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Jorge Volpi: "Estudié Derecho convencido de que es el camino natural para llegar a la literatura" - Zenda
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Jorge Volpi: «Estudié Derecho convencido de que es el camino natural para llegar a la literatura»

Una novela criminal (Alfaguara, 2018), la última obra de Jorge Volpi (Ciudad de México, 1968), es un magnífico y aterrador consuelo de tontos. Me explico: los españoles estamos hartos de estar hartos de sufrir a tanto ladrón de guante blanco en medios que dicen ser independientes. Vemos a Bárcenas, a los Pujol o a Ignacio...

Una novela criminal (Alfaguara, 2018), la última obra de Jorge Volpi (Ciudad de México, 1968), es un magnífico y aterrador consuelo de tontos. Me explico: los españoles estamos hartos de estar hartos de sufrir a tanto ladrón de guante blanco en medios que dicen ser independientes. Vemos a Bárcenas, a los Pujol o a Ignacio González más que a nuestros amigos, familiares y/o seres queridos —como ya nos dijo Luis Mateo Díez, conviene distinguir—.

Pues bien: la degradación policial, mediática y política que muestra Volpi en Una novela criminal deja a los corruptos patrios a la altura de monaguillos del padre Ángel. El escritor mexicano relata, en casi 500 páginas, una historia asquerosamente real, en la que lo inverosímil, lo ficticio, no lo aporta el autor de su propia cosecha, sino que brota de expedientes oficiales, de testimonios de cargos públicos. Aquí se cuenta, con una documentación rigurosa, la causa criminal contra Israel Vallarta y la francesa Florence Cassez. Fueron acusados de dirigir una banda de secuestradores. La policía invitó a la televisión a filmar en vivo una recreación de la teórica liberación de unos secuestrados. El caso hasta generó un conflicto diplomático entre los gobiernos de Francia y de México.

Zenda conversa con el autor sobre este libro, galardonado con el Premio Alfaguara de novela 2018, en un Madrid lluvioso y gris, como con complejo de Londres.

P: Dada la cantidad de fuentes consultadas y de documentación aportada en Una novela criminal, no sé si darle la enhorabuena por bordar esta «novela sin ficción» o llorar por encontrar más periodismo que en no pocos periódicos o canales de televisión.

R: Bueno, este género, si es que en realidad existe, la novela sin ficción, es un híbrido entre el periodismo y la literatura. La información y la investigación es propia de un periodista, y este material, que es interminable, adquiere forma de relato utilizando recursos de la literatura. 

P: ¿Cuánto tiempo le ha llevado escribir esta novela?

R: Tres años. 

"Hay veces en que los hechos mismos son tan sorprendentes, tan extraños, tan llenos de giros entre la realidad y la ficción, que son suficientes para convertirse en un buen relato."

P: ¿Qué ofrece la novela documental frente a la novela de ficción?

R: En este caso, y yo creo que es también el de ejemplos como A sangre fría, La canción del verdugo o Anatomía de un instante, hay veces en que los hechos mismos son tan sorprendentes, tan extraños, tan llenos de giros entre la realidad y la ficción, que son suficientes para convertirse en un buen relato sin necesidad de que la ficción los transforme. 

P: Cuenta que el caso Cassez-Vallarta es el primer asunto judicial del que se ocupa desde 1995. ¿Qué motivó su transición del Derecho a la Literatura?

R: Bueno, más bien yo estudié Derecho cuando ya sabía que lo que quería era dedicarme a la escritura y no quería estudiar Derecho. Nunca quise ser abogado. Fue una decisión práctica, de esos años de preparatoria, tomada junto con mis padres, amigos, maestros, convencido de que es el camino natural para llegar a la literatura. Así lo habían hecho muchos escritores mexicanos: Carlos Fuentes, Octavio Paz, Sergio Pitol… Pero nunca me gustó. Padecí muchísimo. Trabajé unos pocos años en Derecho acabando la carrera, y en algún punto me di cuenta de que no quería más. A partir de ahí, entonces estudié la maestría en Letras y el doctorado en Literatura, y ya no volví al mundo del derecho hasta ahora, en donde, en una extraña vuelta, me hizo recuperar esa vida de abogado a la que había renunciado. 

