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Isabel Coixet: «Intento dejar la prudencia en el cajón» - Zenda
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Isabel Coixet: «Intento dejar la prudencia en el cajón»

Cuando ahorró lo suficiente para narrar las historias que quería ver, aparcó su carrera para dar su primer paso en el séptimo arte. Su debut en el mundo del cine fue Demasiado viejo para morir joven, a la que siguió Cosas que nunca te dije. Isabel Coixet, joven y llena de ideas y pasión por...

El verano de sus quince años lo pasó buscando el tiempo perdido, y durante meses se aferró al clásico de Proust. Más adelante fue Manhattan Transfer, de John Dos Passos, el que se apoderaba de todas sus horas. Su abuela fue taquillera en el cine Texas de Barcelona. Trabajó en el sector publicitario desde los 19 años y se licenció en Historia.

Cuando ahorró lo suficiente para narrar las historias que quería ver, aparcó su carrera para dar su primer paso en el séptimo arte. Su debut en el mundo del cine fue Demasiado viejo para morir joven, a la que siguió Cosas que nunca te dije. Isabel Coixet, joven y llena de ideas y pasión por su trabajo, definió su estilo con esta película hoy considerada de culto.

Arriesgada, tenaz, lectora precoz, Isabel Coixet ha ido poco a poco fraguando una carrera sólida, coherente y atrevida. No se ha amilanado ante críticas de la prensa o del público y presiones del sector. En un sector marcado por una fuerte visión comercial, Coixet no se ha desviado nunca de su objetivo: contar las historias que no se ven.

Coixet ha hecho visible lo invisible en muchas ocasiones. Una de las últimas (el documental El techo amarillo) la llevó a obtener un premio Gaudí como mejor documental y a ser nominada al Goya en 2022. En ella destapaba un caso de abusos en un aula de teatro. Antes dedicó otro documental al juez Garzón y participó en un proyecto para dar voz a colectivos que no la tenían. En Cartas a Nora (parte de Invisibles) trató las chagas de Hispanoamérica. Hace poco tiempo llevó a la pantalla Un amor, de Sara Mesa, pero mucho antes se atrevió con Penelope Fitzgerald (La librería) y con Philip Roth (Elegy).

Isabel Coixet lleva tiempo publicando en XL Semanal una columna periódica. En ella vuelca las cosas que le quitan el sueño o le preocupan, pone el acento sobre lo que nos incomoda o sobre lo que no nos ha llegado, descorre el velo que nos oculta la verdad sobre muchas cosas. En estos textos Coixet derriba mitos y quita el polvo de lo que está escondido.

No es esta (Te escribo una carta en mi cabeza, publicada por Círculo de Tiza) la primera vez que ha compilado en papel sus artículos. Ya lo hizo con No te va a querer todo el mundo. Coixet seguirá contando en papel todo lo que se le pasa por la cabeza por si acaso, con sus palabras, podemos mirar la realidad con otro prisma.

Coixet se encuentra preparando una serie en París. Hablamos con ella sobre cine, inspiración, adaptaciones literarias. Descubrimos con la creadora de Mi vida sin mí qué cosas quedan por narrar en estas cartas que nos escribe cada semana y que ahora encontramos en las librerías.

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—¿A quién le escribe cartas en la cabeza?

—Le escribo cartas a todo el mundo, yo creo, pero sobre todo a mí misma, a mis amigos, a mi hija, a personas que me encuentro con las que a veces me gustaría tener un contacto más grande… Me paso el día escribiendo cartas en mi cabeza.

—¿Se hizo cineasta tras ver Malas calles de Scorsese o para darle un giro de guión a Pinocho?

—Creo que es una mezcla de las dos cosas. Estoy ahí, en la encrucijada de las dos.

Hablando con Scorsese le dijo que había que ser muy valiente, muy libre y muy cuidadoso para hacer cine. ¿Y para escribir estos artículos?

