los escritores son mucho más accesibles para nosotros.

" Aquello fue un puro delirio. Una maravilla de risas y anécdotas que hicieron que la hora y cuarto larga que duró el coloquio pasara en un abrir y cerrar de ojos."

No obstante, este no es el caso de Juan Gómez-Jurado porque la accesibilidad no es un parámetro que rija su universo. Este madrileño, con sus más de seis millones de libros vendidos, es el escritor español más accesible y atento con sus lectores de toda la primera división europea de la literatura. Siendo junto con Javier Sierra o Carlos Ruiz Zafón uno de los escritores más leídos y traducidos del panorama literario actual, una de sus máximas es la atención personalizada al lector. Os animo a que le mandéis un mail o un tuit. No deja uno sin responder. Es este rasgo hiperactivo o, más bien, “multitarea” de Juan Gómez-Jurado el que nos dificulta a sus lectores siquiera seguirle el ritmo. Con estos antecedentes, es obvio que, aunque lo he intentado, transcribir la entrevista que le hizo Ramón Ongil al autor es del todo imposible. Aquello fue un puro delirio. Una maravilla de risas y anécdotas que hicieron que la hora y cuarto larga que duró el coloquio pasara en un abrir y cerrar de ojos. Las carcajadas del público y los aprietos en que ponía el entrevistado al entrevistador eran constantes, pero aunque la labor de Ramón Ongil en la conducción del evento fue magistral, hay que reconocer que las horas de vuelo del madrileño delante de un micrófono pesan mucho más de lo que parece a simple vista. A modo de resumen, solo me he atrevido a transcribir estas tres “perlas”:

RO: ¿Cómo calificas el pensamiento en la era de internet y en las redes sociales?

JGJ: No existe. Creo que hemos dejado de lado algo fundamental.  Antes era posible pararse a discutir o a debatir con un amigo sin que nadie pensase que estabas en su contra. Era una manera de ponerse en el lugar del otro y de aprender. De un tiempo a esta parte, eso ha cambiado. Ahora cada uno tiene un color y una postura, sobre todo en redes sociales y todo el mundo está a bofetadas. Las redes sociales parecen la aldea de Astérix al final del libro y nadie quiere ceder ni moverse un ápice de su metro cuadrado de baldosa, como si estuviera bailando un chotis sobre su propio ego. Y eso me parece lamentable. ¿Dónde te queda el espacio para crecer como persona? A nadie le importa lo que piense el otro, por tanto, el pensamiento no existe.

RO: Hay uno de tus personajes que afirma que “cualquier tarea que dure más de tres minutos es una pérdida de tiempo”. ¿Qué hay del autor en las afirmaciones de sus personajes?

JGJ: Nadie puede escribir de nada que no sea de sí mismo. No se puede escribir de ningún tema que no sea de uno mismo. Antes los escritores basaban su trabajo en el mantra “Escribe sobre aquello que conozcas”. Esa frase ha hecho muchísimo daño a la literatura porque es esencialmente mentira. Tú debes conocer aquello sobre lo que escribes. Eso es lo que hay que hacer, pero en realidad todas las novelas hablan de alguna manera sobre el propio escritor.  No sobre la persona en sí, sino sobre lo que uno tiene dentro. Hay que poner tu propio ego al servicio de la historia. La literatura es así. Hay dos tipos de escritores: los que escriben para los demás porque se han enamorado de una historia tanto y quieren contarla por encima de todo y los que escriben para su mamá. Los segundos son tremendamente reconocibles porque ponen un enorme esfuerzo en poner de manifiesto que son autores tremendamente importantes. Luego estamos los que queremos contar una historia con tanta fuerza que nos damos cuenta que está por encima de nosotros. Esa es la parte dura porque, generalmente, hay partes del texto que nos encantan pero si no sirven a la historia hay que eliminarlas.

RO: ¿Qué nos puedes contar de un podcast llamado “Todopoderosos”?

JGJ: Pues que hago un podcast cultural y que está guay. Es un programa de radio que hacemos cuatro amigos y que lo hacemos bastante gratis. Es una pequeña iniciativa en la que tratamos que la gente se pare a reflexionar. En esta época en la que no existe pensamiento, dedicamos un pequeño hueco a que la gente se pare a charlar sobre libros o películas, en general a pensar. Y es muy bonito que aquí esté el alcalde y la concejala de cultura y que nos apoyen las instituciones, que quiten el IVA del cine… (Risas)