P: Cuando estalla el caso Cassez-Vallarta, usted no residía en México.

R: En realidad, estoy viviendo en San Sebastián. Viví un año en San Sebastián y, curiosamente, fue entre 2005 y 2006. Ahí es donde me enteró del caso, pero yo no vi, como tantos mexicanos, como mis padres, el caso directamente en televisión. Pero me llegaron algunos ecos de que era peculiar. A partir de ahí, yo seguía en San Sebastián todavía cuando en 2006 se reveló que lo que había parecido una transmisión en vivo, en realidad había sido una puesta en escena, un montaje. En 2007 regresé a vivir a México y en 2008, 2009, 2010, vi muy de cerca la confrontación entre Sarkozy y Calderón. A partir de ahí, me interesó aún más el caso. Realmente, no fue hasta hace tres años, cuando leí la investigación de una periodista belga sobre el caso, que me pareció que podía dar lugar a una novela y, en particular, a una novela sin ficción. 

"Tanto Capote como Mailer como Carrère sabían que, estaban convencidos y seguros de que, en los casos de los que hablaban, los personajes eran culpables."

P: Escribe: «Una de las ventajas del novelista es que apenas cuesta trabajo distinguir una escena inverosímil. En otras palabras: una escena falsa».

R: En muchos momentos de este caso, y esto es lo que yo creo que hace muy distinta esta novela sin ficción de A sangre fría o de El adversario, es que tanto Capote como Mailer como Carrère sabían que, estaban convencidos y seguros de que, en los casos de los que hablaban, los personajes eran culpables. Porque confiaban en su sistema de justicia y confiaban en el expediente. En este caso me ha pasado lo inverso: desde que tuve acceso al expediente, necesité ponerme a dudar de todo lo que dice el expediente. Está lleno de escenas, que no sólo ya en la parte jurídica, sino en la novelística, son absolutamente inverosímiles. Por lo tanto falsas, y construcciones hechas por la policía o por la autoridad ministerial para tergiversar el caso. 

P: Encuentro, desde un punto de vista mediático-judicial, un sinfín de características comunes entre la justicia mexicana y la española. Para empezar, la cuasi aniquilación de la presunción de inocencia.

R: Eso era una característica, que sigue vigente, del sistema mexicano anterior, que es con el que se juzgó el caso. Era un sistema inquisitivo, todo con diligencias por escrito, y en donde, prácticamente, el acusado tenía que probar su inocencia en vez de lo contrario. En 2008, una reforma legal en México introdujo, ya constitucionalmente, un sistema acusatorio oral en el que la presunción de inocencia ahora sí debe tomarse en cuenta. Ahora, ese sistema apenas se está implementando en México, muy lentamente, con muchas resistencias. Y este caso se juzgó con el sistema anterior, en donde el inocente, o el acusado, tiene que probar su inocencia y no a la inversa. Eso es lo que hace que Israel Vallarta lleve doce años en la cárcel sin sentencia de primera instancia: tiene que demostrar él su inocencia, y no lo inverso. 

P: El director de la Policía Federal, García Luna, confesó en televisión que las detenciones retransmitidas fueron una recreación. ¿Cómo digiere eso una sociedad?

R: Lo terrible de ese momento es que incluso esto que confiesa yo creo que es una mentira que oculta otra mentira. Él dice que fue una recreación; que la transmisión, que fue a las seis y media de la mañana, repetía algo que se produjo a las cuatro y media de la mañana, cuando no había prensa. Pero esto es una mentira, o al menos esa es mi conclusión: realmente no se repitió nada. Se hizo esa escenificación directamente para la televisión, ya pensada así, pero no para que se repitiera. Eso nunca ocurrió antes. Independientemente de esto, lo que más escandaloso me parece de toda la situación es que ni García Luna ni nadie de los que confesaron abiertamente en televisión la recreación fue sancionado por haberla hecho. Todo lo contrario: después de confesar esto, García Luna fue ascendido por el presidente Calderón de jefe de la Policía a secretario de Seguridad Pública, a ministro de Seguridad Pública, y encargado de la guerra contra el narcotráfico. 