—Creo que cuando se habla de cuidado se habla de prudencia. Yo intento no ser prudente, intento decir las cosas que pienso, en un determinado momento, sin ofender. Siempre pienso que si he ofendido a alguien habrá sido queriendo. Intento dejar la prudencia en el cajón.

—Si tuviera que llevar un objeto personal a un museo de mementos como el de Zagreb, del que nos habla en el artículo “El museo de las relaciones rotas”, ¿qué artículo llevaría y por qué?

—Llevaría una caja llena de postales. Con una persona con la que tuve una relación larga nos pasamos mucho tiempo enviándonos postales de todo el mundo.

—Dice la prologuista de su libro que usted se dedica a la búsqueda de la singularidad, y en particular la belleza, de las cosas corrientes. ¿Es ese el motor de su trabajo como cineasta?

"Creo que uno, cualquiera, no sólo yo, puede encontrar belleza y singularidad en cosas cotidianas, absolutamente banales"

—Yo más que buscar lo encuentro. Encuentro quizá porque procuro mirar con atención. Creo que uno, cualquiera, no sólo yo, puede encontrar belleza y singularidad en cosas cotidianas, absolutamente banales: en un guante tirado en el suelo, en un zapato en medio de la carretera, en una persona sentada en un banco mirando fijamente al frente…

—Dice también que los festivales de cine son las plazas donde torean los egos. En esas plazas, ¿quién sale en camilla? ¿Quién suele salir malparado?

—Los que tenemos el ego más frágil o, a lo mejor, tenemos ego pero no tenemos vanidad. La falta de vanidad conduce a una lucidez que nunca ha sido sana.

—¿Cómo le llegó la propuesta para este libro?

—Fue por parte de Eva, editora de Círculo de Tiza. Llevábamos tiempo hablando de algunos de los textos que escribo en XL Semanal cada domingo desde hace muchísimos años y, bueno, ella hizo una selección, yo estuve de acuerdo y, ¡aquí estamos!

—Ha hecho numerosas adaptaciones cinematográficas de textos de ficción: Mi vida sin mí, que proviene de un relato, La librería, Elegy o Un amor. Dice en esta obra que ha de sentir un pálpito para querer llevar ese texto al cine. Cuando imaginó estas películas, ¿las imaginó tal y como las realizó después?

—Creo que la esencia sí. Evidentemente han cambiado cosas en el camino, pero sí.

—¿Qué encontró en estos títulos para que saltara ese chispazo?

"En el relato que dio origen a Mi vida sin mí hay una actitud ante la vida que me hubiera gustado tener"

—Cada uno es muy diferente. He encontrado identificación en el caso de La librería y en el caso de Un amor. He encontrado aspiración en el caso de Mi vida sin mí, por ejemplo. En el relato que dio origen a Mi vida sin mí hay una actitud ante la vida que me hubiera gustado tener. En el caso de Elegy es diferente porque fue un encargo y fue una adaptación que me pareció interesante hacer como ejercicio de estilo.

—¿Usted también tiene una lista de cosas que hacer antes de morir?

—Sí.

—No le voy a pedir que nos diga alguna de ellas, seguro que está avanzando bastante en la lista.

—Bastante, bastante, sí, la verdad.

—Dice que todas sus obras podían llevar por título A los que aman. ¿A qué o quiénes ama Isabel Coixet?

"Me gusta la gente que a veces se pierde, como yo, otras cosas en la vida por tener una pasión devoradora"

—Yo amo realmente a la gente que tiene una pasión en la vida. Me gusta la gente que a veces se pierde, como yo, otras cosas en la vida por tener una pasión devoradora. Quiero a mucha gente, la verdad, a muchísima. Creo que a veces decimos que amamos y es solo un simulacro. Cuando yo digo que amo a los que aman, es a los que aman de verdad.

—¿Contar historias es tratar de entendernos?

—Creo que sí. Creo que es algo que incluso decía Alice Munro, premio Nobel recientemente fallecida, que contamos historias para intentar entender nuestras propias historias, para intentar entendernos, para intentar que las cosas que vivimos cobren sentido.

