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Inside the devil / 'El traje del muerto' - Zenda
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Inside the devil / ‘El traje del muerto’

El espejo devuelve la imagen de un adolescente femme fatale. Cejas afeitadas y labios negros. Uñas del mismo color con medias lunas blancas. Guantes de redecilla que suben por los brazos. Los pezones apenas se dibujan a través de la camisa ajustada. Tirantes de satén negro. Pantalón de látex y botines de punta afilada con...

INSIDE THE DEVIL

El espejo devuelve la imagen de un adolescente femme fatale. Cejas afeitadas y labios negros. Uñas del mismo color con medias lunas blancas. Guantes de redecilla que suben por los brazos. Los pezones apenas se dibujan a través de la camisa ajustada. Tirantes de satén negro. Pantalón de látex y botines de punta afilada con tacones tan delgados como una de tus costillas. Cabello negro con mechas color burdeos. Corte sacado de un dibujo animado japonés. Una sonrisa se dibuja en tu rostro pálido, frío y de piel fina. Te miras de nuevo en el espejo y envías un beso al aire.

La cacería siempre implica diversión. Cuánta lástima te causan aquellos famélicos que lo hacen por necesidad. Adictos decrépitos… Entrada digna de una pasarela de Gaultier o Galliano. Música sensual y poderosa. El club es cónclave de fantásticos personajes. Perfume, suave sudor, clavo y canela. Vaivén de aromas y feromonas sintéticas. Sexual invitación a compartir la intimidad o mejor aún, a invadirla. Varias miradas estudian a la presa. Total ingenuidad. El depredador es otro y nadie lo sospecha.

La música se expande por tu cuerpo. Movimientos lánguidos. Es como si tuvieras alas. Bueno, ¿quién puede dudarlo? La imaginación es tan poderosa. Las manos largas dibujan arabescos entre la penumbra. Sin pareja, sin contrario. Seduces bailando con el aire. Ojos entrecerrados. De pronto, un destello. Enfocas la mirada y las posibles víctimas se notan dispuestas. Tanto como un buffet de platillos exóticos. Herrajes, cuero, encaje, vinil y seda. Las envolturas sólo son un adorno momentáneo. Aunque, ni hablar, realzan toda la vida que palpita en su interior. Mmmmh… Te pasas la lengua por los dientes. Sabor salado. Es el gusto que siempre deja tanta vida.

Otra sonrisa plena de gozo. Baila bella criaturita baila. Hasta que te conviertas en devoto derviche de tu propio instinto. Quisiera tenerte justo aquí, entre mis brazos. Echas la cabeza hacia atrás. Parece que la noche te hace el amor a través del ritmo que se agolpa en tus venas. Mmmmmh… Te estiras como felino, tan seductor, tan perezoso. Nadie se atreve a tocarte. Sólo te admiran. Olfato alerta. Suaves oleadas inundan tu nariz. La cacería está en su punto. Ahora, una presa desafiante comienza a abrirse paso entre la gente. Cruzan miradas. Mensaje directo. Lujuria pura. La bondad sería un estorbo. La malicia es un imán. Ven por mí. ¿Necesitas una promesa? La tienes: yo sólo ofrezco placer. Quiero vivir y disfrutar. La culpa se la dejo a los muertos en vida que esperan su castigo.

Sigues bailando. Ella se planta delante de ti. Pupilas dilatadas. Deseo. La observas de pies a cabeza. Vaya hembra. Se ofrece como botín de guerra pero sin doblegarse. Muy bien. Detestas a los pusilánimes que se rinden como flores desmayadas. Disfrutas sin medida a los malvados. Se inicia el cortejo. Ella te rodea y se detiene justo detrás de ti. No te sorprende cuando sus manos intentan apoderarse de tu cuerpo. Música lenta. Luces opacas. Una mano te acaricia el pecho y los pezones. Otra baja por la cintura y busca tu bragueta. Parece que el tiempo se detiene ante los espectadores. Dos bellezas ofreciéndose placer. No se complementan. Tampoco se rechazan. ¿Qué eres? Dualidad. Masculino-femenino. El mal no tiene género. Únicamente se manifiesta. Ella levanta las caderas y frota su pubis en tu culo. Puedes leer sus pensamientos. Necesita otra dosis. Cocaína saturando su sistema. Alcohol en elevadas cantidades. Y rastros de semen en su boca. Vaya cóctel. No le importaría que la follaras en mitad del club. Está tan caliente. Y aún no ha notado tu frialdad. Giras sobre tus talones y la sujetas por las muñecas. Cae en la trampa. Su respuesta es una sonrisa complaciente. Mueves tus caderas con movimientos circulares. Eres bienvenida. Te apoderas de su boca. Tu lengua se abre paso. Ella responde con urgencia. Eso te gusta. El ímpetu, el arrebato. Buenas señales. Nada de lo que das es gratuito, ni fácil. Dejas de besarla porque no resistes las ganas de morderle los labios. La tomas de la mano y con grandes zancadas la conduces a la salida de emergencia que da hacia un callejón.