Tras la divertida charla, toca firmar ejemplares y Juan Gómez-Jurado tira de repertorio. Firmas, dedicatorias, charla con lectores, fotos sentado, fotos de pie, fotos subido a una silla, calcetines de Hulk, citas para visitar institutos y cualquier cosa que él pueda hacer para agradecer la fidelidad del lector hacen que la cena se retrase unos treinta minutos sobre lo previsto. Pero claro, si no hay comensales no hay retraso, y como estaban todos con el autor, problema solucionado. Cruzamos el patio de armas camino al comedor preparado para el ágape. Menú exquisito a la altura de la fama de la cocina del Parador que se detiene en el postre para seguir escuchando hablar al autor. Turno de preguntas y pequeño coloquio en el cual, sin que nadie (excepto él) se diera cuenta, al autor le niegan el postre. Jugada maestra de Ramon Ongil, quien a estas alturas de la cena se ha dado cuenta de que el autor, si come no habla y si habla no come. Y le toca hablar. “Hasta que no acabes las preguntas no hay postre, Juan”. Era el turno de lectores y estudiantes. Un montón de preguntas relativas a muchas de sus obras delatan que la obra de Gómez-Jurado no solo no envejece sino que abarca a un perfil de lector que barre todo el espectro de edades. Buena señal.

Es tarde y la velada se termina. Aplauso, agradecimientos, saludos y despedidas cierran una jornada en la que nos ha calado un mensaje por encima de todos los demás. Los escritores son personas normales. De carne y hueso. Gente que va a comprar el pan y que manda a sus hijos a recoger su cuarto. Gente como Juan Gómez-Jurado, que siendo probablemente el mejor escritor de thriller de Europa y que acaba de irrumpir con fuerza en el segmento juvenil con la saga de Alex Colt (tiembla, JK Rowling) sigue dándole el protagonismo a los lectores y la importancia a los detalles. Ese es Juan Gómez-Jurado, un tipo normal. Un gran tipo y una gran persona.

"Amanece en tierras arriacenses. Un desayuno entre amigos y un abrazo de despedida ponen fin al viaje y principio a la nostalgia."

Consumida la noche literaria, solo tengo palabras de agradecimiento para el personal del Parador de Sigüenza. A su Director, Jose María, y al personal del Parador de Sigüenza gracias por su impecable atención durante una estancia de auténtico lujo.  A Ramon Ongil felicitarle por la organización y conducción del evento y a Rosa Martín, CM de Paradores, agradecerle la ayuda con el material para estas líneas, el trato, la atención durante la velada y las facilidades para seguir el evento a este neófito en esto de darle a la tecla. Son las personas las que marcan la diferencia y el equipo de Paradores está formado por gente maravillosa. Gracias a todos.

Amanece en tierras arriacenses. Un desayuno entre amigos y un abrazo de despedida ponen fin al viaje y principio a la nostalgia. El mismo sol de ayer me recibe al dejar a mi espalda las dos torres que flanquean la entrada al Parador de Sigüenza. Subo al coche para deshacer el camino. Todo parece igual, pero hay algo diferente. Creo que soy yo. No sé si es el descanso en el Parador, la paz de espíritu que me dejó la velada literaria o la sensación de dejar atrás un castillo encantado, el caso es que hay algo diferente en mí. El espejo retrovisor me muestra la manera de resolver mis incógnitas: las dos torres. Creo que tendré que volver. Vosotros deberíais hacer lo mismo.

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Gorka Rojo

Gorka Rojo nació en 1980. Rodeado de libros desde muy pequeño, se volvió un lector voraz al que sus padres le administraban las dosis de Julio Verne, Francisco Ibáñez y demás autores que habitaban las estanterías de su casa. Licenciado en Física y lector compulsivo, ve cómo poco a poco “lo de darle a la tecla” se le está yendo de las manos. Además de en Zenda, colabora en el blog LibrosyLiteratura donde se inició escribiendo reseñas. Lee mucho y escribe todo lo que puede porque se ha dado cuenta de que donde se abrían puertas imaginarias, se ha abierto una de verdad. @gorka_rojo

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Raoul
Raoul
1 año hace

Un thriller carcelario, nada menos. Faltó el adjetivo «brutal», pero aquí hay otro nivel. El único ladrillo que leí de Gómez-Jurado se parecía tanto a las novelas de Verne, Scott, Salgari o Tolkien como un huevo a una castaña, aunque igual ahora da la campanada, sobre todo si es un libro de mujeres poliédricas (ahí es nada, la referencia a Lady Macbeth) y el autor estuvo todo el puto tiempo buscando en el barro la pepita de los cojones, como sin duda hacían los citados antes al escribir sus obras. (Al que quiera leer una gran novela carcelaria, le recomiendo Por el pasado llorarás, de Chester Himes.)

Manuel Ruiz
Manuel Ruiz
1 año hace
Responder a  Raoul

Gracias Juan Gómez -Jurado por todos tus libros. Siempre a la espera del próximo.

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