—Con estos artículos, que publica en la editorial Círculo de Tiza, ¿cree que se puede entender o, al menos, mirar con otros ojos esta sociedad?

—¡Qué más quisiera yo! (risas) No aspiro a tanto. Creo que, en ese sentido, no tengo mucha aspiración. Una de las cosas que para mí es importante es dar a conocer cosas de las que no se habla. Creo que en el mundo del artículo de opinión, o del artículo de fondo, cuando hay un tema de actualidad salen 300 personas a opinar de él. Yo procuro hablar de películas que han pasado desapercibidas, de textos olvidados, de personas olvidadas… Eso me gusta.

—¿Cuánto de quijotesco tiene hoy día dedicarse al mundo del cine?

"Sigo una vocación, mucha gente dirá que es un vicio o una obsesión"

—(risas) Quijotesco no sé. Lo cierto es que me gusta lo que hago, con lo cual…¡no es quijotesco! Sigo una vocación, mucha gente dirá que es un vicio o una obsesión… no sé si es quijotesco. Digamos que es un Quijote que sabe que los molinos no son gigantes y que se engaña un poco con eso.

—Cuéntenos qué hay en su hermosa lavandería

—Uff. Hay muchas sábanas gastadas, mucho suavizante, hay muchas toallas que tienen mucho tiempo pero que gracias al suavizante se pueden seguir utilizando. Hay restos de muchas vidas. Hay muchos calcetines desparejados y muchos jerseys con agujeros.

—Ahora mismo se encuentra en Francia rodando una serie sobre la historia de amor entre Hardy y Nick Drake. ¿Podría adelantarnos algo?

—Es sobre una chica que quiere hacer una película sobre esa historia de amor. Esto es algo que yo he querido hacer durante mucho tiempo.

—¿Podría contarnos algo más del proyecto?

"Es una historia de amistad y del precio que hay que pagar para ser leal a tus amigos"

—Un proyecto en el que cada personaje está buscándose. Es la historia de tres, dos chicas y un chico, que viven en un apartamento en París y que intentan estar alejados de las cosas que su generación desea. Dos de ellos tienen vocaciones muy fuertes y otra no tiene ninguna vocación. Es una historia de amistad y del precio que hay que pagar para ser leal a tus amigos.

Al ser una serie sobre una película de amor, ¿cree que podría ocurrirle como a Scorsese con Hugo, sentir que esta podría ser su última producción?

—No, porque tengo bastantes cosas detrás (risas). No siento que sea mi última producción

—Está en sus manos también la adaptación de Los días del abandono, de Elena Ferrante. ¿Nos puede hablar sobre su enamoramiento de este texto?

"Inmediatamente pensé que era un papel para Penélope. Creo que es un personaje increíble, lleno de muchas cosas"

—Creo que es lo primero que leí de Elena Ferrante. Me gustó muchísimo. Inmediatamente pensé que era un papel para Penélope. Creo que es un personaje increíble, lleno de muchas cosas, muchas de las pulsiones que estamos viendo en las mujeres de hoy. Es un proyecto que llevará su tiempo, pero ahí estamos, trabajando.

—¿Qué lecturas tiene sobre la mesilla?

—Un libro de una autora de la que he leído mucho, Aki Shimazaki. Es una autora japonesa que me gusta muchísimo. Se titula No-no-yuri. Acabo de terminar el último libro de Murakami, me ha gustado mucho. Creo que es un Murakami en plena forma. Tengo una biografía de Alexandra Kollontai.

—¿Cree que es necesario enamorarse del mundo todos los días?

—¡Hombre! (risas). Lo importante es encontrar razones para enamorarte del mundo. Ahora, que lo hagas realmente…¡igual ya es mucha intensidad!. No hace falta enamorarse todo el rato.

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Raquel Jiménez Jiménez

Chica prensa (gabinete de comunicación) y estudiante aficionada a la Historia. A veces hago reseñas y entrevistas. Me encanta el teatro, ¿Qué sería de nosotros sin él?

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