P: Y cuando Florence Cassez interviene en ese mismo programa, utiliza un lenguaje que «ningún mexicano se atrevería a usar frente a la autoridad».

R: Exacto. Es un momento en vivo, inédito en la televisión. Ella está en prisión preventiva, en lo que en México se llama arraigo, y le han dado el teléfono del estudio, llama en ese momento y, en efecto, increpa directamente al jefe de la Policía y le dice que está mintiendo. Y le dice que ella no fue detenida el 9 de noviembre en la mañana, como salió en televisión, sino el día anterior. La propia conductora del noticiero, Denise Maerker, una periodista muy reconocida, dice que esto es el ejercicio del derecho a la palabra, que no parecería muy propio de los mexicanos. Cuesta trabajo imaginar a una mexicana haciendo exactamente lo mismo. 

"Uno asume en Francia, aunque también ha habido irregularidades en algunos procesos judiciales, que es la patria de los Derechos Humanos."

P: ¿Por qué «Francia no es México»?

R: Porque uno asume en Francia, aunque también ha habido irregularidades en algunos procesos judiciales, que es la patria de los Derechos Humanos y, por tanto, el debido proceso garantiza cada una de las etapas de los acusados, que es todo lo contrario de lo que sucede en el sistema mexicano. 

P: ¿Qué son los levantones, señor Volpi?

R: Son los secuestros. Es el término, digamos, de la jerga criminal. 

P: Uno de los personajes, Raúl, consuela a su mujer y a su hijo, cuando estos son secuestrados, así: «No se preocupen, son buenas personas y yo voy a venir pronto con ustedes». ¿Existe en México alguna concepción del tipo secuestrador bueno-secuestrador malo, al estilo del poli buenopoli malo?

R: Sí, por supuesto. Esa época, en la que la tensión mediática estaba centrada en los secuestros, sí, cuando el secuestrador no te violaba, no te cortaba una oreja, no te golpeaba o no te dejaba sin comer, se producía una especie de síndrome de Estocolmo mediático, en donde el secuestrador era un buen secuestrador comparado con secuestradores como “El mochaorejas”, que, en efecto, cortaba las orejas de sus víctimas y las enviaba. 

"Yo, en el libro, no intento decir si son inocentes o culpables. Creo que hay elementos para que el lector se haga un juicio distinto de lo que cree antes de leerlo."

P: ¿Cómo se encuentra hoy el caso Cassez-Vallarta? ¿Cree que Una novela criminal puede modificar, en algo, su deriva?

R: Es la primera vez que hago una novela sin ficción y, por supuesto, que es muy distinto a una novela con ficción tradicional. Un escritor de novelas con ficción, que es lo que siempre he hecho y lo que, seguramente, seguiré haciendo después, cuando mucho espera que el efecto que pueda tener un libro sea transformar un poco a un lector. En una novela como esta, en cambio, sí es posible prever que pueda tener consecuencias en la realidad distintas. Que el caso sea ventilado en los medios, porque ya estaba bastante olvidado en México. Que se vea el caso en su conjunto: creo que hasta ahora no había sido visto de manera completa. Y que contribuya, en alguna medida, a cambiar la situación de Israel Vallarta y su familia. Yo, en el libro, no intento decir si son inocentes o culpables. Creo que hay elementos para que el lector se haga un juicio distinto de lo que cree antes de leerlo. Pero sí estoy convencido de que si Florence salió de  la cárcel por los vicios en el procedimiento, eso mismo debiera aplicársele a Israel desde hace mucho.

P: Enhorabuena por el premio.

R: Muchas gracias.

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Jesús Fernández Úbeda

Jesús Fernández Úbeda (Ciudad Real, 1989) es periodista por obra y gracia —o desgracia— de la Universidad Complutense de Madrid. Escribe en Zenda y en Libertad Digital. Además, ha cubierto un par de giras de Enrique Bunbury y escribió el press release de su último álbum, Expectativas. También hizo de compilador, o como se diga, en El último pistolero, de Raúl del Pozo. Aterrizaje forzoso (Cultiva Libros, 2018) es su primer libro. En Twitter @jfubeda89

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