El aire nocturno es frío pero ella parece emanar un calor que te envuelve. La estrellas contra la pared y hundes tu rostro entre sus tetas que son enormes y suaves. Su aroma natural se potencia con la adrenalina. Ella te pasa un brazo por encima del hombro y te envuelve con sus piernas. Notas que tiene tanta fuerza como tú. No importa. Dentro de nada se rendirá. Chupeteas los pezones que crecen dos, tres, cuatro milímetros. Tu mano hurga por debajo de su tanga y notas, naturalmente, que ella está húmeda. Esperando ansiosa a tu verga que abulta ostentosa por debajo del pantalón de látex. Cierras los ojos. Frenesí. Dejas atrás las tetas y te centras en su cuello, en ese aroma que te provoca vértigo. Que te impulsa a continuar sin pensar en otra cosa. Este es el momento. Este es el instante. Abres la boca y muerdes ansioso, goloso. Y la respiración de ella ya no es entrecortada. Su cuerpo pierde fuerza y tensión. Tú bebes la sangre que surge de su yugular a borbotones. Frenesí. Pero ella comienza a reír bajito, muy bajito. Su cuerpo se sacude pero no por los estertores de la muerte. Tú intentas seguir bebiendo pero la sangre aminora poco a poco. El reflejo de una pequeña lámpara que ilumina una parte del callejón te muestra una blancura perfecta y clara en medio de la oscuridad. Lo notas de reojo. Miras el rostro de ella y no sólo te encuentras con unos ojos burlones sino con una sonrisa de dientes perfectos. Desconcierto. Ella sujeta tu cabeza con ambas manos y te aleja de su cuello que ahora sólo muestra un pequeño arañazo. Acerca su rostro al tuyo y te besa como nunca nadie lo ha hecho. Con dulzura y con compasión. El beso de un condenado. Y con una rapidez que te sorprende, te muerde en el cuello con la fuerza de una fiera. Muerde y vuelve a morder.

Caes de rodillas, flácido, casi ciego y sin poder respirar. Ella ríe a carcajadas. Baila bella criaturita baila. Que esta es tu última noche de tu pequeña vida. No fueron suficientes las venas que devoraste ni el placer que creíste brindar. No fueron suficientes las noches sin luna que viviste a plenitud. Demasiado joven para morir. Demasiado corto el tiempo para vivir eternamente.

Ella se aleja de ti, de tu cuerpo de trapo. Y sus pasos marcados por stilettos se pierden en el callejón.

[Foto: Derek Henderson]

EL TRAJE DEL MUERTO

El apellido King pesa mucho. Así que Joseph, el más pequeño de la familia, decidió cambiar su nombre justo al cumplir 25 años cuando intentaba abrirse paso en el mundo de la literatura. Así fue como nació Joe Hill. Lo suyo eran los relatos cortos y el mundo del cómic. Publicó su primera antología titulada ’20th Century Ghosts’ en 2005: catorce historias que le concedieron premios tan importantes como el Bram Stoker Award for the Best Fiction Collection y el British Fantasy Award for Best Collection. El debutante demostraba tener talento propio, pero algo era inegable: su gusto por las historias raras y el horror. El 13 de febrero de 2007 se publica ‘Heart-Shaped Box’, la primera novela de Joe Hill. Un par de meses después se encumbra en el puesto número 8 de la lista de bestsellers de ‘The New York Times’. El hijo del maestro Stephen King también posee ese toque para atrapar al lector yonqui de mundos siniestros.

