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Ideales ilustrados, de Alicia H. Puleo - Zenda
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Ideales ilustrados, de Alicia H. Puleo

La Ilustración encierra principios y valores que son indispensables para un futuro en el que vivamos libres e iguales en un mundo sostenible. Este libro trata de los ideales ilustrados a partir de ese gran proyecto de difusión del conocimiento que ha sido la Encyclopédie de Diderot, D’Alembert y Jaucourt. Reproducimos un fragmento de la introducción...

La Ilustración encierra principios y valores que son indispensables para un futuro en el que vivamos libres e iguales en un mundo sostenible. Este libro trata de los ideales ilustrados a partir de ese gran proyecto de difusión del conocimiento que ha sido la Encyclopédie de Diderot, D’Alembert y Jaucourt.

Reproducimos un fragmento de la introducción y de un capítulo de Ideales ilustrados (Plaza y Valdés), de Alicia H. Puleo.

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Corregir no es sinónimo de destruir (Introducción)

No cabe duda de que nos hallamos en una época de crisis social, ecológica, económica y civilizatoria en la que ha desaparecido la confianza en el progreso y en el prometido ascenso, difícil, discontinuo pero seguro, hacia un futuro mejor para la humanidad. Es tarea filosófica de nuestro tiempo la revisión crítica de aquello que nos ha traído hasta este presente peligroso e incierto. Tenemos que renovar el pensamiento. Pero esto no significa partir de cero, desechar todo lo recibido. Implica, por el contrario, saber distinguir entre aquello que ha de ser abandonado y aquello que merece el cuidado y el desarrollo que no ha tenido.

Dos convicciones fundamentales me han llevado a escribir este libro. La primera de ellas es que muchas de las actuales actitudes de rechazo al legado ilustrado se deben a un conocimiento sesgado y muy insuficiente del mismo que lo reduce a una justificación del capitalismo y del colonialismo en el ámbito de lo simbólico. La segunda es que la Ilustración encierra principios y valores que son indispensables para un futuro de igualdad y sostenibilidad. Pero, insisto, no se trata de hacer una apología que ignore las limitaciones y los errores, sino del diálogo con un pasado vivo y sumamente fértil.

He buscado, así, contribuir modestamente a una puesta en valor de la herencia ilustrada y de su carácter transformador aún no plenamente realizado. Para ello, he creído interesante realizar un acercamiento a la Ilustración a través de esa gran obra colectiva que es la Encyclopédie, recordando las difíciles circunstancias en que se llevó a cabo y abordándola desde el prisma de algunos temas actualmente en debate. (…)

Considero que la crítica a la Modernidad debe distinguir los aspectos contrapuestos de su legado. El reconocimiento no implica la aceptación acrítica. Es preciso continuar con la tarea de llevar a cabo una Ilustración de la Ilustración en tanto esta posee potencialidades críticas en su proyecto medular de crítica al prejuicio, rechazo de la «culpable minoría de edad» —en la célebre expresión de Kant para referirse a quien no utiliza su propio entendimiento— y exhortación a imaginar otros mundos posibles. (…)

He dividido este libro en dos partes. La primera aborda el contexto histórico-social de la Encyclopédie. Como no es posible comprender adecuadamente un pensamiento sin conocer la época en que surge y algunos aspectos del perfil de sus principales figuras, he querido evocar las vicisitudes de la empresa y cómo sus directores y colaboradores supieron aprovechar las contradicciones y grietas del llamado Antiguo Régimen para llevar a buen puerto su gigantesco proyecto editorial. Veremos, así, cómo un grupo de pensadores logró hacerse oír en los intersticios producidos por las tensiones entre la corte real, el partido devoto, el Parlamento y los jansenistas en un tiempo en el que no existía la división entre Iglesia y Estado. De estos equilibrios no exentos de audacia en una sociedad en la que la nobleza gozaba de los privilegios de sangre pero el poder económico había pasado a la emergente burguesía, surgirá una obra de gran impacto cultural, económico, social y político. La segunda parte de este libro busca, por un lado, aclarar algunos errores comunes sobre el pensamiento de los enciclopedistas como el que les adjudica un intelectualismo seco que rechazaría las pasiones y los sentimientos o el que los hace partidarios del despotismo ilustrado. Por otro lado, aborda una serie de aspectos que considero parte del legado emancipatorio que no debemos perder en la revisión crítica de los valores y el rumbo de la humanidad en el Antropoceno: su defensa a ultranza de las libertades y, en particular, de la libertad de expresión, un rasgo que se suponía definitorio de las sociedades contemporáneas y que estamos perdiendo a pasos agigantados, acercándonos a una sociedad de pensamiento único, incompatible con el debate científico, político, económico y social; el tratamiento ontológico y ético de los animales, un tema que ha emergido con fuerza inédita en nuestro siglo XXI a través de la Filosofía de la mano de los movimientos en defensa de los animales y del veganismo; la concepción de la Naturaleza propia de la Modernidad y sus disidentes panenergetistas, cuestión que retorna en el debate en torno a la crisis ecológica actual; la conceptualización sobre las mujeres, dividida entre la impugnación cultural de la desigualdad y su justificación biologicista, posición esta última que todavía emerge con cierta regularidad pese a la crítica feminista; y, finalmente, los ideales de tolerancia, humanidad, progreso y paz que llevaron a estos pensadores a condenar la esclavitud, los privilegios de cuna, la pobreza y la guerra, ideales que convendría recordar en nuestra convulsa época. (…) 