En San Valentín es cuando más se ven esas cajas de bombones con forma de corazón. Un obsequio «tradicional» de esa fecha. Y es el embalaje perfecto para un traje masculino con fantasma incluido. Esto es lo que recibe el ex-rockstar Jude Coyne tras haber pagado 1000 dólares en una subasta por internet. Así es el inicio de ‘El traje del muerto’ (como fue traducido en castellano en su primera edición de 2010). Jude es un hombre de 54 años que hace tiempo dejó la vida de rockstar en el mundo del heavy-metal (a mí me recuerda un poco a Ozzy Osbourne en su etapa solista) y se dedica a reconstruir autos antiguos en su mansión, alejado del oropel y los excesos. Su gran vicio es una colección de objetos macabros: la confesión de una bruja juzgada en Salem, la soga de un ahorcado, el libro de cocina de un sibarita de la carne humana, un cráneo trepanado en el siglo XVI, un film snuff… Su novia en turno es una chica treinta años menor a la que llama Georgia (todas sus chicas han dejado de tener nombre propio para ser apodadas como su estado de origen y así evitar el lío de «identificarlas»), tiene una pareja de perros pastor alemán, Angus y Bon, y un asistente personal, Danny, que acude diariamente a la oficina que tiene en su mansión. Es él quien pica el anzuelo cuando lee un misterioso correo electrónico que anuncia: «Vendo el fantasma de mi padre al mejor postor.»

Y lo que parece una broma de mal gusto, un traje oscuro impecable con botones enormes de plata, pero antiguo y con un olor peculiar dentro de una caja negra con forma de corazón, pronto se convierte en lo más siniestro que Jude ha enfrentado. Es cierto que un fantasma habita ese traje, uno con ansias de venganza y mucha mala leche. Se trata del espíritu de Craddock, un hombre que dedicó buena parte de su vida al ocultismo: ouija, tarot, quiromancia. También era hipnotizador, de esos que «subliminalmente» inducían a dejar de fumar o a dejar de vaciar la nevera. Y los fines de semana trabajaba como zahorí con su péndulo para encontrar pozos de agua y gente perdida. Además, por si todo esto no bastase, fue el padrastro de Florida, una de las novias de Jude, que se había suicidado luego de una larga depresión.

Jessica, la hermana de Anna (Florida), y Craddock culpaban a Jude de la muerte. Él no había hecho nada más que enviarla de regreso a casa. Se lavó las manos y pasó al siguiente tema: otra novia, por ejemplo. Tal parece que Jude tenía muchos «esqueletos en su armario», pero fingía desconocerlos. No había sido una buena persona, ni siquiera con los miembros de su banda, y la vida comenzaba a pasarle factura. Es Jessica quien le ha vendido el traje hechizado para vengarse de lo hijoputa que fue con su hermana.

Pronto el fantasma de Craddock se hace presente en la vida de Jude: en cuanto Georgia saca el traje de la caja, se pincha con un alfiler escondido en el traje y comienza a sufrir una infección que la debilita. Los perros se mantienen en guardia y se convierten en fieles guardianes con un poder sobrenatural para defender a su amo. Jude llega a ver al fantasma vistiendo el traje y deambulando por la casa. Jessica le ha advertido que nada ni nadie podrá evitar que la venganza de Craddock se cumpla.

Jude decide confrontar cara a cara a la hermana de Florida pero el espíritu de Craddock los persigue aún con una vieja y fantasmal furgoneta. Es aquí cuando ‘El traje del muerto’ se convierte en una road movie y en un viaje hacia la redención. Jude necesita reconciliarse con su pasado, que incluye un padre abusivo y alcohólico. Necesita esforzarse para sobrevivir, pues el espíritu de Craddock lo bombardea con pensamientos suicidas y ataques reales. Mientras Jude las pasa negras, consigue que el lector simpatice con él y comience la redención. Mientras confronta a su pasado e incluso logra componer su primera canción en muchísimo tiempo, en una habitación de motel de carretera, Jude consigue valorar su vida y el apoyo que Georgia (Marybeth) le ha mostrado aun siendo una de las primeras víctimas de la venganza del espíritu de Craddock que, finalmente, no proviene del amor puro por su hijastra Anna, sino de su ansiedad de posesión, que lo llevó a abusar de ella en todos los sentidos.

Joe Hill consiguió en su primera novela el balance justo entre horror y suspenso. Horror sobrenatural y el que inspira y es capaz de ejecutar el ser humano.

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Título: ‘El traje del muerto’. Autor: Joe Hill. Editorial: SUMA. Páginas: 408. Ediciones: Papel

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Macarena Muñoz Ramos

Nació en la Ciudad de México. Estudió diplomado en Creación Literaria en la Escuela de Escritores de SOGEM (Sociedad General de Escritores de México). Ha sido guionista y redactora de televisión (área de noticiarios), articulista en varios medios, colaboradora en radio, imparte cursos de literatura de horror y es especialista en vampiros. También escribe relatos cortos que se pueden encontrar actualmente en la revista digital ‘Penumbria’. @MacVampMM

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