Libertad, igualdad, fraternidad (Capítulo 10)

El rechazo a las persecuciones religiosas y a la tortura y la muerte como medios de forzar una conversión a una determinada fe es uno de los centros de convergencia de todos los ilustrados. Diderot dedica el artículo Refugiados de la Encyclopédie a los males provocados por la revocación del edicto de Nantes de 1685. Destaca las innumerables pérdidas que esta decisión injusta significó para el conjunto de la nación y remite a la entrada Tolerancia. En ella, el teólogo protestante ginebrino Jean E. Romilly (que firma como «Romilly hijo»), amigo de Voltaire, Rousseau, Diderot y D’Alembert, la presenta como la necesaria actitud de todo ser humano que debe reconocer humildemente la posibilidad de equivocarse:

La tolerancia es, en general, la virtud de todo ser débil, destinado a vivir con seres que se le parecen. El hombre, tan grande por su inteligencia, es al mismo tiempo tan limitado por los errores y las pasiones que nunca será excesivo el esfuerzo realizado para inspirarle esa tolerancia y esa paciencia hacia los demás que tanto necesita para sí mismo y sin las cuales en la Tierra sólo se verían disturbios y disensiones. En efecto, por haber proscrito esas dulces y conciliadoras virtudes, muchos siglos han sido el oprobio y la desdicha de los hombres; sin ellas, no esperemos restablecer nunca entre nosotros la calma y la prosperidad. (…) La educación, los objetos que nos rodean y mil causas secretas influyen en nuestros juicios y los modifican hasta el infinito. El mundo moral es aún más variado que el físico y las mentes se parecen menos que los cuerpos. Es cierto que tenemos principios comunes sobre los que nos ponemos bastante de acuerdo, pero esos primeros principios son muy pocos, las consecuencias que se desprenden de ellos son cada vez menos claras a medida que se alejan de su fuente.

Ante la diversidad de opiniones, la tolerancia es la virtud que trae la calma y la concordia entre la ciudadanía. Asimismo, es un elemento fundamental del cosmopolitismo ilustrado. Romilly destaca como instrumento argumentativo la inadecuación de la violencia:

… para actuar sobre cuerpos, para moverlos, dirigirlos, se emplearán fuerzas físicas pero para actuar sobre las mentes, para doblegarlas, determinarlas, será necesario otro tipo de fuerzas, razonamientos, por ejemplo: pruebas, motivos. No se podrá abatir una muralla o destruir una fortaleza con silogismos, y no es a sangre y fuego como se destruirán los errores o se corregirán los falsos juicios. ¿Cuál es, pues, el objetivo de los perseguidores? Convertir a los que atormentan, cambiarles las ideas y los sentimientos para inspirarles los contrarios, en una palabra, darles otra conciencia, otro entendimiento. Pero ¿qué relación hay entre torturas y opiniones? ¿Lo que me parece claro y evidente, me parecerá falso en el sufrimiento? ¿Una proposición que veo absurda y contradictoria se hará clara para mí en el patíbulo? Insisto: ¿es a sangre y fuego como la verdad se transparenta y comunica?

Es importante tener presente que no se trata de una posición relativista (posición a la que el autor califica de «culpable indiferencia») para la cual no habría error puesto que la verdad sería incognoscible. No se trata de un abandono del combate de las ideas. de una cómoda rendición en el plano especulativo:

No pretendemos aquí fijar los límites precisos de la tolerancia, distinguir entre la paciencia caritativa que la razón y la humanidad reclaman en favor de los extraviados y esa culpable indiferencia que nos hace ver bajo el mismo aspecto todas las opiniones de los hombres. Predicamos la tolerancia práctica y no la especulativa; y se nota bastante la diferencia que hay entre tolerar una religión y aprobarla.[6]

El autor finaliza su artículo remitiendo, a quienes deseen profundizar en el tema, a la obra de Pierre Bayle Sobre la tolerancia (Sur la tolérance), escrita en 1686, tras la revocación del edicto de Nantes. Actualmente, hay quienes dicen que hay paternalismo en el concepto de tolerancia y que, por lo tanto, debe ser desechado. Ese paternalismo consistiría en algo así como ser condescendientes con el error desde una absurda convicción de estar en lo cierto. Sin embargo, el concepto de tolerancia adquiere toda su dignidad y profundidad ante la práctica actual del acoso al disidente en las redes sociales o el silenciamiento de las opiniones que no se ajustan a los cánones del pensamiento único establecido en cada momento por los que deciden lo que se difundirá a todas las horas del día y lo que es herético y, por ende, no existe, o es vilipendiado y ridiculizado o criminalizado.

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Autora: Alicia H. Puleo. Título: Ideales ilustrados: La Encyclopédie de Diderot, D’Alembert y Jaucourt, un legado emancipatorio para el siglo XXI. Editorial: Plaza y Valdés. Venta: web de la editorial.

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